Solo se oían pasos en aquel frío pasillo, provenientes de un enfermero apurado a llegar a una habitación.
Era de noche, pero aún así algunos médicos debían quedarse hasta la madrugada.
Pero aún así, para él no le hacía molestia, es más, estaba tan acostumbrado a eso que hasta el hecho de trabajar de día y dormir de noche le parecía una locura.
En fin.
Y mientras seguía caminando por el estrecho corredor, por fin llegó hasta una puerta de un consultorio.
Suspiró un poco, arregló sus gafas, y lentamente abrió la puerta, para luego entrar con mucho cuidado. Aún así quedándose en el marco de la entrada.
En el interior de aquel cuarto, un poco tétrico, se podía ver una pequeña niña, acostada en una camilla.
Estaba conectada a una extraña máquina, aunque en realidad era de signos vitales.
El médico solo se acercó en mucho silencio a la máquina para revisar como seguía la pequeña, que en esos momentos dormía.
La miraba descansar, y no de mala manera, sino que tenía una conexión con la chica.
- ojala te recuperes pronto - dijo Daniel, el enfermero, en un suave susurro casi inaudible -
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