N/A: Empecemos esto anunciando que esta es la secuencia del OS "La trampa", pero como siempre he dicho, no es tan necesario leer esa parte, dado que intente dejar puntos para que comprendan la lectura.
Segundo: Aquí Taehyung es una mujer transexual en proceso (aún mantiene su pene, pero ya tiene pechos y prosigue un tratamiento de hormonas) Si no tienen problema alguno con ello, adelante, de lo contrario, please no sigan o sean cautelosos con sus palabras. También, Jungkook se refiere a ella—como toda la narración— a Tae como una mujer, porque insisto, aquí lo es.
No hay más que decir. Hice esto con la ilusión de darles la tan querida segunda parte, espero les guste y ¡Gracias por leer!
[...]
La habitación estaba inundada de un olor que funcionaba como un estimulante para el azabache. No era igual a veces pasadas donde los cuerpos sudorosos chocaban como titanes batallando por dominar, no, no era una fragancia vulgar que podía ser irritante para algunas fosas nasales, era algo sublime, todos sus sentidos centrados en disfrutar como aquel aroma a romance se adherían a su piel como si fuera un tatuaje que relucía sobre la blancura de su dermis cálida. Inhaló de lleno antes de deslizar su dedo índice por aquella curva que se formaba entre el final de las costillas y el inicio de las caderas —en varias ocasiones, el hombre se decía a sí mismo, que con el simple rozar de sus yemas contra la tez morena, se sentía tan prodigioso, como si él fuera un afortunado que acababa de descubrir el más grande tesoro, pues en el fondo, así lo era—, siguió moviendo su falange, adicto a la curvatura, detallando la forma en que la melena ahora de un tono castaño se pegó a la frente gracias a una ligera capa de sudor, sonrió al ver como el cuerpo esbelto se removió.
¡Ahí estaba! El momento preferido de Jungkook, una capa espesa de pestañas largas se movió, tal cual aleteó de monarcas, dejando en evidencia el claro azul de aquellas lagunas donde el adoraba verse reflejado, suspiró como si todo el aire de sus pulmones fuera impulsado a salir y dejar entrar de lleno el aire fresco que surgió de cuando la castaña frente a él soltó un resoplido. Se quedó embelesado al instante en que su mujer se acercó un poco más, logrando de esa forma que los senos expuestos rozaran contra su torso desnudo; su pecho se llenó de miles de cosquilleos, era una cárcel interna donde latidos eran prisioneros de un amor que lo tenía en cadena perpetua. Lo aceptaba y lo disfrutaba, sin protecciones, ni excusas, sin signos de interrogación o salidas, abierto para que su princesa se adueñara de su todo sin control.
Idiotizado, poseído de amor, enamorado de una mujer que nunca imaginó, pues ni en sus sueños más lucidos pensó en Taehyung como quien hurtaría su corazón y domaría sus sentidos para dejarlo flotando ante un estado de romance que el consensuaba. Fue ella quien rompió todo en lo que creyó, para después pintar con su belleza y realidad un nuevo camino, donde él dichoso amaba transitar. Era más que maravilloso, aunque en ocasiones no podía evitar recordar aquella vez en que casi dejar ganar a los estigmas impuestos, esa vez que casi pierde a su princesa por rabia y dolor. La lastimó, fue hostil con su habla y por eso, ahora se prometió nunca más causar tristeza en esa dulce mirada, era capaz de acabar consigo mismo a cambio de siempre mantener la sonrisa cuadrada de su niña, tan capaz de tomar hasta las mismas estrellas y hacer de ellas un collar de piedras brillantes a la chica que amaba, o algo más sutil como comprar ese vestido de holanes rosados con los que su Tae soñó desnudarse. Nada se sentía incorrecto, estaba donde y con quien quería. No había espacio para dudas, tenía la certeza de que ella era la dama a quien quería presentar a su familia y amigos como su mujer, su esposa, su hogar.
—¡Buenos días, mi princesa! —saludó al instante en que la fina dama fijó su sutil inocencia transformada en mirada sobre él. No había nada más perfecto, etéreo y majestuoso que Tae recién levantada, con las mejillas aún sonrojadas por la noche previa donde hizo el amor, las pupilas oscuras brillando dentro de los orbes azulados, esos labios rojizos de tono natural entreabiertos, la dermis cálida y suave, los senos firmes, de buen tamaño, nada grotesco, parecían ser creados a proporción para que entrarán en las palmas de Jungkook, pero lo mejor estaba al final, justo sobre la pelvis, como un regalo inesperado.
