u16015102151601510215 Julián Juan Lacasa

Valentina y Ségolène llevan un año viviendo juntas, y siguen siendo felices. Pero un día, Valentina, después de leer el manga yuri Citrus, en donde sus dos chicas protagonistas se casan, decide casarse con Ségolène, la cual acepta emocionada. Pero no serán las únicas en hacer una boda LGBTI el mismo día...


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CAPÍTULO PRIMERO

CAPÍTULO PRIMERO

Empiezo como en otras veces, con una parodia o sueño de los míos en donde hago homenajes al cine. Pues esta vez me acuerdo de una serie de televisión que me fascinó: Yo, Claudio, con el más atípico de los Emperadores romanos contando él mismo su vida, con aquella frase que se me grabó en la cabeza para siempre…

–Jo, Tiberia Claudia Drusa Nerona Germánica… y esto y lo otro y lo de más allá. Conocida no hace mucho entre conocidos y parientes como La Tonta de Claudia, o Claudia la Idiota, o Claudia la Tartamuda. Voy a contar esta extraña historia de mi vida…

Yo estaba vestida con una túnica romana, unas sandalias que me sentaban muy bien a mis pies y un peinado complicado como eran los peinados de las mujeres romanas. Ya sé que todo esto es un sueño y también ficción, pues en aquella época las mujeres no tenían ningún derecho, los maridos podían repudiarlas sólo con que se les quemara la comida. No mucho mejor que los esclavos.

He hablado en varias novelas de mi vida, de cuando conocí a mi novia Ségolène, el amor de mi vida, la cual me la cambió de arriba abajo. Ha pasado un año desde que acepté con ella de que nos hacía falta un cambio en nuestra vida: vivir juntas. Después de asistir a la boda de dos amigas, lesbianas como nosotras, una de ellas nos preguntó que por qué no nos casábamos nosotras también, que según ella hacíamos muy buena pareja.

Le respondimos que no creíamos en el Matrimonio y preferíamos seguir como pareja de hecho. Decidimos entonces dejar de vivir cada una en su casa y elegimos la mía para vivir juntas. Hicimos la mudanza de las cosas de Ségolène que podían caber perfectamente.

Ahora la narración se traslada un año más tarde, y nuestra relación amorosa sigue feliz. Hemos pasado de dormir juntas sólo una o dos noches a la semana a dormir los siete días. Una mañana me levantaba para arreglarme, aunque no era para ir al trabajo, ya que era un fin de semana.

Las dos dormíamos desnudas con frecuencia, y otras con camisón o pijama. En aquella mañana yo llevaba un camisón de seda muy bonito, elegante, casi de princesa Sissi Emperatriz. Fui al baño a darme una ducha.

Antes de nada, abrí el grifo de la ducha y cuando vi que estaba templada, como a mí me gusta la temperatura del agua, me quité el camisón y las braguitas para entrar, y ya dentro, cierro la puerta corrediza de la ducha. Cuando el agua empezó a caerme encima, me sentía en la gloria. Con mi cuerpo desnudo empapado de agua, me aparto los cabellos mojados de los ojos y me limpio con jabón. Dedico un minuto a esto, sin las prisas de las duchas cuando tengo que irme corriendo a la ducha.

Entonces siento que alguien abre la puerta de la ducha. Yo tenía los ojos cerrados, disfrutando de aquella maravillosa ducha, casi como cuando tengo una noche de sexo igual de maravillosa con mi novia, o cuando la tenía con alguno de mis ex novios.

–¡Cu-cu! ¿Se puede entrar? –dijo Ségolène con su maravillosa voz.

–Por supuesto, mi amor. Entra y dúchate conmigo –le dije, volviendo la cabeza un poco para mirarla, ella todavía con el camisón puesto.

Ella se quitó su camisón y las braguitas con sensualidad para entrar. Cerró la puerta de la ducha y se dejó mojar por el agua. Su maravilloso cabello rubio se mojó y aplastó. Se abrazó a mí y nos dimos un beso apasionado bajo el agua que suavemente caía.

