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Parálisis

Creo que las presentaciones sobran. Al aceptar el trabajo entendí que debía descartar mi identidad y olvidar quién había sido hasta ese momento, que asumir o percibir algo usando mi razonamiento no servía de nada y era mejor solo confiar en los resultados un día a la vez; y después de venir trabajando unas semanas a tiempo completo, tampoco me quejo. Se siente bien descartar las preocupaciones ligadas a mantener una imagen o vivir cumpliendo las expectativas de los que antes te reconocían y ahora te tildan de loco; y tampoco espero que me pueda dar a entender así nada más. Esta anécdota es para alguien en particular.


Mirando unos días atrás (aún buscando empleo) asumí que era uno de esos puestos en los que te prometían ser tu propio jefe solo para distraerte de la obvia estafa que involucraba trabajar mucho recibiendo poco; pero igualmente valía la pena consultar. Asistí un viernes por la mañana a lo que al principio creí que sería una oficina como las tantas en las que me habían rechazado la última semana; pero que resultó siendo más un resort o club campestre, rodeado de áreas verdes, centros de convivencia y áreas comunes, con muy pocas personas presentes para la cantidad de espacio disponible. Me explicaron que el dueño necesitaba ese ambiente tranquilo y alejado de la urbe por motivos de salud, y que por la misma razón entrevistaba personalmente a los candidatos, asegurándose de contratar personas alineadas con la ética laboral.


Solo de la explicación que me dieron, fui construyendo una imagen mental del sujeto durante los minutos que me tomó atravesar el recibidor hasta donde me esperaba. Conocerlo fue bastante agradable; expresándose de manera gentil y atenta conmigo, como si nos conociéramos lo justo para hablar tuteando al otro, pero no lo suficiente como para preguntar por temas personales.


Mientras aceptaba su invitación a tomar asiento sobre el césped, cruzando mis piernas imitando su postura, empezó a hacer algunas preguntas.


— ¿Te explicó la señorita de qué iba el trabajo?

— Sí. Me dio a entender que buscaban un perfil de agente de seguridad — respondí, mientras trataba de recordar lo que me explicaron por teléfono — en rubro minero, ¿verdad?

— Sí y no. Hablar de "rubro" es algo exagerado para nuestro caso — acotó, riéndose amistosamente —. En realidad necesitamos cubrir el perfil de un encargado de supervisión para cuidar un mineral.

— ¿En yacimiento?

— En donde sea. El puesto busca versatilidad de ubicación y desplazamiento.

— Entonces, ¿sí se requiere viajar a punto de explotación minera?

— No exactamente, pero entenderás cuando te lo muestre.


Noté su intención de tranquilizar mi curiosidad al ver mi cara de confusión, y con justa razón: alguien como yo no hubiese estado preparado para ver a lo que se refería.


— ¿Los lentes que tienes son de medida, muchacho?

— Sí, señor. Aunque no mucha, solo los utilizo cuando trabajo.

— Bastará. No te los quites.

— ¿Es un mineral peligroso o algo así?

— Para nada, pero las personas que lo ven directamente suelen abrumarse, y mejor ser precavido.


Después de ese comentario ya ni sabía qué debía preguntar para entender la situación. Durante mi breve tour me di cuenta que era mejor descartar mis expectativas de lo que podría mostrarme, y procuré seguirle el juego mientras nos levantábamos del césped en dirección al ambiente de trabajo.


— Adelante — dijo, extendiendo el brazo con el ademán sutil para que pase.


La habitación no era nada del otro mundo. Habían documentos dispersos sobre un escritorio, una computadora ejecutando algún tipo de procedimiento que luego me explicaron monitoreaba la temperatura, y muchos libros. Algunos en las estanterías acaparando dos paredes completas, otros pocos en la mesa pero la gran mayoría apilados en el piso de mármol, formando varias torres que me llegaban a la cintura y de las que, por torpeza al entrar, tumbé dos.


— Disculpa el desorden. Y no te preocupes, no tendrás que trabajar aquí necesariamente, solo es un lugar temporal mientras cubrimos el puesto.

— Imagino que aquí realizan investigaciones sobre el mineral, ¿verdad?

— En realidad, más que un centro de investigación, es mi oficina — explicó mientras esbozaba media sonrisa de culpabilidad por el desorden.

— ¿Y bien? ¿Dónde está?


Lo más probable es que haya notado mi impaciencia frente a la situación, o al menos eso me dio a entender la mirada que me devolvió durante interminables cinco segundos. Al bajarla, acercó dos dedos derechos a su mano izquierda, y comenzó a rotar el anillo que la adornaba, revelando la piedra que había escondido a propósito en la parte interna de su palma.


— Muchacho, entiendo que los detalles del puesto o las circunstancias puedan ser ambiguas, créeme que ni yo mismo sé exactamente qué tipo de persona busco para el trabajo, pero debes entender que no hay cuidado o precaución suficiente si se trata de esta joya. No es solo un metal precioso, es casi un milagro.


Y tenía razón. Al mostrármelo de cerca agradecí la advertencia de los lentes. Fijé mi mirada en la piedra central tan rápido que fue difícil despegarme de ese juego de colores a contraluz, que emulaban un movimiento en donde no lo había. Solo con verla empecé a dudar de mis sentidos. Dentro tenía un humo liquido que creaba espirales de colores tenues, atravesándose entre sí desafiando la imaginación de cualquiera. Cada espiral dentro de esa pequeña maravilla te hipnotizaba.


