Jugando con fuego Suivre l’histoire

No me paga lo suficiente para tener que escuchar sus cochinadas. Sé que soy su secretaria pero esto no está dentro de mi contrato, además ante todo soy su amiga de la infancia, debería respetar eso al menos.

Se escuchan los gemidos de la zorra de turno desde afuera, y tienes que atravesar una puerta de roble. Le doy puntos por eso. Me levanto de mi silla, solo me generan dolor de cabeza.

En eso llega Esteban, nuestro mejor amigo en común y se queda mirando la puerta y luego regresa la mirada a mí. —Dime que es una broma...

Una sonrisa sarcástica se planta en mi rostro. —Sí, solo he puesto la radio.

Se ríe y me mira con sorna, me atrapó. —Mira tú, ¿qué andas escuchando tú en la radio entonces?

Niego divertida y le hago señas para que me acompañe a la cocina que está cerca de la oficina de Lucas, lo más lejos del ruido posible. —Necesito un tafirol, me causaron dolor de cabeza. Llevan así no sé... ¿una hora? No me paga para escucharlo. —Comento con disgusto.

Él me mira con pena y acaricia mi pelo. —Cariño, sabes que puedes pedir el cambio a mi planta. Yo no solicito a nadie a mi oficina. —Guiñándome un ojo.

—Ya, como cuando hice la suplencia y estuviste todo el día: "Anabel, ¿para que sirve la abrochadora?" — le levanto la ceja.

Se ríe el desvergonzado. —En mi defensa no había mucho para hacer y tú estabas muy gruñona ese día, necesitabas reírte.

Le sonrío y lo abrazo. —Muchas gracias, eres el mejor.

—Lo sé, cariño, lo sé.

Me separo. —Eres un cretino. — Le digo riéndome.

Todo hubiese sido mejor si me enamoraba de él, con su cabello rubio, ojos transparentes que te transportan a las playas de Cuba y un corazón de oro. No hay nada que él no haría por mí. Pero no, yo voy y me enamoro del otro que anda con cualquiera.

En eso llega Lucas y mi buen humor se esfuma.

—¡Hola Esteban! Anabel, te fuiste de allí. ¿Qué sucede? —Pregunta cuando ve nuestras caras de disgusto.

—Se escuchaban los gritos de esa chica hasta la planta baja. Me dieron dolor de cabeza y no me pagas lo suficiente para eso.

La culpabilidad cruza su rostro. Toma mis manos y me acerca a él. —Perdóname, juro que no lo vuelvo a hacer.

—Eso dijiste la semana pasada.

—Esta vez es cierto, hay algo que tengo que contarles pero no puede ser aquí. Nos pueden escuchar. —Lucas se remueve su cabello castaño oscuro hacia atrás con nerviosismo y miro a Esteban preocupada. Lucas nos mira a ambos y nos analiza, estábamos demasiado cerca.

—En fin, los espero en mi casa en un rato. Termino de arreglar unas cosas en la oficina y voy para allá. Anabel, tú ya puedes retirarte. Descansa un rato.

—Está bien, gracias. —Me despido de ambos, voy hacia mi mesa a acomodar los papeles que dejé desordenados, apago la computadora y agarro mi bolso.

En eso, siento voces en la sala de juntas. Que extraño, no había nada programado para hoy. Reviso la agenda por las dudas y efectivamente no hay nada.

Me acerco sigilosamente a escuchar de qué hablan.

—No podemos permitir que él se haga cargo de la empresa, es un irresponsable.

—No te olvides que estás hablando de mi hijo. Ten más respeto.

—Lo siento Raúl pero sabes que tengo razón. —El hombre desconocido suspira. —Mira, con los demás socios hablamos y todos concordamos que si en un plazo de un año tu hijo no sienta cabeza y muestra una buena imagen, queda despedido formalmente de esta empresa y por ende, sus acciones no valdrán nada.

—Sabes que eso no es posible, tenemos un porcentaje en acciones...

—Tu esposa está de acuerdo en esto. Ella votó a favor.