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Montserrat Ro


Del dolor y la desesperanza nacen las piedras. Dalian lo sabía muy bien. Durante mucho tiempo pensó que ser un hijo obediente, un ciudadano benévolo, un guerrero honorable y un amigo fiel y devoto bastaría para ganarse el amor de los demás. ¿Cuál fue su sorpresa? No solo no fue amado; su cuerpo, alma y mente sufrieron las consecuencias de su terrible equivocación. Su ingenuidad le hizo pagar un alto precio. Aún después de renacer, Dalian Arsein Spynheart no podía estar en paz. La fragmentación de su alma era tan profunda que incluso renaciendo mil veces más sus demonios no lo dejarían libre. Mirando la ancha espalda del príncipe heredero, Dalian apretó fuertemente los puños. No volvería a cometer el mismo error. Esta vez utilizaría todos los métodos necesarios para sobrevivir. Si el amor lo había convertido en un brote marchito, la venganza lo haría resurgir; altivo y recto, como una garza blanca.


Fantaisie Fantaisie historique Déconseillé aux moins de 13 ans.

#aventura #boyslove #abuso #misterio #novelaligera #258 #renacer #psicológico
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Capítulo 1. Otoño. Pétalos Secos.

El brillo de la luna llena de primavera iluminaba cual farol los pasillos de la zona Oeste de la fortaleza imperial. El gigantesco jardín rebosante de brotes coloridos era el lugar perfecto para que los diminutos grillos silvestres entonaran sus serenatas nocturnas acompañados de los chapoteos ocasionales de los peces del pequeño estanque en el centro del jardín. Esos dos conformaban los ruidos habituales en esa zona. Comunes e imperturbables; ajenos a las turbulencias que se escondían en la majestuosa, pero solitaria edificación del fondo.


Construida en mármol negro; la gloriosa Residencia del Ocaso ostentaba el nombre con orgullo. Sus paredes consumían los rayos del sol convirtiéndola en una prisión fría. Dentro de sus muros cualquier rastro de calor o vida se extinguía, marchitándose en una lenta agonía.


Resultaba hilarante que tan mal afamada construcción fuera la residencia matrimonial del príncipe heredero.


Dado la importancia del personaje que resguardaba entre sus paredes, una decena de guardias bien ataviados y armados custodiaban la entrada y los alrededores de la residencia. La resplandeciente noche de primavera debería haber dado un toque armonioso al lugar, sin embargo, el ambiente era sombrío y pesado.


La silenciosa atmósfera fue cortada bruscamente por un grito desgarrador, que atravesó las paredes de la residencia y se extendió por toda la zona Oeste. El grito sonaba desesperado, como el aullido de un animal siendo despellejado cuando aún seguía con vida.


El grito le helo la sangre a los guardias que custodiaban la alcoba del príncipe, lo suficiente como para tener el deseo de taparse los oídos hasta que el sonido desapareciera.


Pero el grito no solo no se detuvo, sino que se volvió más atronador combinado con chillidos de auxilio; la persona que gritaba no dejo de hacerlo hasta desgarrarse la garganta, fue entonces que lastimosos gemidos y sollozos se deslizaron por debajo de la puerta.


Los dos guardias se mantuvieron en su lugar. Haciendo acopio de su entrenamiento, sus caras no transmitieron lo perturbados que estaban. El brillo acuoso en sus miradas revelaba la impotencia de aquellos que sabían lo que ocurría dentro de esas cuatro paredes, pero no podían hacer nada para que se detuviera.


Fue después de una tortuosa espera que la puerta de la alcoba se abrió bruscamente. Un joven hombre que no parecía tener más de dieciocho años salió a paso tranquilo. Les dio una mirada impasible a los guardias mientras se acomodaba las puntas de la camisa dentro del pantalón. Su porte elegante signo de su noble cuna no concordaba con su aura oscura.


Sin demorarse más de lo necesario les hizo un ademán para que llamaran a las sirvientas. Después de eso desapareció sin mirar atrás.

El guardia más joven esperó a que la puerta de la entrada de la residencia se hubiera cerrado para deslizarse dentro de la habitación. Pero su compañero no se lo permitió.


