El sueño de las estrellas Suivre l’histoire

Llegué aquí cuando tenía 12 años, ya hace más de diez. Él no venía buscándome a mí, sino a Lucía (Luz), pero me pilló con ella y me llevó también por error. Cuando se dio cuenta de mi presencia, me arrojó al muelle y me abandonó allí, quedándose con ella. Se llevó a Luz en su barco. La formó. La convirtió en su hija. Yo, en cambio, quedé dejada a mi suerte entre marineros borrachos y mujeres pintarrajeadas que se reía de mí. Menos mal que Minny me acogió y me dio un lugar en su casa. Las mujeres comenzaron a quererme y Minny me contó qué era aquel lugar, porqué me resultaba tan diferente de las calles inmediatas al hospicio donde yo vivía. Lo llamaban «El reino de los Sueños», y existía gracias a los sueños, imaginación y pensamientos de todo el mundo. Ellos le habían dado otro nombre al pequeño pueblo pesquero donde vivíamos y, así, descubrí que el lugar se llamaba Pinza de Mar. Era el embarcadero favorito de los piratas.

Había sido su Capitán quien nos había secuestrado a Luz y a mí. Quería a mi compañera porque la leyenda hablaba de una niña que sería «la luz del mar», casi una diosa a quien el mar adoraría y haría caso siempre. Dudo mucho que la leyenda tenga algo de verdad, pero el Capitán enseñó a Luz a ser una de ellos y, con el tiempo, se convirtió en una navegante temible. Él la había encontrado a través de sus sueños de barcos y sirenas, y, al adentrarse en ellos, había llegado a la Realidad cuando Luz se despertó a media noche. Yo había ido al baño y me paré a hablar con ella: fue en ese momento cuando el Capitán nos agarró y nos montó en su barco, llevándonos, no sé cómo, de vuelta al Reino de los Sueños. La cuestión es que Luz se transformó en esa luz del mar yyo me convertí en la persona de más confianza de Minny, la regente del Jardín de las Flores, donde las mujeres, las Flores, vendían su cuerpo a cambio de jugosas monedas. Minny siempre me respetó y descubrí la sexualidad a mi propia manera, con quien yo quise y como lo deseé. Era muy protectora con sus Flores, las cuidaba, jamás las obligaba a ningún trabajo y ellas se ganaban un buen sueldo, casi el 50% de los ingresos. Algunas, como Azucena, solo atendían al mismo hombre y eran casi como sus esposas. Otras, como Patricia, iba de marinero en marinero y luego nos contaba, riéndose, las anécdotas más divertidas. Muchos solo querían ser escuchados, atendidos. Otros buscanan un contacto más carnal. Minny preguntaba y las Flores se ofrecían para lo que desearan ese día. Teniendo en cuenta el estado ruinoso del pueblo, nuestra casa era de lo más liberador y protector que existía. Nos tratábamos como hermanas. Formé una cierta rutina con ellas desde mi posición externa. Sin ser una Flor, sin ser una Regente, me llamaban el árbol. Siempre allí, firme y protector, fuerte. Diez años pasaron, quizás más. Ellas me enseñaron los secretos de la feminidad y yo les enseñé a leer y escribir. Vivía mi vida apática, tranquila, soñando de vez en cuando con volver a la Realidad, algo que creía imposible. Hasta que el mar me sacudió las ramas y el agua revoloteó entre mis hojas. Mis raíces se removieron y mi mundo tembló. El Capitán volvió a mi vida, un día, tantos años después, y con él llegó una tempestad que lo cambiaría todo.