Aquel chico de mi escuela ¡Dios! ¡Vaya chico! No podría describir lo mal que me cae.
Siempre iba por ahí con su estúpida sonrisa, su cabello rubio y desaliñado que lo hacía lucir aún más tonto si cabía la posibilidad; creyéndose deslumbrante, sintiéndose la gran cosa a cualquier lugar que entrará solo porque las chicas que lo veían pasar se derretían por él. Vaya patán.
Siempre que lo veía en mi salón me aseguraba de hacerle ver lo mal que me caía; que entendiera que yo no era una de esas chicas tontas y melosas que se esforzaban en ganarse su apreció con regalos cursis o cartas color de rosa.
Pero ese tarado siempre me lanzaba una sonrisa como respuesta seguida de un “buenos días” y un saludo agitando su mano ¡Ahg, que fastidioso! Nunca correspondía a sus trucos de chico bueno y él no parecía comprender mis mensajes.
El no entendía nada. No entendía lo mucho que me fastidiaba ni lo mucho que me hizo enfurecer que se consiguiera novia ¡¿Cómo era eso posible?! ¡¿Cómo era posible que eligiera a una de esas azucaradas antes que a mí?!
Yo, que siempre que se daba la vuelta no podía hacer más que quedármele viendo, admirando su belleza y tenía la libreta llena de dibujitos de lo felices que seríamos los dos juntos, siempre ocultándome de su vista para que no me viera sonrojar cuando volteaba a donde yo estaba.
Pero esas tontas siempre lo seguían como borregos de un lado para otro y no me dejaban acercármele ni un segundo. Sabía que él estaría harto de ellas y por eso me esforzaba por no ser como ellas; siempre desde la lejanía… y él no entendía nada, no sabía interpretar mis mensajes.
Así que él creyó que, cuando terminé mis asuntos con su estúpida noviecita y le dije lo que por él sentía, que yo estaba loca. Me miró con esa cara, esa cara que me perseguirá en mis sueños… ¡Oh dios! Y pensar que yo lo amaba… y pensar que yo lo amo…
¡Ah! Ya puedo escuchar a los ángeles cantar y ver sus luces dándonos la bienvenida; ahora y siempre… Juntos.
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Las sirenas sonaban por las calles, las luces de los policías no tardaron en iluminar el escenario del crimen. Encontrarían, puestos en escena, a un chico en cuyo rostro se dibujaba la expresión más genuina de terror; catorce puñaladas contarían después.
A su lado una chica que le miraba con el más sincero, el más tierno y el más mortífero de los amores, le sostenía el rostro con su mano izquierda como si estuviera dispuesta a besar al chico; extracto de belladona diría la autopsia.
El diario de la chica colocado en el centro sería testimonio del amor apasionado que ella profesaba por el chico; trastorno obsesivo compulsivo y esquizofrenia mencionaría el psiquiatra…
Merci pour la lecture!
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