A Jungkook pocas cosas en la vida le hacían sentir obsesionado, pero en los últimos meses, casi dos años, había desarrollado un "amor intenso" a mantenerse adorando y dando placer a su niña, pegar sus labios repletos de saliva justo sobre el falo de la castaña. No. No era extraño, ella seguía siendo su dama, su princesa, un simple sexo no cambiaba nada, al contrario, hacía que sintiera más admiración, pues aquel pene solo era el recordatorio de que Taehyung seguía luchando por ser como siempre se sintió.
La castaña sonrió antes de elevar su boca hambrienta del hombre que la tomaba, subió con sutileza, casi con pena, el muslo derecho sobre el costado del azabache, paseó sus finas manos sobre el torso desnudo de su hombre, delineó aquel sello de tinta negra, aquel símbolo de su amor, un fino tatuaje de una rosa con espinas anchas. Lo recordó:
«No hay rosas sin espinas»
Tae guardó aquella frase, para cada que sentía iba a flaquear, así que Jungkook se tatuó de forma solidaría algo que lo simbolizara, llevar sobre la dermis el recordatorio de que la castaña no estaba sola en aquella lucha por ser quien era.
—¡Buenos días, amor... —se vio interrumpida por la boca ansiosa del azabache, pues Jungkook cortó las palabras para pegar sus labios a los voluptuosos de la mujer. Ella siguió el beso, sin pretextos, pues se sentía casi bendito el probar la saliva de su hombre a primera hora de la mañana. Tae sintió el sabor de hacer el amor justo sobre su paladar. Como si fuese un imán, se pegó de lleno al cuerpo fornido, liberó un gemido a belfos sellados al sentir las manos grandes apretar sus glúteos desnudos, y sin avergonzarse más, dejó que su sexo se levantará, rozando cual brisa de primavera contra el falo grueso de verano. Adoraba aquello, con un simple toque y ella sentía podía salir flotando.
Si le preguntaban a Taehyung un año y medio atrás si se veía en una relación formal con Jungkook, ella bajaría la cabeza y esbozaría una sonrisa triste para luego decir un rotundo: No. Menos cuando no era la mujer que el azabache acostumbraba a tomar, si bien su cadera era ancha y su cintura estrecha, había cosas que tuvo que adaptar para lograr su fina silueta, un proceso largo y doloroso logró hacer el vello grueso menos notorio y el busto plano fue sometido con implantes para tener una copa admirable, un asombroso treinta y dos C. No era fácil olvidar su lucha, la forma en que perdió hasta a sus padres con tal de ser quien siempre fue, pero nadie notó. Así que, regresando a la pregunta, ella repetiría muy seguramente lo mismo que le dijeron tiempo atrás, lo aceptaría y soltaría de su fina boca aquella oración: No soy una mujer, solo soy un chico más... él jamás me amaría ¿Quién podría hacerlo?
Se sentía como un abismo de solo pensarlo. Pero ahora, tenía la certeza de que su respuesta sería: Sí, soy Kim Taehyung, la mujer de Jungkook, su novia, su princesa, la dama que él ama, la única. No hay dos como yo para él.
Era verdad, para Jungkook solo existían las mujeres y luego estaba en un pedestal su Tae.
Ambos se separaron cuando el calor de sus corazones traspasó la piel gruesa, los dos se miraron como si todo el sentido de la vida estuviera en los ojos del contrario. No había nada más hechizante que el amor dominando, sin estigmas cargados, ni frases ofensivas que deambulaban las calles, no había tabúes rodeándolos, soló el latir de dos personas enamoradas, no había más que eso.
Taehyung bajó la mirada primero al ver que su virilidad no cesaba, sus mejillas adquirieron el mismo tono intenso de un vino tinto, relamió sus labios nerviosa, aunque llevaba más de un año de relación, de vez en cuando le apenaba la reacción natural de su cuerpo, constantemente se recriminaba por aún no culminar su proceso, pero la realidad no era un simple bocado dulce, había partes amargas, como el hecho de que no contaba con los recursos económicos —y valor—, para someterse a la última operación, aunque su novio se ofreció a poner lo necesario para a completar la transición, ella se rehusó, alegando que era algo suyo. Ese recordatorio pequeño hizo que la mujer preciosa se alejará solo unos centímetros, mismos que el azabache sintió como kilómetros brutales. La castaña apretó los labios en una fina línea recta, enrolló la punta de los pies después de bajar su pierna del mayor, contuvo el aliento hasta escuchar la voz de su novio.
