N/A: Hola, este OS no lo había podido subir (cof cof se me olvido) pero hoy aproveche para poder compartirlo. Dejaré unos aspectos de mis personajes, también quiero aclarar los Fanarts son de la cuenta en Twitter jiminscookiejar, si pueden vean sus demás obras, son realmente hermosas y fueron de inspiración para esta pequeña historia.
໒Kim Taehyung
໒Querubín favorito de Cupido
໒Pelinegro
໒Jeon Jungkook
໒Humano con mala suerte en el amor
໒Castaño
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No podía evitarlo, una vez más se había escabullido de su zona para brincar entre las nubes pomposas y recostarse con calma, claro que sabía que estaba mal escapar de sus hermanos y su gran jefe, pero, no podía evitarlo, Taehyung era un querubín bastante curioso, uno que disfrutaba pasar las mañanas con los ojos sobre los humanos, aquellos seres que para él, eran simplemente mágicos, personas que podían ser capaces de guerras atroces, pero también los mismos que se derretían como helado bajo sol de verano ante un sentimiento que a él, le fascinaba... el amor.
Taehyung no recordaba cuando comenzó a sentir esa atracción por ver a los humanos enamorados, tal vez estaba en su sangre, después de todo, él era un querubín, uno encargado de sostener las flechas cargadas de ese sentimiento hermoso, lanzándolas con fuerza para acoplar dos piezas destinadas. Era precioso, ver la forma en que la punta filosa flechaba a los amantes, liberando una ola de amor que hacía que todo brillara a su paso, hasta la persona más amargada se volvía un terrón de azúcar si lo emparejaban con la persona indicada.
Amaba su trabajo, no había algo mejor para Taehyung que ver a las parejitas amándose, aun después de años de haberlos juntado. Pero no todo era maravilloso, había personas que tristemente nunca lograban conectar con su ser amado y destinado, pobres almas que pasaban la vida en soledad, sin una pizca de la felicidad que daba el estar enamorado. Eran casos raros, pasaban a veces cada cien años. Eso no evitaba que el querubín se sintiera triste, porque para él, no existía mejor felicidad que estar en el centro del amor. Con eso en mente, el querubín de cabello oscuro y ondas salvajes tenía en su mirada a un ser que le causaba ajetreo en su pecho, un humano de ojos grandes y mirada brillante, piel lechosa y cabellos lacios, salpicados por un castaño elegante, cuerpo alto y atlético, un hombre perfecto, por eso, Taehyung no se explicaba, el porqué Jungkook el amor aun no encontraba.
Suspiró profundo, sus ojos grises siguiendo al humano que ya llevaba dos años cuidando. Taehyung bajó un poco más, acomodó su arco y flechas en su espalda, ignorando el primer llamado de Cupido, exigiendo regresar y seguir con su labor de flechar a los dos idols que se miraban cada que cantaban, pero el querubín estaba muy ocupado viendo la forma en que el viento ondeaba los mechones castaños de Jungkook, en cómo las piernas largas se movían con velocidad por la amplia calle, y aunque cientas de personas transitaban por el lugar, Taehyung solo tenía ojos para ese humano de espalda ancha.
Extendió sus alas blancas, queriendo romper la barrera que le impedía estar con los humanos, volando hasta el borde, siguiendo el caminar del castaño, sonriendo sin poder explicarlo, emocionado al ver como el exquisito aroma a lavanda que Jungkook emanaba se colaba hasta sus fosas nasales, se detuvo de forma abrupta al ver como el humano se adentraba a un edificio, puede que el concreto y los cristales fueran el muro para impedirle seguir analizando al piel blanca, pero eso no paso, aun con sus ojos cerrados, Taehyung ya sabía de memoria hasta cuantos lunares Jungkook tenía, y puede que fuera exagerado, pero el querubín incluso contaba las arruguitas que se formaban en la frente y comisura de los ojos cada que el castaño se carcajeaba.
