athanatos Αθά νατος

¿Pueden dos almas diferentes volverse una sola? Pueden hacerlo. Cuando eso sucede, ambas almas pasan a necesitarse para mantenerse con vida. Si un alma unida a otra se separara de ella, ambas comenzarían a morir lentamente y de forma agónica. Se recomienda leer La luz al final del túnel antes de leer Almas unidas.


Romance Romance jeune adulte Interdit aux moins de 21 ans. © Todos los derechos reservados

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Capítulo único

Notas de autor: Debo decir algo antes de comenzar a escribir el único capítulo de esta historia, capítulo cuya trama está ambientada en el universo A. Aiden y Melody nacieron en la capital de Canadá. Por si alguien se lo preguntaba ya lo he dejado claro. Lo siguiente que quiero decir es que los países en los que aún se castiga el “incesto” con penas establecidas por la ley en el mundo en el que ser norteño ya ha sido aceptado por la mayoría de los países son países en los que la religión es más importante que la verdad, siendo tan importante que todo lo que puede demostrar que esa religión no muestra la verdad no es tenido en cuenta. Algunos de esos países son Egipto, Irán, la República de la India y Arabia Saudí. En Turquía, que es un país laico, la gente tiende a ser conservadora. Si una persona no es conservadora, la mayoría de la gente la mirará mal. Allí el “incesto” y la homosexualidad no se castigan con pena de cárcel, pero sí hay una fuerte condena social hacia los norteños y hacia los homosexuales. La propia familia puede rechazar a dos personas por ser norteñas u homosexuales. Si dos personas se visten de una forma que no se considera adecuada, esas dos personas serán condenadas socialmente. El Corán tiene escrito que un musulmán debe contraer matrimonio con alguien que sea musulmán, un hijo perfecto de Allah, por así decirlo. No se permite en el islam el matrimonio forzado, lo que significa que obligar a alguien a casarse con alguien a quien no ama es haram, es decir, ilegal. Los turcos no demuestran afecto en público, a menos que se lo vayan a demostrar a su marido o a su mujer. Mostrar afecto en público a la pareja de cualquier forma no se puede llegar a castigar con pena de cárcel, pero sí habrá condena social para quien muestre afecto en público a su pareja. El noviazgo no debe durar demasiado tiempo para los turcos y las confesiones de amor son algo que no se verá en medio de la calle, ya que una confesión de amor en público es una demostración de afecto en público. En Turquía, el adulterio se castiga con un fuerte rechazo social que suele incluir a la familia en el grupo de los que rechazan al adúltero o a la adúltera. Un país tan conservador como Turquía, el cual está tan influenciado por una moral tan conservadora, podría llegar a cambiar sus costumbres y sus leyes por estar estas más ligadas a una moral independiente de la religión que a la propia religión existente. Cualquier estudio que demostrase que el islam no muestra la verdad y que los musulmanes están equivocados sería rechazado de inmediato por ser considerado algo de Iblis, el Diablo según las creencias islámicas. La población musulmana jamás aceptaría como verdadera la revelación de que ser norteño es normal. Países como Alemania y Australia terminarían cediendo al final y la verdad sería aceptada por sus habitantes, pero los habitantes de países como Egipto y la República de la India jamás aceptarían la verdad si esta pudiera poner fin a sus creencias religiosas. Si Adam e Eve hubieran nacido en Turquía, habrían tenido que soportar todo el rechazo social de los musulmanes del país ya nombrado, pero, a pesar de ello, habrían terminado siendo felices. Debo añadir que los primigenios incompletos de segunda generación no miden todos 1 metro y 70 centímetros a la edad de 18 años, sino que pueden medir 1 metro y 69 centímetros de altura, 1 metro y 67 centímetros de altura, 1 metro y 68 centímetros de altura o algo similar mientras la persona en cuestión siga siendo muy alta a esa edad. Hasta ahora, todos los primigenios incompletos de segunda generación han medido a los 18 años de edad 1 metro y 70 centímetros de altura porque eso indica que la persona en cuestión es alta. Añadiré algo más que es necesario saber para comprender bien el capítulo número uno. Los japoneses son muy discriminadores con los extranjeros. Ellos son muy separatistas y por ello crean grupos para clasificarse entre ellos y para clasificar a los extranjeros y a los no extranjeros. Para un japonés completo, un medio japonés o alguien que sólo es un cuarto de japonés no es un japonés realmente, aunque tenga la nacionalidad japonesa. Una persona cuyo padre es japonés y cuya madre no es japonesa es considerada por las personas japonesas completas una persona extranjera. Hay que añadir que para obtener la nacionalidad japonesa siendo extranjero lo más habitual es que uno deba renunciar a su actual nacionalidad en el caso de tener una sola o a todas sus nacionalidades en el caso de tener más de una. La nacionalidad por nacimiento sólo se puede obtener si una persona es reconocida por su progenitor como un hijo. Si una mujer no japonesa o una mujer japonesa y su pareja japonesa, un varón, tienen un hijo o más, dicho hijo o dichos hijos no tendrán la nacionalidad japonesa si su progenitor masculino no los reconoce como sus hijos antes de un determinado período de tiempo. Los japoneses tienen un sistema familiar muy desigual en el que los hijos están sometidos a la autoridad de los padres hasta que estos fallecen. Mientras los padres estén vivos, los hijos estarán sometidos a su autoridad. En el sistema familiar japonés, el primer vástago, el cual puede ser de género masculino o de género femenino, hereda todo. Los otros vástagos no heredan nada. El sistema familiar japonés es igual que el sistema familiar alemán. Hay que añadir que los japoneses son muy ambiciosos. Si no sacan un sobresaliente en cada examen, no se les permitirá seguir estudiando hasta el final, no se les permitirá seguir viviendo en su propia casa, ya que sus padres tendrán el derecho legal a echarlos de esta, y nadie los ayudará. Dichos japoneses sólo tendrán la opción de morir por unas determinadas causas después de haber sido abandonados a su suerte y la opción de ir a un bosque en concreto de Japón y suicidarse allí. De hecho, ese bosque se conoce como Bosque de los Suicidios. El país con más suicidios del mundo entero es Japón por algo. Los japoneses marginan a quienes son diferentes. Ser diferente es visto por ellos como algo malo. Destacar se considera algo malo en Japón y por ello, aunque uno tenga la idea más original del mundo, la sociedad japonesa no le dará su apoyo. Esa persona, la que tuvo una idea original, no sabrá qué hacer y no se sentirá como si fuera parte de un grupo. Por ambos motivos se sentirá muy ansiosa. Los japoneses son colectivistas. No son individualistas. El individualismo no tiene cabida en su cultura. Por cierto, la mayoría de edad en Japón no se alcanza cuando se cumplen los 18 años, sino cuando se cumplen los 21 años. También debo aclarar que el rojo que he estado utilizando hasta ahora para los ojos de los personajes es el rojo escarlata, y no el rojo carmesí. El rojo carmesí es más oscuro que el rojo escarlata. El rojo del vestido de Erika Kerstin Schneider es el rojo escarlata también. El rojo del cabello de Jonas Abraham Hiddleston es otro rojo diferente que no es el rojo carmesí y tampoco el rojo escarlata. Procederé de inmediato a aclarar qué significan algunas expresiones japonesas y algunas palabras japonesas cuyo significado no es tan fácil de deducir. “Anata” significa “Cariño”, “Querido” o “Querida”. “Tadaima” podría traducirse como “Estoy en casa”. “Okaeri” podría traducirse como “Bienvenido” o “Bienvenida”. “Oyasumi” significa “Buenas noches”. “Baka” significa “Idiota”. “Itadakimasu” podría traducirse como “Buen provecho”, aunque no tenga realmente ese significado. “Ohayo” significa “Buenos días”. Aclarado eso, deseo aclarar que “Onii-chan” no significa “Hermano mayor”. Lo que voy a explicar con respecto a los honoríficos se aplica en mis universos, ya que es lo que yo entendí con respecto a los honoríficos que tanto utilizan los japoneses. El honorífico “Chan” se utiliza con una intención cariñosa, siendo el equivalente japonés de la terminación “Ito” y de la terminación “Ita” del español. “Onii-chan” significa “Hermanito”. Del mismo modo, cuando un japonés quiere llamar de forma cariñosa a su hermana, ya sea esta mayor o menor, dice “Onee-chan”, que significa “Hermanita”. Cuando hay una intención más seria o más respetuosa, el honorífico utilizado al final es el honorífico “San”. “Onii-san” significa “Hermano” y “Onee-san” significa “Hermana”. Obviamente, aunque un honorífico sirva para mostrar que hay una determinada intención que está relacionada con el trato que se le da a la persona a la que uno se dirige, la costumbre de llamar a alguien de una manera puede mantenerse, aunque la intención que se le quiera dar a la forma de llamar a la otra persona sea diferente. Aunque la forma cariñosa de decir “Papá” sería “Otou-chan”, se puede decir “Otou-san” de forma cariñosa. Hay honoríficos que tienen un uso relacionado con que alguien sea mayor que uno o una. El honorífico “Sama” se utiliza para dirigirse a alguien que es superior jerárquicamente. Cuando una persona lo utiliza para referirse a sí misma, hay un uso cargado de arrogancia y soberbia. Por ejemplo, si un japonés quiere referirse a Dios, es habitual que lo llame Kami-sama. De hecho, al líder de un grupo o al jefe de una empresa los subordinados se suelen dirigir usando el honorífico “Sama”. En el marco familiar, el honorífico “Sama” puede indicar que un hermano es mayor que otro. “Onee-sama” significa “Hermana mayor” y “Onii-sama” significa “Hermano mayor”. Un sinónimo de “Onii-sama” es “Aniki”. Un sinónimo de “Onee-sama” es “Aneki”. “Otouto” es “Hermano menor” e “Imouto” es “Hermana menor”. Cuando se quiere decir “Hermanos” en japonés incluyendo al varón y a la mujer, se utiliza el término “Kyoudai”. He de aclarar algo muy importante que no he aclarado hasta ahora por ignorancia. ¿Realmente, se puede esquivar una bala a dos metros de distancia? La respuesta es “No”. La velocidad de reacción del cuerpo del hombre es menor que la velocidad a la que sale disparada una bala. Cuando alguien se percata de que le han disparado, ya es demasiado tarde. Como la velocidad de reacción del cuerpo del hombre es inferior a la velocidad a la que se mueve una bala que ha sido disparada, tampoco es posible empujar a alguien para que el proyectil en cuestión no lo alcance o interponerse para recibir dicho proyectil. En los universos de mis historias, es casi imposible esquivar una bala a dos metros de distancia, pero se puede hacer. Por esa razón, en los universos creados por mí, es posible interponerse entre alguien que va a ser alcanzado por una bala y la propia bala si estás lo bastante cerca de ese alguien y/o si la bala aún no ha llegado a estar tan cerca como para que no puedas evitar que la otra persona la reciba. Explicado todo, es hora de comenzar a escribir el único capítulo de esta historia.

Capítulo único

La mirada triste de la joven de ojos azules y cabello negro como la noche misma se dirigió hacia el suelo en aquel instante. Una pregunta volvió a surgir en su mente en aquel instante: ¿Por qué? No podía comprenderlo. El joven pelinegro de ojos verdes iba diez pasos por delante de ella y no parecía estar interesado en dirigirle la palabra ni en dedicarle aunque fuera una mirada de desprecio. No comprendía aquella cruel y fría indiferencia que el pelinegro mayor manifestaba y sus puños comenzaron a hacer toda la fuerza que podían hacer mientras la tristeza, la frustración, el enojo y la impotencia comenzaban a llenar todo su ser a una velocidad vertiginosa.



El joven tiene la nariz pequeña, los labios finos y pequeños y unas cejas que no son las cejas perfectas. Su talla de cintura es la talla 80 y su talla de trasero es la talla 80. Su torso tiene la forma de un triángulo invertido, a pesar de ser japonés. El joven tiene un rostro masculino que no puede ser más bello según el canon de belleza masculina mayoritario. Él mide 1 metro y 87 centímetros de altura. Él es tan musculoso como un varón sano puede llegar a serlo y está tan delgado como un varón sano puede llegar a estarlo. El joven tiene sangre del tipo AB negativo.



La joven tiene la nariz pequeña, los labios finos y pequeños y unas cejas que no son las cejas perfectas. Ella utiliza la copa B, su talla de cintura es la talla 80 y su talla de trasero es la talla 85. A diferencia de las japonesas puras, la joven tiene un cuerpo que imita la forma de un reloj de arena, siendo un cuerpo muy curvilíneo. La joven tiene un rostro femenino que no puede ser más bello según el canon de belleza femenina mayoritario. Ella mide 1 metro y 76 centímetros de altura. La joven no es musculosa y está tan delgada como una mujer sana puede llegar a estarlo. La joven tiene sangre del tipo 0 negativo.



Estos son el tamaño y la forma de los senos de la joven.

—¿Por qué?...—Susurró con un torbellino de emociones incontrolables en su interior la joven pelinegra de 18 años mientras las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos azulados.

Pasaron diez minutos y la enojada y triste joven comenzó a sentir que le resultaba más y más difícil contener lo que sentía su corazón. Sus emociones y sus sentimientos deseaban salir y no podría contenerlos por mucho más tiempo. Los segundos siguieron transcurriendo y sucedió lo inevitable.

La mirada de enojo, tristeza, impotencia y frustración de la joven de ojos azules y cabello negro se dirigió hacia la parte trasera de la cabeza del joven de 19 años de edad y el enojo se transformó en furia, una furia incontrolable.

—¡¿Por qué?!...—Exclamó la joven japonesa, sorprendiendo así al joven que iba diez pasos por delante de ella, el cual se detuvo y miró con una mezcla de culpa, tristeza y enojo a la persona que había pronunciado aquellas palabras en voz alta.

—I-Izanami…—Susurró con gran tristeza y conteniendo su enojo, el cual estaba transformándose en furia poco a poco, el joven pelinegro de ojos verdes.

—¡¿Por qué actúas como si me despreciaras, como si ya no te importara, como si no valiera nada para ti, onii-chan?!... ¡Eres frío como el hielo y no me dedicas ni una mirada de desprecio! ¡Si tanto me desprecias, dímelo!... ¡Si piensas que soy una carga para ti, dímelo al menos!... No he hecho nada… ¡para merecer todo tu desprecio!... ¡¿Acaso me odias?!...—Aquellas palabras cargadas de furia y de impotencia eran acompañadas por la expresión hostil de la joven pelinegra, quien no dejaba de apretar sus puños con toda su fuerza.

