DOS ADVERTENCIAS:
Los personajes de esta novela son imaginarios. Quizás el autor haya utilizado algunas anécdotas reales para la trama, como lo de las lectoras betas, algo común en el mundo de los escritores que les ayuda frecuentemente a corregir sus textos, haya alusiones a escritorxs conocidxs por el autor, y el incidente de la escritora protagonista con una editorial, pero cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
La novela tiene algunas escenas de sexo lésbico explícito, importantes para la trama y tratadas con dulzura.
EL AUTOR
CAPÍTULO PRIMERO: LA PASIÓN RUSA
“Katia y Nadia se miraban profundamente a sus ojos azules. Sus pechos temblaban de la emoción y sus labios estaban entreabiertos. Parecía que querían decir algo, pero las palabras no les salían, se habían quedado aprisionadas en el interior de sus cuerpos. Tenían miedo, no sabían qué hacer.
Pero sí podían mover sus manos, que con suavidad se posaban sobre los hombros de cada una. Cerraron sus bocas para sonreír, una sonrisa dulce y tierna. Sus expresiones significaban esperanza, amor, sin miedo.
Con sus camisones de la época de la Rusia de mediados del siglo XIX, de seda y elegidos con buen gusto, las dos empezaron otra vez a acercarse. Katia extendió su mano derecha y la entrelazó con la mano izquierda de Nadia. Hicieron lo mismo con las demás manos.
Finalmente, Katia no pudo resistirse más y dio un intenso beso a Nadia, la cual la abrazó con la misma intensidad. Sus movimientos, más bien escasos, se convirtieron en rápidos, apasionados, desesperados. Desesperados en el buen sentido, digamos.
Nadia liberó su boca de la de Katia para dar besos suaves en el cuello de su amiga. Katia gimió fuertemente, y como todo el rato, sin decirse ni siquiera una palabra. El único lenguaje permitido para las dos era el de la pasión”.
Estoy corrigiendo uno de los libros de mi novia, Zenobia. Ella pidió a su novia, es decir, yo misma, que fuera una lectora beta, que no es la denominación de los vídeos antiguos que se hacían hace treinta años. Una lectora beta es quien lee una novela de un escritor y hace una valoración del texto, de que si hacen falta correcciones, cambios, lo que sea.
Normalmente, envía las novelas todavía sin publicar a las amistades de nuestra confianza, y ellas se lo valoran, casi siempre positivas. Como mi chica escribe novelas románticas de corte lésbico, aunque de vez en cuando también de estilo hetero, siempre elige con cuidado la gente que las leerá, ya que la gente digamos homófoba borraría inmediatamente las escenas de amor lésbico y las sexuales, o directamente quemarían el libro.
Hasta ahora, me gusta la novela. Habla de dos chicas rusas del siglo XIX, Katia y Nadia, todavía adolescentes y de dos familias ricas, que se aman apasionadamente, aunque en su tiempo, su amor lésbico era perseguido, algo así como en la Rusia actual, aunque ahora sólo te atacan en la calle y te dan palizas, entonces en el siglo XIX podías acabar en la cárcel.
Nuestra gran amiga, la escritora Joana Fàbregas, nos había dado la idea, al leer la novela Nietochka Nezvánova de Fiódor Dostoievski, en donde recordaba la protagonista haber amado a otra chica, aunque todavía sólo eran unas niñas de diez años, pero que podría haber sido una bonita historia de amor lésbico si ellas mismas tuvieran dieciséis años.
Nuestra descripción física sería algo así como la de dos actrices de talento, la francesa Mélanie Laurent para Zenobia y la americana Jennifer Lawrence para mí misma.
Decido levantarme de la silla un poco e ir un momento a la cocina. De golpe, siento algo parecido a unos pasos inquietos de alguien en la salita. Miro y es Zenobia, que parece aguardar impacientemente, y con una cierta angustia, el resultado de las pruebas, de que es inmortal, es decir, que llegará a la misma edad de Jordi Hurtado como escritora, o eso pensé yo. Me extrañé un poco. Dije, con una dulce voz:
–¿Reina, te pasa algo?
–¿Eh...? –se paró de golpe, como si hubiera puesto el freno de mano repentinamente–. ¿A mí...?
–Sí, tú... pero tranquila, por favor, que pareces que te han dicho que sólo te quedan seis meses de vida –sonreí para tranquilizarla.
–No... no... ¿Te gusta la novela? ¿No te parece una especie de serial radiofónico de los tiempos de nuestras abuelas?
–No, muy al contrario, reina. Me gusta, es muy sensible, y tus protagonistas son muy dulces. Y no tiene nada de cursilería. Eso es lo que tenían los seriales radiofónicos que dices. No tu novela, es genial.
Se tranquilizó. Al mismo tiempo, se puso roja.
–Gracias, guapa. Perdóname, debo parecerte una tía muy infantil. Estoy esperando unas palabras bien dulces para mi novela, no que me sentencien a muerte.
Hice una mueca de pasmo, pero a la vez, como amaba intensamente a mi chica, me mostró su sensibilidad. A veces algo infantil, pero casi siempre lúcida e inteligente, que esta es la imagen de ella misma que tiene en todas partes.
–No, tonta, sólo te sentenciará a muerte el malnacido de Vladimir Putin, cuando se entere de que escribes sobre dos chicas lesbianas de la Rusia del siglo XIX, cuando él ha prohibido cualquier mención, ni siquiera leve, de la homosexualidad. ¡Si la censura rusa ha borrado la homosexualidad de Freddie Mercury en su película!
–Es cierto… me parece que esto que sufrimos quienes escribimos, el síndrome del impostor, lo estoy sufriendo, pero mucho.
–No eres ninguna impostora, eres auténtica. Si aún me acuerdo de cuando apoyaste a Joana cuando aquel hijo de puta le atacaba el día que presentó su libro de las Madames Bovary lésbicas. Lo ridiculizaste con naturalidad.
Dije esto con una cierta ironía. Quería que se animara, que viera la vida con su vitalidad de siempre, la que me enamoró locamente.
Ella lo comprendió, recuperó la sonrisa, nos abrazamos y besamos.
Merci pour la lecture!
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