Un Cupido para mí Suivre l’histoire

¿Nunca te has enamorado Cupido? ¿Tu historia con Psique no es más que una leyenda? No sabes cuán difícil es mirar a la persona que amas de la mano con alguien más, ¿verdad?

Como toda joven ansío enamorarme y ser correspondida, pero no, Cupido no entiende eso. Viene y lanza su flecha, hace que me fije en el chico más popular de la universidad que para colmos es el novio de la chica guapa de mi clase. ¿Será que no había alguien libre para mí? Desde el día que Antoni y Cleo anunciaron su romance mi vida se ha vuelto un infierno. Ir a clase es el menor de los tormentos, la verdadera historia comienza en el almuerzo, donde la clásica parejita posa como modelo de una revista para toda la facultad. Yo debo vivir eso día a día, ver cómo se besan, cuándo se abrazan, las palabras tiernas y dulces que se dedican, odio eso y odio a Cupido.

Cuando leí la leyenda creí que él era un ángel enamorado, que sabía lo que se sentía, pero es más travieso e idiota que el propio Antoni. Hoy mismo decidí faltar a clases, iré a ver a una adivina que dice tener la solución a mis problemas.

Arregle mi cabello rizado lo mejor que pude en una coleta, me puse un vestido rojo que me llega a la rodilla y unas sandalias cómodas para caminar. Salí buscando la dirección que me había enviado la mujer, media hora antes del encuentro para llegar puntual.

Llegue a un parque que jamás había visto antes y he vivido toda mi vida en la misma ciudad. En el centro del parque hay una hermosa fuente de agua con una escultura de Cupido y sus flechas. Me senté en la orilla mirando las pequeñas ondas que forman las gotas al caer. Una persona llega y me empuja dentro de la fuente dejándome totalmente empapada.

—¡¿Qué rayos?! ¿Por qué me empujaste? —le grito furiosa. Se trata de un chico que lleva lentes grandes y oscuros, su cabello rubio iluminado por el sol me nubla la vista y no veo bien su rostro.

—Perdón, señorita, no la vi. Aquí casi nunca hay nadie, yo solo...

—Cállate, has arruinado mi ropa y mi día con esa torpeza.

—Lo siento mucho, ¿está muy mojada?

—¡No me ves! —chilló y salgo del agua dando tropezones de regreso a mi casa.

Justo en la entrada recibo un mensaje de la mujer: <<Señorita, desgraciadamente le informo que su problema es muy complicado, no podré resolverlo.>>
Estoy que suelto chispas de lo molesta que me encuentro, tecleo rápidamente una respuesta. <<Señora, mi problema no es el problema, el problema es que usted es una farsante estafadora.>> Lanzó el celular contra la cama y me doy una ducha rápida para relajarme. Mientras el agua tibia recorre mi cuerpo comienzo a llorar. Todo lo que he idolatrado no es más que una farsa, el amor no existe, es solo un juego, una mentira, la peor trampa que el ser humano ha podido inventar para mantener su control absoluto sobre el resto.

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En la mañana me preparo para ir nuevamente a mi tormento. Voy en auto, ya que mi universidad está muy lejos de mi casa y estaciono en el mismo lugar de siempre. Recorro el mismo pasillo que de costumbre y saludo a las mismas falsas amigas que me he buscado.

—Hoy nos complace presentarles al MSc. Ángel Cupido de la Luz Divina. —Anuncia alegremente la profesora de Mitología haciendo que el salón entero se derrumbe de la risa ¿Ese es el nombre de una persona? El pobre debió haber recibido mucho acoso escolar.

—Chicos, más respeto que todos somos adultos aquí —nos reprendió seria, poco a poco las risitas y cotilleos fueron menguando—. El señor ha venido a dedicarles una conferencia sobre la leyenda de Cupido y Psique —comenzaron nuevamente los murmullos y risitas.

—Profesora, hemos relatado esa leyenda más de un millón de veces —menciona Antoni desde su lugar.

—Entonces, ¿ya se conocen la leyenda? Dado el caso, no tendrán ningún problema en traer mañana una composición de veinte cuartillas exponiendo todos los puntos románticos que se exponen en dicho texto. —esa voz me sonó conocida, era el chico que me tiró a la fuente ayer.

Se encontraba en la entrada del salón con sus enormes lentes oscuros. Esta vez pude observarlo mejor, parece joven para ser máster en ciencias. Tiene la piel pálida, es delgado y alto, viste una camisa ancha y pantalones claros.

—Pero...

—¿No dijo usted que habían relatado la leyenda más de un millón de veces?

—Sí, pero...

—¿No piensa usted que mi conferencia será aburrida y que no merece la pena? Profesora, dadas las circunstancias regresaré mañana a recoger los trabajos.

—Perdone, señor Ángel. —se disculpó sonrojada— Ustedes, ya que son tan inteligentes y tan sabios, les anuncio que todo el que no entregue la composición y el señor Ángel apruebe que su contenido es válido no tendrá derecho al examen final de mi asignatura.