Ante aquellas palabras, el joven pelinegro se quedó paralizado por no saber qué hacer por un instante. Acto seguido, su mirada triste pareció entristecerse más mientras una furia mucho mayor que la anterior se apoderaba de su ser, una furia que no iba realmente dirigida hacia su interlocutora, sino hacia él mismo. Acto seguido, el joven dejó de mirar hacia su izquierda y hacia atrás y volvió a mirar de nuevo hacia el frente.

—No te odio, Izanami. Yo… ¡te considero una carga para mí, una terrible carga. Tú naciste con un gran problema y por eso me necesitaste tanto, pero… ya es suficiente. Ya no me necesitas. Ya no necesitas mis cuidados. Debes independizarte de mí. Debes dejarme ser libre convirtiéndote en una persona independiente de mí. Yo… ya no soy el aniki al que necesitabas para tener una vida feliz. Ya no me necesitas. Hace un tiempo, dejaste de necesitarme. Acepta el hecho de que ya no me necesitas y déjame en paz. Yo ya no quiero saber nada de ti!...—Exclamó conteniendo las lágrimas el joven pelinegro con una rabia creciente hacia sí mismo que parecía estar dirigida hacia su hermana menor.

Los puños de Izanagi hacían una fuerza superior a la de la joven pelinegra al mismo tiempo que sus ojos verdosos se llenaban más y más de un inmenso dolor.

La joven se mostró todavía más triste y comenzó a derramar todavía más lágrimas al mismo tiempo que su furia aumentaba, así como lo hacían su impotencia, su tristeza y su frustración.

—¡¿Por qué quieres desentenderte de mí?!... ¡Siempre me cuidaste mucho. Siempre hiciste mucho por mí. Siempre fuiste un ejemplo a seguir para mí. Ahora… no quieras librarte de mí. No soy un perrito que puedes abandonar en la calle cuando ya te has cansado de tenerlo!...—Aquella fue la respuesta de la joven Izanami—¡Izanagi, dime por qué sin ocultar nada!...

Aunque su corazón estaba destrozado, estando esparcidos los pedazos en medio de un vacío oscuro y carente de límites, ella deseaba llegar hasta el final y descubrir por qué su querido onii-chan era tan cruel con ella desde los 19 años.

—¡Porque me di cuenta hace tiempo de todo el tiempo que había perdido por vivir estando pendiente de ti, por vivir estando pendiente de una chica débil que era incapaz de cuidarse como era debido por sí misma, de ser independiente de su aniki. Yo… quiero vivir, quiero ser libre, y tú no me dejaste hacerlo durante todo ese tiempo. Yo… ahora puedo ser libre y tú pretendes pasar tiempo conmigo como lo hacías antes. Déjame en paz. Déjame ser libre de las cadenas de tu persona!... ¡Onee-san, eres un estorbo para mí. Acéptalo de una maldita vez!...—Dijo con tanta rabia hacia sí mismo que, de haber tenido uñas largas, habría hecho sangrar sus propias manos Izanagi Ishikawa.

Aquellas palabras terminaron de devastar el destrozado corazón de Izanami Ishikawa, quien agachó la cabeza y comenzó a llorar desconsoladamente mientras su hermano se disponía a continuar caminando hacia la escuela.

—S-Si tanto te estorbo, yo… ya no volveré a molestarte, onii-chan. ¡Seré independiente de ti!. ¡Tú… serás libre!... ¡Eres un baka, un maldito baka!... ¡Disfruta tu libertad, ya que jamás volverás a ver a tu cariñosa onee-chan!...—Respondió Izanami derramando lágrimas como nunca mientras regaba con ellas el suelo arenoso de aquel parque de Nueva York, parque que era el más grande de toda la ciudad.

—(Lo siento mucho, Izanami, pero… es mejor para ti alejarte de mí. No soy quien crees que soy. Soy la mayor amenaza para ti. Si corto mis lazos contigo por la fuerza, tú y yo… no nos haremos daño mutuamente. Jamás podré lastimarte si te dejo ir… ¡Maldición!... ¡Maldición!... ¡Maldición!...)—Pensó Izanagi con una gran tristeza en su corazón mientras las ganas de romperse la cara a sí mismo aumentaban a cada nanosegundo más y más.

El joven apretó sus dientes con toda su rabia y continuó caminando hacia la escuela sin mirar hacia atrás. La joven de ojos azules continuó llorando desconsoladamente mientras toda su furia se iba desvaneciendo, quedando sólo la tristeza, la impotencia y la frustración. Cada paso que la joven daba lo daba con las pocas fuerzas emocionales que le quedaban.

—(Onii-chan… Onii-chan… Debo resistir… Debo… resistir…)—Pensó Izanami tratando de caminar hacia el frente sin mirar hacia donde estaba su hermano mayor, su indispensable hermano mayor.

Aquel día, Izanami estuvo muy distraída y tuvo que contener las lágrimas para evitar que todos los de su clase supieran que algo malo le sucedía. Al llegar a casa, deseosa de no preocupar a sus padres, la joven decidió no llorar delante de ellos, ya que su preocupación causaría que sintieran enojo, enojo que dirigirían hacia su querido onii-chan. Si él salía perjudicado por culpa de ella, jamás se lo perdonaría a sí misma.

—¡Tadaima!—Exclamó Izanami con una falsa alegría y mostrando una expresión de alegría tan falsa como la alegría que fingía sentir.

—¡Okaeri!—Exclamaron dos adultos con gran alegría acercándose a pasos calmados hacia el recibidor.

La joven se quitó los zapatos y los colocó en su sitio de siempre, el cual estaba ubicado en un mueble especial en el que ponían el calzado antes de entrar en la parte de la casa por la que caminaban sin usar zapatos.



Él tiene la nariz pequeña, los labios finos y pequeños y unas cejas que no son las cejas perfectas. Su talla de cintura es la talla 80 y su talla de trasero es la talla 80. Su torso tiene la forma de un triángulo invertido, a pesar de ser japonés. Él tiene un rostro masculino que no puede ser más bello según el canon de belleza masculina mayoritario. Él mide 1 metro y 90 centímetros de altura. Él es tan musculoso como un varón sano puede llegar a serlo y está tan delgado como un varón sano puede llegar a estarlo. Él tiene sangre del tipo A negativo.



Ella tiene la nariz pequeña, los labios finos y pequeños y unas cejas que no son las cejas perfectas. Ella utiliza la copa B, su talla de cintura es la talla 80 y su talla de trasero es la talla 82. Al igual que las mujeres japonesas puras, ella no posee la forma de un reloj de arena y sus senos son tubulares. Ella tiene un rostro femenino que no puede ser más bello según el canon de belleza femenina mayoritario. Ella mide 1 metro y 74 centímetros de altura. Ella no es musculosa y está tan delgada como una mujer sana puede llegar a estarlo. Ella tiene sangre del tipo B negativo.

—¡Hija, hola! ¿Qué tal te ha ido hoy en la escuela?—Dijo felizmente su padre corriendo hacia Izanami para darle un fuerte abrazo rodeando su cuello, lo cual pudo hacer enseguida.

Los ojos de diferente color del varón rubio miraban fijamente los ojos azules de la joven pelinegra.

Una mujer que tenía rasgos japoneses únicamente se acercó corriendo a la pelinegra menor para abrazarla de manera efusiva también por el cuello, lo cual hizo enseguida.

—Sí, hija. Cuéntanos qué tal ha estado tu día de escuela—Dijo tan interesada la mujer japonesa de 40 años como su marido, quien tenía 41 años de edad, en lo que tuviera que decir su querida hija.

—Okaa-san, otou-san, mi día de escuela ha sido maravilloso y no ha habido ningún problema—Dijo muy “alegre” Izanami Ishikawa a sus padres alternando entre la mirada de uno y la de otro.

—Nos alegramos mucho, hija—Dijo muy contenta la mujer de 40 años, quien miró acto seguido fijamente los ojos de su marido con los suyos—Daiki, es hora de darle a nuestra pequeña la buena noticia.

—Tienes razón, Aiko—Respondió poniéndose serio y manteniendo la calma, a pesar de la emoción que sentía en lo más profundo de su corazón, Daiki Ishikawa. Acto seguido, el sujeto que era mitad japonés y mitad estadounidense miró fijamente a su pequeña a los ojos—Hija, siéntate a merendar con nosotros. Hay algo que debes saber.

—(Más vale que la noticia que me quieren dar sea realmente buena. Si se trata de una mala noticia, sólo me hundirá más estar enterada de dicha noticia…)—Pensó con una inmensa tristeza en su corazón hecho añicos la joven Izanami mientras sonreía con falsa alegría todavía.

Estando sentados sobre las 17:30 en un cojín cada uno los tres miembros de la familia Ishikawa que estaban presentes, ya que el cuarto llegaría a casa sobre las 18:00, la japonesa pura estaba sentada a la izquierda de su marido, quien estaba sentado a la derecha de la mesa del salón frente a su hija Izanami, la cual miraba seria y expectante a su padre a los ojos fijamente, ya que era este quien iba a hablar primero. Daiki se mostraba serio y Aiko sonreía muy feliz por la noticia que su amado esposo le iba a dar a la hija menor de ambos.

—Se trata de tu hermano—Nada más escuchar esas palabras, la joven Izanami tuvo un mal presentimiento—Él… nos dijo hoy nada más llegar a casa que quería contarnos algo muy importante. Resulta que ha ahorrado bastante dinero en todo este tiempo como para poder irse a otra ciudad a vivir. Podrá pagar un apartamento muy caro y su jefe le permitirá trabajar en una sucursal de la empresa que está ubicada allí. Él… nos dijo que su sueño era irse a vivir a Nueva Jersey, así que… desde mañana, él se irá para jamás volver a vivir en esta casa. Podrá cumplir su sueño. Dijo que nos visitaría de vez en cuando. ¿No es genial la noticia, Izanami?

La emoción podía notarse en la mirada de Daiki, pero no podía decirse lo mismo de Izanami, quien sólo comenzó a apretar sus puños con toda su fuerza sintiendo una frustración, un enojo, una impotencia y una tristeza todavía mayores.

—(Onii-chan, no… No es necesario que te vayas… Tú… querías libertad y te la concedí… ¿Por qué me haces esto?... ¿Por qué me haces esto?... ¡¿Por qué?!...)—Pensó Izanami sabiendo perfectamente que la decisión de su hermano tenía que ver con ella.

Izanagi jamás había manifestado señal alguna de querer irse a vivir a otra ciudad. Era flagrante para su persona el hecho de que sólo lo hacía porque deseaba alejarse de ella. ¿Acaso no le bastaba a su querido onii-chan mostrarle a ella aquella fría indiferencia que le había estado mostrando desde hacía mucho tiempo? ¿Acaso Izanagi pensaba irse a otra ciudad porque consideraba insuficiente ser frío con su imouto? Esos pensamientos estaban en la mente de Izanami en aquel instante.

—Y-Yo…—Dijo Izanami agachando la cabeza con lágrimas de sangre descendiendo por sus mejillas sin parar mientras se ponía en pie—No tengo hambre. Me iré a mi habitación…

La rabia contenida en su mirada podía notarse y la frustración, unida a la impotencia y a la tristeza, no paraba de aumentar, al igual que lo hacían estas. Izanami se fue corriendo a su habitación, dejando en el proceso de mirar a sus padres y logrando así preocuparlos inmensamente. Su padre fue el primero en desear seguirla, pero una mano delicada y suave sujetó su mano izquierda con fuerza y delicadeza inmensas y él no pudo evitar mirar hacia atrás y hacia abajo con la cabeza hacia la derecha.

—Déjala sola, anata…—Dijo muy seria y con una gran tristeza Aiko mirando fijamente los ojos de su marido—Sabes cómo es ella. No escuchará en este instante. Debes darle tiempo para calmarse y reflexionar…

—Es cierto, amada mía… Ella siempre ha sido muy dependiente de Izanagi y su vínculo con él se ha vuelto mucho más fuerte desde que cumplió los dieciocho años. Si él se va de casa, Izanami tendrá que sacar fuerzas de alguna parte para seguir adelante…—Dijo extremadamente preocupado por su hija menor Daiki mientras miraba fijamente los ojos de su esposa con una gran tristeza y con una gran seriedad.

—Sí, ambos son almas gemelas. A Izanami le dolerá mucho que su querido onii-chan se haya ido de casa para poder vivir en otra ciudad, pero deberá superar ese hecho y seguir adelante. Nadie debe vivir encadenado al pasado…—Dijo Aiko agachando la cabeza con lágrimas comenzando a descender por sus mejillas—Ella nació con las defensas más bajas de lo normal, así que necesitaba más abrazos que cualquier otra persona en esta casa y nosotros por trabajar tanto para darles lo mejor a nuestros pequeños… no pudimos estar presentes mucho tiempo. Al final, Izanagi fue el cuidador de Izanami durante casi todo el tiempo. Él la abrazaba y le daba los mimos que ella pedía. Él se quedaba con ella, él compraba sus medicamentos y él cocinaba para ella. Al final, Izanagi era su guardián, su ángel protector, su persona favorita. Ahora… ella ya no lo volverá a tener tan cerca como lo ha tenido hasta ahora…

—No llores, Aiko. No llores, mi pequeña tsubaki—Dijo Daiki sonriente mientras se arrodillaba sobre su cojín y rodeaba delicadamente la cintura de su amada esposa de cabellos negros como la noche misma, cabellos tan negros como lo prohibido.

—Izanami verá mucho menos a su príncipe, su protector… No me pidas que no llore. Ella no puede vivir sin él. Es casi como si él fuera su… su luz, su sol, su luna y sus estrellas. Ahora que él ya no estará más viviendo en la misma casa que ella, nuestra pequeña va a volverse… loca…—Dijo Aiko no pudiendo dejar de llorar y mirando fijamente los ojos de su amado mientras este acariciaba su espalda delicada y tiernamente con sus manos de forma lenta.

—Lo sé. Sé todo eso perfectamente. Izanami va a enloquecer si no es capaz de resistir, pero yo sé que ella logrará resistir porque… es nuestra hija. Es fuerte y confío en ella. Ella puede con lo que sea que se interponga entre su felicidad y su persona…—Dijo tristemente Daiki con seriedad y tratando de sonreír al final para que su esposa se sintiera mejor.

Aiko hundió su rostro en el pecho de Daiki y comenzó a llorar para desahogarse mientras el corazón de su amado se rompía en mil pedazos por saber todo lo que estaba soportando su hija en aquel instante y por ver llorar a su amada esposa, su amada tsubaki, su amada camelia. Daiki comenzó a acariciar lentamente la cabeza de Aiko con su mano derecha mientras usaba la izquierda para rodear su cintura y acariciar su espalda con todo el amor de su corazón.