—No entiendo porque nadie se ha fijado en lo hermoso que eres —dijo Taehyung, con calma fue subiendo hasta su espacio, ondeando con paciencia sus alas, sentándose en esa nube que se había vuelto su cómplice para espiar a Jungkook—. ¡Ah! Tú eres el humano más magnífico que he conocido —habló una vez más, al ver como el castaño hablaba con una anciana, ayudándole a obtener ese descuento que la empresa donde trabajaba le prohibía para evitar pérdidas innecesarias—. Es que tú, sin duda eres un ángel, siempre preocupado por ayudar a los demás, ¡Ay, Ggukie! Todas las noches oró porque tus jefes te den ese aumento que has estado anhelando, lo mereces, eres el mejor ejecutivo en ese banco.
Tal vez para Taehyung, así lo era, pero para los dueños de Bank of Busan, el chico castaño, era demasiado blando, alguien que cedía antes los ancianos que ya no tenían nada, y para los humanos, perder dinero, era algo imperdonable. En el mundo de Jungkook, el piel blanca, no tenía la suerte que el querubín juraba, para el chico de 27 años, era complicado, con un trabajo de tiempo completo, una escasa vida social, misma que le había absorbido hasta el punto de fracasar en sus relaciones amorosas, demasiado "débil" como para perdonar a quienes le dañaban, un tonto que entregaba hasta el alma y a cambio los lastimaban.
—¡¡Taehyung!! —se escuchó la voz de cupido a las espaldas del querubín curioso, causando que el pelinegro cayera de boca en la nube, la cara sorprendida enterrada en la pomposidad blanca, perforando con su nariz ese trozo similar al algodón—. Otra vez estás espiando a los humanos ¡Por Dios! No sé qué voy a hacer contigo, enserio, eres el querubín más rebelde que me ha tocado, a veces creo que deberías estar entre los humanos —se quejó Cupido, masajeando su frente, estaba harto de siempre tener que salir a buscar a su pequeño curioso—. Ya lo hablamos, debes dejar esto y concentrarte en unir a las parejas, ¡anda! Date prisa, te daré la lista de hoy.
Ignorando las quejas de Taehyung, Cupido dio la lista larga, cientas de parejas que por fin ese día iban a encontrarse a sentir el flechazo del amor. Ese era el trabajo más hermoso, buscar detenidamente a la otra mitad, mover los hilos del destino para juntarlos y luego con un tiro atinado, explotar el inicio del amor, desbordando sentimientos mágicos que hacían de días normales, algo extraordinario, cambiando semblantes tristes, por sonrisas alegres, culminar esa preciosa labor con los querubines danzando, todos extasiados por ser parte de las maravillosas uniones.
—...Te repito, Taehyung, no quiero fallas, estas personas necesitan ser flechadas hoy, así lo acordamos con Destino y ya sabes que se pone pesado si no unimos a los amantes en las fechas acordadas ¿entendiste? —dijo Cupido, recibiendo un asentimiento de cabeza por su querubín, con una sonrisa se acercó, al contrario, tomando los hombros huesudos y dando leves caricias en la zona con sus manos—. Hijo, mi pequeño querubín, tu labor es la más hermosa, deja esos pensamientos extraños, deja de ver más de lo que necesitas, tu no eres un humano.
Taehyung asintió, queriendo correr de ahí antes que sus sentimientos reales se desbordaran y lo expusieran ante su padre. Lo sabía, su labor era juntar a los destinados, bañarlos de amor puro, no quedarse en medio esperando ser similar a los humanos, el solo era un querubín, no alguien que un día pudiera probar la magia que significaba amar. Cabizbajo voló lejos de Cupido, limpiando sus lágrimas amargas con el dorso de su mano, intentando controlarse, repitiéndose que solo debía hacer su trabajo y regresar a donde encerraba todo lo que en su pecho rogaba por salir, no era normal, era no era un humano que pudiera palpar la magia que ellos creaban.
Desplazando todo, Taehyung se centró en comenzar su labor, volaba por Busan, apuntando y disparando, la ciudad se llenaba de amor, el viento soplaba susurrando que la magia estaba comenzando, querubines rondando, todos alegres mientras veían a sus objetivos ceder ante sus armas, con calma y preciosura, el destino se iba trenzando como hilos con el amor puro, besos, caricias, palabras románticas y al final la culminación donde los cuerpos rogaban por acariciarse sin control. Todo estaba funcionando, las horas avanzaban deprisa y en un abrir y cerrar de ojos, el querubín ya tenía su lista casi lista.
