fabicoronel2022 Fabi Coronel

El aquelarre estaba llegando a su fin. El diablo le habló a las últimas tres brujas que quedaban. Habían puesto una tienda de ropas para atraer personas. Pero el problema se presenta cuando la petición del Señor Oscuro se da cuando ellas deben hacerse amigas de un varón para lograr crecer en poderes. ¿Podrán lograr dejar de lado su esencia y aprender a convivir sin maltratos ni maldiciones? Descúbrelo aquí.


Horreur Horreur gothique Interdit aux moins de 18 ans.

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Maltrato y abuso

El aquelarre de las brujas cumplía casi mil años. Ya no quedaban muchas y las pocas que quedaban debía mimetizarse con las épocas de ahora para no llamar la atención. Nadie hasta ahora las había visto en su verdadera imagen. Algunas personas las describieron como mujeres calvas, con la nariz puntiaguda, ojos cerrados hasta dejar una línea y una sonrisa en V llena de dientes blancos como la leche. Decían que caminaban casi encorvadas y eran bastante rellenitas. Pero esto solamente eran cuentos que se usaban para asustar a los niños.

A las brujas les gustaba causar miedo. El terror que desataban y el daño psicológico eran para ellas el alimento de cada día. Un día sin asustar, era un día perdido.

Pero el diablo, con sus cuernos, su tridente y su cola roja caminando con patas de cabra a veces hacía estragos. Traicionero como él se divertía jugando con sus lacayos y lacayas. No hacía distinción entre duendes, almas perdidas, brujas o criaturas del infierno.

Las odiaba a todas, a pesar de que eran sus creaciones.

Las tres brujas antes eran cuatro. Pero una de ellas decidió emprender un camino aparte. Entre ellas decían quererse, pero en realidad se detestaban. Morfeo, a quién ningún sueño se le escapaba, veía cómo sus deseos más oscuros se manifestaban en una idea de asesinatos y matanzas entre ellas. Aunque sabían que para sobrevivir debían estar juntas y agazapadas.

Las tres brujas que quedaban se habían disfrazado con cuerpos humanos y se vestían de manera que no llamara la atención a las personas.

Mylie, la más joven, seductora y avasallante, te dabas cuenta de su esencia hostil por la mirada. Mary Ann, o la “cuatro ojos” como les gustaba llamarla, era ciega como un topo, pero diabólica en su silencio. Y la superiora, Irene, la jefa y bruja máxima de las tres, con poderes que iban desde el poder maldecir hasta generar perturbaciones psicológicas. Dicen que alguna vez Irene mató a su familia en una disputa, no aguantó que su madre le llevara la contra y por eso la degolló con un pela papas solamente cuando tenía quince años. La familia la echó de su hogar y hoy en día, con muchos años más encima solamente vivía a ciegas en su pocilga tratando de hacer pócimas y reverencias al Señor Oscuro con fines de conseguir amistades y alguien a quién llamar “Familia”.

Pero las tres brujas no sabían cómo reinventarse, y este año con casi mil años encima, el Señor Oscuro les exigía que aumentaran su imagen buena para lograr sobrevivir y no extinguirse.

Las tres habían decidido atraer gente abriendo una tienda de ropas que tenía un nombre impronunciable. Casi todo el mundo lo pronunciaba mal o de una manera diferente. Era como si fuese una maldición.

El cartel de “LEUGIM” en letras blancas parecía atractivo a la vista. Pero lo que nadie sabía es que al pronunciarlo generaban una atracción al demonio del mismo nombre cuyo epíteto era “El demonio con plumas de ángel”.

Al abrir el salón de ropa invocaron al Señor Oscuro y le prometieron en un ritual que su aquelarre vencería cualquier adversidad y contingencia que pueda devenir.

Lo que no sabía era que hasta el mismo demonio las odiaba y quería que se terminara su reinado. Menos brujas, menos problemas, solía decirle a sus demás súbditos.

Brujas basura, pedazo de escoria y malolientes, este año llenaremos de ropa y las encantaremos para que la gente se enamore de las mismas y decida unirse a nosostras. Dijo la bruja máxima Irene.

El Señor Oscuro nos pide un hombre para que nos ayude a dar otra imagen. Por ello les pido que se controlen y traten de no correrlo con sus sucias miradas y olor a asco y pecado. Continuó diciendo la bruja Irene.

Yo creo que tal vez deberías controlarte vos Irene, porque a veces te pasas de raya… Dijo casi con timidez la bruja Mylie.

¿Quién te crees que sos bruja sucia y podrida? Yo de acá soy la mejor y si no fuera por mí, ninguna de ustedes estaría viva. Malagradecida y roñosa. Si me seguís contradiciendo te voy a echar a la hoguera bruja sucia. Mirá cómo esta anteojuda está callada y mira hacia abajo… Así es cómo tenés que ser. Sumisa y hacerme caso a mí… ¿Escuchaste? ¿ESCUCHASTE? Gritó la bruja Irene en un estado frenético.

La bruja Mylie solamente atinó a asentir y volvieron a sus puestos de trabajo con Mary Ann.

La gente comenzó a ingresar y a probarse la ropa. Nadie sabía que en realidad eran retazos sucios de sus frazadas o vestidos viejos llenos de sangre y heces fétidas que habían sido encantados para que al mirarse al espejo creyeran que estaban viendo ropaje de reyes y de alta costura.

La gente saludaba y pagaba con sonrisas a los cuales las tres brujas sonreían y luego se miraban con gestos de admiración.