Por otro lado, en la habitación de la joven japonesa de 18 años, Izanami Ishikawa se encontraba tumbada boca abajo y con el rostro hundido en su almohadón de plumas de color blanco puro mientras tenía una mano a cada lado. Su rabia se había desvanecido para que sólo quedaran la tristeza, la impotencia y la frustración y su impotencia y su frustración eran inmensas en aquel preciso instante.

—(Onii-chan… Onii-chan, ¿por qué?... ¿Por qué crees que serás libre si te alejas tanto de mí?... ¿Por qué?... ¿Acaso quieres matarme?... ¿Planeas destruirme?... ¿Quieres verme muerta?... ¿Quieres que me vuelva loca por tu ausencia?... Yo… no puedo vivir sin ti, mi querido onii-chan. Izanagi, no te vayas. No me dejes o moriré… Yo… no podría vivir sin ti. Eres toda mi vida. Yo daría mi vida por ti, ya que no tengo vida si tú me faltas… ¡Onii-chan, regresa a mí!... ¡Onii-chan!...)—Pensó sumergiéndose en un océano sin fondo compuesto por lágrimas de color carmesí la joven Izanami, quien sentía que todo su mundo se estaba cayendo a pedazos.

Aquella habitación con paredes blancas como la luz más pura de todas era iluminada por la luz de la pálida luna, la cual estaba llena e impedía que la oscuridad absoluta devorara a la joven que se encontraba en aquella elegante habitación con un futón que tenía una mesilla de noche a cada lado, un baño propio y un gran ropero de cuatro patas que tenían forma cilíndrica y que eran gruesas. Había una computadora portátil en un escritorio de color crema. Sólo la luna estaba siendo testigo de la pena de la joven pelinegra en aquella noche.

—(Dime, pálida luna. ¿Qué hice yo para merecer un castigo tan cruel?... ¿Qué hice yo para que mi vida fuera tan triste?... Ahora dime, luna. ¿Qué he hecho yo para merecer que me trate así mi querido onii-chan?... Yo… le entregué mi vida… Te ruego, luna, seas quien seas, Tsukuyomi, Selene o lo que seas, que me devuelvas a mi amado… Tráelo a mí de nuevo… Haz que él vuelva a mí para ser mi querido tenshi, mi querido onii-chan… No importa si él jamás llega a mirarme con los ojos con los que yo lo miro. Lo que quiero es tenerlo conmigo… Yo soy… quien debe recuperarlo. Ayúdame, pálida luna…)—Pensó entre lágrimas Izanami, liberando con desesperación aquella oración hacia el ser divino que pudiera ayudarla a recuperar lo que consideraba necesario para vivir, es decir, el amor de aquel al que ella no renunciaría jamás.

Sobre las 18:10, estando en el salón con sus padres el joven Izanagi, este miraba a ambos con una gran tristeza en su mirada. Las lágrimas no debían escapar de los ojos de Izanagi. Debían quedarse en ellos. El joven ocupaba el cojín que había ocupado su querida hermana menor anteriormente, ya que deseaba ocuparlo estando ella en la casa por última vez, ya que se iría al día siguiente a Nueva Jersey y no volvería a estar ubicado sobre algo que hubiera tenido a su querida Izanami encima nunca más de forma tan frecuente.

—Así que ella lo tomó mal…—Dijo tristemente Izanagi mirando con seriedad a sus padres mientras alternaba entre la mirada de uno y la de otro—(Debí decirle algo diferente a Izanami. No debí darle una excusa tan cruel… Yo… soy un gran baka… Ella no sabe por qué decidí ser libre no dirigiéndole la palabra y no mirándola. No sabe por qué elegí la “libertad” por ese sendero. Sus dudas surgirán con más fuerza cada vez y se unirán a mi ausencia para volverla loca, pero es lo mejor para evitar que yo la lastime, que yo la contamine. Ella es mi pura muñeca de porcelana, mi dulce mariposa. No la contaminaré con mis sucios deseos. Soy un mal hermano por hacerle tanto daño, pero… hago todo esto por su propio bien… Soy un enfermo que la hace llorar de una forma cruel como ninguna otra…) Otou-san, okaa-san, hoy no cenaré. Estoy cansado, así que… me iré ya a dormir…

—Bien, hijo querido. Descansa…—Dijo Daiki mirando fijamente a su hijo con su mejor sonrisa cálida por un instante en un intento de reconfortarlo un poco aunque fuera.

—Gracias, otou-san…—Dijo Izanagi serio y triste hasta más no poder mientras contenía en su mirada y en sus puños la rabia, la impotencia y la frustración que lo llenaban cada vez más y más. Acto seguido, Izanagi miró fijamente los ojos de su madre—Okaa-san, oyasumi…

—Oyasumi, hijo…—Dijo tristemente Aiko mirando fijamente los ojos de su hijo.

—Oyasumi, Izanagi…—Le dijo Daiki a su hijo con su mejor sonrisa en los labios.

En la oscuridad de su cuarto, un joven miraba el techo negro de su habitación, la cual era muy espaciosa, al igual que la de su hermana menor, a la cual ya no soportaba mirar a los ojos con deseos libidinosos en su interior, con un deseo de devorarla de una manera que consideraba indecente, con ansias ardientes de apoderarse de ella. Había una computadora portátil en el escritorio, el cual era de color azul celeste, de aquella habitación y un futón con una mesilla de noche blanca pura a cada lado que contrastaba con el negro de la pared y del techo. El joven pelinegro estaba tumbado boca arriba y con la cabeza apoyada sobre sus brazos, los cuales tenía sobre el almohadón de plumas de su futón amarillo como el rayo.

—(Dime, ardiente sol. Dime, sol del día. ¿Por qué fui maldecido con estos abominables sentimientos. Dime, sol de la mañana. ¿Puedes liberarme de este amor tan negro como la maldad? ¿Me iluminarás con tu luz todos los días para purgarme de estos abominables sentimientos? Seas Amaterasu, Helio o Apolo, te pido que me des la libertad. Libérame de la maldición de amar a Izanami como lo hago. Hazme libre. Mándame a una mujer que me enseñe a amar de forma pura. Quiero que esa mujer me dé la vida que perderé cuando haya abandonado esta ciudad para no dañar a mi frágil muñeca de porcelana…)—Pensó entre lágrimas de sangre Izanagi con una mirada que mostraba una inmensa desesperación, la cual lo ahogaba a cada nanosegundo más y más.

Al día siguiente, estando todo preparado sobre las 5:00 para que Izanagi se fuera por la puerta con el propósito de no volver a la vida de su amada Izanami, toda la familia se encontraba en el recibidor con una expresión triste y seria en el rostro. Aiko contenía sus lágrimas para evitar que estas salieran y Daiki sentía una inmensa tristeza, pero ninguno de los tres miembros de la familia Ishikawa que iban a seguir viviendo en aquella casa estaba tan mal como Izanami, quien sentía que su vida se iba a ir por aquella puerta.

—Izanagi, espero y deseo que seas muy feliz. No olvides venir a visitarnos…—Dijo Daiki tomando la mano derecha de su esposa delicada y dulcemente con su mano izquierda.

—No lo haré, otou-san…—Dijo Izanagi muy triste mientras agachaba la cabeza con varias lágrimas cayendo por sus mejillas, lo cual se pudo notar enseguida porque estas estaban empapando el suelo del recibidor sin cesar.

—Hijo, mándanos algún recuerdo de vez en cuando…—Dijo Aiko con gran tristeza y sin poder evitar romper a llorar.

Su marido la abrazó por la cintura delicada y tiernamente y la pegó a su cuerpo tanto como podía hacerlo para que ella pudiera sentirlo a él y no se sintiera peor en aquel instante.

—Tranquila, Aiko. Él lo hará…—Dijo Daiki sonriéndole cálidamente a su esposa para tratar de hacer que no se sintiera tan mal, a pesar de sentirse él tan mal como ella.

—Onii-chan, yo… te quiero decir que agradezco cuanto hiciste por mí durante el tiempo en el que estuve enferma y durante el tiempo que pasamos juntos disfrutando la vida después de haber sanado yo milagrosamente. Yo… nunca te olvidaré… Te quiero, y nadie, ni siquiera el mismo Izanagi, podrá cambiar eso. No hay dios ni demonio capaz de hacer que te olvide. Siempre te llevaré en lo más profundo de mi corazón…—Dijo entre incontrolables lágrimas Izanami mientras se mostraba impotente, frustrada y triste hasta más no poder, causando que el destrozado corazón de Izanagi se rompiera todavía más.

—Nos vemos, familia…—Dijo tristemente Izanagi justo antes de disponerse a abrir la puerta de la casa con la mano derecha al mismo tiempo que sujetaba su pesada maleta con cuatro ruedas con la mano izquierda.

Nada más cerrarse la puerta de aquella casa, un valiente y triste Daiki rompió a llorar sin poder contener más las lágrimas mientras se disponía a recibir un abrazo cálido y fuerte de su triste hija, la cual estaba más destrozada que sus dos progenitores juntos. Todos lloraban sin parar en aquella casa.

—(Onii-chan, siempre te amaré. Haré que vuelvas a mí…)—Pensó Izanami ahogándose en su propio llanto carmesí.

En aquel instante, un joven lloroso caminaba por la acera de la derecha de la carretera que estaba cerca de la casa que ya no era su casa. Había dejado su habitación igual para que Izanami tuviera un refugio en sus noches más tristes. Ni la ropa de cama había echado al cubo de la ropa sucia, ya que sabía que su amada Izanami iría a su futón a refugiarse, como había sido su costumbre hasta que su relación se había comenzado a deteriorar.

—(Onee-chan, prometo que dejaré de amarte. Podrás venir a visitarme a Nueva Jersey cuando tenga una nueva vida, una vida en la que no corra el peligro de corromper tu esencia pura y angelical…)—Pensó Izanagi ahogándose también en un océano de lágrimas de color carmesí mientras miraba hacia el frente.

Pasaron las horas, los días, las semanas y los meses desde aquella mañana y el miembro de la familia Ishikawa más afectado de todos era Izanami, quien ya no sonreía. Ella ya no tenía momentos de alegría. Ya no era la chica animada y alegre que había sido siempre. Se había vuelto una muchacha depresiva que se encerraba en su habitación cuando no estaba haciendo algo importante, como comer o tender la ropa. Ella ni siquiera usaba su computadora para mirar vídeos en YouTV. Sólo se tumbaba en el futón de su hermano mayor para llorar mientras pensaba en el pasado, un pasado en el que había sido feliz con una persona a la cual ya no veía. Aún Izanagi no había visitado a su familia ni una sola vez. Izanami ya no quería comer golosinas, las cuales antes comía muchísimo, ya que su razón para vivir se había ido por una puerta una mañana. Se había vuelto una chica más reservada de lo habitual y ni siquiera solía hablar con sus padres. Ellos estaban preocupados por ella y no sabían qué hacer. Su hija ya no vestía con colores claros, sino que usaba colores muy oscuros. Ella ya no era la misma. Era como si ya no tuviera alma, como si su cuerpo estuviera vacío, siendo ella un ser hueco, un ser que carecía de alegría, de humor, de felicidad, de luz, de esperanza.

En lo que respectaba a los padres de Izanagi e Izanami, ellos estaban destrozados, pero seguían adelante por sus dos hijos, siendo Izanami quien más los inspiraba a seguir adelante. Ellos deseaban liberarla de aquella depresión que la tenía sometida y que hacía que, cada vez, la joven comiera menos. Su estado psicológico empezaba a preocuparles realmente. Si Izanami seguía así, terminaría muriendo. Las notas de la joven habían bajado y ahora sacaba solamente suficientes. No sacaba ya notables. Vivía deprimida y encerrada en un mundo oscuro en el que sólo el pasado era un consuelo, un consuelo temporal, ya que la realidad la golpeaba cuando la visión de aquel maravilloso pasado llegaba a su fin. Aquel pasado maravilloso nunca volvería. Izanami se había negado a ir a un psicólogo en numerosas ocasiones y, como era mayor de edad, sus padres no tenían el poder necesario para obligarla a recibir terapia. De todas formas, obligarla no habría sido una opción considerada por ellos, ya que, conociéndola, si la hubieran obligado a ir al psicólogo, sólo habrían logrado que se encerrara más en su mundo. Izanami ya no era Izanami, sino que era sólo un cadáver cuyo corazón latía. El cuerpo de la joven pelinegra carecía de alma.

La familia Ishikawa apenas leía noticias en internet, apenas miraba la televisión y apenas interactuaba con otras personas de Nueva York, ya que era una familia japonesa que sólo interactuaba con las personas de los Estados Unidos de Norteamérica para lo justo y necesario. Por esa razón el descubrimiento relacionado con el hombre primigenio no había llegado a sus oídos todavía, pero… cuando lo hiciera, la vida de todos ellos ya no sería la misma.

Aquella mañana, sobre las 6:30, una joven pelinegra abrió los ojos lentamente y se dio cuenta enseguida de que se encontraba desnuda y en el interior del futón de Izanagi, el cual no había sido lavado desde que este se había ido porque ella no lo había permitido. Ese futón conservaba el mismo aroma que tenía aquel día, el día en el que su vida se había ido por aquella puerta. La joven se echó a llorar boca abajo y hundió su rostro en aquel almohadón amarillo que ya tenía incluso manchas de sudor bastante oscuras, lo cual a ella le daba absolutamente igual. Ese futón era… su único refugio.

—(Onii-chan, no puedo ir a verte y no has venido ni una sola vez. Te fuiste hace un par de meses y yo… te necesito… Izanagi, sólo me queda tu aroma. Sólo me queda eso. Ya no te tengo, así que lo más cercano a ti es… tu aroma…)—Pensó llena de tristeza Izanami derramando lágrimas sin parar, las cuales mojaban aquel almohadón sucio sobre el cual había dormido debido a la tormenta eléctrica de la noche, ya que ella tenía miedo de las tormentas eléctricas.

Ella olfateaba aquel almohadón al mismo tiempo que derramaba lágrimas sin detenerse y sus ánimos eran tan bajos que ni siquiera deseaba bajar a desayunar. Un par de golpecitos hicieron que reaccionara y lo primero que hizo ella fue mirar hacia la puerta cubriendo con la sábana del futón su torso desnudo completamente.

—¡Hija, deberías bajar a desayunar!—Exclamó muy seria y muy preocupada su madre, Aiko.

—¡No tengo hambre, okaa-san!...—Exclamó inmensamente triste Izanami.

—¡Si no te alimentas bien, acabarás mal!... ¡Por favor, hija, piensa bien lo que harás!...—Exclamó con gran tristeza su madre mostrando lo preocupada que estaba.