—Bueno, vamos por la última pareja —dijo para sí mismo Taehyung, leyendo de forma cansada los nombres—. Park SeoWon y Jeon Jungkook... —apenas terminó de pronunciar el último nombre tiró el papel, sus dedos temblorosos fueron directo a su boca abierta, y como si un duro punzón hubiera llegado a su pecho, el dolor le hizo doblarse, lágrimas gruesas cayeron sin detenerse, viajando por sus mejillas abultadas para impactar en el suelo de la ciudad en forma de una llovizna inesperada.
El mundo de Taehyung comenzó a girar de forma rápida, su corazón latiendo de una forma nunca antes experimentada, sus labios que siempre estaban llenos de alegría, ahora se empapaban de un sabor amargo. Todos esos años observando a Jungkook, viéndole sufrir por la ausencia del amor, acompañándolo en su tramo, analizándolo, adorándolo y cuidándolo, por fin llegaban a su fin, la pareja destinada de su chico castaño, había llegado. Sabía que debía estar alegre, el chico merecía ser feliz, lo entendía y una parte suya agradecía, pero eso no evitaba que algo desconocido ganara, que por primera vez no quisiera soltar su arco y flecha.
Con pasos torpes tuvo que recostarse en una nube, su mirada en el cielo oscuro, las estrellas cegando su mirada por su brillo celestial, se mantuvo en silencio por varios minutos, pensando qué debía hacer, estaba asustado y sus ojos lo delataban.
—¿Todo en orden? —preguntó un querubín de mechones rosados que transitaba por la misma área que Taehyung—. ¿Ya casi acabas? Hoy fue un día hermoso, las parejas que unimos son realmente encantadoras, de las mejores...
No estaba nada en orden, no cuando sus pensamientos se bifurcaban en pecado, queriendo huir y dejar el arco tirado. Taehyung intentó recomponerse, esperó a Jimin volará alto, para así quedarse sentado, mirando ese edificio donde su Jungkook estaba a nada de salir, a metros de distancia, la preciosa chica que era su destinada, caminaba, lista para ser flechada, el destino estaba jugando sus cartas, los enamorados estaban a nada de encontrarse, una historia de película romántica iban a crear cuando sus miradas se toparan.
—No puedo hacerlo...yo, creo, que lo am...
—No puedes amarlo —interrumpió Cupido, asustando una vez más al querubín que ahora sollozaba—. Solo eres un querubín Taehyung, debes flecharlo con su destinada, ese es tu destino, tu trabajo —dijo con voz firme, arrepintiéndose de su dureza al ver como el contrario se deshacía en lágrimas, para Cupido simplemente no era posible que sus ángeles se fijaran en los humanos, no era algo real—. Tae, lo siento, siempre supe que eras especial, pero debes entender cuál es nuestro propósito, nosotros somos seres de amor...
—Por eso mismo estaría bien si yo lo amo —replicó el querubín, confesando en voz alta, por primera vez aquello que su pecho mantenía enjaulado, estaba enamorado de un humano.
Cupido bufó, no era posible que su querubín consentido estuviera cayendo por el sentimiento que creaban, ellos no habían sido creados para sentir. Con calma se dedicó a limpiar las lágrimas de Taehyung, intentando hacerle ver la realidad que les esperaba.
—Si no flechas a Jungkook, él perderá al amor de su vida, se volverá un hombre solitario, amargado, triste. Tu no quieres que ese chico sufra ¿verdad? —los ojitos empapados del querubín estaban asustados ante las palabras de cupido—. Debes hacerlo Tae, a veces el amor es dejar ir al otro para que sea feliz con lo que le corresponde. Flecha a Jungkook con su chica, deja que conozca el amor, rocialos con tu pureza y bendícelos, demuestra que enserio lo amas, sacrificándote.
¿Sacrificio? ¿El amor dolía? Esa noche, Taehyung conocía los diferentes matices del amor. Con un nudo en la garganta, limpió sus lágrimas. Era cierto, amaba a Jungkook tanto, que estaba dispuesto a dejar su propio amor para dárselo todo al humano, si el era feliz, eso ayudaría a su alma a estar en calma, aunque el dolor fuera el pago, ya no importaba, el chico que tanto había cuidado por fin había encontrado a su pareja ideal. Aunque su pecho parecía apachurrarse, podía comprobarlo, SeoWoon era todo lo que el castaño había rogado, una hermosa chica de piel dorada, mechones oscuros, ojos iluminados, sonrisa resplandeciente, sentimientos puros, un alma cálida, alguien que sí podría llenarlo de besos apasionados.