Todos estábamos molestos y como siempre hay que culpar a alguien quien cargó con la responsabilidad esta vez fue Antoni. Cleo le gritaba histérica, nadie le hacía el menor caso cuando hablaba, de un segundo a otro paso de ser el más popular a nada. Una extraña sensación de alegría me invadió, no estaba feliz porque lo culpaban o porque su novia estaba molesta con él, sino porque descubrí que no era tan genial y no me importaba tanto como pensaba. ¿Caer en esa fuente me había hecho olvidar a mi amor platónico? Sonreí y fui rumbo a la biblioteca para hacer el trabajo. Allí estaba de nuevo aquel chico de lentes grandes y oscuros, debía acercarme a él e intentar ser amable a ver si me ayudaba a tener una mejor versión del amor. La mía probablemente estaba muy errada y no la podía poner en el trabajo.

—Hola, señor Ángel —dije sonriendo y con voz tierna.

—Hola. ¿No te resfriaste, verdad?

—¡Oh! ¿Me recuerda? Perdone la forma en la que actué ayer, estaba enojada y bueno me desquité con usted.

—No hay problema, yo la empujé sin querer, no la vi.

—Entiendo perfectamente, ¿puedo sentarme?

—La biblioteca es un lugar público, puede sentarse donde sea.

—Estoy en la clase de Mitología...

—¿Te parece difícil el trabajo?

—No tanto, me preocupa más mi visión despechada del amor que puede hacerme entender mal todo lo que se dice en la leyenda. Antes idolatraba el amor de Cupido y Psique, pero hace un tiempo no hago más que odiarlo y envidiarlo.

—¿Por qué piensas que tu visión es incorrecta?

—Pues, porque jamás he podido amar con plenitud ni... ser amada —dije con amargura.

—Señorita...

—Joline.

—Joline, yo pedí veinte cuartillas con los puntos románticos no con su opinión personal.

—¿Y cuál es la diferencia?

—El punto romántico para cada persona es diferente, tal vez usted piensa que un ramo de flores es romántico, pero para mí lo romántico es un <Buenos días>.

—¿Eso es romántico?

—Claro —sonrió de medio lado— A ver, ¿qué es más romántico un par de ojos verdes que te miren con deseo o una caricia?

—La mirada, la mirada enamora.

—¿Y si no pudieses ver esa mirada? —lo observo asombrada, jamás había pensado ¿qué pasa si no puedo ver a la persona que me gusta? ¿Cómo sabré que me llama la atención?

—Eso imaginé, usted ama con los ojos y no con el corazón. Así como Psique se vio tentada a ver el rostro de su esposo porque no le bastó lo que sentía en su alma, usted solo puede ver y no sentir.

—¿Cómo puedo cambiar eso?

—Soy máster en mitología no en romance. —ambos empezamos a reír, fue en ese momento que comenzó nuestra amistad.

Su nombre dejo de parecerme gracioso, hablar con él me traía paz y calmaba mis ansias de sentir lo que yo pensaba que era amor. Pasamos semanas viéndonos a la misma hora en la biblioteca y hablando sobre un montón de temas que a ambos nos parecían interesantes. Poco a poco dejé de pensar en Antoni y comenzaba a desear que terminaran las clases para verme con Ángel.

Él era ciego, no podía verme, pero yo sí a él. Aprendí a observarlo con los ojos cerrados, a abrir mi corazón a nuevas experiencias y a vivir la vida desde un punto diferente. Sin darme cuenta ver a mi Cupido era más que una rutina, él se volvió mi propio ángel del amor. Un día decidí confesar mis sentimientos.

—¿Me amas? —interrogó asombrado.

—Sí, antes no estaba segura, ahora lo estoy.

—¿Amas a una persona ciega? No puedo ver, lo sabes...

—Ángel, no digas eso, tú me enseñaste a amar con el corazón. No es lo que veo lo que me gusta, sino lo que siento.

—Joline, no sé qué decir... Yo...

—¿No me quieres?

—¡Claro que sí! Eres una chica especial, que ama estudiar y que no le avergüenza andar conmigo por mi nombre.

—¿Por qué lo haría? Nadie sabe que tú eres un Cupido para mí y como mi ángel me has dado el mejor regalo que pude pedir en la vida.

—Gracias... —se sonrojó y besé su mejilla.

—Creí que me besarías en los labios.

—Aún no me has dicho que me amas.

—Te amo, me alegra que tu visión del amor sea diferente ahora.

—Lo es, gracias a ti.

—Tal vez Cupido te lanzó la flecha correcta.

—Tal vez —sonreí y le di nuestro primer beso en los labios.

Aprendí a observarlo con los ojos cerrados, a amarlo con mi alma y no con mis ojos. No amo lo que veo sino lo que me hace sentir.

Fin.