—¡Yo… no quiero desayunar. Iré a clase sin desayunar y ya!...—Exclamó Izanami más triste todavía y con algunas lágrimas comenzando a descender por sus mejillas.

—¡Está bien, pero… come, merienda y cena como corresponde!...—Exclamó preocupadísima e inmensamente triste su madre.

—¡Sí!...—Exclamó Izanami resignada y triste.

Su madre se retiró con más calma y la joven se volvió a echar a llorar con el rostro hundido en el almohadón sucio del futón de Izanagi, su amado Izanagi, su querido aniki, su tenshi, su amado onii-chan. Acto seguido, comenzó a olfatear sin detenerse el aroma del almohadón amarillento mientras recuerdos de un pasado maravilloso venían a su mente.

En la habitación de una adolescente pelinegra de 16 años, se encontraban esta y su hermano mayor, quien tenía 17 años. Este sonreía con gran calidez a la joven y ella le devolvía la sonrisa cálida mientras se disponía a abrazar su cuello muy delicadamente con sus brazos, brazos que nunca soltaban ese cuello hasta que su dueña estaba satisfecha.

—Onii-chan—Llamó la atención del chico adolescente su hermanita menor con una sonrisa muy cálida en los labios y con una mirada que brillaba más que el sol mismo.

—¿Qué sucede, onee-chan?—Preguntó felizmente Izanagi con la misma mirada que mostraba su hermana y con la misma sonrisa que mostraba la susodicha.

Ambos adolescentes se miraban fijamente a los ojos y ninguno quería dejar de mirar los ojos del otro fijamente.

—Yo… quiero un abrazo muy fuerte. Dámelo, por favor—Dijo felizmente la joven pelinegra mientras miraba fijamente esos ojos que tanto apreciaba con los suyos.

—Está bien, Izanami. Mi muñeca de porcelana tendrá lo que pida. Todo se lo daré—Dijo Izanagi con una sonrisa que mostraba gran calidez a la adolescente pelinegra de ojos azules mirando fijamente dichos ojos.

—Onii-chan, hoy… quiero bailar contigo a la luz de la luna. No podemos ir a un baile juntos por mi débil salud y no tengo pareja, así que quiero bailar contigo en esta habitación—Dijo felizmente la pelinegra de ojos azules mirando fijamente los ojos de su querido onii-chan de ojos verdes.

—Lo que quiera mi muñeca de porcelana—Contestó Izanagi con esa sonrisa que sólo su hermana tenía permitido disfrutar.

Ambos adolescentes se pusieron en pie habiendo soltado la adolescente de ojos azules el cuello del adolescente de ojos verdes. El primero en abrazar al otro fue Izanagi, quien rodeó delicadamente el cuello de Izanami, la cual rodeó su cuello también. Ambos comenzaron al poco tiempo a bailar un vals estando tan pegados como dos hermanos tenían permitido estarlo según sus valores de aquella época. Fue entonces cuando ambos hermanos japoneses comenzaron a disfrutar mucho su baile, un baile que jamás habían podido tener, por lo que era la primera vez de ambos.

—Izanagi—Lo llamó Izanami con esa sonrisa tan cálida en sus labios.

—¿Qué sucede, Izanami?—Preguntó con esa sonrisa tan cálida en sus labios masculinos el adolescente de 17 años, quien seguía tratando a su hermana con tanta delicadeza como si fuera a romperse en cualquier momento.

—Cuando me abrazas, me siento mejor. Me haces sentir más fuerte. Yo… nunca quiero soltarte. Jamás dejes de abrazarme, onii-chan—Le dijo felizmente la adolescente pelinegra a su hermano mayor mirando fijamente sus ojos claros con los suyos.

—Prometo que nunca te dejaré sola, así jamás dejaré de abrazarte. Siempre te daré mi cariño. Siempre seremos tú y yo. Es una promesa que cumpliré cueste lo que cueste—Dijo Izanagi girando con su hermana en sus brazos mientras esta miraba fijamente esos ojos que tanto amaba de forma fraternal—Si algo le pasara a mi muñeca de porcelana, no perdonaría al desgraciado que le hubiera causado ese daño. Yo… le rompería la cara—Dijo aquellas palabras Izanagi con una expresión hostil que se desvaneció nada más terminar de decirlo.

—Yo… sé que nunca podrías lastimarme. Tú eres incapaz de hacer algo que me hiera con intención de hacerlo. Tú… nunca serás una amenaza para mí—Dijo Izanami felizmente y mostrando cuánto confiaba en su querido onii-chan.

Aquella noche, la luna llena estaba siendo testigo de aquel baile tan hermoso en el que dos hermanos estaban pasando tiempo de calidad juntos. Ante la pálida luz de la luna, el vínculo de ambos adolescentes se hacía más fuerte, y ambos hermanos estaban felices de sentirse tan unidos.

Su ángel, su caballero, su guardián, su protector. No quería perderlo. Si él desaparecía de su vida, dicha vida llegaría a su fin, y lo haría… de forma literal. Izanami tenía eso muy claro. Izanagi… también lo tenía claro.

Las lágrimas de la joven empaparon bastante el almohadón de plumas del futón y dicha joven se dispuso a levantarse para vestirse. ¿Por qué se había desnudado para dormir en el futón de su hermano? Porque así habían dormido en el pasado en varias ocasiones, desnudos, sin nada que impidiera que sus cuerpos se sintieran el uno al otro bastante. La conexión de ambos hermanos era tan fuerte que eran casi gemelos.



Esa ropa lleva Izanami actualmente. Su conjunto de invierno y otoño teniendo depresión destructiva es ese.

Cuando la joven salió por la puerta de la casa, sus padres miraron la puerta de dicha casa con gran preocupación y con gran tristeza. Su pequeña… estaba cada vez peor. No querían verla morir por inanición o por algo peor. No querían que ella tratara de quitarse la vida. No sabían de qué era capaz y deseaban no tener que averiguarlo.

Por otro lado, en Nueva Jersey, un joven de 19 años estaba caminando hacia la sucursal de aquel Estado de la empresa para la cual trabajaba. Sus ropas eran las que siempre usaba cuando iba a trabajar, pero sus ánimos estaban extremadamente bajos. Se sentía vacío y el sol aún no había respondido a su plegaria. Aún sentía ese amor “indecente”. Aún sentía ese deseo inconmensurable de ser el dueño de su querida imouto. Aún sentía ese fuego que quemaba su interior deseando salir y arrasarlo todo a su paso.

—(Ardiente sol, no me mandas a ninguna mujer. Sólo me dejas sufrir. Fue un error pedirte que me ayudaras. Yo… no veo a esa mujer que me hace sentir un amor puro por ningún lado. Cuando cierro los ojos, sólo veo a Izanami. Cuando duermo, tengo pesadillas que me recuerdan el día en el que me fui, aunque tampoco es que pueda olvidar ese día si dejo de soñar con él. Yo… debo forzarme a aceptar el amor de una mujer. Sólo así… seré libre de esta terrible maldición…)—Pensó Izanagi serio y triste mientras las lágrimas comenzaban a descender por sus mejillas nuevamente—(Las pesadillas incluso me atormentan mostrándome mil formas en las que mi onee-chan se quita la vida para no sentir más dolor. Yo… no quiero que ocurra algo así. Son sólo pesadillas, pero no puedo evitar sentir miedo. Siento tanto miedo que empiezo a desear no dormir más…).

A pesar de tener un apartamento en la ciudad de Nueva Jersey y a pesar de tener un trabajo estable en el que era exitoso, Izanagi se sentía cada vez peor. Recordaba con frecuencia aquellas noches en las que su hermana y él habían dormido juntos, y también la noche en la que habían bailado a la luz de la luna llena. Siempre que recordaba su promesa, rompía a llorar sintiéndose la peor de las basuras. Había abandonado a su amada a su suerte después de haberle prometido siendo adolescentes que jamás la dejaría sola en la vida. La había dejado sola en la vida. Había tratado de convencerse de que no lo había hecho en infinidad de ocasiones, pero… su conciencia siempre le remarcaba que los padres de ambos no eran lo que ella necesitaba. Lo mirara como lo mirara, había roto su promesa.

Era hora de entrar a trabajar. Al menos, dejaría de pensar en toda su situación y en la de su hermana mientras trabajaba.

Pasaron dos semanas y la depresión de ambos hermanos sólo había empeorado mucho más. Izanagi había empezado a mostrar un menor desempeño laboral, lo cual había comenzado a preocupar a su jefe, el cual deseaba saber qué hacía que su empleado estrella estuviera sumido en aquella horrible depresión. No iba a despedirlo, ya que jamás había tenido esos problemas emocionales. No sería justo despedirlo sin haber hecho todo lo posible para resolverlos. Conservar a su empleado estrella era su prioridad. En cuanto a Izanami, ella seguía sacando suficientes en todas las materias, pero… su alimentación había empeorado muchísimo. La joven había empezado a manifestar los primeros síntomas de una anemia leve y ya ni siquiera se aseaba. Usaba ropas completamente negras y su corazón se sentía cada vez peor. Su habitación había quedado completamente abandonada y descuidada y sólo la habitación de su querido onii-chan era ocupada por su persona. Aquel futón estaba cada vez más sucio, pero a la joven de 18 años le daba exactamente igual ese hecho. Ese futón era… su único refugio. A pesar de eso, ese refugio estaba perdiendo efecto. Los recuerdos alegres no bastaban para que los recuerdos tristes no bombardearan su mente con mucha frecuencia. La joven se sentía cada vez peor. Sus padres no sabían qué hacer. Izanami ya no comía en condiciones y no había nada que pudieran hacer al respecto.

Aquella noche, sobre las 23:30, la joven de 18 años estaba desnuda y metida en el futón de su hermano con un aspecto descuidado y con evidencias físicas de que había perdido peso, aunque no hubiera perdido mucho todavía. Ella sólo lloraba con el rostro hundido en aquel almohadón sudado y sucio, el cual empezaba a tener más el aroma de ella que el aroma de su onii-chan.

—(Dime, pálida luna. ¿Qué habré de hacer para poderlo tener? Dime, luna de plata. ¿Qué haré para poder verlo otra vez?... ¡Mi suerte es la peor!... No hay dios que pueda ayudarme. No hay poder que me pueda ayudar… Estoy perdida. Aún no ha venido a visitarnos ni una sola vez. Aunque viniera, no me dirigiría la palabra. Aquel día, cuando se despidió de la familia, pude sentir que me hablaba a mí también, pero sólo lo hizo aquel día. No hubo ni una muestra de cariño para mí. Sólo me miró fijamente a los ojos y me hizo el gesto del “Hasta luego” con su mano derecha… Dime, pálida luna. ¿Acaso… debo morir? ¿Es esa la única salida? Estar muerta es mejor que vivir una vida lejos de mi onii-chan. Yo… debería suicidarme… Ya… no aguantaré más esta tortura. Este cruel infierno llegará… a su fin muy pronto… Mañana mismo, pondré fin a mi vida… Seré certera y rápida…)—Pensó entre lágrimas incesantes que eran del color de la sangre espesa Izanami dejándose llevar por pensamientos depresivos del nivel más alto.

Al día siguiente, cerca de las 20:00, Daiki y Aiko se encontraban hablando muy seriamente y con mucha preocupación en la cocina. Daiki cortaba las verduras de la cena con la mano derecha mientras Aiko removía el caldo con carne vacuna troceada. Ninguno de los dos miraba al otro, ya que ambos adultos debían estar concentrados al cien por cien en lo que estaban haciendo.

—Echo de menos a Izanagi. Aún no ha venido a vernos ni una sola vez y han pasado más de dos meses desde que se fue de casa. No nos ha enviado ni un solo recuerdo, pero hay algo que me preocupa más todavía—Dijo Daiki serio y con su preocupación en aumento mientras seguía cortando un puerro crudo en rodajas con su mano derecha usando un gran cuchillo que estaba muy afilado y cuya empuñadura era negra, tan negra como el cabello de Aiko.

—¿De qué se trata, anata?—Preguntó Aiko muy curiosa, muy preocupada y muy seria mirando el guiso que estaba removiendo con una cuchara de madera que sostenía con su mano izquierda.

—Se trata de… la razón por la que se fue. Es obvio que… no fue porque su sueño fuera vivir en otra ciudad. Jamás había manifestado señales de ello. En ocasiones, lo vimos siendo frío con Izanami. Era como si la quisiera mantener lejos por una razón que desconocemos y que él parecía conocer perfectamente. Ambos fingían estar bien por momentos, pero… se les notaba todo debido a ciertas señales que daban a entender que no se comunicaban tanto como antes. Aquel día, cuando Izanami volvió de la escuela y le contamos todo, ella se sintió especialmente mal. Era como si hubiera algo más que el simple hecho de que Izanagi fuera a irse de la casa. Algo había pasado. Cuando vi los ojos tristes de nuestra pequeña Izanami, me di cuenta de que ella sentía una tristeza inmensa que se había estado acumulando en su corazón. Si sólo hubiéramos notado antes esa tristeza, habríamos tenido alguna oportunidad de solucionar el problema antes de que pasara a más. Es cierto que Izanagi no hizo de forma inadecuada lo de irse. Nos lo contó antes de disponerse a hacerlo. Él no quería que nos tomara por sorpresa el hecho de que él ya no estuviera viviendo en la misma casa que nosotros. Quiero saber por qué Izanagi se fue—Dijo Daiki serio y mostrando que la inteligencia que poseía su hija la había heredado de él.

—Yo también, anata. He visto a Izanami más delgada últimamente. Si hoy no quiere comer, la obligaremos a hacerlo, aunque se empeñe más en seguir deprimida. Debemos hacerlo por su bien. Si no lo hacemos, ella morirá de inanición o debido a alguna enfermedad causada por la falta de los nutrientes esenciales—Dijo Aiko mostrándose firme y decidida, dando a entender que estaba muy preocupada por su hija.

—Sí. Ve de inmediato. Yo seguiré haciendo el guiso de carne. Añadiré las patatas de paso—Dijo Daiki serio y decidido.

—Sí—Dijo Aiko mirando fijamente los ojos de su marido por un instante con una sonrisa cálida en los labios y dándole la espalda a la olla con la carne y el caldo para dirigirse hacia la habitación que había sido en el pasado de su hijo, la cual estaba en el mismo piso que la cocina, ya que la casa de los Ishikawa sólo tenía un piso.

La japonesa pura se dirigió caminando con sus pies cubiertos por dos finos calcetines blancos como la pureza misma hacia la puerta de la antigua habitación de Izanagi. Decidió llamar a la puerta con el puño derecho cerrado dos veces, pero no obtuvo ninguna respuesta.

—¡Izanami, responde al menos!—Exclamó su madre comenzando a preocuparse mucho más.