Se puso detrás de mí para darme un beso en el cuello y tocarme los pechos con las manos. Suspiré y casi también solté un gemido de pasión. Me sentía muy excitada, y no puedo decir si tenía el clítoris mojado, ya que el agua de la ducha me tenía todo el cuerpo igual, pero la sensación que tenía era así. Tenía muchas ganas de hacer el amor con mi chica en la ducha, una práctica que ya hemos tenido con frecuencia cada mes de estos maravillosos tres años con Ségolène.

Me acordé de que cuando nos conocimos, yo salía de romper con Jean-Philippe por engañarme con otra, y Ségolène me dijo hace poco que también había pasado por la misma dolorosa experiencia. Ella me dijo cuando veíamos por televisión La vida de Adèle y la escena de la terrible ruptura de la relación entre Adèle y Emma por que la primera la engañó con un hombre, y encima no sospechó que Blanche, su ex, había tenido sexo con un hombre, y luego los pilló, igual que yo pillé a Jean-Philippe y a Macarena, su amiguita española.

Narro inmediatamente aquellos momentos en tercera persona. Ségolène llega a casa y ve que su novia Blanche, una chica rubia como ella, estaba en la cama con un chico y éste le hacía un coito anal. Antes de interrumpirlos, los miró durante treinta segundos. Blanche disfrutaba con el sexo que aquel tío, guapo y con un cuerpo atlético, le daba, sobre todo con el sexo anal, para lo cual la agarraba por la cintura y le metía su miembro por detrás.

–¡¡¡Blanche!!! ¿Qué coño haces? –gritó Ségolène.

–¡Ségolène...! –sólo contestó esto Blanche.

Ségolène empezó con una especie de ataque de ansiedad por la traición de su novia y reaccionó dándole una bofetada a la chica. Ella se quedó con ganas de llorar, pero esto no fue suficiente para Ségolène.

–¡Ahora fuera los dos de aquí! ¡¡¡Fuera!!!! –gritó señalando la puerta de salida de la casa.

Ambos se vistieron. El chico, con más tranquilidad que su amante. Blanche con más ansiedad. Se fueron. Blanche le dijo que al día siguiente vendría a por sus cosas.

Al día siguiente, entonces cumplió su palabra, vino con una furgoneta y en sólo dos horas se llevó todo lo que había tenido en casa de Ségolène.

Mi novia, al ver la habitación vacía de las cosas de su ex novia, se dejó caer sobre la cama y lloró mucho durante una hora consecutiva. Hasta trató de beber cerveza compulsivamente y se quedó borracha durante un día entero.

Llamó al trabajo para decir que no podía ir a trabajar, no había podido dormir. Se lo aceptaron y bebió más. Durmió hasta que se despertó con un terrible dolor de cabeza por la resaca alcohólica. Por suerte no cayó en un coma etílico.

Pero se levantó con ganas de tomar el aire, salir, divertirse, olvidarse de Blanche. Tomó un café y así se quitó de encima los efectos del alcohol. Pero como el café aumenta los nervios, hacía falta que tomara algún tranquilizante, por ejemplo una Valeriana, que no son nocivas.

Así, mi novia ya tenía coraje para salir a la calle. Primero habló por teléfono con algunas amigas, las cuales no podían ir por estar trabajando o con sus novias. Una de ellas le aconsejó irse a un bar lésbico, precisamente en donde ella y yo nos conocimos. Ella, como lesbiana, conocía casi todos los bares lésbicos o LGTBI de Paris, sobre todo los del barrio del Marais, pero no hacía falta que fuera allí.

Entró en el bar y sonaba una música que le gustaba mucho, la canción Abracadabra de Steve Miller Band, como una especie de invitación a la magia que cambiaría su vida del todo. Su angustia se convirtió por un momento en esperanza, ligar, gozar, follar… lo que sea, en el mismo pack del supermercado (palabras textuales).

Ségolène se animó y entró con zancadas, que parecía que quería bailar la canción. Se sentó al lado de la barra y al lado había una chica atractiva de cabello castaño que le gustó en un santiamén. No hace falta decir que aquella maravillosa chica que vio (palabras textuales de ella misma) era yo.

