- Entonces, ¿crees en el amor? - me preguntó Clary.
- Sí, el amor es lo que hace posible la vida.
- Pues yo no, no creo en el amor romántico, es un mito. - dijo Carol.
- Estoy escribiendo un cuento romántico, ¿os gustaría leerlo? - preguntó Beatriz.
- Claro, por qué no. - respondí.
- Vale. - se apuntó Carol.
- Cuando quieras - contestó Clary.
Nos dio su cuento y lo leímos. Después, nos pidió nuestra opinión.
- A mí me parece una muy buena historia - dijo Clary
- Quiero encontrar un príncipe azul - dijo Beatriz.
- El amor no existe, y los príncipes azules menos.
- La eterna optimista ¿eh? - respondí con sarcasmo.
- Vale chicas, no discutáis, cada una tiene su opinión, ¿vale? - intervino Clary.
- Vale. - cedió Carol.
- Vale, por ahora. - me rendí.
Entonces, sonó la sirena avisándonos de que nos tocaba la siguiente clase, matemáticas, entramos en el edificio y seguimos con las clases hasta la hora de salida.
De camino a casa, tuve que coger el autobús, me senté al lado de un chico, al que no presté mucha atención, pues me puse a leer Orgullo y Prejuicio.
- Ese libro me lo he leído ya tres veces. - me susurró una voz masculina. Era el chico sentado al lado mío.
- Yo cinco, una de ellas en inglés.
- Me ganaste, ¿por qué lo estás releyendo? Con lo de libros que hay por ahí sin leer.
- Pues, porque me encanta y porque los libros no son gratis.
- Lo sé por experiencia.
- ¿Te gusta leer?
- Amo leer, que es bien distinto.
Curiosa, lo miré. Era un chico más o menos de 20 años, con los ojos claros, aunque no conseguía ver bien el color, pude apreciar que eran grandes y rasgados. Comparado conmigo era moreno, parecía latinoamericano. Era alto, comparado con los chicos a los que conocía.
- Creía que los chicos lectores estaban extinguidos.
- Pues estás equivocada, mientras viva, seguiremos existiendo. - me dijo con una sonrisa, a la que yo correspondí.
- Me llamo Claven - me presenté.
- Yo me llamo Samuel - me dijo él - Mis amigos me llaman Sam -.
- Encantada - le dije estrechándole la mano.
- Igualmente.
Estuvimos un rato hablando de nuestros libros favoritos y de nuestros gustos en relación a la lectura. Descubrí que, mientras que a mí me encantaban los libros clásicos y de fantasía, él prefería el terror y el misterio. Sin darme cuenta, el autobús llegó a la parada cercana a mi casa, donde tenía que bajarme, me levanté y le dije:
- Tengo que irme, esta es mi parada.
- Oh, bueno, pues ya nos veremos.
- Claro, bueno, me voy, he quedado y no me gusta llegar tarde.
- ¿No te gusta hacer esperar a tu novio?
- No, no tengo novio, he quedado con mis amigas.
- Ah, bien. Adiós entonces.
- Adiós.
Me dirigí a la puerta, pero, cuando iba a bajar, escuché que Samuel me llamaba:
- Claven, ten - dijo extendiéndome su libro.
- Gracias - dije antes de bajar.
- De nada - dijo guiñándome un ojo.
De camino a casa abrí el libro, el cual era El Cuervo, de Edgar Allan Poe.
Merci pour la lecture!
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