—¡Hey, princesa! —llamó el azabache—. Mírame, mi niña, por favor —paseó su pulgar por la barbilla de la castaña, seguro de saber lo que aquejó a su mujer—. Eres perfecta, Tae, nunca lo dudes mi amor —llevó su mano opuesta para recorrer la piel desnuda de la cadera y descender hasta uno de los muslos de la mujer, sus dedos curiosos rozaron aquel bulto que, según todos, las mujeres no debían tener. Para Jungkook eran falacias, aquel falo no le restaba nada a su dama, era una mujer de pies a cabeza—, esto —enrolló entre sus dedos el pene de la opuesta—, no es un problema, sigues siendo una mujer, y quien crea lo contrario, puede debatir con mis puños —sonrió, buscando amenizar el ambiente triste de la opuesta, besó la punta de la nariz respingona—. Nunca más te avergüences de sentir excitación, mi princesa —pegó el cuerpo esbelto contra sí—, amo tanto saber que me deseas, que sigo siendo el afortunado de tenerte entre mis brazos.
Con eso, Tae terminó por creer una vez más en las palabras de su hombre, sonrió, llena de alegría y emoción, segura de que todo estaba a la perfección. Sin saber que para esa relación aun faltaba superar una brecha más.
—Te amo, Ggukie, eres el amor de mi vida, enserio soy tan afortunada de tenerte a mi lado —confesó la mujer, sin titubeos o preámbulos.
—Yo te amo más de lo que imaginas —era el momento, se repitió de forma mental el azabache, mientras jugaba con los delgados dedos de su mujer, suya. Pasó saliva para deshacer el nudo nervioso en su garganta, pues jamás se imaginó completamente nervioso ante una dama, sonrojado y emocionado por dar el siguiente paso—. Mi niña, sabes —comenzó—, mis papás me llamaron hace unos días, como es habitual quieren pasar el verano con toda la familia reunida en la casa en Busan —el año pasado Jungkook no asistió, pues consideró más importante regocijarse entre sábanas blancas, adorar como un fiel creyente a su todo, su Tae, pero ahora, quería tomar la ocasión y dar rienda suelta a ese deseo de cambiar la palabra novia por esposa y compañera de vida—, así que pensé, que quizás podríamos ir, sería muy importante para mi el presentarte con mis padres.
Su corazón dio un vuelco, se sintió como perder la estabilidad, el estómago se le enredó y su boca se secó. ¿Conocer a la familia de Jungkook? Le aterraba, pues bien, no era lo mismo sentirse herido por las miradas de Jimin y Yoongi los mejores amigos de su novio al saber que era una chica transexual. Por eso, temía que al igual que esa ocasión, los padres de su hombre le juzgaran en silencio.
Taehyung mordió su labio con fuerza, sin poder emitir palabras, ya había pasado una adolescencia llena de burlas y rechazó, parte de su vida adulta con personas que apenas se enteraban no era una mujer como las demás, le daban la vuelta y la desechaban. Era espantoso, no quería volver a someterse a bajar la cabeza y fingir que no le dolía ser echado a un lado.
—No sé, Ggukie. Si soy honesta, no sabría como decirles a tus padres quien soy, ¿y si me juzgan? Aparte, dices que será toda tu familia, seguro tus hermanos llevaran a sus esposas, y me aterra mucho que ellas vean algo raro en mí, sabes que de repente se me va la lengua.
¿Qué pasaría si Tae no era aceptada por su familia? Simple, para Jungkook era claro, decir adiós a quienes no estaban de acuerdo o soportaban su felicidad. Era Taehyung o no era nada. Iba dispuesto a hacerle saber a sus padres y hermanos que había encontrado al amor de su vida, a tomar el anillo que la abuela Jeon le regaló, para adecuarlo a las finas y delicadas manos de su niña. Así que, con apoyo o no de los Jeon, el azabache haría su propuesta de amor, volvería a Seúl con su mujer como su prometida, sí o sí.