Voló, dejando atrás a su creador, sus alas blancas se ondeaban con dolor, su corazón explotando por el sentimiento del desamor. Taehyung se quedó quieto, llorando sin poder evitarlo, provocando que en Busan un diluvio comenzará, todos intentando cubrirse con sus manos o paraguas, el querubín vio el momento exacto en que Jungkook salía del gran edificio, con esa preciosa sonrisa aconejada que le caracterizaba, intentando con sus carpetas de las lágrimas transformadas en lluvia que soltaba aquel ángel del amor, tan despistado que ni siquiera notaba como una hermosa dama se acercaba con velocidad, queriendo atrapar el paraguas que avanzaba con el viento fresco.
Pasó, el momento mágico llegó cuando Jungkook logró atrapar el paraguas en el aire, al mismo tiempo que SeoWoon lo tomaba, ambos se miraron con una intensidad que Taehyung juraba lastimaba. Ambos chicos se sonrieron de una forma que superaba a las películas románticas. Entonces, el querubín supo que era la oportunidad perfecta para flecharlos, con los ojos repletos de lágrimas, elevó su arco, sacó la flecha más bonita, la de la punta más filosa, una que no fallará y apuntó, cerró sus ojos y liberó el aire cuando dejó que su magia fuera liberada.
—¡Wow! Eres hermosa... —dijo Jungkook como si su boca fuera controlada por alguien más, agitó la cabeza viendo la sonrisa hermosa de la pelinegra—. Digo, lo siento, me refiero a que eres la mujer más hermosa que he visto, que suerte que atrape tu paraguas —cerró sus ojos al darse cuenta que estaba quedando en ridículo, pensaba seguir hablando, pero la chica le interrumpió.
—Me alegró que tu tomaras mi paraguas —habló SeoWoon con una sonrisa despampanante, vio cómo su mano derecha sostenía el mango de su artefacto, justo un poco debajo de la mano del contrario, soltó una risita y extendió su extremidad libre para presentarse—. Park SeoWoon, ¡Muchas gracias por ayudarme!
—Jeon Jungkook —tomó la fina mano de la dama, sin evitarlo, llevó los nudillos a su boca, dejando un beso que le incitó a querer más de la dermis dorada—. Es un placer rescatar a preciosas chicas —la noche se detuvo para ambos chicos, y aunque todo parecía ser muy apresurado, el castaño no tuvo control para hacer lo posible y prolongar su tiempo con la pelinegra—. ¿Puedo acompañarte?
Lo demás, estaba escrito por Cupido y el Destino, ambos caminaron hombro con hombro, avanzaban por la nublada Busan debajo de un paraguas, ignorando como las calles se vaciaban y solo quedaban sus risas, el amor surgiendo entre los dos, sin darse cuenta que una flecha les conectaba, clavada con precisión y perfección justo en sus corazones acelerados. Todo mientras en el cielo, un querubín lloraba, mojando las nubes blancas para tornarlas grises, todo mientras su corazón se apagaba.
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Había pasado un mes, uno donde Taehyung había estado meditando entre las nubes si lo que pensaba era lo mejor. Su cabeza estaba llena de arrepentimiento, aunque una parte suya le decía que estaba mal pensarlo siquiera, el querubín comenzaba a creer que lo mejor era nunca haber flechado a su amor con esa chica.
—Ella no es tan bonita —decía el querubín, recostado en una nube rosada, era una tarde preciosa donde los dos enamorados realizaban un picnic en un hermoso parque, ambos dejando que sus sentimientos les guiarán a continuar besándose—. ¡Puagh! Ggukie, no la beses, ¿no ves que ella probó tus sándwiches con cebolla?
Molestó, giró sobre la nube, haciendo un berrinche, no le gustaba lo que veía, estaba harto de ver esas muestras de amor, no quería que su Jungkook continuará enamorándose de esa extraña, ella no era la persona ideal para su amado. Con eso en mente, Taehyung bajó a la tierra celestial, ignorando las advertencias que Cupido y el mismo destino le habían dado al enterarse de su caso. El querubín voló hasta colocarse en el verde pasto, a unos metros de distancia de la pareja, completamente seguro de que sus hermanos y creador no estaban cerca.
