...No pienses en el pasado, pues eso es historia.
El mundo tuvo que tomar difíciles decisiones tras muchas batallas, desacuerdos entre grandes líderes que llevaron a la población a la desgracia y así sucesivamente a lo largo de los años que han visto amanecer estas tierras...
El empobrecimiento, cada vez más marcado de las poblaciones, no dejaba diferencias entre unas clases y otras. Esto llegó a producir grandes revueltas de la población quedando por fin sin líder.
Pero el hombre es ambicioso, busca el poder a toda costa y una vez más la historia se repitió.
Nuevas clases sociales surgieron. El pueblo sufría, el poderoso ordenaba y la tierra lloraba. Los humildes oraban por un cambio que nunca llegaba. Daba igual la religión, el sufrimiento era peor cada día.
Hasta que la naturaleza dijo basta.
Los océanos se elevaron, la tierra tembló, el viento resonó en cada rincón de las ciudades. Aquellas gentes asustadas suplicaron por protección, pero ya era demasiado tarde.
Encontraron su propia aniquilación...
Aeder dio un largo suspiro cerrando el libro, pasó lentamente su mano derecha sobre la envejecida portada, recorriendo con sus dedos aquel título en relieve con letras en un dorado que había perdido su brillo original: “ Leyendas y Profecías de Aunknar”.
Aquel libro, de procedencia incierta, la había acompañado desde que era una niña y cada vez que se encontraba insegura de algo, leía alguna de sus páginas. Ese extraño libro parecía tener siempre la respuesta a cualquier pregunta que suscitase su miedo.
En su interior, Aeder una y otra vez se repetía a sí misma que debía ser una coincidencia, ya que lo había leído tantas veces que lo había interiorizado y sabía dónde tenía que buscar. Le debía ser innato.
Apoyando el libro sobre una mesa de escritorio, ya desgastada por el tiempo, se reclinó sobre su silla y se quedó mirando hacia el libro unos instantes más mientras la luz del sol caía sobre este por la cristalera que se situaba en el techo del ático.
Y una vez más, como cada vez que lo leía, las mismas preguntas aparecían en su cabeza, como martillos y campanas repicando sin cesar. ¿Cómo el mundo había entrado en tal decadencia? ¿Realmente somos los causantes de todas las catástrofes que le han sucedido a este mundo? Sus pensamientos se detuvieron al instante, pues alguien llamó inesperadamente a la puerta del ático.
-¿Hola?¿Aeder? ¿Estás ahí? Soy yo, Nathan- los golpes en la puerta volvieron a sonar insistentes.
Aeder se levantó de la silla tan rápido como le fue posible. Había estado tan absorta leyendo el libro que se le había olvidado por completo que había quedado con Nathan. Miró el pequeño reloj que tenía colgado junto a la estantería, donde tenía algunos de los libros más preciados para ella, abriendo los ojos de par en par, asustándose por la hora: las cinco Aknar. Se había pasado toda la mañana leyendo el libro sin comer.
Sin dudarlo ni un segundo, cogió su chaqueta y se dirigió a la puerta, abriéndola de golpe. Frente a ella, un chico de cabello corto, de un color casi achocolatado que contrastaba con sus ojos verdosos, de mediana estatura la esperaba en la puerta.
- Lo lamento mucho Nathan, no me di cuenta de lo tarde que es.
Nathan extendió una bolsa hacia Aeder:
-Y como de costumbre no habrás comido ¿verdad?.
Aeder suspiró resignada:
-Me conoces demasiado bien…- cogió la bolsa sin decir nada más mientras se reía.
-Los años de estar esperándote ya me hacen un maestro.
Aeder cerró la puerta y comenzaron a caminar.
Nathan era el mejor amigo de Aeder. Se habían conocido estudiando la Historia del mundo de Magner y siguieron trabajando juntos en algunos estudios aunque después Aeder decidió especializarse en lo que antiguamente se conocía como Arqueología algo que hoy solo una rama de expertos o de gente suicida se atrevían a escoger ya que en Magner, estudiar lo que se conoce como “pasado” tenía numerosos contras sin nombrar los numeroso peligros, el más señalado, era la desaparición.
Mientras tanto, Nathan se dedicó al periodismo, ganándose un sólido puesto en la única empresa del distrito de la ciudad, Amphea.