Si yo ya me había excitado con aquella visión de una chica dulce y guapísima, pues Ségolène sentía lo mismo por mí. No hace falta decir que nos pusimos automáticamente a charlar, aunque empezamos con saludos, mientras Steve Miller Band seguía haciendo magia con su canción. E inmediatamente, la conversación que quedó grabada con fuego en el interior de nuestros corazones.

–Hola...

–Hola...

–¿Cómo te llamas?

–Ségolène.

–Anda, Ségolène, como Ségolène Royal, la ex de François Hollande?

–Sí... ¿Y tú cómo te llamas?

–Valentina.

–¿Valentina, como Valentina Teretxkova, la primera mujer astronauta?

–Sí.

La canción de Steve Miller Band acababa, e inmediatamente empezaba una canción lésbica, es decir, perfectamente adecuada para nosotras, Une femme avec une femme, versión en francés de la mítica canción Mujer contra mujer del grupo español Mecano.

La cultura e inteligencia de la interlocutora de Ségolène, es decir, yo misma, y la de ella, facilitaba la atracción entre las dos, con poesía y un amor en el aire carente de cursilería, apasionado y dulce.

La conversación entre las dos tocaba temas complejos, diferentes, nada frívolos ni idiotas. Ambas éramos enemigas de la estupidez. No podía Ségolène quitarme los ojos de encima, sus ojos azules, mientras mis ojos castaños también estaban atrapados por el encanto de la chica que ahora es mi novia.

Ségolène me confesó que deseaba que yo le diera el primer beso, no ella. Se moría amorosamente por un beso mío. Le hice caso y me atreví. Ya sé que fue mi primer beso lésbico, pero me lancé como una mujer pirata al abordaje de la nave enemiga, y mi espada eran mis labios que abordaban los de Ségolène.

Ella se lanzó contra mí también al abordaje de mis labios. Dos bucaneras en busca del botín que se llaman labios. Sea con nuestros labios o con la ayuda de nuestras lenguas. Con ternura y sin prisas. Además, éramos en el lugar adecuado para ello, un bar lésbico en donde también había más de una pareja de chicas con la misma misión.

Aquellos primeros besos recibidos por Ségolène fueron maravillosos, según ella me explicó después. Nunca se había sentido tan amada por una mujer, y eso que ha tenido chicas con las que conoció todos los secretos del amor como en aquellas series japonesas de animación, en donde acabamos conociendo los secretos más insólitos de las artes marciales.

Me acuerdo que cuando sonó el teléfono móvil con Jean-Philippe, me quería morir de vergüenza durante un segundo, pero reaccioné. Ségolène me dijo que por un momento se quedó decepcionada, pero mi súbita y rápida reacción soltando toda clase de palabrotas contra mi ex, la convencieron de que mi amor por ella era de verdad.

La canción de Mecano ya había acabado, ahora llegaba Born to be alive de Patrick Hernández, por que la discusión con Jean-Philippe fue irónica y cómica involuntariamente.

–¡Mierda, es mi novio!

–¿Qué...?

–¿Qué coño quieres, pedazo de mierda???

–¿Que qué quiero? Pues pedirte perdón, reina –dijo Jean-Philippe, con miedo de perder a su novia.

–¿Perdón? Mira, tío, ya os escuché demasiado tiempo a ti y a tu amiguita española. Yo te he amado como nadie, yo siempre amo con toda mi alma a mis parejas, ya lo sabes, pero me has traicionado. Y mira por dónde, he conocido a otra persona, una persona a la cual amo muchísimo, y ahora te la presentaré…

Ségolène se fijó que encendí el vídeo del teléfono móvil, y salió una imagen con un chico.

–¿Ves el vídeo?

–Sí, sí, te veo...

–¡Pues mira, cretino de mierda…!

Ségolène sonrió mucho, se puso nerviosa, positivamente hablando, ya que ello demostraba que su nueva amiga, es decir, yo, era sincera y la amaba de verdad. Que yo no era ninguna heterocuriosa que sólo quería probar lo de ligar y follar con mujeres. Que la amaba de verdad. Y como Ségolène es apasionada con cada una de sus novias, yo quería ser su gran amor.