—Ojalá pudieras verme, estoy seguro que podrías amarme, si tan solo te dieras cuenta que soy yo quien te ama... —se interrumpió a sí mismo, una idea fresca brillando en su cabeza—. ¡Eso es! Debo hacerte ver que ella no es tu destino.
Con una emoción, Taehyung se acercó a Jungkook, aunque este no podía verlo ni sentirlo, eso no importaba, pues el querubín tenía un plan, separar lo que él había unido con su flecha. Sabía que no sería fácil, pero tampoco era imposible que los destinados al final optaran por alejarse, después de todo, las personas siempre cambiaban.
—Se que es pronto, pero me haces tan feliz, me sentía tan solo y luego llegaste tu para iluminar mis días, eres lo mejor SeoWoon —dijo Jungkook con cariño, sin darse cuenta que alguien tras él, era lastimado por sus palabras.
—Gguk, también estoy feliz de tenerte en mi vida, el destino se encargó de juntarnos y cupido seguro que nos ha flechado, porque estoy tan enamorada...
Un beso fue lo que Taehyung no soportó ver a tan corta distancia, voló lejos, sollozando alto, pero ahora con algo en su cabeza que lo atormentaba e impulsaba, separar a Jungkook de SeoWoon.
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Los problemas comenzaron de la nada, Jungkook no entendía porque su novia había cambiado tanto, la chica parecía estar de mal humor, incluso besos le negaba, eso le lastimaba, pero aun con eso no podía alejarse.
—Dios, no se que esta pasando con mi relación, pero por favor, te pido que me ayudes, no quiero perderla, yo creo que la amo —oraba Jungkook, hincado en el suelo, sus codos sobre su colchón y su mirada en la ventana que mostraba el cielo nocturno.
Sobre la cama, Taehyung escuchaba, sollozando con su cabeza entre sus piernas, sus alas incluso comenzaban a perder las plumas blancas. Le dolía tanto lo que escuchaba, le rompía saber que era por su culpa que Jungkook estaba una vez más con tristeza, y aunque sabía era momento de parar, no sabía cómo explicarle a su corazón que era tiempo de parar.
—¿Lo ves? —cuestionó Cupido, sentándose a un lado de Taehyung—. El en verdad está sufriendo porque cierto querubín maldoso ha puesto trampas en su amor.
—Yo... —se calló, pues no necesitaba mentir, Cupido lo sabía todo—. Yo lo amo, duele mucho verlo con ella, creía que sería lo correcto flecharlo, pero padre —se levantó, quedando frente al creador del amor—, si ella fuera su destino, mis planes no servirían de nada ¿no lo ves? Ella no es quien él merece, tal vez su amor verdadero esta...
—¡No! No hagas esto Tae, sabes que Destino y yo nunca fallamos —dijo Cupido, callando, al contrario, suspiró profundo para seguir hablando—. Lo que estás haciendo está mal. El amor no se equivoca —con cariño abrazó a su creación—. Mi pequeño querubín, se que esto debe dolerte, pero debes dejarlo ser feliz, dime ¿Qué clase de amor le estas dando a Jungkook si su felicidad no te hace estar en paz? No eres su destino, eres solo alguien que puso sus ojos en alguien prohibido. Te pido por favor que pares, déjalo amar con libertad, tú no puedes darle lo que él necesita.
Dicho eso, Cupido se esfumó de la habitación de Jungkook, dejando a Taehyung solo con el humano. El querubín entendía las palabras del Dios del amor, bajó su cabeza, sus mechones oscuros cubriendo su frente y ojos acuosos, era momento de dejar en libertad al hombre que amaba. Con pasos sigilosos se acercó hasta el castaño, aunque él no podía sentir la forma en que posaba sus manos sobre la piel blanca, quiso intentarlo.