Mientras Nathan no paraba de hablar en el camino sobre lo bien que le iba en su trabajo y de lo que iba hacer en las próximas jornadas, Aeder comía sumida en sus pensamientos.
Empezó a vagar por la historia, recordando aquel hombre ambicioso que quiso que las horas llevasen su nombre hace… ¿5 mil años?
-Pero me estás escuchando?
Aeder volvió de su trance:
-Si, perdona, es que está muy bueno esto que me has traído ¿Qué es?.
- Lo de siempre-Nathan miró a Aeder algo molesto- Últimamente parece que no te interesa nada de lo que te cuento.
- No es que no me interese, es que siempre cuentas lo mismo.
En ese momento, entre Nathan y Aeder se creó un silencio incómodo, tan solo roto por las palabras de Nathan y el sonido de las olas que golpeaban las aceras.
-¿Qué quieres decir?
-Nathan, te has acostumbrado tanto a tu trabajo que has olvidado en el lugar dónde nos conocimos y lo que realmente te gusta.
- No, no lo he olvidado, por eso acepté este puesto de trabajo.
- ¿Realmente es así Nathan? Tus últimas columnas solo hablan de personas de altos cargos que hacen el bien- Aeder hizo mucho énfasis en esa última palabra- para Magner ciertamente ¿te crees tus propias palabras?
- ¿Me estás llamando embustero? -Nathan se detuvo en mitad del camino, enfurecido.
Aeder se paró frente a él, apenas inexpresiva:
- No, te estoy diciendo que te has creído su cuento. Hace años hubieras entendido perfectamente mis palabras, pero se ve que tantos años en Amphea han hecho que te intoxiques.
-Sabes que sigo luchando por la causa, ese fue otro motivo por el que acepté el puesto.
-Si es así, demuéstramelo.
- ¿Cómo pretendes que te lo demuestre?
Aeder emprendió su caminar lentamente sin decirle una palabra a Nathan mientras él volvía a hablar de manera encolerizada:
-¿Me estás escuchando?
-¿Quieres andar?- gritó Aeder.
Pareció que Nathan por fin entendió el mensaje y comenzó a calmarse poco a poco mientras la seguía en silencio.
-He estado leyendo el libro.
- Vaya que novedad.
- Callate. Parece que en ese libro y en otros siguen un mismo patrón. Cada cierto tiempo, algo ocurre que provoca una catástrofe en Aunknar.
- Eso solo son leyendas Aeder.
- Está bien, tú dices que solo son leyendas, yo digo que algo está por llegar. Quiero que investigues conmigo. Si yo gano, puede que me reconsideren en el estudio de Arqueología, si ganas tú, tendrás una bonita columna para Amphea. ¿Hay trato?
Nathan se quedó callado, pensativo:
-¿Cuánto tiempo llevas trabajando en esto?
- No lo recuerdo.
Realmente era una soberana estupidez. Aeder sabía perfectamente que Nathan había pasado tanto tiempo inmerso en aquel lugar que no aceptaría y si lo hacía le pondría trabas en cada paso que daba sin embargo había un problema con el que no contó cuando empezó a leer aquellos libros...Si comenzaba a indagar y embarcarse en algo más grande, no podría hacerlo sola, pues el peligro que corría era enorme. Necesitaba a alguien en quien confiar- o al menos hasta cierto punto- para poder llegar hasta el final.
Nathan se mantuvo callado por un largo tiempo más hasta que finalmente suspiró negando con la cabeza:
- Esto puede hundir mi carrera...
-Perfecto entonces.
-Estas como una cabra Aeder, ¿Lo sabes?
-Me lo han dicho muchas veces, aunque de ti nunca lo había escuchado.
-¿Cuándo empezamos?
-Mañana, a las ocho Akplur.
-De acuerdo, nos vemos en el ático.
Nathan y Aeder se dirigieron en direcciones opuestas caminando tranquilamente al atardecer.
Merci pour la lecture!
Un ritmo ágil y digerible Lamentablemente no tengo los conocimientos necesarios para aportar a la parte técnica con el fin de ayudarle con la mejoras como alguien ya lo hizo en otro comentario. Sin embargo, me gustaría resaltar a los personajes presentados, una muy buena dinámica latente en una escena tan pequeña. Si estos serán nuestros protagonistas, con gusto los sigo en sus aventuras.
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