edocyberpunk Eduardo Plaza

La Tierra: año 2310. Vibeke, una chica de clase alta. Max, el vocalista de un grupo idol. Cinco millones de personas dentro una cúpula que los protege del exterior. Un botón que neutraliza las memorias y una tecnología que inserta recuerdos falsos. Dos personas muy distintas y un solo destino. A veces el peligro está muy cerca. Otras veces, el peligro eres tú.


Science fiction Futuriste Interdit aux moins de 18 ans.

#fantasía #distopía #magia #futurista #lgbtq #385
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Vibeke

Importante: cada publicación cuenta con palabras o conceptos marcados en negrita, los cuales tienen su correspondiente explicación al final del capítulo, en un glosario.

Las hermanas del Mundo sin Luz estaban tomadas de las manos. El resto de los hombres y mujeres observaba y oía con detenimiento. La líder del clan de las videntes presagiaba el comienzo de la insurrección, al medio de un círculo humano.

Ya se cumplían varios meses desde que se había contactado a larga distancia con los nuevos seguidores de «la rebelión de los otros». En ese primer encuentro, les envió la información que contenía el chip que resguardaba, con la promesa de los cinco.

En medio del círculo, recibiendo el olor a incienso, le recordó a todos los presentes y a sus servidoras más devotas la dádiva perdida. En las antiguas civilizaciones la ensoñación era una manifestación del poder de adivinación que tenían los humanos. Sin embargo, con el tiempo, hombres y mujeres habían concebido esta potestad como una fantasía, un mito propio del viejo mundo. Así, el oráculo de las posibilidades se había extraviado en el pasado y, con él, otros muchos dones.

Pese a ello, según la mujer, esa oscura ceguera milenaria estaba por acabar.

«Más pronto que tarde, los cinco elegidos despertarán del letargo en el que están sumidos. Al fin, saldrán a flote de ese oscuro océano en el que han buceado sin oxígeno durante toda su vida... y durante vidas pasadas también», fueron algunas de sus palabras.

Dormía profundamente, calentada por las placas radiantes. Su mano izquierda dejó caer sobre el piso de la habitación una novela gótica, cuya lectura había interrumpido por el cansancio. Entre las páginas del libro cerrado, la entrada de un concierto era su marcapáginas provisorio. En la habitación de la mujer, su reproductor de música seguía sonando. Pese a ello, ni las canciones ni la lluvia la hacían despertar.

En las zonas bajas las personas no podían dormir, pues la intensidad de las precipitaciones era más fuerte que lo habitual. Las luces de las ciudades tampoco ayudaban. Los letreros de neón y los hologramas publicitarios iluminaban los rascacielos, edificios y construcciones menores que contrastaban con la profundidad de la noche. Eso, sumado a que el domo era un lugar bullicioso las veinticuatro horas del día; aquello, por el ajetreo incansable de cuatro de sus nueve ciudades principales y su sobrepoblación. La refulgente publicidad audiovisual no tenía descanso. Cientos de voces grabadas promovían al unísono marcas, productos y servicios.

Sin embargo, la mujer estaba en la zona alta, en un exclusivo anexo llamado El Edén, y ahí no había contaminación lumínica ni acústica. Por ese motivo, en la amplia habitación, su sueño era profundo. Vivía en una megaestructura piramidal, sobre la capital: Nuevo Santiago, sostenida por fuertes pilares y cables de acero, que parecía vigilar desde lo alto el reposo de todos. La mujer vivía allí porque pertenecía al grupo hegemónico más poderoso de la fortaleza, la clase domain aeternus, cuyos miembros eran conocidos como los ángeles.