Nadie respondió, lo cual preocupó muchísimo más a la japonesa de 40 años de edad.

—¡Izanami! ¡No es momento para negarse a hablar con tu madre!—Exclamó Aiko comenzando a sentir mucho miedo mientras su preocupación no dejaba de ir en aumento a una gran velocidad.

Nadie respondió. Era obvio que algo iba muy mal. El estado de ánimo de Izanami estaba implicado. Eso era un hecho.

—¡Muy bien, Izanami! ¡Voy a entrar si no me abres! ¡Contaré hasta tres!—Exclamó Aiko comenzando a sentir tanto miedo y tanta preocupación que su tono de voz estaba empezando a volverse severo—¡A la de una, a la de dos y… a la de tres!

Aiko abrió la puerta de la habitación y vio una escena que jamás habría esperado ver. Su corazón comenzó a llenarse de horror y de temor inconmensurables debido a lo que estaba presenciando con sus ojos.

—¡Izanami!...—Exclamó inmensamente triste la japonesa de ojos casi negros mientras las lágrimas comenzaban a descender por sus mejillas.

Izanami se encontraba tumbada boca arriba y mirando hacia el techo de su habitación con lágrimas de sangre descendiendo incesantemente por sus mejillas. Su cuerpo desnudo tenía grandes cortes muy superficiales en los dos antebrazos que estaban hechos en horizontal. Había dos manchas grandes de sangre, una a la izquierda y otra a la derecha del cuerpo de la joven. Ella sólo permanecía con una expresión de tristeza mientras podía notarse el dolor que sentía debido a los numerosos cortes en sus antebrazos. El cuchillo usado era un simple cuchillo para cortar pan que estaba manchado con aquel líquido carmesí y que estaba tirado sobre el suelo y lejos del futón. La joven de ojos azules no decía nada. Sólo murmuraba palabras incomprensibles para cualquiera que no estuviera cerca de ella.

—¡Izanami, no!...—Exclamó Aiko tratando de frenar las hemorragias de su hija con algunas sábanas sacadas del armario de la joven pelinegra recientemente.

—Izanami… ¿Por qué?...—Preguntó Aiko con lágrimas en los ojos mientras veía cómo su hija se resistía a ser salvada dándole un fuerte manotazo a su madre con el dorso de la mano izquierda.

—Sin mi onii-chan, no hay nada por lo que… vivir…—Dijo Izanami dejando caer sobre su futón su mano izquierda de nuevo, pero, esta vez, hacia abajo, lo cual causó que la ropa de cama comenzara a teñirse de rojo más rápido.

—Izanami, él dijo que volvería... Hay que salvarte…—Dijo tratando de insistir Aiko mientras su hija se negaba a ser salvada con otro manotazo fuerte dado por el dorso de su mano izquierda.

—Volverá cuando… quiera volver, pero yo… no estaré ya en este mundo, porque él no me hablará. No me mirará más… Él estuvo siendo muy frío conmigo. Ya no era el mismo…—Dijo Izanami con una tristeza absoluta en su ser—Ya no podría vivir sin sus palabras, su cariño y su presencia…

—¡Anata, anata!...—Exclamó Aiko con gran tristeza y con gran preocupación mostrando mucho temor—¡Ven aquí ahora mismo!...

—¡Ya voy, mi hermosa tsubaki!—Exclamó muy alarmado Daiki corriendo hacia la habitación en la que estaba su hija velozmente.

Cuando Daiki llegó, se horrorizó por lo que vio y no pudo evitar romper a llorar mientras sacaba con su mano izquierda su celular del bolsillo izquierdo del pantalón de chándal carmesí que usaba en casa para llamar a una ambulancia.

Daiki hizo la llamada y sólo tuvo que esperar diez segundos, los cuales habían sido infernales para él.

—¡Traigan una ambulancia a la siguiente dirección, por favor! ¡Háganlo! ¡Mi hija podría morirse desangrada. Dense prisa! ¡Les daré mi dirección!...—Exclamó Daiki viendo cómo su mujer aprovechaba la falta de fuerza de su hija para frenar un poco las hemorragias, aunque la joven pelinegra insistiera a gritos en que quería morir.

Dos horas después, estando en la sala de espera del mismo hospital al que habían llevado tiempo atrás a Selene Katherine Sallow, se encontraban sentados en un asiento cada uno de los dos integrantes del matrimonio japonés. Un doctor de cabello negro y ojos del color del zafiro miró seriamente a los dos adultos de mediana edad a los ojos fijamente.

—Disculpen. ¿Son ustedes los padres de la señorita Izanami Ishikawa?—Preguntó en inglés el doctor manteniendo la preocupación y la seriedad en su voz.

—Sí. Lo somos—Dijo Daiki poniéndose de inmediato en pie y mirando con urgencia al doctor a los ojos fijamente—¿Cómo está nuestra hija?

—Ella… está bien. Está estable. Ya le administramos sangre de su grupo sanguíneo—Dijo el doctor muy serio y con una sonrisa de alivio en los labios—Sólo deben cicatrizar sus heridas y le daremos una crema que haga desaparecer las cicatrices completamente para que la piel quede igual que antes. Podrán verla cuando haya despertado. Si quieren hacer una llamada a su hermano, háganla. La joven no paraba de llamarlo mientras permanecía dormida para que pudiéramos hacerle la transfusión.

—Qué alivio, doctor. Muchas gracias. Llamaré yo mismo a mi hijo mayor—Dijo Daiki con lágrimas de alegría cayendo por sus mejillas y con mucha gratitud, la cual manifestaba en forma de sonrisa.

—Doctor, que el dios o los dioses en los que crea usted lo bendigan, si es que cree en algún dios—Añadió muy agradecida Aiko sonriendo como su marido y llorando más que este.

—Soy ateo, pero muchas gracias—Dijo el doctor con una sonrisa cálida que mostraba toda su gratitud.

Acto seguido, el doctor se dispuso a decirles algo más antes de volver a su trabajo.

—Por cierto, su hija debió de curarse debido a la transformación en “humana perfecta”. Noté leyendo su historial que ella había sido una persona con defensas más bajas de lo normal de nacimiento, pero veo que sus defensas son normales ahora. Felicidades. A su hija le aguarda un gran futuro—Dijo el doctor antes de hacer una leve reverencia con mucha elegancia y dar la espalda a los dos japoneses, quienes lo miraban muy confundidos.

Cuando el doctor se alejó del todo, desapareciendo completamente así de la vista del matrimonio japonés, los dos adultos de mediana edad se miraron serios y llenos de curiosidad. Acto seguido, se sentaron y comenzaron a usar sus celulares para buscar información en internet, ya que era probable que encontraran allí las respuestas que buscaban.

—Seres humanos perfectos. Eso dijo el doctor—Dijo Daiki serio mientras miraba la pantalla de su celular sin quitarle la vista de encima.

—Lo dijo con ironía—Dijo Aiko tan seria como su marido—¡Aquí encontraremos todo!

Una hora después, los dos japoneses se mostraron maravillados por lo que habían descubierto, conque eso era lo que era su hija. Ambos se miraron fijamente a los ojos.

—Ella está cerca de los… dioses—Dijo Daiki maravillado y con gran curiosidad, pero no pudo evitar que una duda surgiera en su mente—¿Crees que Izanami esté enamorada de…—Daiki fue interrumpido en aquel instante.

—Por más natural que sea, me cuesta aceptarlo todavía. Podría estarlo o podría no estarlo. Deberemos hablar con Izanagi e Izanami cuando este asunto haya sido zanjado—Dijo Aiko muy seria y sin saber qué hacer en el caso de que su hija hubiera pasado a considerar un varón a su hermano.

—Veamos, el número de Izanagi, el de Izanagi—Dijo Daiki serio mientras buscaba en su lista de contactos el número de su hijo.

Acto seguido, lo encontró y comenzó a hacer la llamada.

—Izanagi—Le dijo muy serio su padre, causando con su seriedad que él se sorprendiera y sintiera mucha curiosidad por lo que fuera que estuviera sucediendo.

Hola, otou-san. ¿Qué sucede?—Dijo Izanagi muy serio y muy curioso.

—Es sobre… tu hermana—Dijo Daiki muy serio.

¿Qué es lo que sucede con ella?—Preguntó Izanagi sintiendo que deseaba saber de inmediato qué era lo que su padre tenía que decirle.

—Ella… intentó quitarse la vida hoy sobre las ocho de la noche—Dijo Daiki muy serio aún.

¿Cómo dices? ¿Q-Quitarse la vida? ¿Por qué?—Respondió con gran alteración y con gran preocupación Izanagi.

—Te echaba tanto de menos que había estado deprimiéndose de forma destructiva cada vez más y más. Ya no era ella misma. Vestía ropa negra, apenas comía lo suficiente, ya que casi siempre comía mal, y no hablaba casi nunca con nosotros. Ella… se negaba a ir a un psicólogo y decía que no quería saber nada de buscar ayuda porque su ayuda era que tú volvieras. Ella… se resistió un poco a ser salvada, pero pudimos evitar a tiempo que se suicidara y conseguimos que la llevaran a un hospital—Dijo Daiki muy serio mientras comenzaba a tener dudas.

Estaba claro que Izanagi todavía quería mucho a Izanami. ¿Por qué la había dejado de ver entonces?

¿Dónde estáis? Mañana por la tarde, estaré allí para ir a ver a Izanami. Le pediré al jefe dos días libres…—Dijo muy serio y muy triste Izanagi mostrando un gran sentimiento de culpa, el cual amenazaba con aplastarlo.

—No te culpes, hijo. Tú no tuviste la culpa de nada. Tenías derecho a irte—Dijo su padre muy preocupado por él ante la mirada preocupada de Aiko, quien miraba hacia la dirección del teléfono móvil de su marido.

Yo decidí abandonar a Izanami a su suerte para protegerla de algo. Os lo contaré todo con más detalles cuando todo el asunto se haya solucionado. Yo… nunca debí irme. Debí quedarme junto a ella, pero no tuve el valor necesario para hacerlo… Otou-san, okaa-san, perdonadme. Izanami casi muere por mi culpa… Yo sabía que ella moriría si yo le faltaba. No creí que sería lo bastante débil como para tratar de quitarse la vida. Creí que superaría la depresión con ayuda externa. Perdonadme… Fui un baka… Quiero la dirección para poder ir al hospital en cuanto haya llegado a Nueva York…—Respondió Izanagi derramando lágrimas de sangre como no las había derramado jamás hasta el momento.

—Te enviaré la dirección por mensaje de texto. Hijo, tu madre y yo te perdonamos…—Dijo Daiki muy triste y muy serio—No estés triste ya, por favor… Tu hermana está a salvo. Podrás venir a verla mañana…

Está bien, papá…—Dijo Izanagi con seriedad y con gran tristeza mientras sentía un gran alivio por saber que su hermana se recuperaría sin problemas y que viviría—Os amo mucho a los tres…

—Ya no estés triste. Te amamos también, hijo…—Dijo triste y serio Daiki mirando a su esposa a los ojos fijamente justo después.

Acto seguido, finalizó la llamada él mismo y miró seriamente y con cierta tristeza a su esposa a los ojos fijamente.

—Izanagi dijo que había abandonado a Izanami a su suerte para protegerla de algo y que se sentía culpable porque se consideraba responsable de que ella hubiera intentado quitarse la vida…—Dijo Daiki mirando fijamente a su esposa a los ojos.

—Lo hemos perdonado ya por abandonar así a su hermana, ¿no?—Dijo Aiko muy preocupada y muy seria—De todas formas, anata, nuestra pequeña Izanami se ha salvado.

Al día siguiente, sobre las 17:00, el joven Izanagi estaba caminando hacia la habitación en la que se encontraba su amada onee-chan. No importaba ya si debía protegerla de sí mismo estando cerca de ella. Después de todo, la mayor amenaza para su amada era la ausencia de su guardián. Cuando el médico le dio permiso a Izanagi para entrar en la habitación, este se echó a llorar de la alegría nada más cerrar la puerta sin mirarla siquiera.



Conjunto de invierno y otoño de Izanagi.

—I-Izanami—Dijo con lágrimas de alegría comenzando a descender por sus mejillas el joven pelinegro de 19 años.

—I-Izanagi, mi Izanagi, mi onii-chan, mi onii-sama, mi aniki, mi tenshi, has venido a verme. Yo… ¡soy muy feliz!—Contestó la joven de 18 años con mucha alegría y sintiendo que su corazón palpitaba tan rápido y con tanta fuerza que iba a salirse de su pecho en algún momento.

Izanagi tomó una silla de las dos que había frente a la cama y la puso justo al lado izquierdo de la cama en la que estaba tumbada su amada hermana menor. Acto seguido, el joven pelinegro se sentó y se quedó mirando con todo su amor romántico disimulado los ojos azules de su amada pelinegra.

—¡Mi tenshi!—Exclamó Izanami abrazando con toda su fuerza el cuello de su hermano mayor sin querer soltar a este bajo ningún concepto.

—Ya, Izanami. Ya está aquí tu onii-chan. Ya. Ya—Le dijo sonriendo con gran calidez el joven pelinegro de ojos verdes.

—Onii-chan, te extrañé tanto. Te he extrañado tanto hasta ahora—Dijo con lágrimas de alegría recorriendo sus mejillas Izanami Ishikawa y mostrando una expresión triste justo después—No sabes lo terrible que fue estar lejos de ti. Mis días eran lentos y vacíos… Si vuelves a dejarme, juro que me mato desde el primer momento…

—No estés triste, mi muñeca de porcelana. Yo tengo la culpa de todo. Si hubiera sido más valiente. Si no hubiera sido tan débil… Yo… necesitaba ayuda, ayuda para afrontar correctamente el problema… Ahora comprendo que una mala decisión puede costarte todo lo que realmente te importa en ocasiones…—Dijo Izanagi mostrando toda su tristeza mientras las lágrimas comenzaban a caer por sus mejillas al mismo tiempo que rodeaba delicada y tiernamente el cuello de su amada imouto para no soltarla jamás—Mi querida imouto, tú eres todo lo que me hace seguir adelante actualmente, así que… deseo pedirte perdón por haberte dejado sola en la vida, privada de la compañía que necesitabas para vivir… Yo… te protegía de… de mí…

—¿D-De ti?...—Preguntó muy triste y muy sorprendida Izanami mientras miraba fijamente a su amado a los ojos.

