Burgundy attraction Suivre l’histoire

Me alegro de haber elegido esta mesa cuando hice la reserva hace dos días porque desde aquí puedo verte llegar. Te espero sentado junto a la ventana en compañía de una copa de vino. Esta noche ha bajado la temperatura y se puede ver el aire condensado frente a las caras de los transeúntes que caminan con prisa por llegar a un lugar cerrado y caliente.

Un taxi para junto a la acera, seguro que eres tú. Después de unos instantes que se me hacen eternos se abre la puerta y un par de pies enfundados en zapatos de satén negro y tacones de aguja tocan el asfalto. A continuación, unas piernas, infinitas y un abrigo que te envuelve como a un valioso y sofisticado regalo.

Tu melena oscura cae en cascada hasta el ecuador de tu espalda. Caminas con soltura, marcando cada paso sin un ápice de duda y la mirada al frente. Sabes con certeza el efecto que provocas. Te observo y me deleito con esos andares felinos sobre la acera, tu pasarela. Solo con tu forma de caminar por el mundo ya me has conquistado.

Entras en el restaurante, te recibe el encargado que toma tu abrigo y lo entrega en el ropero. La sala se llena con tu presencia. Llevas un vestido que se enlaza en tu cuello, hombros descubiertos y espalda al aire. Los labios pintados de color borgoña, el mismo tono del vestido —que se ciñe a tu cuerpo como un guante—, y del vino que calienta mi copa. Eres irresistible.

Sigues los pasos del encargado hacia la mesa. Mientras te acercas, clavas tus ojos verdes en los míos y me traspasas con la mirada; seguro que me has leído el pensamiento. Mi respiración se acelera, el corazón me late con fuerza y me cuesta mantener la compostura. Definitivamente, me vuelves loco.

Un cálido beso en la mejilla y un abrazo fugaz. Mis dedos apenas te rozan la espalda; sé que si poso la mano sobre ella estaré perdido. Pero ese mínimo contacto ha sido suficiente para que perciba cómo se eriza tu piel y que el tiempo se detenga.

Aspiro tu perfume a flores blancas que se impregna, imborrable, en mi memoria. Noto el calor que desprende tu figura, los latidos desbocados bajo tu pecho y mi intento infructuoso por mantener la respiración bajo control. Daría lo que fuera por abrazarte y asegurarme de que eres real, de que no estoy soñando; por elevarte del suelo y fundir mis labios en los tuyos, olvidarnos del reloj y de todo a nuestro alrededor. Por decirte que desde la primera vez que te vi, supe que mi vida no volvería a ser la misma. Pero debo contenerme, ahora no es el momento oportuno... ¿O tal vez sí?