El guardia mayor le dio un apretón en el brazo. "Esta vez no deberías ir"


Aún mantenía una expresión confundida cuando el mayor dio un respiro profundo y penetró en la habitación.


La alcoba no era diferente del barracón de los soldados. No había decoraciones exquisitas ni ostentosas que indicaran que esa era la recámara de la consorte legítima del príncipe.


Luce como una prisión pensó el guardia.


Su mirada se centró en la gigante cama que abarcaba la mayor parte del cuarto. Casi perdió el aliento cuando vio a la persona que descansaba sobre las sábanas. El cuerpo desnudo tenía un rastro de mordidas profundas y cortes sangrantes que recorrían desde el cuello hasta la punta de los pies. La piel mortalmente pálida era un lienzo perfecto para las marcas, las formas de unos dedos eran visibles alrededor del cuello y muñecas.


El cabello de un tono azulado, estaba empapado con frío sudor, las orillas de sus ojos fuertemente apretados estaban rojas, las mejillas tenían rastros secos de lágrimas, los labios tenían marcas de mordidas y por la comisura de la boca un hilillo de sangre se deslizaba.


Al bajar la mirada hacia sus partes íntimas el guardia estuvo terriblemente horrorizado. Sangre mezclada con fluidos blanquecinos fluía por sus muslos dejando una mancha colorida sobre las sábanas blancas de la cama.


¿Con qué clase de monstruo te entregaron? La rabia y la tristeza se acumularon en su pecho.


El guardia se dio la vuelta para indicarle a su compañero que consiguiera un cuenco de agua caliente, después de eso se acercó apresuradamente a la cama. De la bolsa interior de su uniforme sacó tónicos, pomadas y un pañuelo de seda. Con sumo cuidado comenzó a secar el sudor y la sangre seca del rostro de la persona.


Sin previo aviso está abrió los ojos y enrollo sus pálidos dedos en su muñeca. Una mirada suplicante se reflejó en sus iris. La voz salió rasposa y distorsionada "Mátame, por favor. Si sigo soportándolo me voy a volver loco"


Con el último aliento saliendo de sus fosas nasales siguió diciendo. "Mátame. Mátame... ¡Por favor Alak! Si aún me guardas algo de respeto... ¡Mátame, maldita sea!


Antes de que el mencionado pudiera responder, los dedos en sus muñecas aflojaron el agarre. La persona se había desmayado por el cansancio y el dolor.


El guardia atrajo el maltrecho cuerpo hacia su pecho con cuidado, rodeándolo en un abrazo desesperado, gruesas gotas comenzaron a caer acompañadas de un desconsolado llanto.


Alak Rynhart era el único hijo del primer comandante imperial, líder de la guardía de su majestad.


Durante generaciones los miembros de la familia Rynhart se habían dividido entre aquellos que eran fieles a la casa imperial como consecuencia de matrimonios arreglados y los que estaban bajo juramento debido al sello carmesí grabado en el pecho, símbolo del escuadrón de seguridad de la familia real.


Para el infortunio de Alak, sus acciones estaban fuertemente sujetas por ambos bandos. Como hijo de la hermana del emperador y miembro del escuadrón no podía actuar aun cuando veía consumirse ante sus ojos a su antiguo amigo.


Vergüenza.


Ese era el sentimiento que lo había acompañado a lo largo de los últimos 3 años.







Las puertas del salón principal fueron abiertas de par en par de una patada. En el umbral la figura del príncipe heredero hizo su aparición. Su elegante vestimenta consistia en sus trajes reales; seda de la más alta calidad decorada con piedras preciosas, además su apareciencia denotaba que acababa de asearse. La pulcra figura barrió el salón con una mirada indiferente hasta centrarse en el bulto en medio del salón. Entre andrajosos ropajes que alguna vez fueron de un tono zafiro resaltaba la azulada cabellera del joven hombre arrodillado. Su cabeza gacha y el largo de su pelo impedían verle el rostro. De sus muñecas colgaban dos grilletes conectados a oxidadas cadenas, las cuales tenían manchas de suciedad y sangre seca.


Una ira incontenible explotó dentro de Faran Erineabor Frenvy, próximo emperador del reino de Umbra. Nunca lo admitiría, pero había estado seguro de que cuando entrara a la habitación el patético hombre frente a él alzaría el rostro para mirarlo. Dándole esa habitual mirada cálida, que combinado con el tono dorado de sus ojos, provocaban la ilusión de mirar oro fundiendose.