Era Vibeke Matus, una joven de diecinueve años que se esforzaba por vivir el presente. Gran parte de sus decisiones se conectaban con oscuros fantasmas del pasado. La joven prefería la vanguardia en lugar de lo tradicional. Por ello, solía diseñar su propio vestuario y el de sus amistades, así trabajaba con constancia su creatividad. Le divertía provocar impresión en las personas más conservadoras. Se quedaba sin palabras al ver el baúl de su madre y todos esos vestidos que seguían siendo rupturistas décadas después. De pequeña había querido dedicarse al diseño y confección de prendas. Esto, cuando su progenitora ya no estuvo y esos colores vibrantes, texturas y olores solo los podía disfrutar en el sótano de su casa, rememorándola junto al cofre. Así, se había convertido en una universitaria de tercer año de diseño de modas.

Además de sus estudios, acostumbraba a hacer panoramas con otras personas y organizar su tiempo, pues temía que la soledad y la rutina la condenaran de por vida a sus recuerdos. Rehuía del aislamiento. Pese a eso, iba al cine sin compañía, pues no le gustaba perderse ningún detalle ni escuchar comentarios innecesarios. Además del cine, le complacía leer ficción, práctica impopular dentro del domo. Por ello, las únicas lecturas disponibles eran reliquias del viejo mundo. Con un público desinteresado, ningún humano sería tan loco como para dedicarse a la literatura. Por fortuna, había conformado junto a algunos de sus amigos un grupo de lectura, donde una vez al mes discutían las novelas leídas. Ese mes le correspondía The Turn of the Screw de Henry James, libro que cuidaba con nostalgia y que tiempo atrás encontró en el enorme cofre de recuerdos de su casa. Vibeke, a quien sus más cercanos solían llamar Vibi, se consideraba una buena lectora, aunque fuera de las personas que se saltan páginas para conocer cómo acaba la historia primero. Con todo, la lectura calmaba un poco su ansiedad.

Tenía el hábito impulsivo de comerse las uñas y para ocultarlo usaba postizas. Cuando pensaba mucho en algo, lo hacía; lo mismo sucedía al encontrar interesante la trama de una ficción. Quizá por la exquisita narración o porque sabía que hacía algo que su familia consideraría poco productivo: ellos respaldaban la lectura de textos que hablaran de la historia del domo y de la catástrofe planetaria que el humano había provocado.

Vibeke era una chica musical y disfrutaba distintos estilos. Por lo general, repetía durante días un mismo repertorio hasta que ya se hartaba, para retomar su escucha meses después. Solía asistir acompañada a los conciertos de sus artistas favoritos, pues consideraba que esa emoción, cuando se compartía con amigos, era inolvidable. Lo mismo ocurría, con menos éxito, al ir al gimnasio. No concebía ir sola, aunque acompañada o en solitario el resultado acababa siendo el mismo. Sus dos hermanos iban seguido, pero ella siempre abandonaba, aun cuando tratara de hacer más ameno su esfuerzo acompañándolo con canciones.

Si bien, muy a su modo, cuidaba su estado físico, le gustaba la comida rápida y disfrutarla en pequeños puestecitos callejeros. Los días que se permitía esas licencias escogía en especial la comida china. Sus platillos favoritos eran los bollos al vapor rellenos de carne de cerdo o los noodles picantes con pollo, jengibre y ají. Los pocos animales existentes dentro de la cúpula no podían ser consumidos. Por ello, los cultivos de carne in vitro se habían convertido en un negocio rentable. Era un deleite para su olfato sentir el aroma de esas preparaciones extranjeras, las que le abrían el apetito cada vez que descendía a las profundidades del domo.

Poseía, como todos, grandes conocimientos sobre la construcción de la fortaleza e incluso uno de sus pasatiempos era estudiar su historia y la de los padres fundadores. Esto lo hacía porque creía que era un deber de las nuevas generaciones mostrar respeto y honores a los protectores de la construcción humana, aunque no estuviera de acuerdo con ciertas costumbres y reglas que consideraba arcaicas. Por ejemplo, detestaba tener que ocultar su inestable salud mental. Vibeke cargaba con traumas desde pequeña que no había podido superar y con los cuales hacía terapia en la soledad de sus pensamientos. Una de esas heridas le impedía conducir un vehículo, debido a un accidente que había sufrido a los siete años. Según le contaron, el alcoholizado culpable se fugó luego de corroborar que la madre de Vibi estaba muerta. Con los años, solo se sentía segura subiéndose a la moto de su hermano mayor, a quien se aferraba con firmeza y confianza. Para evitar que esos recuerdos atormentaran sus sueños, intentaba que su mente se mantuviera ocupada en otras cosas.

