rocio-ortigosa1654123835 Rocio Ortigosa

Adentrate a conocer la historia de las tres mujeres más temidas de las leyendas y cuentos que solían contarnos de niños. La Llorona, Ubume y La Siguanaba. Y junto a ellas, el más feroz de los cazadores de espíritus, Vicent, el cazador.


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La Huída

La huida

La luna llena iluminaba de manera tenue sus rostros. Las tres mujeres se alejaban lo más rápido que podían de su cazador. Faltaban un par de horas para que se cierre el portal más cercano que las comunicaba con el más allá.

La más joven, una muchacha con rasgos indígenas, no dejaba de gritar preguntando por sus hijos. La seguía de cerca, Ubume, una mujer asiática cuyos pechos aún estaban cargados de leche. Y más atrás, la que menos temor tenía. Una mujer con un cuerpo envidiable y uñas afiladas, que escondía su larga cabellera bajo una capucha.

A un kilómetro, montado en su caballo el ex sacerdote Vincent seguía sus rastros. Un hombre corpulento, de no más de 40 años, pelo corto cobrizo y una barba sin afeitar desde hace semanas. No contaba con más armas que un crucifijo, un hacha y agua bendita. Este líquido era el único que permitía dañar a sus perseguidas. La vieja Biblia gastada chocaba con violencia dentro del bolsillo de su gabardina, tras los galopes del caballo por la carretera de aquel camino olvidado. Las sombras de la noche lo rodeaban y formaban extraños cuerpos, que lo obligaban a disminuir la velocidad, y asegurarse que no eran las siluetas de sus presas. No dejaba de persignarse cada vez que detenía su caballo. Murmuraba para sí, pidiendo a su salvador que lo iluminara en su misión y que lo mantuviera con vida después de esta experiencia aterradora. Hace meses que no veía a su único hijo, terminaba esta cacería y se iba a tomar un par de meses de descanso, sin importar lo que piensen sus superiores. No deberían de estar lejos, porque escuchaba los quejidos de la llorona.

No vamos a llegar, está muy cerca – comento la Siguanaba a las demás.

Cállate y sigue caminando, tal vez encontremos a mi hijo - dijo Ubume como la suelen conocer los pueblerinos. Concretamente al espíritu de una mujer que falleció durante el parto, dejando desvalidos a sus hijos ya nacidos.

¡No me hagas callar! Tu hijo debe haber muerto hace más de 50 años, lo pariste con eso es suficiente. Déjalo ir. Si no terminarás como esa loca que llora por los suyos y ya no recuerda ni sus rostros.

Tú porque nunca quisiste a tu hijo- soltó entre sollozos la llorona.

La más bella levantó sus garras y estaba a punto de degollarlas cuando escucharon la bocina de un vehículo.

¡Hoy es su día de suerte! Las acerco a donde quieran – dijo un muchacho desde una vieja camioneta con la caja llena de heno.

Por favor- dijo la guajiba y se sentó al lado de él, las demás la siguieron, quedando los cuatro apretados en la cabina.

¿A dónde van…? – antes de terminar la frase la que estaba más cerca de él, lo abrazó y con sus uñas mutiló su cuello.

Se bajó la capucha y descubrió su rostro, que en realidad era la cara de un caballo o mejor dicho la calavera, puros huesos. Abrió la puerta y echó al cadáver.

Como no sabía manejar, embrujó el vehículo. Que levitó sobre el suelo y avanzó con rapidez, largando una especie de veneno por el escape que quemaba la vegetación a su alrededor. La conductora se reía a carcajadas. El placer de matar, siempre la ponía de buen humor. Un par de minutos después, vio como un sujeto de metro y medio empezaba a cruzar la ruta. No pensó en detenerse y lo arrolló, a pesar de la insistencia de sus acompañantes. Pisó al Pombero, un duende viejo y muy peludo. El impacto rompió el radiador de la camioneta y tuvieron que seguir a pie. El duende las maldecía mientras brotaba sangre verde de su boca y sus oídos, pero ya estaban malditas, todas habían hecho un pacto con el demonio.