— Hace un tiempo encontré la materia prima para sintetizar un metal que no debería existir. Su abundancia en la naturaleza era tan insignificante hace cientos de años que todos lo daban por extinto, y algunos hasta dudaban si alguna vez existió. Mantén la calma. Si te desorienta al verla puedes fijar la mirada en el engarce y observarla de reojo.

— ¿Qué es? ¿Por qué se mueve?

— No lo hace.

— ¿Y lo que tiene dentro?

— Yo tampoco sé que es — dijo mientras pasaba su dedo por encima —. Incluso al tacto no tiene sentido.


Y de nuevo, tenía razón. Difícil describir la sensación que tuve en mi pulgar luego de pasarlo sobre el borde del sólido. Al ver las esquinas y aristas agudas cualquier persona esperaría cortarse la yema de los dedos, pero en cambio mi cerebro dibujó curvas, suaves y paulatinas, de un material liso y sin imperfecciones, pero que aun así presentaban firmeza y textura que a simple vista no existían.


— Me llamaron loco, ¿sabes? — agregó, mientras retiraba su mano —. Del folklore, se creía que quien la tuviese se volvería loco, y asumo por tus expresiones al principio que tú también lo creías así, pero ahora te puedes dar cuenta de la importancia del trabajo. La mostré a muchas personas, desde que solo era una piedra sin labrar hasta ahora, y luego de tantos años eres la única persona que reacciona de la misma manera que mi esposa y yo, los demás solo ven un prisma oscuro y vacío en todos los ángulos.

— ¿De qué depende entonces?

— Tengo algunas teorías, pero creo que una de las razones por las que altera nuestra percepción es porque no se supone que veamos o entendamos algo que prácticamente no existe en la naturaleza. Como materia prima parece otra piedra, por lo que nunca debí distinguirla del resto. Para darle forma solo se puede utilizar el calor corporal y debe ser cuidada a diario, por eso la llevo siempre conmigo. El movimiento de sus espirales responde a la música que le gusta, a los libros que le narro, al lugar en el que estoy. Comprenderla a través de nuestros sentidos básicos es inútil, y ahí es donde entras tú.


Tanta información de repente me abrumó, pero entendía al hombre. Verlo como cuidaba con la mirada desde arriba su dedo anillado, con tanto cuidado, no connotaba locura ni avaricia en lo absoluto. Solo cariño.


— En la montura de este anillo está el trabajo de mi vida, muchacho; y mi vida lamentablemente no me va a durar mucho más. Hoy a las 20:17 será mi último minuto con ella, y el trabajo que se ofrece es para quien pueda ver su belleza dentro de lo que a ojo de cualquiera es otra piedra.

— ¿Cuánto tiempo lleva haciéndose cargo de ella?

— Veintisiete años.

— ¿Y espera que alguien pueda tener los mismos cuidados que tuvo usted, y para final del día? — le pregunté, sin darme cuenta de que mi voz se elevaba junto con mi indignación —. Ni siquiera me conoce. Esto vale más para usted que para cualquier otra persona.

— Entonces ¿no debo confiar en ti?

— Ni en mí, ni en nadie ¿Cómo puede confiar tantos años de esfuerzo en un desconocido?

— Tienes razón, no podría. Pero si sientes algo parecido a lo que siento yo al verla, si tienes tanto cuidado porque no caiga en manos equivocadas, ni que se descuide su forma, y además comprendes todo esto ignorando tus sentidos y raciocinio, entonces creo que se queda en buenas manos.

— No creo poder.

— Pero sí te veo queriendo poder. Y si no me crees, piensa: ¿Estarías más tranquilo si se la dejase a alguien más?


Fue entonces que me di cuenta. Ese caballero de alrededor de 50 años, mirada firme pero melancólica, llena de afecto incondicional al fruto de su esfuerzo, materializado en la belleza única de su joya, también me había conmovido. Esa presión en el pecho, parecida al sentir de alguien abrumado, pero mucho más alegre, más real y sin sentido. Verla podría cautivar a cualquiera, pero solo llegarías a verla cómo es si de verdad pudieses percibirla sin usar los sentidos, pero sintiendo. No quería ostentarla en mi dedo, quería cuidarla en mi mano; no quería aprovecharme de su valor, y tampoco podría, ya que nadie la vería tal y como es así de fácil; no quería que la tuviese nadie más por respeto a su cuidador y al compromiso de hacer bien mi trabajo. Quería que estuviese conmigo para siempre, tal vez como aquél hombre que también sufría al tener que dejarla ir.


— ¿Tiene algún nombre? — le pregunté — Usted me dijo que no existía en la naturaleza, asumo que nadie la nombró antes tampoco.

— Le puse uno, con la intención de poder asociar sus propiedades a algún elemento de la tabla periódica, pero fue inútil. Aun así, el nombre me gustó, y guarda relación al hecho de que verla fijamente me dejaba inmóvil y cautivado. Le atribuí la característica de provocar parálisis al observarla, y de ahí proviene su nombre.

— ¿Y cuál es?

— Paralízi.

9 Octobre 2021 02:02 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

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