Lo recorre de arriba abajo, observando cada detalle que se encuentra a su paso. Flores, árboles, perros corriendo detrás de sus pelotas, críos y crías jugando. Sonríe.
Tras el paseo, se sienta en una de las colinas del parque, desde donde puede ver el entorno. Respira hondo, siendo consciente de que es fuerte, aunque en ocasiones le cueste creérselo, y de que no hay gritos suficientes para hacer la caer, porque la vida muchas veces se hace de querer, y ella quiere abrazarla y caminar con ella. No debe hacerle caso a esas voces que quieren hacerle llorar. Tiene que luchar contra sus gigantes para poder sacar a relucir la luz que tiene en su interior, impaciente por iluminar y dejar una estela marcada a su paso. Si la miras detenidamente, es muy bonita, tanto por dentro como por fuera. Destaca allá por donde va, por mucho que ella se sienta un bicho raro en medio de la gente. Siendo sinceras, no es rara, es diferente. Ha aprendido, a su manera y a su tiempo, que soplando puede deshacerse del huracán que pretende destruir su interior.
En estos momentos, se siente plena. Con una sonrisa, y, por supuesto, con una de sus canciones favoritas en los cascos, retoma su paseo hasta llegar al campo de flores que ha visualizado desde la colina. Está sola, así que es momento de jugar. Pone la canción desde el principio. La siente, la disfruta, y mientras suena el estribillo final de la misma, la que más potente le parece se enreda entre las flores, salta, grita, ríe. "Dime tú, que eres la luz de un mundo aparte. Dime tú, que nadie más podrá apagarte. Sigue tu camino, sigue como siempre aunque te tropieces al caminar. Dime tú, que desayunas con diamantes."
Pequeños detalles que le dan la felicidad que necesita.
Merci pour la lecture!
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