—Ggukie, se que no puedes verme, ni escucharme, pero yo a ti sí, y eso basta para mí. —se acomodó en la cama, aprovechando que Jungkook se recostaba, para así colocarse frente a él, acariciando la dermis blanca con sus falanges—. He hecho algo terrible, quise separarte de tu persona ideal, no tengo excusas, actúe mal en nombre del amor, yo siendo un querubín olvide lo más esencial, el amor no puede ser controlado —limpió sus lágrimas con sus dedos—. Perdóname, Ggukie... Yo me he enamorado de ti, eso es malo, pues mi amor me cegó para así creer que tu lugar estaba a mi lado —se pegó más al cuerpo que yacía dormitando en la cama sin notarlo—. Te amo tanto que hoy te dejo en libertad, porque prefiero ver como le dedicas sonrisas a otra persona, a nunca volver a verte feliz. Por favor, sé feliz, da todo tu amor sin miedo, porque ella es tu destino, tu pareja perfecta, por lo que tanto soñaste, ámala y sé feliz a su lado, forma esa familia y ten esos cinco hijos —se interrumpió para llorar alto—. Te amo, siempre lo haré, pero de ahora en adelante me iré de tu camino, aunque amo verte feliz, por el momento verte con ella me está lastimando. Siempre te amaré...
Esa noche Taehyung suplicó a Cupido para ser movido, no podía soportar lo que seguía, las alas blancas comenzaron a desplumarse, el querubín más alegre comenzaba a apagarse, el amor que él profesaba lo había atrapado, consumido, el desamor lo estaba matando. Mientras en Busan, esa vez, Jungkook soñó con un precioso chico de piel dorada con sonrisa cuadrada, alguien que no creía fuera real, pero que aceleró su pecho como nunca antes, ni siquiera cuando a SeoWoon conoció, su corazón latió de esa forma tan desenfrenada que a la vez le daba calma.
Los días pasaron, y aunque Taehyung dejó de interponerse en el amor de Jungkook y SeoWoon, ellos terminaron rompiendo su relación, pues el castaño tuvo que confesar que ese amor que sintió, se había apagado justo en la mañana que despertó de haber soñado con un querubín perfecto.
Mientras entre los cielos, Cupido y Destino discutían, un grave error los mantenía asustados, por primera vez en tantos años, se habían equivocado.
—Te digo que esto no tiene explicación, pero es real —alegaba Destino preocupado—. Uno de tus querubines es el destinado de ese chico, de Jungkook.
Cupido se sentó, ignorando las arpas sagradas que llenaban con su música sagrada aquel bello lugar, se hundió entre la silla de nubes y olivos para pensar en lo que Destino le confesaba. Llevó sus manos a su cara, entendiendo todo, Taehyung amaba a Jungkook, y el sentimiento era real, pues, aunque no era algo planeado, ambos estaban destinados a encontrarse, el único problema que le aquejaba al Dios del amor, era que su querubín estaba muriendo de desamor, lejos de Busan.
Con un ágil movimiento, Cupido abrió sus alas blancas y grandes, las más bellas. Emprendió su vuelo como si fuera un ave tras la primavera, no paraba, tenía que llegar antes que el destino de Taehyung culminará en desastre. Si bien Jungkook estaba de nuevo con el corazón desocupado, era algo que el querubín no sabía, alejado del dolor, el ser de amor, sollozaba encerrado en su tormentoso recuerdo de lo que un día pudo ser, muriendo de forma lenta, sus plumas delicadas se desprendían a la vez que el color miel de su piel se tornaba pálido, y es que, si bien no se decía siempre, pero "de amor también se puede morir".
El Dios del amor vislumbró aquel castillo alejado de las nubes blancas, donde la lluvia siempre predominaba. Cupido llegó, guardando su arco y flechas, sus pies tocaron el agua, seguro de que todo era producto de las lágrimas de Taehyung, el querubín estaba inundando aquel lugar, plumas perdiendo el color flotaban sobre el líquido claro.
—Mi pequeño querubín ¿Qué te estás haciendo? —dijo hacía la nada Cupido, avanzando en su camino, buscando con la mirada a Taehyung, dando con el tierno angelito hecho bolita en un rincón, las alas casi desplumadas, el arco y flechas que siempre llevaba, estaban regados, flotando entre sus lágrimas, el dolor podía palparse a distancia, era un alma necesitada de liberar su amor—. Taehyung —llamó, esperando con impaciencia, viendo el rostro visiblemente afectado. Tragó duro antes de continuar—. Pequeño hijo mío, sé que no esperabas mi visita, pero es necesario que te levantes, limpia tus lágrimas y escucha a tu padre.