—Cariño, mi niña —acarició las mejillas suaves—, todo saldrá bien, no es necesario que entremos en detalles, eres una mujer, la mujer que amo y eso es lo único que deben saber, lo demás es algo personal que solo te incube a ti, yo lo sé y te amo tal cual —tomó los dorsos, sin pasar por alto aquel dedo anular donde ya imaginaba el anillo de rubí y oro dorado, sonrió de solo pensarlo—. No estés nerviosa, princesa, solo quiero que mi familia conozca al amor de mi vida, pasar unos días con ellos, divertirnos haciendo el típico asado de papá, jugar voleibol en la piscina, ver las estrellas en la terraza y hacerte el amor en mi habitación antigua.
La castaña negó con la cabeza, suspiró de lleno, sin quitar la mirada sobre Jungkook. Podía hacerlo, se dijo a sí misma, quería hacerlo, demostrarle a su hombre que estaba igual de emocionada por hacer de su noviazgo algo más formal, así que aceptó, si el mayor había soportado el rechazo de sus amigos sin quejas por estar con ella, Tae se dijo que podía viajar hasta Busan para intentar ser la mujer que seguro los padres de su novio esperaban.
[...]
Caminaba por los pasillos de Oysho, sus dedos largos paseándose por las prendas diminutas, sin poder elegir algo que encubriera su verdad. Soltó el aire, exasperada de no obtener lo que necesitaba, le parecía inverosímil el hecho de que no existiera un traje de baño con más tela de la que tenía entre las manos ¿Cómo se suponía podría meterse a la alberca de los Jeon luciendo un bulto prominente sobre su bikini? Era algo que ni un pareó mantendría oculto de las miradas curiosas.
Taehyung quiso llorar, llevaba más de medio día rebuscando por cada local de aquella enorme plaza comercial, sin dar con lo que buscaba. Apretó los labios con fuerza, se rehusó a liberar lágrimas, tenía que soportar. Como si las cosas pudieran empeorar, aquella empleada delgaducha de prominentes pómulos tintados de color rosa se acercó a la castaña, el ululante andar de los altos tacones sobre el piso de madera, provocó en Tae un sentimiento de apatía, no estaba en su mejor momento, así que solo rogó porque la chica rubia no dijera nada inapropiado.
—¿Ya le atienden? —preguntó la rubia, con una sonrisa falsa, demasiado pronunciada, con las líneas de expresión muy marcadas por el exceso de amabilidad. La mujer escaneó sin decoró a la castaña, sin pasar por alto aquella bella silueta delgada atrapada en un vestido de manta color blanco, con enormes botones amarillos en forma de girasol por el lado frontal, un cincho tono marrón justo sobre la ínfima cintura, acentuando de forma grata las caderas anchas. Para Sunmi, la encargada de aquel local, la dama frente a ella, era simplemente hermosa, con facciones dignas de plasmar en las revistas Vogue, no había nada desaliñado en la castaña, nada, aun cuando la opuesta se removía de forma ansiosa. Vio como la contraria sostenía uno de los modelos viejos y más horrorosos de la colección de verano, tenía que intervenir—. Si me permite, al otro lado —señaló hacía lo sección contigua—, hay bikinis nuevos, incluso conjuntos completos que ayudan a disminuir las lonjitas, pero dudo usted tenga una ¿quiere que se los enseñe?
Miró por encima del hombro de la rubia, justo sobre ese bañador de dos piezas, un diminuto calzón color verde pastel, con unos moños a los lados y la tira de la parte frontal muy expuesta, el bra era solo un pedazo de tela que cubría apenas y los pezones del maniquí. Tae no usaría eso, no porque no quisiera, de vez en cuando adoraba usar lencería reveladora para ella misma o para Jungkook, ver como su hombre perdía el control para tomarla y desnudarla con pasión era algo que adoraba. Pero en esa ocasión, quería ocultar algo, no mostrar a los Jeon que seguía en transición. Así que negó.
—Gracias, pero la verdad buscaba algo menos revelador, quizás un bañador con algún tipo de faldita incluida o decoración larga, justo sobre la pelvis —puntualizó, desesperada por encontrar algo para su situación.
Pero Sunmi, no tenía ganas de entender la desesperación de la castaña, por eso insistió. Era una buena vendedora, solía hacer que las mujeres compraran los bikinis más caros, era amable y gentil con las damas bellas y adineradas, descomedida y prepotente con las clientas de peso superior a los cincuenta kilogramos, de apariencia no grata y bolsillos que no fueran de marca.