Era de aquellas personas que se consideran nocturnas por estar más activas, por ello trataba de mantenerse despierta durante gran parte de la noche y así aprovechar al máximo su creatividad o sus ganas por aprender. Para ella, siempre había algo nuevo que conocer, aunque la sociedad considerara algunas de sus inquietudes absurdas e innecesarias. Rara vez seguía a la masa, eso pensaba de sí misma. Sin embargo, esa decisión, algo contradictoria, hacía que su temor por perder a su grupo de amigos, la mayoría de ellos de clase baja o de los eslabones menos acomodados, la obligara a mentir sobre sí misma. Todo debido a sus diferencias sociales y a las etiquetas con las que cargaba la clase de Vibeke, la que en secreto provocaba un alto rechazo de la población, pero a la luz pública era idealizada y «admirada». Por ello, omitía en sus conversaciones aspectos de su vida, como algunos de sus pasatiempos y gustos.

Dormida hacía poco más de una hora, se movía de un lugar a otro y respiraba con agitación. Su ceñido camisón gris con un encaje negro translúcido, cuya tela aflojaba más en su delantera, dejaba ver uno de sus pequeños pechos. Su piel morena estaba empapada de gotas de sudor, tal como la lluvia en el exterior del ventanal de su habitación. Desplazó sus manos hacia el tren superior, las que abanicaron su cuello y rostro acalorado. Luego, sus dedos bajaron un poco hasta sus senos, los que presionó con fuerza mientras gemía angustiada. Sus falsas uñas pintadas de esmalte negro rasguñaron su piel. Sangró, pero no sintió dolor. Buceaba en las profundidades de la alucinación. El sueño la mantuvo en una suerte de realidad paralela. Parecía en estado de narcosis, salvo por sus bruscos movimientos. Algo quería sacar dentro de sí. Algo tenía atorado en su interior.


≪✦✧❈•.◈.『Glosario/vocabulario』.◈.•❈✧✦≫


Zonas bajas: término utilizado especialmente por las personas que viven en el sector alto del domo, para hacer referencia a todas las ciudades que se ubican en la planta baja y que no están suspendidas en el aire. No refiere necesariamente a zonas de clase baja.

Zona alta: megaestructura con forma de pirámide elevada en lo más alto del domo gracias a fuertes pilares y cables de acero. En este lugar solo pueden vivir los miembros de la clase más rica del refugio. Se ubica sobre la capital del domo, Nuevo Santiago, formando parte de dicha ciudad, siendo un anexo de esta.

El Edén: nombre de la megaestructura ubicada en la zona alta del domo.

Domain Aeternus: clase social más poderosa del domo. Aquí se encuentran los descendientes de los padres fundadores. Solo los miembros de esta casta tienen la posibilidad de gobernar y seguir una carrera política.

Ángeles: nombre con el que son conocidas las personas de la clase Domain Aeternus. Este apelativo fue dado por las otras clases, haciendo referencia al lugar donde vive la hegemonía (El Edén).

Viejo mundo: corresponde a la historia humana previa a la cuarta guerra mundial, cuando el planeta Tierra aún era un espacio favorable para la vida.

Carne in vitro: carne de laboratorio que no proviene directamente del cuerpo de un animal, pues se cultiva extrayendo las células musculares de este.

Padres fundadores: millonarios que aportaron con el dinero y la logística para construir el domo. Crearon las bases de dicha sociedad y se les reconoce como una especie de divinidad.

Eslabones menos acomodados: integrados por cinco de las ocho clases sociales existentes en el domo. A continuación, se enumeran desde la clase media a la más pobre: Togatos Server, Scavenger, Scavenger d, Carroñeros, Dapelüin.

23 Juillet 2022 19:10 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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