Taehyung parpadeo confuso de ver a su creador frente a él, no quería estar rodeado de cualquier cosa que le recordará el amor. Con poca fuerza, cogió una flecha cerca a sus pies, para así lanzarla al recién llegado mientras gritaba:
—¡Vete! Si vienes para decirme más cosas de amor, te advierto que no estoy de humor —sollozo al final, lo hizo, porque era inevitable quebrarse en mil pedazos, su corazón sangraba, sus alas se despedazaban y su gran don se apagaba, ya no era un querubín con amor.
Necesitaba ser rápido y cuidadoso, pues Taehyung estaba en el punto de casi extinción, malas palabras y el querubín acabaría sin signos de vida y amor. Cupido se acercó con calma, queriendo acoger a su creación, viendo por primera vez que el amor que tanto profesaba, no solo se daba entre humanos, había más de una manera de amar, una tan intensa que rompía las mismas barreras de la gravedad, que eliminaba los seres divinos y desnudaba las almas para dejarlas por iguales.
—Mi Tae, mi querubín favorito, siempre fuiste tan especial, no se como no lo note antes —decía mientras se acercaba con calma—. Destino y yo, nos hemos equivocado, el amor que tanto buscamos, a veces se escapa de nuestras manos, desafía las mismas flechas y se hace camino en corazones que nunca imaginamos.
Así era el amor de Taehyung y Jungkook, no lo sabía, no lo creían, pero el amor que los unía no podía ser catalogado por simples flechas, no importaba si era el mismo cupido quien las lanzaba. El Dios del amor, llegó hasta poder acariciar las mejillas ahuecadas de su ángel enamorado.
—No eres un querubín como los demás, tu amor es tan especial que no tiene espacio en este lugar celestial. Mi Taehyung, hijo mío, he venido hasta acá, solo para confirmarte que nunca te equivocaste, Jungkook rompió la flecha del amor, ¿sabes por qué? —esa pregunta logró captar la atención del querubín, quien elevó su mirada, moqueando bajo, su corazón cansado latiendo con fuerza, porque la simple mención de su amado todo mejoraba—. Ella no era su alma gemela, no era su destino, y no lo es, porque Jungkook está unido a un querubín escandaloso, uno de mechones oscuros que gusta escapar del cielo para jugar entre las nubes rosadas, el ser más amoroso, uno que baila cada que una pareja ha enlazado, uno que sólo puedes ser tú... Taehyung eres el destino de Jungkook, ese humano te está esperando.
La magia de esas simples palabras, lograron que los ojitos hinchados de Taehyung brillara, el querubín no necesitaba más motivos para creer en las palabras de su padre, si él le juraba que Jungkook era su alma destinada, él lo aceptaba. Con una fuerza que surgió desde su corazón, se levantó del mar de lágrimas.
—Quiero estar con él —dijo firme el querubín, limpió sus mejillas mojadas y sonrió de esa forma que sólo anunciaba el amor estaba por ser desbordado—. Quiero ser amado por Jungkook, quiero amarlo con libertad, por favor, por favor —suplicó, arrodillándose, sin importarle que su túnica blanca se mojará—, déjame conquistarlo, déjame ir a la Tierra, permite ser feliz a su lado, te lo suplico, padre.
No necesitaba más súplicas, no iba para impedir el amor, iba para unir a las almas que buscaban ser juntadas, él era cupido, Dios del amor, aquel ser que solo quería el amor reinará. Con un beso en las mejillas de su niño, le dio su bendición, seguro de que Taehyung triunfaría en el mundo donde todos parecen querer escapar.
—Ve allá, Tae, sé feliz, y por favor no olvides que el amor es tan fuerte que es capaz de desafiar hasta mis flechas sagradas.
Taehyung fue bendecido por el mismo Dios del amor, su padre. Sus alas aun lastimadas, fueron torpes pero rápidas, en segundos en la Tierra se adentraba, sus pies descalzos por primera vez palparon la humedad de una tarde de otoño en la ciudad, y aunque lucía como un extraño danzando entre la llovizna de la tarde, el Destino comenzaba a trazar su camino real, a distancia un castaño miraba embelesado a lo que él consideraba un ángel, el chico de sus sueños, uno que le estaba atrapando con solo una sonrisa cuadrada. Jungkook caminaba con velocidad, con el corazón acelerado, siguiendo a su alma gemela, una que había estado esperando para llegar a él.