—¿Usted? ¿Sufre de problemas de autoestima? —cuestionó incrédula la rubia, sin entender la razón por la que una mujer tan bella quisiera algo no precioso y revelador—. Créame, se vera bien con cualquier bañador de aquella sección, estos son para gente sin buen cuerpo, ya sabe, las típicas feas que quieren esconderse —burló, segura de que con eso iba a elevar la seguridad de la castaña. No pasó.
Estaba harta de esas personas que vivían juzgando, haciendo distinción por apariencias o clase social. Tae se armó de valor —y de molestia— para hablar.
—Verá, no creo que le importe si tengo problemas de autoestima o no, eso no le incumbe —dijo con voz ligeramente molesta, pues no quería llamar la atención, apenas y había dos mujeres hasta los estantes de lencería de encaje, pero aunque ella no deseaba ser el centro de atención, sus emociones le traicionaron—. Supongo que no necesito contarle toda mi vida para que me venda un bañador discreto, algo que oculte mis huevos, porque sí, tengo unos y muy grandes, así que ¡¿Puede conseguirme eso o debo irme a otra tienda?! —terminó por bramar con rabia, con un tono de voz trémulo, sus manos empuñadas a los costados y los ojos vidriosos por la situación.
La castaña percibió la forma en que las miradas curiosas volvían a ella como dagas, era tarde para esquivar ojos venenosos y susurros filosos, su boca tembló ante la forma que la rubia soltó una risa nasal, sin disimular la forma en que rebuscó con la mirada que sus palabras fueran reales. Tragó duro antes de sentir como el calor de su rostro viajó hasta su cuello, le causó escozor, quería llevar sus uñas largas hasta la dermis rojiza y rascar, mitigar con ese acto la sensación de estar siendo juzgada.
Sonmi negó de forma incrédula, ofendida por el trato de "esa cosa", levantó una ceja y cambió su máscara de amabilidad por esa que merecía la persona frente a ella.
—Lo siento, no vendemos prendas para caballeros, quizá en la tienda Fila encuentre algo más adecuado para usted, señor —comentó, esa lengua viperina despotricando falsas realidades contra la dama. Aprovechó de las miradas curiosas de las otras clientas para tomar rienda—. Le voy a pedir que se retiré, esta incomodando a las mujeres.
Tae enjuagó con su dorso las lágrimas que resbalaron sin poder retenerlas, no era la primera vez que era corrida de un local comercial, pero eso no evitaba sentir el mismo cúmulo de sentimientos espantosos, moqueó, no iba a decir nada, se dio la vuelta, dispuesta a retirarse cabizbaja, hasta que los murmullos de las demás clientes le impulsaron a girarse una vez más hacía la empleada.
—Sabe, puede que usted crea que no merezco usar estas bonitas preñadas, veo que me miran como un fenómeno —habló para todas las presentes—, pero no lo soy, no soy un monstruo, solo soy un ser humano, una mujer como ustedes, no somos tan diferentes —vio el amagó de la rubia por irrumpir, pero le silenció al instante—, sus argumentos de que carezco del sexo con el que ustedes nacieron, no me hace menos dama, eso solo demuestra su pobre mentalidad, están inundadas de una ola de intolerancia que les han inculcado, separan todo con etiquetas que se les olvida que todos somos iguales, se creen inferiores a mi solo porque yo nací en el cuerpo erróneo. Me siento y soy una mujer, y quizás no se equivoque, si hay una diferencia abismal entre usted y yo —señaló con la mirada a la empleada—. Yo soy una buena mujer que se ha autocreado, no finjo ser una mujer, porque ya lo soy, soy valiente y luchadora, mientras que usted solo es un monstruo disfrazado de dama, atacando lo que no le parece, con cero empatía y con el corazón envenado hasta la raíz, fingiendo ser lo que todos esperan para ser aceptada, así que ¿Quién esta en el cuerpo equivocado?
Dicho eso, Tae salió a paso firme del lugar, se derrumbó cuando llegó al baño más cercano, sin poder creer que aún las palabras podían dañarle. Se quedó sentada sobre el retrete, limpió sus lágrimas hasta que no quedó nada, y con ánimos renovados, no paró hasta conseguir una prende que no le hiciera sentir incomodada, iba a visitar a la familia de su novio y todo iba a salir de forma espectacular.
[...]