—Sí, yo…—Dijo temiendo la reacción de Izanami el pelinegro mayor mientras miraba fijamente esos ojos que tanto amaba románticamente—Yo no soy quien crees. Estoy corrompido por un deseo inmoral de besarte, de acariciarte, de tenerte debajo de mi cuerpo o sobre este mientras te poseo de una forma indecente y extremadamente intensa. Deseo susurrar poemas a tu oído izquierdo todos los días, poemas de amor. Deseo ser quien bese esos tentadores y dulces labios tuyos que son tan perfectos y que me derriten con sólo mostrarse ante mis ojos. Deseo que tu presencia me dé luz, esperanza y calor en las noches. Deseo que tu ser me dé amor todos los días. Deseo comprometerme contigo para siempre y sin condición alguna y que seamos uno solo en cuerpo, mente y corazón. Deseo ser tu novio, tu marido, tu amante y el rey de tu corazón. Sé que suena… horrible, y que soy un aniki asqueroso. No mereces que te trate como se trata a una mujer por la que sientes algo más. Mereces que te trate como si fueras mi hermana, lo cual eres…—Dijo con vergüenza, culpa y tristeza Izanagi sintiendo que el miedo que había en su interior no era más grande que su valor mientras derramaba lágrimas de tristeza—Lo siento por haberte abandonado y por haber empezado a ser frío contigo. Yo quería alejarte de mí para que no te corrompieras debido a mi sucia influencia… Yo… quería no lastimarte arrastrándote a mi pecado…

—Como no funcionó tu plan de alejarme, tú… me dijiste que yo era un estorbo, ¿cierto?... Todo era mentira. Tú todavía… quieres pasar tus días conmigo. Tú aún… quieres estar conmigo y cuidarme. Aún me quieres proteger… Por eso me hablaste el día en el que te fuiste cuando dirigiste la palabra a la familia entera. Podrías no haberme dicho algo a mí, onii-chan, pero lo hiciste…—Dijo Izanami con gran tristeza y con un gran alivio, ya que su temor a ser rechazada por ser considerada una chica sucia por su amado onii-chan se había desvanecido al saber que él sentía por ella lo mismo que ella sentía por él, viendo así una posibilidad de iniciar la relación que deseaba iniciar con su amado onii-chan—Te perdono todo… Perdona tú que yo me enfureciera y te dijera que te dejaría de estorbar. No debí gritarte… No merecías mis gritos…

—Perdonada, mi muñeca de porcelana. Ahora… dime por qué no me miras con asco. ¿Eres de las personas que no miran con asco a alguien por tener pensamientos impuros y deseos impuros?...—Dijo triste y serio Izanagi con la mirada clavada en la mirada de su hermanita menor, a la cual deseaba proteger y cuidar hasta de él mismo si era necesario hacerlo.

—Onii-chan, ¿crees que eres sucio? Yo no creo ser sucia. Temía que tú me rechazaras y no me atrevía a decirte que, desde hace un tiempo, teniendo dieciocho años, cuando mis defensas mejoraron para siempre milagrosamente, comencé a enamorarme de ti. Comencé a mirarte con otros ojos. Ya no eras mi querido onii-chan, sino mi amado onii-chan. Yo… tuve pensamientos libidinosos y pensamientos muy románticos. Al igual que tú, no deseaba arrastrarte a mi pecado, pero… comprendí que no era un pecado cuando me di cuenta de algo básico que todos los seres humanos deberían saber. No es pecado amar a alguien sinceramente. La creencia o la moral que te hagan pensar que eso es pecado no valen la pena. Yo… te amo, y no me importa lo que digan otou-san y okaa-san. No me importa lo que diga la sociedad. Yo soy tuya en corazón y mente, y quiero pertenecerte en cuerpo. Soy tuya y quiero ser completamente tuya. Ya no me importa si este mundo se opone a nuestro amor. Nuestro amor es puro y es correspondido, así que… sólo quítate esos horribles prejuicios de la cabeza y entrégate a lo que deseas sin culpa alguna. Haz realidad tus deseos más intensos. Yo aceptaré todos y cada uno de ellos, ya que tengo los mismos deseos. Yo… haré que seas feliz, aunque me cueste la vida. Por favor, onii-chan, nunca me dejes de nuevo. Si lo vuelves a hacer, juro que moriré…—Dijo con algo de tristeza aún Izanami mirando fijamente los ojos de su amado, pero sin llorar ya.

—¿Estás dispuesta a desafiar al mundo entero por mí?—Preguntó Izanagi serio y curioso mientras le dedicaba una cálida y curiosa mirada a su hermana menor.

Izanami dejó de sentir tristeza y sonrió cálidamente mientras miraba fijamente todavía los ojos de su amado onii-chan con los suyos.

—Desafiaré a todo el panteón sintoísta por ti. No me importa si el propio Izanagi baja desde su reino para intentar separarnos. No me importa si Susano’o desata una tormenta en el mar para acabar con nuestra relación. No me importa si Tsukuyomi y Amaterasu combinan sus poderes divinos para ir contra nosotros. No me importa si Izanami viene de la Tierra de los Muertos y une fuerzas con su exesposo Izanagi para acabar con nosotros. No me importa si todo el Inframundo griego y todo el Infierno católico se alzan contra nosotros. Aunque Zeus baje y nos quiera matar, yo… lucharé contra él por ti, Izanagi—Dijo con calidez y amor infinitos Izanami mirando fijamente a su amado hermano mayor a los ojos.

—Si tú estás dispuesta a tanto. Yo te juro que te entregaré la vida completa. No dejaré que pases de nuevo por lo que has pasado. El suicidio no es una solución, pero no te culpo por haber intentado suicidarte. Yo te orillé a ello y te pido perdón por eso. Yo fui quien casi causó tu muerte. Juntos hallaremos en la vida todas las soluciones. Izanami, tal vez no sea el mejor lugar para pedirlo, pero… no se me ocurre nada más—Dijo serio y solemne Izanagi mientras mostraba por un breve instante arrepentimiento por haber orillado a su hermanita a intentar suicidarse indirectamente, a pesar de no tener realmente la culpa de ello—¿Quieres ser mi novia?

Las lágrimas de alegría de Izanami Ishikawa comenzaron a caer sobre las sábanas de aquella cama de hospital mientras su rostro se acercaba al de su amado cada vez más y más de forma lenta. Los ojos de ambos hermanos estaban conectados de una forma especial y única y los falsos dioses del sintoísmo no podrían romper esa conexión ni uniendo todos sus poderes en un solo ataque. El cosmos en el que estaban Izanagi e Izanami era un lugar del cual ambos no deseaban salir bajo ningún concepto. Ambos querían quedarse allí eternamente. Las lágrimas de felicidad de Izanagi estaban saliendo de sus ojos como las de Izanami al mismo tiempo que las manos de ambos rodeaban la cintura del otro. Izanagi se posicionó rápidamente sobre su hermana menor y se pegó a ella tanto como era posible. Fue entonces cuando ambos jóvenes se besaron lentamente mientras sus ojos se cerraban y ellos se dejaban llevar cada vez más y más. No importaba ya nada más. Los dioses, los humanos y la moral popular ya no importaban. Ahora sólo importaba el amor de los dos jóvenes, quienes lucharían por ese amor hasta el final.

Después de un tierno, casto y dulce beso que duró dos minutos, ambos jóvenes separaron sus labios y se quedaron mirándose con aquel sonrojo insuperable en sus rostros mientras sus caricias comenzaban a ser dadas al vientre del otro por encima de la ropa de forma tierna e intensa al mismo tiempo.

—Tengo una novia tan linda—Dijo inmensamente feliz Izanagi mirando fijamente los ojos de su amada imouto mientras se disponía a rozar los labios de ella con los propios.

Cuando comenzó a hacerlo, Izanami comenzó a volverse tan loca que su mirada le comenzó a decir a Izanagi que su dueña quería otro beso, un beso tan tierno, tan romántico y tan suave que hiciera que ella fuera elevada hasta las nubes. Si Izanami había acabado en el Inframundo sintoísta y había sentido tanto dolor, era hora de sacarla de allí. Era hora de que Izanami volviera al reino de su marido y fueran felices eternamente. En esa versión, tanto Izanagi como Izanami habían acabado en el Inframundo, y era hora de ascender al reino más sublime de todos: El reino del amor eterno e incondicional.

—(Gracias, pálida luna)—Pensó felizmente Izanami besando por sorpresa a su amado en los labios.

Este sólo correspondió al beso de su amada con un beso igual de tierno, dulce y delicado y ambos hermanos volvieron a cerrar sus ojos para no irse de aquel reino en el que tan felices eran, el reino de un amor sin final, el reino de un amor sin barreras.

—(Gracias por ayudarme a hallar el camino, ardiente sol)—Pensó felizmente Izanagi besando con toda su pasión y con toda su ternura en los labios a su amada hermanita menor.

En aquel momento, entró en la habitación el doctor y se alertó ante lo que pudo ver con sus ojos, pero se fijó bien y pudo notar que no había excitación en la actitud de aquellos jóvenes, así que les permitió llegar hasta el final. Cuando el beso de los dos hermanos llegó a su fin, ambos separaron sus labios y abrieron sus ojos. Acto seguido, Izanagi e Izanami dejaron de acariciarse el vientre al mismo tiempo y fue entonces cuando se percataron de la presencia del doctor.

—O-Onii-chan/O-Onee-chan—Dijeron avergonzándose más todavía los dos hermanos pelinegros justo antes de mirar al doctor, quien sonreía divertido por la escena.

—No se preocupen por mí, jovencitos. Yo sé que no estaban intentando llegar más lejos. He contemplado su apasionado beso y puedo decir que, realmente, el amor que sienten ustedes es inmenso. No se preocupen. No diré nada a sus padres—Dijo sonriente el doctor mientras se mantenía cruzado de brazos aún.

—Doctor, hace mucho que no veo a mi onii-chan. No me aleje de él ahora. Se lo ruego—Dijo suplicante Izanami mirando fijamente los ojos del doctor con los suyos.

—Está bien. Pueden estar juntos diez minutos más. Aprovéchenlos bien, y recuerden que está prohibido tener sexo en las habitaciones—Dijo el doctor sonriendo de forma cálida y despreocupada al inicio y con una sonrisa divertida desde el inicio del recordatorio hasta el final de este.

—¡D-Doctor, no voy a tener sexo con mi hermanita en una habitación de hospital!—Exclamó Izanagi Ishikawa estando tan sonrojado que los tomates tendrían envidia de él y estando muy molesto.

—¡D-Doctor!—Exclamó Izanami muy molesta y tan sonrojada como su hermano mayor mientras miraba fijamente al doctor a los ojos.

—Sólo bromeaba—Dijo el doctor divertido justo antes de echarse a reír.

Su risa era fuerte y constante y duró unos pocos segundos. Justo después, el doctor recibió las miradas molestas de los dos hermanos Ishikawa, quienes todavía estaban increíblemente avergonzados.

—¡No haga esas bromas!—Exclamaron al unísono Izanagi e Izanami mirando con mucha molestia y bastante ruborizados aún los ojos del doctor.

—Está bien. Está bien. Lo siento—Dijo sonriente el doctor, pero mostrándose verdaderamente arrepentido al mismo tiempo.

—Por cierto, doctor. Usted ha visto todo y nos ha dado más tiempo para disfrutarlo. ¿No cree que permitir a dos hermanos actuar así no es un comportamiento muy típico? ¿Es usted alguien diferente del resto?—Preguntó confundido y serio Izanagi al doctor mientras tomaba de forma tierna y delicada la mano derecha de Izanami con su mano izquierda entrelazando los dedos con los suyos.

—Parece que no saben nada al respecto, jovencitos—Dijo el doctor muy serio y sonriendo divertido después—Seguro que se lo tomarán muy bien cuando lo sepan.

—¿Saber qué?—Preguntó Izanami mirando confundida y seria al doctor mientras mantenía sus dedos entrelazados con los de su amado onii-chan.

—Ya se lo dirán sus padres cuando tengan la oportunidad de hacerlo—Dijo el doctor sonriendo de forma cálida y despreocupada.

—¿Decirnos qué, doctor?—Preguntó Izanagi sin comprender aún lo que estaba sucediendo.

—Yo debo ir a atender a otro paciente—Dijo seriamente el doctor justo antes de disponerse a abrir la puerta de aquella habitación.

Cuando lo hizo, salió de la sala y cerró la puerta tras de sí. Los dos hermanos japoneses se miraron fijamente a los ojos con confusión y permanecieron serios sin soltarse la mano.

—Onii-chan, ¿crees que otou-san y okaa-san nos habrán estado guardando algún secreto?—Dijo Izanami seria y confundida mientras miraba fijamente a su amado aniki a los ojos.

—Tal vez lo hayan estado haciendo, onee-chan. Si lo han estado haciendo, nos enteraremos cuando te hayan dado el alta. Ese mismo día, cuando estemos todos en casa, les preguntaremos si hay algo que nos hayan estado ocultando—Dijo Izanagi con la misma actitud que su amada imouto.

El rostro de Izanami comenzó a teñirse de rojo a una velocidad inmensa y el rostro de Izanagi comenzó de inmediato a hacer lo mismo. Ambos terminaron sonriendo como bobos enamorados hasta más no poder justo antes de decidir sonreírse como ellos se sonreían mutuamente. La sonrisa llena de calidez de ambos hermanos era esa sonrisa que siempre se dedicaban mutuamente. Izanami fue la primera en comenzar a acercar su rostro y su hermano no dudó en imitarla de inmediato. Fue entonces cuando ambos comenzaron a avergonzarse más todavía, aunque el rojo del rostro de cada uno no se volviera más intenso, ya que su sonrojo no podía aumentar más. Izanami lamió el labio inferior de Izanagi lentamente y pasó luego a lamer el superior de la misma forma, causando un inmenso aumento de la vergüenza del joven de ojos verdosos.

—I-Izanami—Dijo muy sorprendido Izanagi sin poder creer que su hermanita fuera tan capaz de provocarlo de aquella manera.

—Onii-chan, soy una onee-chan muy necesitada de tus mimos, así que mima mucho mi boca, por favor. No dejes nada de mi boquita sin mimar. B-Bésame sin parar—Dijo Izanami con aquella sonrisa cálida que ella siempre le dedicaba a su amado hermano mayor.