Irene… Acá llegó el muchacho que querías para que empiece… Dijo Mylie en un tono tranquilo a lo cual se volvieron a mirar las tres.

Hicieron una reunión y conversaron las tres brujas con el muchacho. Le mostraron el local y lo encantaron para que no vea la verdad que había detrás de la ropa.

Hubo un momento en que una señora llegó con un trapo sucio y le reclamó al muchacho. Le dijo que había comprado hacía dos días y que al sacarlo de la bolsa se encontró con eso. El muchacho no supo qué responder y fue con la bruja máxima.

No se preocupe señora. Nosotros se la cambiamos sin problema. Y además le regalamos dos prendas más. Contestó con paciencia la bruja máxima.

Los días pasaron y el Señor Oscuro las visitó en un día que el muchacho no estaba. Les dijo que estaba progresando todo y que, si seguían así, podría llegar a ser posible que las reivindique y las llevara al infierno con él para que castiguen almas impuras.

La Reina bruja se tiró los cabellos hacia atrás y miró a las otras como diciendo que todo el mérito lo tenía ella.

Mylie y Mary Ann sabían que estaba equivocada, la odiaban, pero no podían decir nada porque entre ellas también se odiaban.

Así fue que una tarde de mucho frío, cuando prácticamente nadie ingresaba al local, todo cambió.

El Señor Oscuro les dijo: Quien se haga amiga del muchacho será la nueva bruja superior y le daré más poder.

A Mary Ann mucho no le convenció y se mantuvo al margen de todo. Pero la competencia entre Irene y Mylie comenzó a ser fuerte y peligrosa.

Ambas trataban de hacerse su amiga. Lo invitaban a comer y le relataban historias de antaño para hacerle creer que les interesaba su amistad.

Pero el martirio comenzó cuando las efusivas hacia él comenzaban a transformarse en peleas y celos entre ellas para con él.

La furia se manifestaba en que si él hablaba con Irene, Mylie se enojaba y le hacía la vida imposible. Mylie en su pocilga preparaba hechizos fuertes que le ponía en el desayuno al muchacho para tratar de hacerlo su amigo. Y cuando él comenzaba a hablar con ella, Irene se enojaba con él y lo retaba para tratar de separarlo. Así es cómo ella preparaba comidas que creía que eran manjares y le agregaba hechizos aún más fuertes.

A ambas no les importó ver que el muchacho comenzaba a estar mareado y a perder fuerzas. Su destino era su amistad.

Hasta que vieron que este camino no les llevaba a ningún lado. El muchacho estaba intoxicado y casi muerto. Comenzaba a llegar tarde a causa de los cólicos y espasmos que sufría. Comenzaba a soñar con muerte y deseos macabros.

Hasta que una mañana llegó al local y se desvaneció.

— ¡Mirá lo que hicieron brujas de mierda! Gritó Irene

¡Vos fuiste! Gritó Mylie en un tono frenético.

¡Seguro fue la anteojuda asquerosa y mosquita muerta esta! Siguió diciendo Mylie.

Ahora el Señor Oscuro nos va a castigar pedazo de brujas estúpidas. Dijo Irene.

Así es cómo las tres empezaron a desesperarse y entrar en pánico. Vieron que el Diablo se apareció entre las vidrieras y tenía el sable que era para matar brujas.

Las tres comenzaron a gritar y desesperarse. No sabían qué hacer. Era el fin del aquelarre. Gritaban y se culpaban cuan niñatas idiotas. Lloraban y se maldecían unas a otras.

¡Fue la estúpida de Mylie! Gritaba Irene.

¡Fue la cuatro ojos idiota! Gritaba Mylie.

¡Fue la sucia de Irene. Nadie la quiere y por eso sabía que iba a perder! Gritaba Mary Ann.

Así fue entonces, cómo Irene tomó el cuchillo con el cual abría los sobres que le llegaban y en un ataque sorpresivo apuñaló a las otras.

Las apuñaló por la cara, por el vientre, por los brazos y piernas. Gritaba y las mataba vilmente. Y mientras las veía morir comenzaba reírse como una loca.

Se reía como una bruja desquiciada.

Pero no se dio cuenta que el Señor Oscuro estaba detrás y sin decir nada la atravesó con su sable afilado por el medio de la cara horrible. Le rompió los anteojos y los llenó de sangre verde.

Así fue cómo la tienda Leugim fue declarada en banca rota. Se contaron muchas historias sobre la desaparición de las empleadas Mylie, Mary Ann y de la encargada Irene. Lo que encontraron fue, que al entrar a sus hogares habían ollas enormes, sapos cortados por la mitad, patas de perros, cabezas de gallos negros y muchas velas negras.

Dijeron en las noticias que eran brujas o que pertenecían a alguna secta diabólica.

Hoy en día el local permanece cerrado con persianas con un pedido de justicia por la desaparición del muchacho, quién fue buscado por cinco días y nadie sabía nada de él.

La gente habló todos los días, luego una vez por mes, luego una vez por año, luego una sola vez cuando lo recordaban. Pero siempre que hablaban de este acontecimiento lo nombraban de la misma manera. Le decían la historia de las tres brujas y la tienda de ropas.


15 Août 2022 22:35 4 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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À suivre…

A propos de l’auteur

Fabi Coronel Jorge Fabián Coronel. 36 años de edad. Escribo sobre terror y misterio.Mi alma está perturbada. Mi mente no creo que esté bien. Creo en fantasmas y a veces hablo con ellos en mi soledad.

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