La Luna se posaba sobre sus cabezas, mientras el trío caminaba por un sendero cada vez menos transitado, próximas a llegar al bosque oscuro, o como ellas lo conocian, el bosque maldito. Cruzando la arboleda, podrían subir hasta la cima del risco donde se encontraba el portal que las llevaría al otro lado, al más allá.

La Siguanaba, de físico privilegiado, adelantaba a las demás. La oriental trataba de alcanzarla, pero el cansancio le pesaba, habían caminado por varias horas. Como ya se habían alejado lo suficiente de su enemigo, sugirió descansar a la vera del río, pues ella tenía sed. Pero la Siguanaba no quería detenerse, estando tan cerca del portal. Más atrás, la Llorona, con su pelo largo tapándole su rostro, caminaba absorta en sus pensamientos. Tratando de escuchar con su afinado oído el sonido del agua correr, pero en realidad, trataba de encontrar un lugar en donde podían estar sus críos.

Cuando más se adentraban en el bosque, la “luz mala” las envolvía como una densa neblina. Algunos lo atribuían a un proceso de descomposición de materiales orgánicos, pero ellas sabían que era señal de que estaban acercándose al portal. La Siguanaba las arengaba, juraba vengarse de todos los hombres que podía, empezando por Vincent, a su debido tiempo.

El ulular de un búho les llamó la atención y al detenerse a escuchar con mayor atención. La Llorona les avisó que cambiaba su rumbo, mientras gritaba “mis hijos” yendo en dirección al ave. Las demás tuvieron que alejarse de la luz mala y comenzaron a seguirla. Al alcanzarla no daban crédito de lo que veían sus ojos, unos pequeños jugueteando, riendo a carcajadas, parecía no formar parte del oscuro bosque, sino un manantial de agua clara.

La Llorona caminó despacio, tantos milenios de búsqueda habían dado resultado, sus hijos la esperaron siempre y ella al fin los encontraba, sus ojos se llenaron de brillo, caminó, y al tocar el agua sintió la tibieza, ya no tenía frío. Su vestido desgarrado ahora era una suave prenda y mientras más se adentraba, más feliz se sentía, pensó que la maldición se había roto pues el reflejo del agua le mostraba su imagen, una hermosa mujer.

"Alto" gritaban sus compañeras, "es una trampa". La primera en detectarlo, fue la de cara alargada, llevaba siglos atormentando hombres lo que la hacía una experta en la mentira. Al girar la cabeza hacia ellas, salió del trance, ya no había niños, ni calidez en su cuerpo, sintió más frio que nunca y en un alarido de coraje y angustia revolvió las aguas que se levantaban alrededor de ella, volvía a ser un espectro sin alma. Quiso moverse hacia la orilla pero fue en vano, estaba dentro de una burbuja. El maldito Pombero logró conjurar un hechizo antes de perecer.

Intentaron de todas formas romper la esfera, para liberarla, pero no había manera de dañarla, se escuchaba el galope de un caballo a lo lejos. Toda la distancia que habían logrado aventajar al cazador, se esfumaba como arena entre los dedos.

Abume le rogó que abandonasen a la Llorona y sigan la luz mala hacia el portal. Pero la Siguanaba no podía aceptar una derrota, no tan cerca de escapar, a menos de un kilómetro del pasaje.

¡El portal! –insistió la mujer asiática.

Si el portal y el maldito cazador que nos pisa los talones, ya lo sé. ¡Déjame pensar! –contestó la líder.

La mujer de ojos rasgados la miraba con expresión dudosa, pues no concebía que esa mujer tan dura tuviera sentimientos y que la Llorona le importara tanto como para rescatarla.