Pero antes de todo esto, quería acabar la charleta con mi ex. Levanté la voz, casi estridente, durante toda la conversación. Aunque la voz de Jean-Philippe, que se oía por teléfono como un grito casi lejano de una fiera salvaje, competía con la mía.

–Te presento a mi amiga y mi nuevo amor, Ségolène… Una chica maravillosa, culta e inteligente, con muchas cosas que tú, en tres años de pareja conmigo, no has llegado a tener ni tendrás jamás en tu puñetera vida.

–¿Tu nuevo amor? ¿Pero qué dices...?

–Digo la verdad. ¿Verdad que sí, Ségolène?

–Sí, dices la verdad, reina...

Mi beso con Ségolène lo sintió ella como si estuviera en la gloria, en el Cielo de las lesbianas, si hay alguno. Una actitud la nuestra que enfureció a aquella voz histérica que parecía salida de las cuevas prehistóricas, pasada por el filtro cómico de una comedia bufa. Esto lo describió Ségolène con sinceridad cuando se acordaba.

–¿Pero qué broma es esta...? Valentina, ¿qué coño haces...?

–¡No es ninguna broma, pedazo de asno! Hoy empiezo una nueva vida. Olvídate de mí, vete con tu amiguita, que como es de Málaga, que te haga de comer pescaíto frito, creo que se llama así. Si quieres saber más de nosotras, haremos como Louise, la nieta de Gérard Depardieu, y colgaremos fotos muy tiernas en Instagram, como ella hace con su novia. ¡Buenos días!

Yo despedí a mi ex con el dedo corazón alzado. Ségolène, animada, hizo lo mismo con el suyo. Mi ex colgó y se apagó la imagen.

–Em... Ségolène, te pido disculpas. Era mi ex novio, que me hizo mucho daño poniéndome los cuernos con otra. Me ha salvado conocerte. Te lo digo de verdad –le dije.

Ella me miraba fijamente a los ojos, que brillaban de felicidad, y nos abrazamos y dimos un beso largo. El abrazo fue más intenso, lo mismo el beso, pero Ségolène era feliz, lo había pasado putas con la infidelidad de su ex, y encima con un hombre, como en la escena de La Vida de Adèle en donde Emma rompía con Adèle, que vuelvo a decir que fue terrible para ella. Hubo de pasar una especie de odisea, como la de Homero o la del pianista judío polaco Wladislaw Spillman de la película de Roman Polanski.

Toda esta odisea de mi chica ya es pasado, por que ahora estamos juntas después de un año y tres de relación. Ahora también estamos juntas en la ducha, dejándonos llevar por la pasión, sobre todo yo, por que me besa en el cuello y de vez en cuando pasea por él su lengua, algo que me vuelve loca.

Sus manos habían abandonado mis pechos y ahora bajaban a mi clítoris y mi culo. Mis gemidos son imparables. Le pido que siga, que quiero más, más, más.

Mi chica es una maestra en el arte amatorio. Siempre sabe hacer que yo llegue a cualquier orgasmo, y esta vez el orgasmo conseguido es de los buenos. Solté un grito, seguido de una respiración agitada. Todo esto sin abrir los ojos en ningún momento, permanecen cerrados después de varios minutos con un placer inmenso.

Ahora toca el placer para ella. Me pongo de rodillas para buscar su clítoris, que con la fina lluvia de la ducha tiene una mezcla de varios fluidos suyos con la misma agua. Mi lengua, discípula de la suya, hace que su orgasmo sea similar al que yo tuve.

Mientras le besaba, tenía en la cabeza la canción de Angèle Tu me regardes, una de las canciones lésbicas más bonitas que jamás he oído. Si mi chica me miraba, yo también. A la vez recordaba otra maravillosa canción suya, Ta Reine, que oímos cuando nos dimos aquel maravilloso beso en la quedada lésbica de Saleux. Todo era mágico, quizá demasiado, y odio los cuentos de hadas, pero hay que aprovecharlo mientras siga vivo el amor.

14 Mars 2022 00:00 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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