El maná era la fuerza universal que impregnaba toda La Creación, irradiaba del interior del alma y unía a todos los seres vivos. El hombre no tardó en descubrir cómo utilizar este nuevo poder. Combinando el maná y el poder de las runas antiguas dejadas por lo dioses, los humanos y otras razas se volvieron capaces de manifestar fenómenos que estaban más allá de su comprensión mortal, cosas como lanzar bolas de fuego y volar ahora eran posibles. Cuando un niño cumplía los 12 años de edad, este heredaba el don de la magia y se convertía en un mago.
Había individuos excepcionales con un talento único para la magia desde el momento en que nacían, pero no todos corrían con la misma suerte. En un mundo gobernados por magos de sangre noble, los llamados “inválidos”, personas sin habilidad para la magia, eran vistos como los pareas de la sociedad y eran arrojados a su suerte en las calles de las ciudades-fortaleza.
[…]
Recostado en un mugriento sofá se encontraba un joven de aspecto sucio, era de baja estatura, su cabello castaño estaba desordenado y sus ojos azules y fríos estaban fijos en el techos, el nombre de aquel joven era “Arthur de Bretaña”. Arthur tenía 17 años y vivía en una bodega abandonada en el sector norte de Horizon, una ciudad-fortaleza ubicada en el este de Gran Bretaña.
—Hermano —lo llamó una apagada voz femenina desde otro cuarto, el sonido fue muy débil y breve… casi imperceptible, pero Arthur pudo escucharlo claramente a través de las paredes de concreto. Arthur se levantó del sofá y se dirigió hacia la fuente de aquella voz.
—¿Qué sucede, Liz? —le preguntó Arthur abriendo la puerta, para encontrarse con una pequeña niña recostada sobre un colchón desgastado.
Liz era una niña a quien Arthur acogió hace 3 años, después de que su familia la abandonara. Tenía 11 años, su cabello rubio platinado y corto hasta los hombros, sus ojos eran de color rojo y su complexión pequeña. Vestía un camisón rosa con bordes blancos y se encontraba acurrucada por una delgada sábana blanca sobre la única cama que había en la bodega.
—Hace frío, ¿podrías cerrar la ventana? —le pidió Liz.
—Claro —dijo Arthur apresurándose a cerrar la ventana—. ¿Algo más?
—Tengo sed.
—Iré por agua.
El cuerpo de Liz era muy débil, difícilmente podía levantarse de la cama, por lo que Arthur tenía que asistirla en todo lo que pudiera. Arthur caminó hasta la pequeña cocina improvisada que había armado y giró la llave del grifo, pero el agua no salía.
—¿Se dañó de nuevo? —gruñó Arthur cerrando el grifo del agua—. Tendré que salir a buscar un poco.
—No es nece… *Coff, coff, coff*.
La oración de Liz se vio cortada por una repentina tos, líquido rojo salía de su boca agrietada. Arthur acarició la espalda de Liz hasta que dejó de toser, el líquido rojo lo salpicó, pero no parecía importarle.
—Tranquila, volveré pronto —le dijo Arthur caminando hacia la puerta. Salió de la bodega y caminó por un rato, hasta llegar a un establecimiento que le era familiar. El edificio tenía dos pisos de alto, y en la parte superior había un cartel con forma de taza con las palabras “La Casa del Café” escritas con pintura negra.
—Hola, Arthur —lo saludó una joven desde el otro lado del mostrador.
La joven parecía tener alrededor de 15 años, tenía el cabello castaño atado detrás de su espalda como una cola de caballo y los ojos marrón oscuro como gotas de café. Llevaba medias y camisa de color marrón, una falda negra, una gorra y un delantal blanco con el logo de la tienda estampado.
—Hola, Elaine, ¿dónde está tu padre? —le preguntó Arthur.
—Salió un momento, así que yo estoy a cargo. ¿Qué puedo ofrecerte hoy? —respondió la chica sonriendo.
—Solo agua —le pidió Arthur.
