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DIARIO OMEGA 2 DICIEMBRE DE 1983
TERRIBLE MASACRE DE POLICIAS EN UNA EMBOSCADA EN EL PUERTO
Anoche, entre las veinte horas y veinte treinta, un grupo de oficiales de la sección de homicidios fue asesinada brutalmente por un grupo de traficantes peligrosos conocidos como el cartel de los Cráneos Verdes. Como es sabido, este cartel es igual de peligroso que el cartel de Medellín y el extinto cartel que pertenecía a la familia Balmaceda. Entre las víctimas se encuentran los detectives, Carrioli, O’hara y Summerstein. No hay indicios de que haya oficiales sobrevivientes ni nada que señale a Federico Gomera, el principal sospechoso, de ser líder del cartel de los Cráneos verdes.
Había pasado un año, dentro de poco sería el aniversario de la muerte de todos sus amigos a manos de ese cabrón de Gomera. Sentado sobre el sofá de su casa ubicada en Queens, el único lugar donde esos hijos de puta nunca lo buscarían, el “difunto” detective Carrioli destapó su reluciente botella con licor barato marca “Heiner” y se sirvió en su vaso de whisky mientras contemplaba de forma torpe la tapa con envolturas doradas de plástico de su botella de cristal cuya etiqueta amarilla con escritos negros le daba la vaga sensación de tener un taxi con forma de botella antes que un famoso licor proveniente de Alemania.
Bebiéndola de un solo golpe, Christopher Carrioli cerró sus enrojecidos ojos y dio una mueca de asco al sentir el agrio sabor de aquella basura que pudo conseguir a tan solo dos dolares con noventa y nueve centavos. Cerrando sus ojos, trató de alejar los fantasmas de sus compañeros muertos junto a las dolorosas memorias que provenían del resentimiento junto a la ira y la sed de justicia.
Hubo un tiempo en que no deseó pensar en cosas tan bajas como la venganza y cosas tan inhumanas como la tortura o el asesinato a sangre fría, hubo un tiempo en que fue un hombre decente ante los ojos de la no tan pulcra sociedad quien en su hipocresía deseaba que los hombres buenos no tuviesen malos pensamientos en sus cabezas y que siguieran las civilizadas leyes para poder atrapar a los chicos malos. Seguir las reglas del juego para poder ganar la partida… las reglas del juego, aquello no era un juego. Personas inocentes morían a manos de criminales peligrosos, todos los días un caso de asesinato sobre su mesa, todos los días debía encontrar al responsable de matar a una persona durante un robo sin sentido. Todos los días un esposo o una esposa le quitaba la vida a su pareja y trataba torpemente de ocultar su crimen, todos los malditos días un caso de violación seguida de asesinato por lacras que no poseían ningún valor moral. No importaba cuantas veces Carrioli los pusiera bajo las rejas, esos malnacidos salían al día siguiente gracias a sus abogaduchos quienes lograban verdaderos milagros para torcer la evidencia. Las vidas de aquellas victimas no eran un juego y una ley que creía que era una buena idea dejar vivir a esas lacras encerrándolas en un lugar donde empeorarían conforme pasaba el tiempo, no era el verdadero camino a la justicia. Tomando otro sorbo de aquel Whisky, Carrioli comprendió que ese era el único camino que tenía para detener a los asesinos y también el único camino para hacer justicia sobre sus amigos muertos. Cerrando los ojos, trató de olvidar pero en su lugar recordó el día en que tuvieron su último caso de homicidio cuando encontraron aquel cuerpo flotando en la bahía, hace un año atrás, aunque para él era como si fuese ayer. Se encontraba oyendo la radio, un nuevo grupo de rock llamado los Riptors habían compuesto el éxito del momento y no dejaban de pasarlo a cada rato, Carrioli creía que ese tema era… era…
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