santinocruz_escritor Santino Cruz

La historia de dos desconocidos que tiene que luchar contra todos y contra ellos mismos, con tal de lograr realizar el sueño de estar para siempre juntos.


#60 Dan Romance #14 Dan Suspense romantique Déconseillé aux moins de 13 ans. © © Todos los derechos reservados. Esta obra está protegida por las leyes de copyright y tratados internacionales.

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A primera vista

Después de tantos años de búsqueda, años de intentar, de fracasar y no encontrar a nadie que me hiciera sentir lo que se siente ser amado por alguien especial. Luego de desistir, de sentirme desilusionado por no ser lo que nadie esperaba. Después de tantos rechazos y de la frustración de sentirme tan solo.

Cuando, resignado a que nadie deseara estar conmigo, dejé de buscar. De pronto y sin esperarla. Llegó a mi vida una mujer. Una desconocida que en un instante se convirtió en el centro de mis pensamientos, en la musa que tanto anhelaba, aquella que me hiciera suspirar, que se adueñara de mis movimientos y se volviera el centro del universo. Por fin se presentaba, pero no estaba enterado de que ella ya estaba ahí, esperando si saberlo, por ese primer encuentro en el que nuestras vidas darían un vuelco que las cambiaría por completo.

Ahí estaba yo, sentado en la acera, sin nada que hacer, sin nada que decir y sin pensar en nada. Con el acostumbrado cigarro en la mano (no sabía cuánto le molestaba a ella el humo) escuchando a mis amigos charlar. Sin prestar mucha atención a lo que decían. Ella estaba a unos cuantos pasos de mí. De pronto alguien se acercó a ella diciendo que yo le mandaba saludos. Pero era mentira. Yo no la había visto todavía, ni siquiera había notado su presencia y al escuchar lo que le dijeron lo negué alegando que no la conocía.

Por supuesto, ella se molestó un poco y dijo que no le interesaba, como ya era costumbre. Y se fue sin prestar atención siquiera a mi presencia. Cuando pasó a mi lado, ignorándome y desviando su mirada altanera, alcancé a percibir un suave aroma que me hizo suspirar. Observé su rostro de cerca. ¡El rostro más bonito que había visto nunca! Y algo dentro de mí me hizo sentir una sensación distinta. Era algo que no había sentido antes. Era como si hubiese descubierto algo familiar que de inmediato provocó en mí ese deseo de estar cerca de ella.

Apenas se había ido, apenas me había visto. Pero algo dentro de mí, me decía que ella era la chica, que la indicada acababa de llegar a mi vida. Y esto me hizo desear verla una vez más, por lo menos un instante, como había sucedido un momento atrás. Mis ojos comenzaron a reclamar su presencia. Tenerla frente a mí tan solo para admirarla, ya que tal vez no me atrevería a nada más. Mi olfato deseaba volver a percibir ese rico aroma que emanaba de su ser. Por un momento pensé en seguir sus pasos, pero aparte de que no vi por dónde se fue, no me creí capaz de hacerlo, mucho menos de saber qué decir si acaso ella me regalaba un poco de su tiempo. Seguramente haría el ridículo, ¡Igual que siempre!

No sabía nada de ella, no sabía de dónde venía, si vivía cerca. Tampoco sabía si acaso volvería. Ni siquiera tenía un nombre para aquel hermoso rostro y me dispuse a saber todo lo posible de su vida. Descubrí muy poco o casi nada, solo su nombre. Puesto que tampoco sabía a quién preguntar sobre ella.

Alba. Era un nombre lindo y diferente que no había escuchado en ninguna otra persona. Ahora no solo conocía una mujer hermosa. Ahora conocía un rostro lindo, con un nombre bello, que comenzaba a provocar mis sentimientos.

Pasé varios días pensando en ella, alimentando un gran deseo de volver a verla. Pero ella no volvía. No volví a saber nada de su paradero durante varios días. Y nadie me decía nada que me ayudara a saber dónde podría encontrarla. A demás no me atrevía a preguntar mucho, pues mi timidez siempre me frenaba en este tipo de situaciones.

Unos días después, cuando ya se desvanecía el ánimo, cuando comencé a creer que solo estaba ahí de paso aquel día. Traté de hacerme a la idea de que no volvería a verla.

Volví a la misma rutina, pasar el rato con mis amigos y fumar como un anciano. Otra vez estaba sentado en aquel mismo lugar. Era una tarde en la que el sol salía justo después de haber cesado la lluvia. Dándole un aspecto limpio y alegre a la calle, el agua estancada a lo largo de la calle, reflejaba el cielo y hacía lucir bello todo el lugar. Mientras observaba el paisaje, la vi venir a la distancia. Con toda su hermosura, siendo bañada por el sol que la acariciaba de frente y le regalaba toda su luz. Con sus bellas facciones reflejándose en el agua. Y ella, con su caminar desdeñoso, sabiéndose bella y observada por los jóvenes que pasaban por el lugar.