Aquellas palabras, sumadas a la mirada inocente y dulce cargada de ternura de su bella e irresistible hermanita, causaron que Izanagi no pudiera resistirse y dejara salir sus deseos más intensos de devorar a base de besos la boca de dicha fémina, la cual lo había cautivado también con su rostro sonrojado por causa de la vergüenza que sentía. Ella sólo correspondió al beso disfrutando cada segundo que ambos jóvenes pasaban besándose como la pareja que eran y los ojos de ambos hermanos se cerraron enseguida para que pudieran irse al cosmos en el que sólo ellos existían. La lengua de Izanagi sorprendió a Izanami, quien sólo permitió que su boca fuera invadida sin oponer resistencia. La lengua de Izanami se unió enseguida a la batalla de lenguas y ambos jóvenes comenzaron a dejarse llevar más y más. Las caricias al vientre del otro por encima de la ropa parecían encantar a los hermanos japoneses, quienes no tardaron en comenzar a intensificar su beso hasta comenzar a besarse como animales salvajes que estaban hambrientos de carne fresca. Fue al cabo de cinco minutos cuando aquel beso con lengua llegó a su fin. Ambos jóvenes tenían sus bocas unidas por un hilo de saliva muy fino que se deshizo enseguida y los ojos verdes y los azules, los cuales se abrieron al mismo tiempo en aquel instante, se quedaron clavados los unos en los otros al mismo tiempo que sus dueños deseaban que aquel momento de felicidad fuera eterno, que nunca entrara el doctor para decirles que el pelinegro mayor debía irse.

—Onii-chan, te amo mucho—Dijo Izanami sonriendo con una gran calidez y mostrando en su mirada un amor tan inmenso y tan especial que Izanagi no pudo evitar derretirse más y más debido a aquella mirada y a aquella sonrisa a cada nanosegundo que transcurría.

Las palabras de su amada Izanami no habían ayudado mucho.

—(Izanami es una imouto muy linda que quiere recibir todo mi amor. ¡Ella es increíble, absolutamente increíble!) También te amo mucho, onee-chan—Le respondió Izanagi a su hermanita menor estando cada vez más derretido por causa de ella y sin dejar de mirar fijamente esos ojos azulados que tanto amaba.

—(Izanagi es mi apuesto aniki y quiere recibir todo mi amor. ¡Quiero mimarlo y tratarlo como se merece. Él es perfecto y no hay otro como él!) ¡Mío, sólo mío!—Exclamó Izanami con un inmenso estremecimiento y con una gran felicidad.

—¡Mía y sólo mía!—Exclamó Izanagi tan estremecido como su amada y tierna hermana menor, a la cual deseaba cuidar y amar por toda la eternidad sin que importaran las circunstancias.

Ambos jóvenes se dispusieron a darse otro salvaje beso, uno que sería iniciado por Izanagi, quien deseaba tanto saborear la boca de su amada hermanita que ya no podía aguantarse más. Izanami no opondría resistencia, ya que hacerlo sería rechazar el amor de su onii-chan, y ella quería para sí todo el amor de su amado onii-chan, su tentador onii-chan.

Aquella misma tarde, habiendo recibido Izanami dos pomadas para las seis cicatrices de cada antebrazo, ambos jóvenes se fueron a casa. Habiendo llegado sobre las 17:30 a la casa de la joven y sus padres, los dos hermanos fueron primeramente al cuarto del pelinegro mayor, al cual entró primero el joven pelinegro de ojos verdes, quien se sorprendió inmensamente por lo que encontró allí.

—Parece que el futón no está, Izanami—Dijo muy sorprendido Izanagi mirando hacia donde su futón tendría que estar.

De hecho, la habitación estaba más limpia de lo que recordaba haberla dejado cuando se había ido.

—Ni siquiera la sangre está—Dijo muy sorprendida Izanami, ya que parecía que allí no había sucedido nada—Echaron el futón a lavar sin mi permiso.

—No pareces indignada y triste por ello, Izanami—Le dijo serio y sorprendido Izanagi mirándola fijamente a los ojos de inmediato.

—Es porque…—Dijo sonrojándose inmensamente Izanami mientras se lanzaba a abrazar de frente a su amado onii-chan, el cual no opuso resistencia y correspondió al abrazo. Estando ambos abrazados por la cintura, la joven se mostró completamente sonrojada y su amado se comenzó a sonrojar tanto como ella por haberla visto tan ruborizada y actuando de una forma tan tierna—Mi onii-chan tiene el aroma original. Podré olfatear a mi o-Onii-chan cada noche y ser mimada por él mucho. Ya no necesito ese futón. Ahora tengo a mi onii-chan para que me bese y me haga lo que él quiera hacerme.

—I-Izanami—Dijo Izanagi tan sonrojado como Izanami y tan sorprendido por su actitud que no pudo evitar tratar de acorralarla contra la pared en aquel instante.

Izanagi fue llevando a Izanami cada vez más hacia la pared y ella terminó estando acorralada entre la pared y el cuerpo de su hermano mayor, quien la miraba como si fuera una deliciosa presa a la que devorar al mismo tiempo que mostraba ternura y dulzura en su mirada.

—I-Izanagi, si me tratas así, voy a terminar perdiendo el control. P-Por favor, onii-chan, déjame escapar—Dijo Izanami sintiéndose cada vez más avergonzada y tan indefensa que algo en su interior estaba comenzando a consumirla—(Deseo a cada nanosegundo que transcurre con más fuerza ser devorada por él en este preciso instante. Onii-chan, basta. ¡Para ya o voy a sucumbir!).

—¿Quieres perderlo?—Le preguntó con un tono seductor y cálido Izanagi a su hermanita menor acercando sus labios a los de ella casi por completo.

—Y-Yo… quiero hacerte feliz. Si decides que sea aquí y ahora cuando tengamos nuestra primera vez, y-Yo no me opondré—Dijo sintiéndose más y más avergonzada Izanami—Además, sentirme así de vulnerable ante ti hace que… quiera ser tratada como… si fuera la víctima de la violación de mi onii-chan.

—I-Izanami—Dijo Izanagi tan sorprendido por las palabras de su amada imouto que, cada vez, le costaba más controlar sus impulsos.

—S-Si mi onii-chan me “viola”, yo no estaré molesta. Q-Querré que lo haga día y noche todos los días después de la primera vez—Dijo Izanami mostrando a su hermano su lado más sumiso, ese lado que él había conocido en el pasado de una forma diferente, ese lado que había conocido como hermano, y no como varón.

—Nuestra primera vez no será como una violación, sino como si fueras una delicada princesa, una princesa que está a punto de ser poseída por su príncipe, el cual la ha protegido, cuidado y respetado mucho desde el principio. Si quieres que te “viole”, deberás esperar a más adelante, onee-chan—Le dijo muy avergonzado y conteniendo sus deseos de besarla el joven pelinegro, ya que debía dejarle claro primero cómo sería todo—Yo no voy a ser brusco jamás. No me gusta la idea de ser brusco con mi muñeca de porcelana. Si rompo a mi muñeca de porcelana siendo brusco, no me lo perdonaré jamás. No humillaré a mi muñeca de porcelana y no haré que haga algo que sea peligroso. Eres una princesa, y las princesas merecen mucho cariño. Haremos de la primera vez una que resulte nada sexosa, ya que lo sexoso prefiero guardarlo para la segunda vez. ¿Estás de acuerdo, mi amada imouto?

—Y-Yo… quiero que me “violes” mucho. Es mi mayor fantasía ser “abusada” por ti. Siempre tuviste mejor salud que yo hasta que mis defensas aumentaron milagrosamente. Siempre fuiste el más fuerte de los dos en el sentido físico. Yo fui siempre muy vulnerable ante ti y tú siempre me cuidaste mucho. Hiciste muchísimo por mí. No me gustaría que fueras brusco, que me humillaras y/o que hiciéramos algo que fuera peligroso de por sí. Yo sé perfectamente que tú jamás harías algo que yo no quisiera, onii-chan. Cuando me enamoré de ti, mi mayor fantasía terminó siendo que tú me “forzaras” a tener relaciones sexuales contigo de la forma que quisieras. Yo… disfrutaré especialmente ser “abusada” por ti, pero está bien si quieres que la primera vez no contenga travesuras. Si mi onii-chan quiere tratarme como a una princesa durante nuestra primera vez, acepto ser una princesa durante la primera vez, pero… ten en cuenta que ser una princesa “violada” no me molestaría. De hecho, si soy tu princesa “violada”, voy a pedir a diario que me “violes” de formas inimaginables. Si no usamos protección, no me enojaré contigo. Me excita más la idea de ser tu princesa “violada” hasta quedar encinta, ya que tú… eres el único con derecho a embarazarme, onii-chan. Mi onii-chan puede “violarme” hasta el cansancio y verter todo en mi útero si eso satisface todos sus deseos. Por ahora, soy tu princesa, onii-chan, así que hazme el amor, p-Por favor, m-Mi príncipe—Cada palabra dicha con cierta vergüenza por la joven pelinegra sólo prendía más al joven pelinegro, quien sentía que quería echarse sobre su princesa amada, quitarle toda la ropa y hacer con ella el amor hasta quedar ambos dormidos.

—Eres demasiado linda. No hay una novia como tú y jamás la habrá. Aunque haya otra que quiera lo mismo que tú y que sea exactamente igual que tú en todos los aspectos, siempre serás única para mí, Izanami—Dijo con la respiración agitada por la excitación el joven pelinegro, quien se contenía todavía para no lastimar a su muñeca de porcelana—Eres… mi amada onee-chan.

—Y-Y tú eres… ¡mi amado onii-chan!—Respondió con la respiración agitada y con un inmenso estremecimiento la joven de ojos azules, la cual no pudo evitar comenzar a besar intensa y dulcemente los labios de su amado sin usar la lengua.

El joven de ojos verdes correspondió a aquel beso con todo su amor y se dispuso a comenzar a acariciar la cintura, las caderas y el vientre de su amada mientras ella le comenzaba a acariciar la espalda, el vientre, las caderas y la cintura a su amado hermanito mayor.

—¡Izanami, Izanagi!—Exclamaron al unísono con mucha seriedad Daiki y Aiko, quienes acababan de llegar a casa después de hacer un recado.

Ambos jóvenes se vieron interrumpidos y mostraron una expresión de fastidio. Lo siguiente que hicieron fue darse un corto y casto beso en los labios, calmarse y darse la mano, siendo la derecha de Izanami la que estaba siendo sujetada por la izquierda de Izanagi.

Justo después, ambos jóvenes corrieron hacia el recibidor sin temor a lo que sus padres pudieran hacer si no llegaba a agradarles el hecho de que sus hijos tuvieran una relación.

—H-Hijos, v-Vuestras manos—Dijo Aiko muy sorprendida mientras señalaba las manos unidas de sus hijos con el dedo índice derecho.

—¿P-Por qué os dais la mano como si fuerais una pareja?—Preguntó Daiki inmensamente sorprendido y con una expresión que indicaba que estaba inmensamente sorprendido.

—Porque Izanagi y yo somos novios—Dijo Izanami con gran valor en su mirada y mostrando mucha seriedad y mucha determinación.

—¿N-Novios?—Preguntaron Daiki y Aiko al unísono mucho más sorprendidos.

—(No son sólo amantes, sino que son novios. ¿Desde cuándo ellos son novios?)—Pensó Daiki estando muy sorprendido.

—(¿I-Izanagi también es un “ser humano perfecto”?)—Pensó Aiko completamente sorprendida por la noticia.

Ambos adultos de mediana edad entraron en estado de shock enseguida mientras sus hijos se mantenían firmes y sin mostrar temor.

—(Ahora es el momento de demostrar cuánto hemos aprendido, onee-chan)—Pensó Izanagi con toda su determinación mostrando una ardiente mirada, una mirada cuyo fuego ardía más que el fuego de la diosa Amaterasu.

—Conque novios—Dijo seriamente Daiki mostrando repentinamente una expresión seria y severa en su rostro.

—Si es así, entonces…—Dijo Aiko con una expresión seria y cruzándose de brazos—Vais a tener que demostrar que vais en serio y que no es sólo algo pasajero la relación en la que estáis.

Ahora los sorprendidos eran los hermanos Ishikawa, quienes no habían esperado esas reacciones. Ellos eran quienes estaban entrando en estado de shock en aquel preciso instante. Cuando el estado de shock llegó a su fin, ambos hermanos se mostraron serios y decididos. Su ardiente determinación podía ser sentida por sus padres, quienes la veían en sus ojos conforme alternaban entre la mirada de uno y la mirada del otro.

—Claro que vamos en serio. Yo me fui de casa para no corromper a Izanami con mis deseos “impuros”. Mi deseo de protegerla de su hermano mayor enamorado de su persona fue lo que hizo que me fuera a vivir a Nueva Jersey. Volví para verla, a pesar de saber que ella era mi amada imouto. Yo… ¡volví, a pesar de saber que tendría que quedarme junto a ella y protegerla de mí de otra forma! Fue ella quien abrió mis ojos. No voy a dejarla abandonada a su suerte nunca más en la vida. Voy a ser un hermanovio protector y adecuado para ella en todos los sentidos. Me comprometo a responsabilizarme si queda embarazada y me comprometo a ser un varón que nunca se rinda y que cuide de su familia. Haré feliz a mi onee-chan, así que pido por favor que me concedáis su mano y que me concedáis vuestra bendición—Dijo Izanagi con gran valor y con mucha seriedad mientras mostraba en cada palabra su inmensa determinación ardiente.

—Hijo—Dijo Daiki muy sorprendido.

—Izanagi—Dijo Aiko muy sorprendida también.

—¡Otou-san, okaa-san, vosotros debéis de comprender lo que sentimos Izanagi y yo. Ambos nos amamos como vosotros os amáis. Os fuisteis de Japón para alejaros de la crueldad de la mayoría de los japoneses y os esforzasteis muchísimo para que vuestro amor prosperara. Sabéis que intenté suicidarme por faltarme mi onii-chan, así que no me neguéis su mano y vuestra bendición. Dadme ambas. Yo siempre he querido lo mejor para mi onii-chan y ahora tengo la oportunidad de dárselo durante toda la vida, así que os pido que bendigáis esta relación y que no nos impidáis estar juntos a mi amado y a mí!—Exclamó cargada como nunca de determinación y valor Izanami mientras mostraba toda su seriedad a sus padres y progenitores.

Aiko y Daiki se miraron entre ellos durante unos instantes y, justo después, miraron con seriedad inmensa a sus hijos alternando entre la mirada de uno y la de otro.

—¿Y qué haréis si no os dejamos estar juntos, Izanagi, Izanami?—Preguntó Daiki seria y severamente.

—¡Lucharemos por nuestro amor sin importar las dificultades, incluso si vosotros no aprobáis nuestra relación. Nos iremos de la casa si no nos permitís tener una relación de pareja viviendo bajo el mismo techo que vosotros. Tenemos un lugar en el que podemos quedarnos y, si no lo tuviéramos, lo buscaríamos. Trabajaríamos tan duro como fuera necesario hacerlo para poder tener una buena vida y nunca nos rendiríamos!—Exclamaron al unísono Izanagi e Izanami con toda su determinación y con todo su valor mostrándose tan serios como podían hacerlo sin soltarse la mano.