—Serian 5 créditos.
—Aquí tienes —dijo Arthur rebuscando en su bolsillo sus escasos ahorros y entregándoselos a Elaine.
—¿Sabes? Un amigo de mi papá está buscando ayuda con unas cosas en el muelle, el trabajo consiste en bajar la mercancía de los barcos y subirla a los camiones. La paga no es la mejor, pero si te interesa… aquí tienes la dirección —le explicó Elaine dándole un pequeño trozo de papel.
—Gracias —dijo Arthur guardando el papel en su bolsillo.
Según el sistema de niveles, se le asignaba un trabajo apropiado a cada persona, basado en sus estadísticas y habilidades. Arthur estaba debajo del promedio, por lo que sería difícil para él conseguir un trabajo decente. Podía ganar un poco de dinero realizando pequeños encargos y trabajos menores y, aunque la paga no era mucha, le alcanza para sobrevivir.
—Adiós, Elaine —se despidió Arthur saliendo de la tienda.
—Adiós. Saluda a Liz de mi parte.
[…]
Arthur estaba regresando a la bodega para llevarle el agua a Liz, pero entonces, escuchó una voz proveniente de un callejón.
—Hola, preciosa.
Por su tono, podía decir fácilmente que no se trataba de un buen sujeto. Al acercarse más al lugar, Arthur vio a tres hombres y una chica en el callejón. La chica parecía estar a mediados de su adolescencia, tenía el cabello castaño y ojos azules, llevaba un vestido azul marino y un bolso a juego.
Por otro lado, los hombres se veían de unos 20 o 30 años. El primero era de complexión media y llevaba un cuchillo. El segundo era parecido al primero, salvo por el estuche de cartas que llevaba en la cintura. Y el tercero era calvo y musculoso, no parecía portar armas de ningún tipo.
—Y-Yo solo estaba comprando unas cosas —dijo la chica, dificultosamente. Se notaba claramente lo nerviosa y asustada que estaba.
—¿Sola? Es peligroso —señaló el primer hombre.
—N-No, v-vine con mi hermana, e-estoy buscándola.
—¿Quieres que te ayudemos a buscar? —pregunto el segundo.
—No es necesario.
—No temas, no te morderemos… a no ser, que eso quieras —dijo el tercero relamiéndose los labios.
La chica trató de huir, pero el tercer hombre la agarró del cuello de su vestido y la levantó al aire. Sin un punto de apoyo y sin la fuerza necesaria para soltarse, la chica no tenía forma de escapar.
—Ni una palabra, ¿entendido? —la amenazó el primero enseñándole el cuchillo en su cinturón, la chica que estaba por gritar se quedó callada al verlo.
—Acorralar a una chica de esta forma, ¿acaso no sienten vergüenza? —intervino Arthur entrando en el callejón.
—¿Y tú de qué vas, niño? ¿No ves que estamos ocupados? —dijo el tercero con una expresión de irritación tratando de intimidar a Arthur, pero este no vaciló.
—Me cansé de ver este acto cliché de tipos malos, así que pensé en intervenir.
—Espera. Yo te conozco, eres ese chico que no puede usar magia, ¿cierto? —preguntó el primer hombre señalando a Arthur.
—Sí, soy yo —respondió Arthur, sin dudar.
—Vaya, te ves confiado a pesar de ser más débil. ¿Por qué no nos das tu dinero y te largas de aquí?
—Piénsalo bien somos tres y tú eres uno, no tienes oportunidad de ganar. ¿Por qué mejor no nos das todo el dinero que tengas?
—¿Si lo hago, la dejarán ir?
—Claro que no, nos quedaremos con ambos. ¡Jajaja!
—No tengo muchas opciones, ¿o sí…? Bueno, de todas formas, ni la conozco. Aun siendo una chica linda, arriesgarme por una desconocida sería una tontería —razonó Arthur frotándose la barbilla. El joven se dio la vuelta, listo para marcharse, cuando uno de los hombres lo llamó.