—No quiero irrumpirle, pero la lluvia está por empeorar, ¿me permite cubrirlo con mi saco? —preguntó Jungkook al llegar a Taehyung, viendo los pies descalzos sobre la hierba alta, demasiado idiotizado como para ver anormal que el pelinegro usará una simple túnica en pleno otoño.
La voz de Jungkook era música para sus oídos, cerró los ojos de forma lenta, sintiendo como la melódica canción que emanaba de esos labios rosas le tomaba. El dolor que había pasado no hacía nada si el castaño volvía a llamarle, dejada de lado el extrañar sus alas, si en cambio tenía el calor del cuerpo fornido a escasos centímetros de su piel helada. Taehyung abrió los ojos de forma lenta, conectando sus orbes con los contrarios, dejándose llevar.
—C-claro, puedes hacerlo —respondió el que fue un dulce querubín.
Con prisa, Jungkook se quitó su saco, encargándose de cubrir los hombros del contrario, sonrió al sentir la dermis de miel bajo su tacto, el cabello oscuro era tan sedoso que le impulsaba a querer hundir sus manos, y aunque el joven nunca creyó en el destino, pudo jurar que era como si ese momento hubiera sido escrito, pues se sintió tan natural y mágico.
—Jeon Jungkook —se presentó, sin poder despegar su mirada de los ojos grises del contrario—. Nunca antes te había visto por acá, lo digo, porque jamás olvidaría un rostro tan perfecto.
El querubín sonrió, sus mejillas enrojeciendo y calentándose de una forma que se le hizo extraña, pero le gustaba. Relamió sus labios, tragando duro al no saber cómo presentarse, el solo era Taehyung, sus ojos no tardaron en ubicar un local de "hot dogs", con un texto abajo que le ayudó "Los auténticos hot dogs, hechos con amor, por el señor Kim". El pelinegro sonrió, mordiendo su belfo inferior antes de hablar.
—Kim, soy Kim Taehyung, el auténtico, hecho con amor —dijo, sonriendo de esa forma que lograba sus mejillas se inflaran y sus ojitos se achicaran.
—Bueno, es un placer conocerte, Kim Taehyung. ¿Sería muy atrevido pedirte que me dejes invitarte un café?
No sabía que era un café, no le importaba, no cuando estaba por comenzar su historia de amor, con un asentimiento de cabeza, acepto. A miles de kilómetros de distancia, Cupido observaba todo, y queriendo aumentar la bendición en su querubín y el humano, elevó su arco, apuntando justo a los dos jóvenes a mitad de ese parque, susurró palabras de amor a la flecha, repitiendo "El amor que he unido, nada, ni nadie puede separarlo". Años sin lanzar y ahora por fin, el Dios del amor, era quien flechaba a su hijo amado a un simple muchacho de 27 años.
Ya no había vuelta atrás, puede que las flechas de los querubines pudieran ser esquivadas, pero Cupido, él era certero. Cuando la punta filosa se clavó entre los dos enamorados, la lluvia paró, el viento se estancó, dejando que Jungkook y Taehyung solo inhalaron el resultado de sus corazones desenfrenados, sus manos se juntaron y con el cálido toque, todo se revolucionó. Destino, aplaudía cerca de su hermano, felices de ver cómo el amor triunfaba. Lo habían logrado.
—¿Crees que duren mucho? —preguntó el Destino a Cupido, ambos hermanos observando todo desde las nubes.
—Van a durar toda la vida, pero eso ya lo sabes ¿no es así? —se giró para ver a su hermano.
—Lo sé, solo quería comprobar que no nos estábamos equivocando, aunque lo dudo, ellos parecen que fueron hechos el uno para el otro.
Cupido y el Destino, se juntan para bendecir dos corazones, recorren el mundo tomados de la mano, mientras los querubines lanzan sus flechas, dando paso a ese sentimiento mágico que nunca puede ser equivocado, cuidado, si en la mira del amor estas, es muy seguro que de él no puedas escapar... solo déjate llevar y disfruta de lo maravilloso que es amar.
Merci pour la lecture!
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