El caballo se negaba a avanzar, sentía la magia en el aire. El bosque estaba impregnado de ella, a corta distancia era fácil encontrarlas y más para un hombre experto en cazar espectros. Sabía cómo hacer su labor, lo aprendió en la logia. A la que para ingresar tenía que dejar los hábitos, porque que para cazar demonios, a veces hay que parecerse a uno. Vincent bajó del caballo y sacó su arma de la funda para impregnar de agua bendita todo el filo. Pronto rodarían cabezas, se dijo a sí mismo.

Exactamente a quinientos metros, la Siguanaba hizo un conjuro llamando a los malditos que estaban detrás del portal. El primero en llegar, fue su hijo Cipitío, que había salido a buscarla antes del llamado, porque se demoraba más de la cuenta. Era un duende, de la edad de un niño, que por más que intentó no pudo romper la burbuja. Su madre lo insultó en voz alta.

Ahhshhh inutil Cipitío no sirves para nada siempre me recuerdas porque fue que te abandoné, mejor regresa aquí, solo estorbas – mientras le gritaba, hacía señas para que cruce el portal.

Tenían menos de media hora, antes que Vincent las encuentre. Para su suerte, El siguiente en responder al llamado fue el Chavarín. Un ex pescador maldito, mitad hombre mitad serpiente. Quien clavó sus colmillos mágicos en la burbuja y esta desapareció. La líder le ordenó por su jerarquía, pues había matado más hombres que el Chavarín, que no deje pasar al cazador. Cualquiera que fuere el resultado, lograrían nuevamente sacarle ventaja al ex sacerdote. Amordazaron y ataron a la Llorona, con un par de mechones que le arrancaron de su cabello. No iban a perder ni un segundo más, corriendo detrás de niños inexistentes.

Nuevamente, las tres mujeres siguieron el camino, cada vez más pedregoso e intransitable. Querían escapar, querían volver al mundo de los muertos. Allá donde ya no tenían que preocuparse por seguir huyendo. En medio de ellas, iba la Llorona, casi como una prisionera.

El jinete notó en el suelo una sustancia pegajosa. Que retrasaba su andar, algún hechizo murmuró, aunque desconocía cual había sido su utilidad. El viento azotó con fuerza su cuerpo, lo hizo temblar por el frío que traía el viento Norte; pensó nuevamente en su hijo y se persignó. Ese pensamiento era tan poderoso que todas podrían escucharlo.

Se ajustó la gabardina y siguió en dirección al portal. De repente los arbustos que estaban su lado comenzaron a moverse con fuerza, el cazador empuño nuevamente el hacha y se puso en posición de combate. Se acercó lentamente al que continuaba moviéndose y corrió la vegetación con la punta de su arma. Un pequeño pájaro levantó vuelo y el cazador respiró tranquilo. Dejó escapar el aire contenido de sus pulmones y recitó otra oración en silencio. Tenía miedo, pero no era un cobarde. Así que tomando valor giró sobre su eje para seguir el camino, pero algo se enredó en sus botas, haciéndolo tropezar.

El cazador cayó al suelo, y sintió como unas escamas rozaban su piel. El Chavarin soltó un siseo, mientras apretaba con su cola el cuerpo de Vincent, sus manos lo abrazan con fuerza.

Cuanto tiempo ha pasado, viejo Vincent - decía el Chavarín deleitándose de ver al culpable de tantas bajas en el suelo - . Quien diría que sería yo quien acabe con el más sanguinario cazador de espíritus.

El hombre respiraba con dificultad y comenzaba a tornarse azulado. En su cara se reflejaban el dolor, la angustia y los años que ya le pesaban. Sin poder ver su rostro, deducía quién le hablaba, pues el olor a lama y lodo que impregnaba el aire a su alrededor era inconfundible. Parecía que ese ser antinatural se había estado fermentado en el fango durante mucho tiempo. El chavarín reía victorioso.

Ver a alguien de la logia, lo había devuelto al pasado, cuando después del trato con el demonio, empezó a odiar a las personas. En especial, a las religiosas que se horrorizaban al ver su cuerpo mitad humano, mitad serpiente. Vincent usó toda su fuerza, en un último intento antes de perder el conocimiento, y logró tomar su hacha y cortar en dos al chavarín. Que se retorcía en el suelo como un gusano, hasta desintegrase.