—Espera, ¿no olvidas algo?
—¿Ya que? No es mucho, pero aquí tienes.
Arthur lanzó su billetera al aire en dirección al segundo hombre, pero el momento que este levantó la vista para atraparla, Arthur apareció frente a él y le dio un golpe directo a la mandíbula con tal fuerza que lo mandó a volar como un muñeco de trapo. Los otros hombres y la chica quedaron estupefactos, no solo por la fuerza del golpe, sino por la velocidad con la que lo realizó. Arthur recorrió 5 metros en un parpadeo, fue tan rápido que apenas pudieron verlo.
—¡Oye, idiota, levántate de una vez! ¡No pudo golpearte tan fuerte! —dijo el tercero sacudiendo al segundo, quien estaba tumbado en el piso con la mirada en blanco y espuma saliéndole de la boca.
—¡Maldito, nos engañaste! —gruñó el primero sacando su navaja.
—Sí, los engañé. Necesitaba deshacerme del conjurador —respondió Arthur.
—¿Cómo supiste qué era una conjurador?
—Ese estuche es para talismanes, ¿verdad? El poder de fuego de los conjuradores es una molestia, por lo que decidí eliminarlo primero.
—¡Te cortaré en pedazos, pequeño bastardo! —gritó el primero arremetiendo de frente hacia Arthur, con su navaja en mano—. Corta el acero con tu hoja esmeralda, espada silbante. ¡Wind Blade! —exclamó levantando su navaja, un círculo de luz verde se formó en la guarda del arma y un torbellino de viento envolvió su hoja.
«Espera… —pensó Arthur buscando una apertura—. ¡Ahora!»
En el momento que el hombre empujó la hoja del arma hacia abajo para cortarlo, Arthur se hizo a un lado rápidamente, lo agarró de la muñeca, le torció el brazo para hacerlo soltar el cuchillo y lo mandó a volar de un golpe en la cara. El hombre cayó de forma estrepitosa al piso, se convulsionó levemente y perdió la consciencia.
—Van dos, ahora solo falta…
—…Yo.
La oración de Arthur se vio interrumpida por el tercer hombre, quien le propinó un potente golpe en el estómago. El joven salió volando a través del callejón y chocó contra la pared, el crujir de sus costillas se escuchó claramente.
—¡Agh…! —se quejó Arthur cayendo de rodillas.
—Tienes suerte, eres uno de los pocos que han quedado de pie después de recibir un golpe directo de mi “Stone Punch” —dijo el hombre sonriendo, su puño estaba cubierto por una coraza de piedra. Pero lo de Arthur no fue suerte, en el momento que vio el puño del hombre acercarse, saltó hacia atrás para reducir la fuerza del impacto. De haber recibido el golpe directamente, ahora mismo estaría muerto.
—Solo espera, te quitaré esa sonrisa arrogante de tu fea cara —dijo Arthur apoyándose en un cesto de basura junto a él.
—¡Tú te lo buscaste! ¡Ahora sí te mataré, maldito renacuajo! —rugió el tercero invocando un círculo mágico bajo sus pies. Piedras se reunieron alrededor de sus puños, formando dos enormes martillos.
—¡Toma esto! —gritó Arthur lanzando el cesto de basura hacia el hombre.
—Buen intento —dijo el hombre apartando el cesto de basura con su brazo, pero esa solo era una distracción. Arthur aprovechó la apertura creada por el cesto para deslizarse detrás del hombre y, con la fuerza que le quedaba, lo pateó en la entrepierna. El shock del golpe fue tal que el hombre cayó y golpeó de cara al muro, manchándolo de sangre. De los tres hombres, este probablemente fue el que quedó en peor estado.
—E-Eso fue impresionante —dijo la chica, seguía en el callejón debido a que la única salida estaba bloqueada por la pelea.
—*Coff, coff* —Arthur estaba tosiendo sangre—. Maldición, creo que me astillé un pulmón… *Coff, coff*… O dos.