Al fin había llegado el gran día, Jungkook y Taehyung habían salido de su departamento —pues ya tenía más de tres meses que la castaña pasaba los días enteros con el azabache— a temprana hora, con los primeros rayos del sol iniciaron el viaje. El mayor preparó una lista de música que sabía su princesa amaba, para así armonizar el trayecto hasta Busan, en una canasta de mimbre, la castaña había guardado un par de sándwiches, galletas de avena, snacks salados y bebidas refrescantes, lo necesario para tener una comida rápida. Los dos iban relucientes de felicidad, mientras el hombre conducía por la enorme carretera, la mujer alimentaba de bocados al contrario, intercalando mordidas con risas. Se sentía ideal.
—Te aseguró que mi mamá te amará, le he hablado de ti, y dice que muere por probar tu bibimbap —mantenía una mano sobre el control del automóvil, la otra extendida hasta tomar el dorso de la dama, dejó un beso sobre la piel morena y sonrió—. Todo saldrá perfecto, amor, ya verás. Te amo tanto, mi niña, mía, mía —repitió mientras dejaba roces de sus labios contra la dermis canela.
Tae arrugó la tela de su vestido, estaba muy nerviosa, hace unos minutos habían entrado a la ciudad, ahora se dirigían hasta la casa de los Jeon, podía sentir un calor que ni el aire acondicionado menguó, se quitó el sombrero campestre para soplarse, sus mejillas sonrojadas por la ansiedad, sus labios ya carecían de la tinta rojiza por las repetidas veces que relamió y mordió. La castaña sintió como el sudor se acumuló sobre el centro de su brasier, soltó el aire con pausa, mientras sus dedos flacos se engullían una vez más sobre la prenda color verde con cuadros blancos.
En un corto tiempo, los enormes abedules que la señora Jeon mantenía podados en la entrada de su hogar, hicieron aparición, un gran portón de herrería negra fue lo que mantenía una construcción de tamaño considerable resguardado. Los muros exteriores eran de un tono beige, con ventanales de un estilo no muy coreano, más bien parecían franceses, eso y los balcones que daban hacía la entrada, era una casa bella, con un tejado color terracota y puertas de madera blanca. Era un oasis para pasar un verano, con el césped verde de buen tamaño y algunos muebles de terraza esperando para ser probados. El auto frenó justo sobre un camino de gravilla caliza, anunciando a la mujer que el gran momento al fin había llegado.
«No estoy lista, no lo estoy» pensó Tae, pero al girar su cara para ver a su novio, todo temor pasó a segundo plano, pues la sonrisa amplia de Jungkook le hizo reconsiderar sus prioridades «No seas cobarde»
—¡Llegamos, princesa! —anunció Jungkook antes de besar a Tae y así bajar del auto, a la par que una señora de mediana estatura y cuerpo esbelto corría hacía el azabache— ¡¡Mamá!! —gritó eufórico el azabache, antes de tomar a la mujer y elevarla en el aire, para después repartir besos tiernos sobre las mejillas de la mayor.
La castaña se mantuvo en el auto, sin poder moverse, viendo la escena preciosa de su hombre y su madre, sintió un burbujeó en su interior, sus tripas chillaban y no era por hambre o querer ir al baño, era el temor haciendo aparición. Se quedó postrada, con las piernas entumidas, así hasta que un sutil viento fresco se adentró justo de donde Jungkook abrió.
—Princesa, ven. Quiero que conozcas a mi familia. —animó, extendió su mano hasta la castaña, mientras sus dos hermanos con esposas, su padre e incluso la señora que hacía la limpieza salían para recibirles. Todos estaban estupefactos, pues era la primera vez que el azabache llevaba a una mujer a casa, era la primera vez que Jungkook tenía una relación formal.
Jungkook ayudó a Tae a eliminar algunas arrugas del vestido precioso, enlazó sus dedos con los de la contraria para así avanzar a donde todos los Jeon aguardaban. Con cada paso, la castaña sentía que iba a desmayarse, una ligera capa de sudor se formó por encima de su frente, algunos mechones se escaparon de su sombrero de paja trenzada, relamió sus labios, una vez más, retirando el poco color que quedaba, aún así no importó, pues la piel rugosa de los belfos se impregnó del labial. Detuvo sus pasos solo cuando pudo distinguir un choque de aromas a perfume caro a solo un paso, sintió como el azabache paso una mano por su cintura, pegando su cuerpo contra el, era la forma en que su hombre buscaba darle seguridad, otras veces funcionó, pero en esa ocasión no, menos cuando todos, TODOS, le miraban sin que ella pudiera descifrar lo que pensaban.