Me regaló el mejor recuerdo de aquellos mis diecisiete años. Fue una escena tan linda, que me hace sonreír cada vez que se cruza por mi mente.

Ella pasó a mi lado sin prestar atención a mi presencia. Lleno de nervios, traté de acercarme a ella y tratar de hablar un poco. Intenté, pero no pude. Pues no fui capaz de decir palabra alguna. Me limité a observarla por el breve instante que estuvo presente. Probablemente haciéndola sentir incómoda, tal vez acosada. Por lo que decidió marcharse al cabo de unos cuantos minutos. Y con mi mirada sobre ella todo el tiempo. Esperando que en algún momento se cruzara con la suya.

Ahora estaba seguro; ella era la mujer. Era a quien yo esperaba. Pero ahora me sentía incapaz de conseguir conquistarla. Ahora el miedo al rechazo se volvía mucho mayor. Tenía miedo a intentar y fallar, a que se alejara y no volviera a saber más de ella. Sentí tanto miedo a tantas cosas absurdas que por momentos creí que sería mejor no decirle ni una palabra. Nunca había sentido confusión así. Esto para mí era una buena señal, pues esto significaba que esta vez era diferente. Pero también podría ser que si me arriesgaba, podía quedarme peor que antes y la decepción sería aún más grande.

No sabía qué hacer. Todavía no cruzaba una palabra con ella y ya estaba hecho una piltrafa. Soñando con una y mil posibilidades. ¿Y si ella también quisiera entablar una relación conmigo? No. No era una posibilidad real. Aún así, seguí creando un sin fin de historias en mi mente. Ensayando tantas formas de conversar con ella. Desechándolas todas al final. Pues no sabía si acaso sería capaz de acercarme y hablarle. Por momentos, me creía capaz y me decía a mí mismo, que la siguiente vez si me atrevería a hacerlo. Decirle que me gustaba y que me gustaría conocerla mejor, y ¿Quién sabe?, tal vez llegar a entablar una relación. Sin embargo, luego me entristecía de pensar que sin duda me diría que no había posibilidad de que eso sucediera.

Un día, se lo conté a uno de mis hermanos. Quien al instante me dijo <<¡Estás enamorado!>>. Yo dije que no era posible porque no la conocía, que apenas la había visto y solo sabía su nombre.

—¿Y?, el amor entra por los ojos, tonto.

—Pero. ¿Cómo le hago? ¿Qué le digo?

—No sé. Háblale. Pregúntale cosas. Tienes que conocerla.

Tal vez tenía razón y era verdad que me enamoré de ella. Tal vez había descubierto el amor a primera vista y así ella se convertía en mi primer amor. Esperé pacientemente hasta volver a verla, para averiguar si en verdad era amor lo que yo sentí.

No tuvo que pasar mucho tiempo. Pues al siguiente día, al llegar al lugar de costumbre, ella estaba ahí. Y al verla otra vez, lo descubrí. No podía ni hablar, las rodillas me temblaban, las manos me sudaban bastante y sentía el corazón empujando mi garganta, como si quisiera salir de mi cuerpo y escapara de tan bochornoso momento. Ya no había duda, era ella en realidad a quien tanto había esperado. Pero ahora no sabía qué tenía que hacer para que ella también sintiera lo mismo. Pues no me prestaba mucha atención, muchas veces ni siquiera me miraba, y cuando intentaba acercarme para hablar con ella, simplemente desviaba su atención para hablar con alguien más. Y yo, con mi nula experiencia en el flirteo, no sabía qué hacer.

Pero poco a poco, fui encontrando la forma de llamar su atención. Comencé por hablar un poco y marcharme. Tan solo hacer algún comentario superficial, solo para averiguar si por lo menos aceptaba hablar conmigo. Y cada vez fui ganando más confianza. Luego de un par de semanas, se podría decir que ya éramos amigos. Siempre que ella llegaba, me acercaba de inmediato, la saludaba alegremente y hablaba un poco con ella. No sé si ella ya había notado cuánto me gustaba. Yo no se lo había dicho aún, pero estoy seguro de que se me notaba. Pues cada día que la miraba, charlamos un poco más. Ella era quien hablaba más. Me hacía muchas preguntas y yo solo contestaba. A veces no sabía qué decir, solo me quedaba ahí escuchándola hablar, viéndola ser bella y simpática. Mis ojos se perdían en el movimiento de sus labios, labios que cada día deseaba un poco más. Soñaba con atreverme a besarlos y descubrir si su sabor era tan delicioso como me lo imaginaba.

