Una pistola hecha de oro puro descansaba en su regazo. La veía constantemente solo para atestiguar el único recuerdo que quedaba de su único hijo muerto en la reciente guerra civil estadounidense. La época en que el sur fue una tierra hermosa, cálida y utópica estaba llegando a su final y ¿Por qué razón? Por intereses monetarios, simples, sucios y asquerosos intereses económico junto a deseos de poder de ambas facciones disfrazadas de una libertad falsa que se les daría a los esclavos. Esclavos que no sabrían a donde ir al ser liberados y que tampoco serían queridos por los blancos ¿Desde cuando a los políticos les interesaba tanto el prójimo? Sobre todo un prójimo que veían en menos por su color de piel.
Podía imaginar lo que pasaría a continuación una vez terminada la guerra: los esclavos se dispersarían por las ciudades sin saber qué hacer. Los más listos conseguirían terrenos que cultivarían ellos mismos y los que no lo fueran volverían con sus antiguos amos, solo que esta vez sería en calidad de empleado antes que esclavo. Aquellos que pelearon en la guerra civil al lado de los blancos serian vilipendiados por los mismos al volver a casa y el racismo continuaría por años y años. La libertad era la excusa perfecta para movilizar a los jóvenes tontos, soñadores o inocentes a librar batallas cuyas intenciones estaban muy lejos de ser humanitarias.
El Norte se acercaba conforme pasaban los días y varios pobladores de las ciudades o pueblos del sur estaban empezando a huir del implacable avance del ejército triunfante. La gran mayoría de los que emprendían la huida eran familias con niños pequeños o recién nacidos que no querían quedarse cuando los cañones de los yanquis destruyeran las ciudades y las balas de los fusiles no distinguieran soldados de civiles. Sin embargo ella no tenía deseos de huir a ningún lado porque no tenía nada que perder si las tropas confederadas aparecían en su tierra. Su hijo Maxwell había muerto en la batalla de Gettysburg junto a cientos de muchachos que portaban el uniforme de la unión. No tenía sentido el siquiera respirar para ella, solo sostenía aquella pistola de oro que poseía un tambor con seis compartimientos para las balas. Era un regalo que su esposo le tenía preparado a su hijo antes de que este muriera. El pobre Sam no pudo soportar la perdida y murió a las pocas semanas de un ataque al corazón. No tenía a nadie y aun así lo único que parecía darle sentido a su vida, que la hacía levantarse de la cama en las mañanas y continuar con su vacua existencia como si nada, era aquel maldito revolver de la marca Smith y Wesson bañado en oro dispuesto a ser disparado en cualquier momento.
Un grupo de personas pertenecientes a un poblado cercano se habían retirado apenas unos dos días atrás en dirección hacia el oeste, siendo comandados por un profeta loco que solo decía tonterías que aquel rebaño humano consumía sin chistar y solo era cuestión de tiempo antes de que los vecinos de su ciudad natal también hicieran sus valijas para huir al extenso, inexplorado, salvaje e indómito Oeste. Una tierra de animales salvajes, criminales de guerra y nativos peligrosos como los Cherokee. Ella no iría con ellos debido a que no tenía motivos para iniciar de cero en esa tierra de nadie pero con lo que no contaba seria con que su pasado como intrépida cazadora de animales salvajes jugaría un papel importante en la vida de todos los pobladores de Lowerville.
Merci pour la lecture!
Nous pouvons garder Inkspired gratuitement en affichant des annonces à nos visiteurs. S’il vous plaît, soutenez-nous en ajoutant ou en désactivant AdBlocker.
Après l’avoir fait, veuillez recharger le site Web pour continuer à utiliser Inkspired normalement.