Vuelve por donde viniste criatura -vocifero mientras las partículas del engendro desaparecían, los espectros siempre subestimaban a los caballeros de la logia y sus aparentes sencillas armas. Lo que ellos no sabían que estas armas habían sido preparadas con anticipación, mediante oraciones e impregnadas con agua bendita antes de ser usadas.

Silbó y el caballo se acercó, ya no había tanta magia negra a la cual temer. Solo la espesa luz mala, a la que su caballo después de tantos años ya se había acostumbrado. De igual manera, el jinete roció lo que le quedaba de agua bendita sobre el caballo para darle valor. Se montó en su lomo y galoparon en dirección al portal, para llegar antes que lo crucen.

Faltaban cien metros, cuando las mujeres escucharon un galope cada vez más cercano. La ira se acumulaba con fuerza destructiva en el interior del cazador. Alejando el miedo y llenándolo de determinación. Sí su creador lo quería está noche, pues lo tendría. Vincent se entregaría a ello con devoción y humildad, no sin antes dar una buena batalla. No era un novato, pues acabó con los espíritus más temibles.

El caballo relincho con fuerza y se paró en sus patas traseras. El jinete perdió el equilibrio y cayó al suelo. Ante él, el portal emitía hermosos y espectrales rayos blancos. La luz mala brillaba con fuerza, como las llamas del fuego, atrayendo a cualquier ser sobrenatural kilómetros a la redonda. Y frente a él, a varios metros de distancia, las tres siluetas femeninas.

La Llorona, perdida en su miseria de siglos de dolor y llanto, aún amordazada con su propio cabello largo. A su lado, Abume, la madre que, aún después de muerta, buscaba a su hijo. Y por último, La cabecilla de aquella tríada mortal: La Siguanaba, aquella mujer mortífera, la más malvada de todas.

Estaban por cruzar, la luz mala llenaba sus cuerpos entregándoles todo su poder. Se sentían poderosas, a punto de regresar a su mundo donde serían intocables, se tomaron las manos y antes de cruzar el portal. El jinete se interpuso.

Nunca volverán a su mundo- gritó Vincent.

La Siguanaba sintió la desesperación correr por donde alguna vez había tenido sangre, sus pocos cabellos volaban como serpientes por el aire dejando al descubierto su malévolo rostro, unos ojos más negros que el oscuro bosque denotaban su falta de alma, tan profundos capaces de hundir en eterna locura a cualquiera que los viese directamente.

El cazador conocía los puntos débiles y los poderes de cada una, pues ya las había investigado como parte de la cacería, así que evitó a toda costa mirar a la líder a los ojos. Pero eso no evitó que el alarido de la llorona lo hiciera arrodillarse.

Primero atacó a la llorona, para callar sus gritos. Le cortó la garganta luego de varios hachazos, pero el arma estaba perdiendo su poder. Necesitaba más agua bendita, pero ya no le quedaba. Usó lo último que le quedaba en darle fuerzas a su caballo, si no lo hacía no podría haber llegado tiempo.

Casi exhausto blandiendo el hacha, se encomendó a Dios tal vez como por décima vez, ya no sabía cuántas veces había acudido al poder más grande que existía al que pertenecía toda su fe, de nuevo su hijo en su mente no podía dejar de pensar en el casa vez que sentía que sería el final.

La Siguanaba empezaba a temer, ya solo quedaban ellos dos y sus poderosas uñas se afilaban unas con otras, sabía que con ese viejo sus artimañas sensuales no servirían de nada. Y le tenía un último regalo de despedida.

¿Te ves muy seguro no, joven cazador? ¿Crees que eres menos maldito que nosotros? Caminas atormentándonos, nos cazas y nos matas, ¿qué te hace diferente?

La siguanaba estaba haciendo tiempo, creando el ambiente propicio para su última jugada. Vincent la escuchaba, sin mirarla a los ojos, atento a que nada cruce el portal como sus superiores se lo habían solicitado.