—Déjame ayudarte. Quédate quieto —le indicó la chica a Arthur, sentándolo con la espalda contra el muro, luego colocó sus manos sobre su pecho y cantó—: Heal.
Un círculo mágico se formó en las manos de la chica, y una burbuja de agua cubrió el pecho de Arthur. El joven sintió como su dolor disminuía y sus heridas empezaban a sanar.
«No pensé que esta chica fuera una sanadora y, para usar un cántico acortado, debe ser bastante hábil. No veo un rosario, así que no es de la iglesia» —pensó Arthur examinado a la chica con la mirada.
Existían tres arquetipos básicos de magos: peleadores, conjuradores y emisores. Los peleadores eran magos especializados en el combate cuerpo a cuerpo, combinaban artes marciales y magia para lanzar potentes ataques. Los conjuradores se enfocaban en los ataques mágicos de largo alcance, pero solían ser físicamente débiles. Y los emisores se especializaban en afectar a otras personas u objetos usando magia, sus conjuros tenían alcance medio y su resistencia física y poder mágico estaban bien balanceados, pero sin ser extraordinarios.
Que la chica fuera una sanadora no era muy raro, pero que no formara parte de la iglesia levantó las sospechas de Arthur. Prácticamente todos los sanadores habilidosos de Gran Bretaña pertenecían a la Santa Iglesia Ortodoxa o a la nobleza. A Arthur no le agradaban la iglesia o los nobles, pero se alegró de haber ayudado a la chica porque, de una forma u otra, las cosas habrían resultado mal. Si la iglesia se enteraba que una de sus sanadoras fue atacada, entonces usarían cualquier excusa para enviar a sus ejecutores. Y si resultaba ser una noble, era probable que su familia no se detuviera hasta encontrar aquellos que la atacaron, incluso si ese implicada destruir Horizon.
«Lo mejor será alejarme de esta chica, lo antes posible. No quiero tener más problemas de los que ya tengo» —pensó Arthur.
—Ya deberías estar mejor —informó la joven, al terminar de sanar a Arthur.
—Gracias.
—Debería ser yo quien te agradezca, muchas gracias por salvarme —dijo tomando las manos de Arthur mientras lo miraba con sus brillantes ojos azules.
—No hay problema —dijo desviando la mirada.
—¿Es verdad lo que dijo ese hombre?
—¿Qué cosa?
—Que no puedes usar magia.
—… —Cuando la chica mencionó eso, Arthur soltó una sonrisa amarga.
—¡L-Lo siento, n-no quise…! ¡Lo d-dije porque me pareció increíble que pudieras con los tres tú solo, a pesar de ser débil…! ¡Espera eso no es lo que quise decir! ¡N-No creo que seas débil, por el contrario, me pareces alguien formadable… formodible… formidable…! ¡Sí, formidable!
—Ya entendí. Cálmate, estás tartamudeando más que antes —la interrumpió tratando de calmarla—. Y es cierto lo que dijo, soy un inválido. Incluso al cumplir los 17 años, sigo sin ser capaz de manifestar mi maná. Si pudiera usar magia, no estaría en esta clase de situación. Pero como no puedo, tengo que recurrir a trucos baratos como estos para poder ganar. Después todo… soy débil.
—N-No, no eres débil. Si fueras débil, no me habrías ayudado.
—¿Qué estás diciendo? Solo hice lo que cualquiera hubiese hecho.
—¡No es cierto! —exclamó la chica. Arthur se sorprendió un poco, al escucharla alzar la voz de repente—. Antes de ti, un hombre pasó frente al callejón… Él me vio, pero no hizo nada, solo siguió caminando. Tal vez no puedas usar magia, pero aun así, me ayudaste. Creo… que eres muy valiente. Tan valiente como para enfrentarte a hombres más fuertes que tú, y eso te hace fuerte.
—Gracias —agradeció Arthur mientras acariciaba la cabeza de la chica, provocando que esta se sonrojara—. Lo siento, lo hice por reflejo.
