1
Nadie puede escapar de su destino
Veía la oscura habitación cuyas ventanas se encontraban cubiertas por unas enormes cortinas de color rojo carmesí, que a la luz del sol iluminaban aquella habitación con un resplandor escarlata. Aquella habitación era demasiado elegante y delataba una gran riqueza, muebles hechos de roble y una gran cama cuyas cortinas rojas ocultaban algo siniestro que descansaba allí. Tras aquellas transparentes y suaves cortinas se encontraba un objeto pequeño que yacía al lado de varias rosas rojas como la sangre. Se acercaba a ella en contra de su voluntad, aquel resplandor escarlata iluminaba las sillas que se encontraban a su alrededor creando sombras que se parecían a siluetas humanas.
Con un leve movimiento de su cabeza desechó dicho pensamiento debido a que no tenía sentido ¿Por qué una silla iba a proyectar en su sombra la silueta de un hombre? Sin embargo el lúgubre frío de aquella habitación junto al sonido de un piano tocar el primer movimiento del concierto de Beetovhen “Pathetique” le impedían pensar con claridad. Solo se acercaba como una autómata a la cama, con su mano temblorosa acercándose a la cortina, tocándola con sus dedos sintiendo su suavidad “por Dios, es real” pensó antes de mover la cortina esperando ver qué había detrás de ella.
2
Se despertó de un salto producto de un bache en el cual el coche en el que viajaba acababa de golpear. A su lado se encontraba su esposo quien conducía aquel coche, un muchacho apuesto de piel blanca, cabello corto negro y ojos claros. Llevando una campera de tela gris, pantalones vaqueros azules y una camiseta blanca, Jeffrey Hugens desvió la atención de la ruta para ver si su esposa estaba bien.
- ¿Todo en orden Cass?- le preguntó Jeff bajando el volumen de la radio donde Crazie Donalds cantaba “Por ti” el último éxito de aquel prolífico cantante cuya cúspide apenas comenzaba durante ese verano de 1983
Mirando a su novio con sus azules ojos casi salidos de sus cuencas, Cassandra Hugens asintió y le contestó:
- Si, Jeff, todo en orden- mirando la boscosa carretera por la ventanilla de su coche, suspiró diciendo- por ahora
3
Un viejo y destartalado Dodge de color negro se movía por la carretera internacional que conectaba Alemania, Austria y Rusia con Rumania. El paisaje que decoraba aquella ruta mostraba una hermosa vegetación, incontables bosques que se extendían a lo largo de la carretera y grandes como también pintorescos castillos europeos que alguna vez fueron, en tiempos de antaño, fortalezas reservadas para la más importante elite feudal del medio evo. El Dodge no se dirigía a la famosa Transilvania, ni tampoco a Valaquia, sino a un destino más cercano y mejor conocido por su ambientación romántica como también artística: la ciudad de Viena en Austria.
Tomando un desvío por la A 1, el Dodge se adentró al territorio Vienes con dirección a un lugar alejado de la ciudad cuya reputación era demasiado temible: la Mansión de la familia Scarlett, o como los lugareños la llamaban: La Mansión del Demonio Escarlata.
4
Era poco lo que aquella pareja de investigadores de lo paranormal conocían sobre aquel lugar, se creía que había sido fundada en 1700 y tuvo su mayor esplendor en las épocas en las que Mozart, Beethoven, Strauss y Bach componían para el emperador Austrohúngaro, durante la edad de oro de la música clásica. Lo poco que se sabía de aquella mansión fue que hubo un gran escándalo que involucró a las hijas del conde Hans Scarlett, hijo de un noble Ingles y una acaudalada dama austriaca. No era mucho lo que se hablaba pero lo que se decía involucraba tratos con el demonio y actos de canibalismo que enfermaban al más fuerte de solo pensarlo. Interesados por dicha leyenda, la pareja de investigadores de lo paranormal, Jeff y Cassie Hugens, se dirigieron a investigar el misterio de la Mansión del Demonio Escarlata.
5
Deteniendo el coche cerca de un pequeño restorán, Jeff y Cassie se bajaron dispuestos a encontrarse con su contacto dentro de Viena, un historiador que los acompañaría durante dicha travesía. Mirando con detenimiento las bellas calles de Viena, Cassie dio un fuerte respiro de aire fresco antes de adentrarse al lugar de encuentro. Poco sabía del destino que le aguardaba.
Axel Melgarejo
