laurapwritess Laura P

Malcolm es un niño de diez años al que no le gustan los cambios. Con su vida ya resuelta desde su punto de vista, el pequeño resiente a sus padres cuando ocurre un cambio inesperado y una mudanza más que obligatoria. ¿Descubrirá que los cambios al fin y al cabo, no son tan malos?


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Una nueva oportunidad

Malcolm observa con pesadez las gotas caer e impactar violentamente en la ventanilla del coche en el que él va en el asiento trasero, su madre en el asiento del conductor y su padre en el asiento del co-piloto. El día había amanecido gris y lluvioso, y Malcolm sabía que probablemente era porque ni tan siquiera los Dioses (si es que existían aunque él creía que sí) estaban de acuerdo en lo que estaba sucediendo.


¡Qué fastidio! Malcolm no quería mudarse, y desde que sus padres tomaron esa decisión por él estaba molesto con ellos. Con un suspiro, subió el volumen de la música con intenciones de quedarse sordo (aunque luego la bajó para no quedarse sordo de verdad)


Sí, tal vez no haga falta mencionarlo mucho, pero Malcolm es a sus 10 años, un muchacho pesimista e introvertido al que, definitivamente, no le gustan los cambios.


—Malcolm, cariño. —Su madre le habló, y él refunfuñó en respuesta—. ¿Cuánto tiempo vas a estar sin decir nada?


—¡El que sea necesario, traidores! —El pequeño Malcolm hizo un diminuto sonido de queja, cruzándose de brazos en su pecho—. Yo ya tenía a mis amigos en el colegio, ¡e incluso a mis matones! Y visitaba al beagle del señor Strauss todos los días al salir de clase. Y ahora... —Puchereó.


Su padre, por otra parte, miraba a su hijo con cierta ternura. Le resultaba adorable cómo se estaba quejando, y la verdad es que algo de razón tenía el niño: había sido de repente ese nuevo trabajo, pero era importante para él y para la familia. Más comodidad, más dinero. Podrían incluso permitirse una casa con piscina y hasta una hermanita que, hasta hace bien poco, Malcolm la seguía pidiendo.


—Malcolm, tienes que entender que a veces ocurren cosas en nuestra vida que no nos gustan y no podemos controlar. No por eso significa que sea algo malo, porque en todo cambio hay enseñanzas positivas. Míralo así: vas a poder hacer amigos nuevos y mejores. Seguramente puedas acariciar otra mascota de camino a casa cuando salgas de clase, y bueno, esperemos que no tengas ningún matón esta vez. ¿No crees que eso está bien?


El pequeño Malcolm pone la mano bajo su mentón, pensando, y con confianza responde:


—Hm, no. Creo que no.


Su padre se vuelve a reír, y se estira hacia atrás para poder despeinar el pelo ya de por sí rizado de su hijo mientras él se quejaba una y otra vez, volviéndose a peinar sus rizos castaños con las manos.


—Eres igual de terco que tu madre. —La mujer decide darle un pequeño golpe a su marido en el muslo—. Auch, eso no me lo merecía.


Poco después de llegar a lo que se convertiría en su nuevo hogar, Malcolm salía del coche con la cabeza baja mirando al suelo entristecido. Había dejado de llover y el sol salía reluciente calentando la piel del menor y haciendo resaltar un poco más las pecas de su cara con las pocas nubes que había en el cielo dispersándose, como si les estuvieran dando la bienvenida y algo nuevo, mejor y más positivo se estuviera cocinando para ellos. Algo que escapaba de la comprensión del pequeño Malcolm.


Entre cajas, polvo y alguna que otra araña que asustaron al niño más de una vez, subió a su habitación. Cerca del desván, además. Malcolm, que a pesar de tener diez años era un aficionado a las películas de terror e historias del mismo calibre (herencia de su padre), entendía que, tener una habitación cerca del desván era mal augurio, porque era sabido por todos que un desván en una casa significaba que había un fantasma. Sí o sí, no cabía duda de ello, y él como buen caza fantasma y explorador que era, tenía que asegurarse de que el ente no fuera una amenaza.


Vestido con su chaleco de explorador, su koala de peluche llamado Señor Timmy, su gorra, su linterna, sus pantalones de pescador y unas zapatillas un poco roídas por haberlas usado tanto y durante tanto tiempo, Malcolm apiló un par de cajas debajo de la puerta del desván. Por suerte no estaba muy alto, así que tras subirse con sumo cuidado, tiró de la cuerda y abrió la puerta con algo más de polvo saliendo, y con las escaleras bajando. Esperaba no haber hecho mucho ruido y no haber despertado a sus padres en el proceso.


Estático, esperó por si alguno se levantaba de la cama. Al no oír ningún paso y solo ronquidos, Malcolm tuvo luz verde para subir por las escaleras, entrecerrando la puerta solamente para no quedarse encerrado en el desván.


—Muy bien Señor Timmy. Es hora de explorar.


Emocionado, Malcolm encendió la linterna encontrándose con aún más polvo (¿es que nadie iba a quitarlo?), cajas viejas que según él no eran de sus padres y muchas, muchas telarañas.


—Pues parece que no hay nada sospechoso, Señor Timmy. ¿Nos habremos equivocado esta vez?


Apesadumbrado y decepcionado, Malcolm se encogió de hombros esperando una respuesta de su peluche que sabía que no llegaría. Retrocediendo para volver a bajar por las escaleras y salir del desván, Malcolm tropezó con una caja que no había visto antes. Ésta era pequeña, tallada en madera, con símbolos que desconocía y, desde luego, bien cuidada. Apenas tenía golpes o rozaduras. ¿Será valiosa? Acto seguido, el pequeño Malcolm la abrió con cuidado sentado todavía en el suelo, y se encontró doblado en varias partes un pergamino que no dudó en sacar.


—¿Y esto qué es?


En el pergamino había un mapa dibujado, aunque la tinta había perdido color y algunas cosas no se veían ni se leían bien. Malcolm reconoció un dibujo en uno de los extremos: monedas.


—¡ES UN MAPA DEL TESORO! —Exclamó, alzando la voz. Señor Timmy cayó al suelo y Malcolm dio pequeños saltos de alegría, bailoteando por el desván—. Es un mapa del tesoro, es un mapa del tesoro, es un mapa del tesoro. —El niño lo pegó a su pecho y lo abrazó—. ¡Ah! Debería... Debería esconderlo de mis padres, sí. Eso haré. Y mañana... Mañana puede que lo vea de nuevo y, quién sabe. ¡Quién sabe Señor Timmy, igual nos hacemos ricos!


Con Malcolm más dormido que despierto a esas alturas de la noche, el niño cogió a su peluche, cogió la caja de donde había sacado el mapa del tesoro y salió del desván con cuidado, dejando las cajas que había apilado anteriormente en su sitio. Cerró la puerta del desván, y se metió en su habitación a descansar. Seguro que esa noche soñó con viajar a un mundo perdido y olvidado, y muchas otras aventuras.


Tal vez, haberse mudado con sus padres a un nuevo hogar y a una nueva ciudad, no era tan malo como parecía, ¿no? Tal vez, solo tal vez, podría haber ahí una nueva oportunidad. Una nueva oportunidad para Malcolm.






25 Janvier 2022 12:17 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

A propos de l’auteur

Laura P Amante de las letras, del arte en sí mismo y de la belleza. Escribo por gusto, por hobby, y porque quiero dedicarme a esto profesionalmente. Autora de "Love Through Words" un pequeño poemario de diez poemas escritos en inglés sobre el amor romántico/platónico.

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