Un silencio se instaló, o quizás solo Tae fue incapaz de escuchar como Jungkook habló, pues solo estaba centrada en ver a la familia, desde los hombres altos y fornidos, hasta las mujeres delicadas y hermosas que mantenían a niños enganchados a sus caderas. Soltó el aire y parpadeó cuando por fin percibió la voz de su amor.
—Mi amor —insistió el azabache, dando un ligero apretón sobre esa zona en la cintura de su niña donde una muy escueta capa de grasita se adhería. Así logró que la castaña le respondiera con un sonido hecho por la garganta, mismo que le indicaba continuar—, te decía que él es mi padre —señaló hacía un hombre de cabello casi grisáceo— Jeon HimChan.
El mencionado extendió su mano hacía la castaña despistada, demasiado nerviosa, que apenas y atinó a reaccionar a la par que el señor Jeon habló: —Es un placer, señorita. Jungkook ha hablado maravillas de usted, aparte veo que no mentía, sin duda es la mujer más hermosa que he visto.
Eso causó un rubor intensó en Tae, quien se limitó a responder un gracias, mismo que provocó sonrisas —para nada en tono de burla— en los opuestos. Tal como paso con el señor Jeon, la castaña fue presentada con cada integrante de la familia, desde el hermano mayor, Jeon BonHwa y su bella esposa, ahora Jeon ChoHee —quien fue la única antipática a su apretón de manos—, seguido por un muy carismático e hijo menor Jeon DaeHyun y su mujer embarazada, Jeon Hea, una dama de estatura muy baja y con un pequeño enganchado a su cadera. Taehyung supuso que los cinco niños deambulando por el jardín eran los sobrinos de su novio, fue torpe en memorizar los nombres, más cuando al final de la fila se encontraba la última persona a presentar: la madre.
—... Y ella es mi mamá —señaló Jungkook, muy orgulloso de que sus dos mujeres al fin se conocieran.
Jeon Iseul no era fanática de aceptar a la primera las parejas de sus hijos, era una mujer de pensamientos cuadrados, muy reacia a aceptar que el mundo ya no era igual, a ella le gustaba servir a su esposo e hijos, una dama que no aceptaba sus tesoros se juntaran con mujeres que no sirvieran para nada, quería para cada uno de sus hombrecitos, finas damas recatadas, puras, que supieran lo básico, cocinar, atender una casa, nunca faltar al varón, y muy importante, estar sanas para darle nietos preciosos. Así que, la mujer de cabello oscuro, no dudo en recorrer con la mirada a Tae, esa chiquilla de cuerpo escueto —o eso opinó ella—, con las caderas pronunciadas, una cintura reducida y los hombros más anchos de lo que imaginó para una mujer muy delgada. Se conformó al ver que la chica vestía de forma decente, el corte de la prenda no era provocador, más bien lo justo, con el largo por unos centímetros debajo de la rodilla, la parte inferior no era escotado, a pesar de iniciar en corte V, mantenía el pecho cubierto por los adornos en forma de holanes, seguido de un bonito collar de perlas falsas —creyó, pues no consensuaba que la mujer pudiera costearse algo así—, un sombrero coqueto y unas alpargatas de tacón mediano. Tenía que admitir que, en efecto, era un deleite visual, entendía porque su tesoro —el consentido de sus hijos, Jungkook— había puesto los ojos en la dama.
—Mucho gusto —apretó la mano de la mujer, sin pasar por alto la mano larga, abrió los ojos, sin gustarle mucho que no fuera delicada en algunos aspectos, pues ese tamaño era casi superior a la palma de su Jungkook—, mi niño me ha hablado de usted, señorita... —recordaba el nombre de la mujer, pero quería escuchar la voz, ya que la chica solo se limitaba a monosílabos insignificantes.
—Tae —pudo articular, muy nerviosa, tanto que su voz salió más grave de lo normal, era debido a lo seco de su garganta—. Kim Tae —no finalizó, pues sabía que, para muchos, su nombre era el de un hombre, a ella le gustaba, por eso nunca lo modificó, se sentía a gusto con él, era Taehyung, una mujer.
Y con eso, la señora Jeon dio un paso atrás, sin gustarle mucho que esa mujercita no fuera lo que esperaba, fingió una sonrisa para mantener contento a su esposo y por supuesto, a su Jungkook, pero en su mente, solo cabían las palabras: Ella no es la adecuada.
[...]
Merci pour la lecture!
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