Para estar segura de vencer, no solo su cuerpo, sino también su espíritu. El reino del mal, por el portal que continuaba abierto por unos minutos más, envió a alguien más a combatir al forastero. Un hombre vestido con harapos, con un sombrero gastado y llevando una bolsa toda remendada cruzó el portal. Vincent no se inmutó, lo conocía, era el famoso hombre de la bolsa. En vez de atacar al intruso, se sentó en el piso y empezó a vaciar lo que traía. Primero un brazo, luego una pierna y después un torso. Las mujeres se reían acaloradamente, pero el cazador no se inmutó, hasta que sacó la cabeza.

Al verlo gritó de dolor, usó sus cinco sentidos buscando el engaño. Pero era real, era el rostro de su hijo. Su amado hijo de 5 años, tan indefenso, el único ser que le ataba a la cordura. Al que quería dejarle un mundo mejor, jamás volvería a ver sus ojos brillantes llenos de ilusión, ya no sentiría sus pequeñas manos acariciando su barba, y su risa que apaciguaba su cansancio. Su hijo al que su esposa le había encomendado haciéndole prometer que lo cuidaría, pues ella había muerto de una extraña enfermedad que hasta la fecha se desconocía. ¡Que sentido tenía ya la vida¡ Porque causa luchaba si lo único que a él le importaba se lo habían arrebatado estos malditos que solo traían al mundo terror. Se dejó caer, soltó el hacha y lloró.

Porque tardaste tanto viejo decrépito - dijo la Siguanaba dirigiéndose al viejo de la bolsa.

Utilizando su poder y su sensualidad lo convenció de ir por el hijo de Vincent, aunque el plan era entregárselo a Vincent vivo a cambio de dejarlas pasar. Sin embargo, las cosas se habían salido de control y el hombre de la bolsa no tuvo más remedio que seguir su instinto maldito de descuartizar.

Cada día me doy cuenta que lo que tienen de malditos lo tienen de inservibles – le gritaba la Siguanaba al viejo de la bolsa. Y se lamentaba porque ahora no tenía nada que intercambiar.

Antes de que el carnicero pueda justificarse, decidió degollar al hombre de la bolsa y en ese mismo acto el ex sacerdote hizo lo mismo con Ubume con un solo movimiento.

Pero algo había cambiado, el hacha ya no le pesaba y cambió su color. Estaba encendida, llameante. Unas lenguas de fuego impedían ver el metal, pero no lo quemaban, ni tampoco lastimaban a Vincent.

El cazador sintió entonces un poder sobrenatural jamás había tenido esa sensación era como calma para su dolor, era paz y era poder, un poder que le gustaba, se levantó sus ojos se habían ensombrecido, su cara tenía un aspecto tétrico, lúgubre, parecía como muerto en vida.

La Siguanaba horrorizada vio cómo la luz mala se desvanecía y el portal empezaba a cerrarse, mientras su muerte se aproximaba. Se arrodilló, en señal de rendición y pidió clemencia. Que la lleven ante los superiores de la logia, para que la juzguen. Su cabeza rodó por el suelo y Vincent comprendió que ya no había vuelta atrás.

El ya no temía, ya no esperaba, ya no creía y de sobre todo ya no sentía. Eso lo hacía invencible y al vez maldito. Cruzó el portal por primera vez, para estar con los que ahora eran los suyos.

Autores:

Laura Diaz: twitter @lapizpapelyalma

Rocio Ortigosa: twitter @OrtigosaRoo

Ergüin Sarceño: twitter @erguin_sarceno

José Tek: twitter @JAT_writer

27 Août 2022 23:27 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

A propos de l’auteur

Rocio Ortigosa Escritora en mis ratos libres, actualmente escribo cuentos con otros escritores. 🐱😍Me encanta los gatos. 📖📚Los libros de fantasía son mi inspiración. 🍕 Mataría por una pizza 😂

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