Apretando el puño con fuerza una risa amarga murió en su garganta. Qué importaba que el hombre no volteara a verlo. Su mirada siempre le había producido asco. La odiaba. Durante cinco años se había contenido de arrancarle los ojos con tal de ya no tener que soportarla.


Pero no solo era su mirada, todo en él era tan repugnante.


Regañándose a sí mismo por distraerse en estupideces, Faran recompuso su semblante. Hoy por fin iba a deshacerse de la despreciable presencia ante sus ojos. En lo único que debía concentrarse era en ese sentimiento de felicidad.


Sus pasos sonaron en el salón que lucía una atmósfera glacial. Deteniéndose hasta quedar justo enfrente del chico arrodillado. Lo observó con absoluto desprecio sin decir nada.


Cuando el silencio se hizo insoportable, Faran se sentó en cuclillas quedando a la misma distancia que el chico. Sin ceremonias agarró fuertemente su quijada; alzándola.


El desdén en la mirada del hombre joven lo descolocó.


Un rostro veinteañero en forma de fresa; fino y bonito, estaba repleto de moretones de tonos verdosos y morados. Sus largas y espesas pestañas daban la apariencia de cortinas que al abrirse dejaban salir el dorado de los rayos del sol. Sus labios rosados estaban cubiertos de costras secas. Si no fuera por su maltrecha apariencia, Faran habría pensado que se encontraba ante una exquisita belleza. Pero justo ahora esa belleza tenía una mirada asesina. Como un aguila real esperando caer sobre su presa.


Si alguna vez en esa mirada hubo calidez, ya no había rastro de ella.


El mar de confusión que estaban sufriendo las emociones de Faran, le impidió darse cuenta del sentimiento de pérdida que se abrió paso en su corazón.


Afianzando su agarre, con voz cargada de desprecio Faran habló "No debiste haberte enamorado de mí"


Si no lo hubieras hecho mi padre no me hubiera obligado a estar contigo.


Si no lo hubieras hecho no habrías tenido que soportar toda esa tortura.


No hubiera sido necesario que yo desquitara mi furia contigo.


Si no lo hubieras hecho ella estaría conmigo.


¿Por qué de todos los hombres tuviste que poner tu asquerosa mirada en mí?


Unos ojos desprovistos de emoción le devolvieron la mirada "Su real majestad, ¿Quién le dijo que estoy enamorado de usted?" A pesar de lo maltrecho de su semblante, la voluntad férrea que caracterizaba al chico le impidió quedarse callado "El solo respirar el mismo aire que usted me enferma. No existe otro ser sobre la tierra que lo desprecie y lo maldiga tanto como yo lo hago."


El semblante del príncipe se deformó por la ira, sin pensarlo su puño se estrelló contra la mejilla del chico de cabello azulado. A pesar del insoportable dolor que cruzo por su rostro éste no hizo ningún ruido.


¡Ridiculo! Escupió Faran. Si el joven no hubiera abierto la boca, estaba seguro que habría acabado besandolo.


Enojado por su debilidad y el agravío a su ego y paciencia, con un movimiento imperceptible Faran les hizo una señal a los dos guardias que habían estado escondidos en las sombras del salón.


"Llévenselo. Asegúrense que desde su salida de este castillo hasta el final de su asquerosa vida no conozca lo que es la paz. Ya no tienen que tener consideración con él, desde este momento su titulo como consorte real ya no tiene validez."

Dándole una última mirada al chico, soltó una risa burlona "Espero que te guste el lugar a donde vas, al fin de cuentas ya estás acostumbrado a ser una puta."


Sin embargo, su risa sorpresivamente paro.


Mientras era arrastrado por los guardías fuera del salón, el joven con el que hasta hace uno momentos había estado casado no despego su intensa mirada de él.


Lejos de estar asustado por lo que había dicho, en el rostro contrario se dibujo una sonrisa. Los dientes manchados de un liquido rojo y la sangre que brotaba por las esquinas de su boca le daban una apariencia siniestra.


Faran no lo sabía, pero acababa de sellar su destino.


23 Avril 2021 20:15 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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