Entonces, tomé la decisión. Estaba dispuesto a decirle de frente y sin rodeos un directo "Me Gustas" Me propuse a conquistarla. Y esperé a que viniera de nuevo para comenzar con el cortejo. Durante horas esperé en aquel sitio, observando hacia el final de la calle, esperando que, en cualquier momento, ella diera vuelta en la esquina.

Se fue el sol y vino la luna. Y de ella, ni una señal. Llegaron mis amigos, jugando con un balón, haciendo alboroto, yo no les presté mucha atención. Estaba concentrado en aquella esquina. No quería que se escapara de mi vista si es que acaso pasaba por ahí. Pronto, algunos de mis amigos se fueron y otros se quedaron ahí también por un rato. El señor de la tienda cerró su local, y ella no llegaba. Se fueron mis amigos, se hizo media noche y ella no vino. Se hizo de madrugada y yo seguía sentado en el mismo lugar, con la esperanza de verla una vez más. Me fumé media caja de cigarrillos y ella nunca llegó.

Me marché pensativo a casa. Preguntándome si tal vez perdí demasiado tiempo, si a ella no le interesaba estar conmigo, si solo me miraba como un amigo, o tal vez ni eso. Tal vez solo me hablaba por qué yo insistía en acercarme y molestarla todo el tiempo.

Me sacudí los malos pensamientos y me dije <<mañana vendrá>>. Al siguiente día, era un hecho para mí que la vería y que le pediría que fuera mi novia. Me prometí a mí mismo que me diría que sí.

Pero llegó el siguiente día, y ella tampoco apareció. Ni el siguiente, ni el siguiente. Dos semanas transcurrieron, semanas en las que no pasó nada interesante, más que el tedio de tener que esperar a poder verla de nuevo.

Tantos días de espera de esa que desespera. Sin noticia alguna, sin recompensa y poco a poco con menos esperanza. Pasaron y pasaron todos esos días, en los que me la pasé mirando constantemente a la esquina, esa esquina por la que ella nunca apareció.

Mis ojos la reclamaban, mis oídos me gritaban que necesitaban escuchar su dulce voz, mi nariz deseaba con ansiedad volver a oler ese aroma que no era perfume ni era el olor de su ropa; era el olor maravilloso de su piel, olor que no había descubierto en nadie. Un olor que me hipnotizaba y me hacía conocer su piel si siquiera haberla tocado. Pues no me había atrevido a rozar siquiera la piel de sus manos. Ya que la miraba inalcanzable. De esas cosas que no se deben tocar porque son sagradas.

Pero ella no venía y creí que ya no lo haría. Y el desespero me orilló a alejarme de mi guardia constate. Por lo que, equivocadamente, dejé de esperarla. Era domingo y decidí acompañar a mi amigo Ángel a la plaza. Llegamos, caminamos, conocimos algunas chicas, hablamos con ellas, nos despedimos y quedamos de volver a hablar. Pero yo no dejaba de pensar en Alba. Quería verla otra vez. Por momentos, mi mente se marchaba a un lugar ficticio en el que podía estar con ella. Tanto, que al instante olvide el nombre de quién acababa de conocer. Pero no importaba porque no me interesaba.

Cuando regresamos, casi era la hora de que se cerraba la tienda donde siempre nos reuníamos y donde siempre esperaba por Alba. Cuando doblamos la esquina y la vista me permitió ver la entrada de la tienda... Alba iba saliendo del lugar, los nervios y el temor entraron en mí de golpe. Me arrepentí de abandonar mi puesto de vigilancia, pues fallé en el peor momento. Pero no todo estaba perdido, ella estaba ahí, a mi alcance, a tan solo unos pasos. Me apresuré a su lado, la saludé alegremente, mostrando mi mejor sonrisa. Pero ella parecía indiferente.

—¡Hola! ¿A dónde vas? ¿Puedo decirte algo?

—No. Ya me voy. —dijo con algo de indiferencia.

—¿Mañana?

—No sé. A ver qué pasa.

No dijo nada más y se marchó. Me decepcioné de mí mismo, pues perdí la oportunidad que por tantos días esperé. Me dispuse a volver a esperar, pues no me quedaba más. Se fueron cuatro días mas, días de insoportable espera. Mi vista puesta en aquella esquina por la que ella no doblaba y por más que esperé. Ella no volvió a aparecer.

18 Juin 2023 03:27 3 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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Francisco Rivera Francisco Rivera
Los amantes del género se identifican con estas peripecias bien sostenidas de quien se encuentra a la búsqueda del amor correcto. La descripción frontal que reconoce el lector o la lectora, los llevan a desentrañar estos escarceos de duda y temor al rechazo; a atreverse a dar el primer paso ante un nuevo e inesperado primer amor; un amor de primera vista.
September 23, 2022, 01:44
Jhoilyn Páez Jhoilyn Páez
Muy buena lectura, atrapa con rapidez.
June 01, 2022, 02:29

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