—Vaya, parecéis estar muy comprometidos, pero decidme algo. ¿Qué sucederá si vuestros hijos nacen con alguna enfermedad congénita o con alguna deformidad debido a vuestro parentesco?—Dijo cruzada de brazos todavía Aiko mostrándose muy seria—¿Y qué sucederá con los estudios de Izanami? Si os vais a vivir a Nueva Jersey, ella tendrá que dejar de estudiar en su actual escuela secundaria, ya que deberá asistir a otra diferente.

—¡Haremos lo que haya que hacer para evitar la mayor cantidad de problemas y, si hay alguno que sea muy grave y que sea inevitable, daremos a nuestros hijos la mejor vida de todas, a pesar de ese problema. Vosotros os asegurasteis de que mi vida fuera la mejor de todas, a pesar de haber nacido con defensas más bajas de lo normal!—Dijo Izanami llena de valor.

—Así es, otou-san, okaa-san. Si Izanami pudo tener una buena vida, nuestros hijos la tendrán también, ya que seremos tan buenos padres como vosotros lo fuisteis y hasta mejores padres que vosotros. Seremos los mejores padres del mundo entero para poder hacer felices a nuestros pequeños—Añadió Izanagi con el mismo valor que su hermana menor—Con respecto al tema de los estudios de Izanami, yo buscaría un lugar en el que pudiéramos quedarnos si ella y yo tuviéramos que irnos de casa. Ese lugar estaría ubicado cerca de la escuela a la que ella asiste actualmente, así que no habría problema alguno con respecto al tema de sus estudios.

—En tal caso, hijos míos, yo…—Dijo Aiko con una expresión muy seria y manteniéndose cruzada de brazos, pero su expresión se volvió sonriente y cargada de calidez inmensa, lo cual fue inesperado para los hermanos Ishikawa—¡Os doy la mano del otro y mi bendición!

—¡Bien!—Exclamaron extremadamente felices los hermanos Ishikawa alzando su brazo libre con el puño cerrado sin hacer fuerza por un instante.

—Yo, hijos míos, os doy mi bendición también. Aunque considere que no tiene mucho sentido darle la mano del varón a la mujer, no soy un japonés retrógrado, como todos aquellos japoneses que eran crueles con nosotros antes de que decidiéramos venir a Estados Unidos y formar una familia feliz y unida en dicho país, así que os concedo mi bendición y la mano del otro a cada uno de vosotros. Hijos, no defraudéis a vuestros padres. Sed una pareja decente y unida. ¡¿Bien?!—Respondió muy serio al inicio, comenzando a sonreír cuando dijo el “Hijos míos” y mostrándose inmensamente emocionado en la parte del “¡¿Bien?!”.

—¡Bien. Señor, sí, señor!—Exclamó inmensamente emocionado Izanagi haciendo el saludo militar.

—¡Como diga, sargento!—Exclamó inmensamente emocionada Izanami haciendo el mismo saludo que su hermano.

Justo después de que Izanami bajara su mano, los dos hermanos se llenaran de una inmensa felicidad y Daiki y Aiko miraran con gran felicidad en su mirada a sus amados hijos, la seriedad volvió al ambiente. Izanagi Ishikawa e Izanami Ishikawa miraron fijamente los ojos de sus padres sin soltarse la mano permaneciendo muy serios todavía. Aiko y Daiki miraron con mucha seriedad a sus hijos, esa seriedad que les mostraban cuando deseaban contarles algo muy importante.

—Vamos a merendar juntos. Tenemos algo que deciros—Dijo Daiki muy serio.

—Es algo que necesitáis saber lo antes posible—Dijo Aiko con una gran seriedad y descruzando sus brazos.

—Pues vamos, otou-san, okaa-san. Nosotros queremos hablar con vosotros también. Os contaremos cómo fue que comenzamos a ser novios y cuándo comenzó nuestra relación, aunque creo que es evidente que no necesitáis saber mucho para adivinar que no éramos novios antes de que yo me fuera ni durante mi ausencia—Dijo Izanagi muy serio también mientras alternaba entre la mirada de su padre y la mirada de su madre.

—Vamos. Tenemos mucho que preguntar y vosotros tenéis mucho que preguntar también, así que tomemos la hora de la merienda de hoy como una sesión idónea para llevar a cabo un intercambio de información crucial—Dijo Izanami tan seria como su hermano mayor.

—Sí—Dijeron Aiko y Daiki asintiendo una sola vez con la cabeza.

Aquel día, sobre las 21:55, los dos hermanos Ishikawa se encontraban frente a la puerta de la habitación del mayor de ellos, quien estaba inmensamente feliz por poder pasar una noche junto a su amada Izanami nuevamente tras tanto tiempo sin poder hacerlo. Lo mismo sentía Izanami, para quien era maravilloso que sus noches frías y solitarias se hubieran ido para siempre.

—Onii-chan, muchas gracias por consentirme tanto—Le dijo Izanami a su hermano mayor estando tan sonrojada como era posible estarlo y sonriéndole con una gran calidez mientras su mirada llena de amor mostraba un amor romántico que no era disimulado, ya que no había necesidad de hacerlo ya.

—No me des las gracias, onee-chan—Le respondió muy felizmente Izanagi a su amada Izanami sintiéndose tan feliz como no lo había hecho en mucho tiempo.

Acto seguido, el joven pelinegro atrajo a su hermana menor, quien sólo usaba un camisón de color blanco puro que cubría su cuerpo hasta los tobillos y que no era escotado, hacia su cuerpo habiendo rodeado su cintura delicada y tiernamente. Acto seguido, el cuerpo de la joven de ojos azules se pegó tanto como era posible hacerlo al cuerpo del joven de ojos verdes y este sintió los brazos de su hermana menor rodear su cintura con toda la fuerza y con toda la delicadeza de esta. Los labios de Izanagi quedaron a unos pocos milímetros de los labios de Izanami y esta comenzó a mirar a su hermano con esos ojos que tan loco lo volvían fijamente.

—Izanami, te ves preciosa esta noche—Dijo inmensamente avergonzado Izanagi disponiéndose a besar los labios de su frágil muñeca de porcelana.

—T-Tú te ves arrebatador—Dijo Izanami mostrando lo vergonzosa que era ella, siendo que ella era la más vergonzosa de los dos—Ese pijama de invierno te sienta genial, o-Onii-chan.

—Ese camisón de invierno no va a permanecer por mucho tiempo donde está si sigues siendo tan tierna y tan cariñosa conmigo. Voy a sacártelo, y no precisamente para dormir como lo hacíamos en los viejos tiempos—Dijo con un tono seductor y con bastante vergüenza Izanagi mientras se mostraba cálido y dulce con su amada imouto.

—N-No quiero que permanezca por mucho tiempo donde está. Vamos al futón y desvísteme lo antes posible—Dijo Izanami sintiéndose más avergonzada aún—Q-Quiero que mi príncipe me haga suya esta noche hasta que ambos nos quedemos dormidos.

—No sabía que mi indefensa hermanita podía tener esa actitud—Dijo felizmente Izanagi mientras se disponía a besar dulce y tiernamente los labios de Izanami en aquel pasillo sin temer nada.

Cuando los labios del joven aprisionaron el labio superior de Izanami, ella comenzó a dejarse llevar y comenzó a aprisionar el labio inferior de su amado, el cual reaccionó aprisionando sus labios con más dulzura y con más pasión todavía. Era como si un fuego romántico creciera en su interior al mismo tiempo que el fuego del deseo sexual lo hacía. Primaba lo romántico y eso volvía tierno y dulce el beso en todo momento. Ambos jóvenes comenzaron a besarse con lengua mientras sus ojos se cerraban para que ambos pudieran quedarse en aquel universo en el que sólo existían ellos y así dejarse llevar por lo que sentían sin que nada ni nadie pudiera detenerlos. Era obvio que Izanami e Izanagi no pensaban detenerse en besos y caricias. Las caricias a las caderas, la espalda y la cintura comenzaron a ser dadas por ambos lados con una intensidad creciente mientras crecían la dulzura y la ternura. Era obvio que el amor que sentían los dos hermanos era infinito.

Izanagi Ishikawa abrió sus ojos y comenzó a guiar a su hermana sin dejar de besarla y sin soltar su cintura ni separarla de su cuerpo ni un solo milímetro. La puerta del cuarto del joven fue abierta y su brazo derecho volvió a abrazar la cintura de la joven con gran delicadeza y con gran fuerza al mismo tiempo que un giro hacía que el que caminara hacia atrás con mucho cuidado fuera Izanagi. Él cerró la puerta teniendo cuidado de no darle con ella a su amada Izanami. Acto seguido, Izanagi se giró y volvió a cerrar los ojos mientras caminaba hacia el futón con su hermanita caminando hacia atrás mientras besaba los labios de su amado onii-chan como una loca enamorada que no quería que aquella situación tan maravillosa llegara a su fin.

Cuando la joven estuvo a punto de llegar al futón, su amado se detuvo y ambos jóvenes dejaron de besarse en los labios y abrieron los ojos. Ambos jóvenes pudieron sentir cómo se deshacía el hilo fino de saliva que unía sus bocas y contemplar el sonrojado rostro del otro, siendo Izanagi quien sentía que no podría evitar por mucho tiempo desnudar a su amada, ya que su expresión era la de una niña avergonzada que se mostraba sumisa e inocente, lo cual hacía que su hermano mayor enloqueciera inmensamente.

—Túmbese con cuidado, milady. No quiero verla lastimada—Dijo cálidamente Izanagi mirando fijamente los ojos de su amada Izanami con los suyos—Que usted se hiciera un rasguño sería una catástrofe a escala cósmica.

—Y-Yo haré lo que usted diga, mi príncipe de ojos verdes—Dijo Izanami con la misma calidez que su amado Izanagi y con esa mirada inocente y ardiente que él tanto amaba y tanto deseaba.

La joven soltó a su amado y ambos comenzaron a desvestirse a sí mismos completamente frente al otro, dejándolo sin aliento en el proceso. Ambos quedaron completamente desnudos y la primera en tumbarse fue Izanami, quien lo había hecho boca arriba sin dejar de mirar a su amado hermanito mayor, el cual no era capaz de dejar de contemplar su cuerpo desnudo desde arriba hacia abajo y desde abajo hacia arriba.

—(Lo que más mira son mis ojos. Le encantan mis ojos. Le encantan mis ojos. ¡Le encantan mis ojos!)—Pensó inmensamente feliz Izanami mientras sólo dejaba que su hermanovio, quien tanto la había cuidado por años, la contemplara hasta quedar satisfecho.

—(Ella es demasiado bella. Sus bellos ojos azules logran que me sienta incapaz de controlarme por más tiempo. Ella es muy linda y muy adorable y yo siento que una vida sin ella no valdría la pena. Qué feliz me hace saber que pasaremos juntos toda la eternidad y que podremos tener tantos hijos como queramos sin que haya posibilidades de tener un hijo enfermo y/o deforme. Izanami, tus inocentes ojos son tan puros y tan ardientes a la vez que no sé lo que terminaré haciendo si sigues mirándome con ellos como lo haces justo ahora)—Pensó Izanagi sintiendo que su locura y su felicidad no dejaban de aumentar más y más a cada nanosegundo que transcurría.

Izanami contemplaba a su hermano desde arriba hacia abajo y desde abajo hacia arriba sintiendo que estaba contemplando a un verdadero dios, un dios que no tenía comparación. Algo en su apariencia hacía que ella se sonrojara especialmente. Se trataba de sus ojos verdes, los cuales eran tan puros y tan fogosos al mismo tiempo. Esos ojos eran tan diferentes de los ojos de cualquier otro varón, siendo la mayoría de los varones pervertidos que sólo se fijaban en el cuerpo que ella tenía y no en sus sentimientos y en su personalidad. Esos ojos la miraban con verdadero amor, con verdadera ternura, con verdadero respeto. Eran unos ojos que amaban realmente lo que tenían delante.

—(P-Por los dioses, Izanagi, tú lo tienes perfecto. ¡Lo quiero dentro de mí!)—Pensó Izanami con una gran locura apoderándose de ella más y más a cada nanosegundo que transcurría.

—(Izanami, ya estás tan mojada. Yo… no puedo esperar mucho para entrar en ti. ¡Vamos a darlo todo esta noche!)—Pensó Izanagi con la misma locura apoderándose de él más y más a cada nanosegundo que transcurría.

Izanagi se colocó sobre Izanami en aquel instante y la acorraló sin aplastarla entre el futón destapado y su cuerpo.

—Onii-chan, p-Por favor, s-Sólo bésame y déjate llevar. Ignora el hecho de que mis senos son…—Dijo Izanami con gran vergüenza y con una mirada cargada de amor y ternura mientras la pasión se hacía cada vez más presente en esa mirada azulada, la cual mostraba mucha inseguridad debido a algo relacionado con el físico de su dueña.

—¿Perfectos, únicos, del tamaño ideal para mí, tiernos, frágiles y adorables?—Preguntó Izanagi con gran amor y con gran pasión en su voz y en su mirada, interrumpiendo así a una Izanami que se encontraba muy sonrojada y muy feliz en aquel instante.

—S-Si te gustan tanto, puedes t-Tocarlos. Bésame, t-Tócame y h-Hazme tuya hasta que estés satisfecho, mi príncipe perfecto, mi tenshi, mi amado onii-sama, mi perfecto onii-chan. Después de todo, y-Yo s-Soy d-De tu p-Propiedad—Dijo cada vez más feliz y sin saber dónde meter la cabeza Izanami mientras su respiración agitada evidenciaba que su excitación era mucha a esas alturas.

—Eres una onee-chan tan dulce que no sé lo que haría yo sin ti. Eres tan increíble que moriría sin ti. Vamos ya a ser uno solo, Izanami. Te amo y siempre te amaré. No tengo experiencia, así que no te sientas mal por ser inexperta. Yo lo soy también. Me he mantenido virgen… todo este tiempo—Dijo Izanagi con una gran calidez mientras la locura de su ser evidenciaba que no podría contenerse mucho más.

Sus labios comenzaron a aprisionar de nuevo los de Izanami, quien sólo quería pertenecer a su amado y hacerlo feliz y no dudó en corresponder al beso de este. Ambos jóvenes cerraron los ojos y comenzaron una batalla de lenguas que no tendría un ganador al cabo de unos pocos segundos. Las caricias a la cintura y a las caderas por parte de Izanagi y las caricias a la cintura, a las caderas, al vientre y a la espalda por parte de Izanami comenzaron a volverse más y más intensas al mismo tiempo que los dos jóvenes comenzaban a prepararse para volverse uno solo en cuerpo al fin.

FIN

3 Juillet 2021 13:30 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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