—Está bien, mi hermana lo hace todo el tiempo. Déjame darte algo como agradecimiento por ayudarme —dijo la chica buscando dentro de su cartera. Sacó unos billetes y se los ofreció a Arthur, debía haber unos 200 créditos—. Toma
—¿Estás segura? «No sé si deba aceptarlo, pero… lo necesito».
—Por favor, acéptalo —insistió la chica haciendo una reverencia. Al inclinarse hacia adelante, su bien lucido busto se hizo destacar.
—Ten más cuidado, ¿quieres? —le dijo Arthur desviando la mirada.
—¿Lo aceptarás? —le preguntó mirándolo con sus claros ojos azules.
—Está bien, acepto tu oferta. De todas formas, lo necesito.
—¡Bien!
—Salgamos de aquí antes de que esos tres se levanten —indicó Arthur caminando hacia la entrada del callejón, y la chica lo siguió de cerca.
—Disculpa, ¿puedo pedirte un favor?
—¿Necesitas algo?
—Es que soy nueva en la ciudad y no conozco los caminos, ¿podrías acompañarme a buscar a mi hermana?
—Lo siento, no puedo. Mi hermana me está esperando, pero puedes pedirle ayuda o indicaciones a los guardias.
—Está bien, lo entiendo. Regresa con tu hermana, yo buscaré a la mía.
—Espero que la encuentres.
—Gracias.
Arthur y la chica se despidieron y tomaron caminos separados. Mientras caminaba por la plaza, la chica se encontró con un grupo de hombres.
—Hola, hermosa, ¿qué tal si vienes con nosotros? —le preguntó uno de los hombres acercándose a la chica, detrás de él había otros tres hombres.
—¿Y si mejor se pierden? —respondió la chica mirándolos con ojos fríos. Los hombres palidecieron al sentir la presión que emanaba de ella, el maná que irradiaba de su cuerpo estaba en una dimensión completamente diferente. Siguiendo su instinto de supervivencia, los hombres salieron corriendo despavoridos. La chica se sentó en una banca en la plaza, sacó su teléfono y marcó el primer el número en su lista de contactos.
—¿Dónde estás? Desapareciste de repente —dijo una voz de un hombre del otro lado del teléfono.
—Me desvié para comprar esmalte para uñas, vi un color lindo y quise probarlo —respondió la chica con aires de ligereza—. Pero no lo llamo por eso.
—¿Y por qué es?
—Lo encontré. Encontré lo que estábamos buscando.
—¿Lo dices enserio? ¿Está contigo?
—No. Intenté convencerlo de acompañarme, pero me rechazó. Pensé que traerlo a la fuerza sería contraproducente, así que lo dejé ir.
—¿Lo marcaste?
—Sí. Fue fácil, lo hice mientras lo curaba.
—¿Lo curaste? ¿Qué pasó?
—Nada importante. Un tipos se me acercaron, estaba por mandarlos a volar, cuando ese chico apareció. Honestamente pensé que iba a morir, pero los venció. Aunque no puede usar magia, su fuerza física es inhumana. En fin, el chico resultó herido durante la pelea, por lo que me tomé la libertad de curarlo… y fue cuando me di cuenta de lo que llevaba dentro.
—Buen trabajo. A partir de ahora, me haré cargo yo.
—Pero hay algo que todavía no entiendo, si lo que habita en su interior es tan peligroso como dices, ¿no sería mejor matar al chico y terminar con esa cosa?
—El chico podría ser el salvador de los Nueve Reinos o aquel que los destruirá.
Los eventos de esta historia se llevan acabo millones de años en el futuro, cuando la Tierra y los otros reinos de la mitología nórdica fueron destruidos por el Ragnarök. El Dios Supremo tomó los fragmentos restantes de los Nueve Reinos y los unió para crear un nuevo mundo, al que llamó “Yggdrasill”. Era diez veces más grande que la Tierra, tenía un sol y tres lunas. En savoir plus Yggdrasill.
Merci pour la lecture!
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