strellaalfa Steph

A pesar de la fastuosa vida llena de comodidades que lleva, Dastan Kennedy tiene un problema que el dinero no puede solucionar; esta perdidamente enamorado de la novia de su hermano. Por su parte, Berlín no tiene la misma vida fácil a la que tiene acceso Dastan, pero lo que sí tiene es un sueño; estudiar música en una universidad de la Ivy League. No le importa lo imposible que parezca ese sueño, porque, vamos, su situación económica no es exactamente favorable. Pero está dispuesta a sacrificar lo que sea con tal de lograr ese sueño. Dastan solo quiere dejar de pensar en Génesis. Nunca planeó encontrar a Berlín, ni mucho menos fijarse en ella. Pero Berlín es linda, tierna, fuerte, divertida... y sobre todo logra hacer que deje de pensar en la novia de su hermano. La vida de estos chicos dará un giro de 180° cuando uno de ellos por fin mire al otro como de verdad es; el destino a dónde tenía que llegar


Romance Chick.lit Déconseillé aux moins de 13 ans.

#romance #amor #desamor #novelajuvenil #sagaKennedy
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Prólogo





El primer encuentro de Dastan con Berlín no fue como ningún otro, quizás ni siquiera podríamos llamarlo “primer encuentro”, pues ni eso llego a ser, pero bastó con ese instante en que los ojos de Dastan se cruzaron con los de ella para sentir algo en su interior… algo que no había sentido nunca.

Berlín acababa de salir de cubrir un turno doble en el restaurante en que trabaja como mesera, cansada, hambrienta, sudorosa y sintiendo que cada paso es una puñalada a sus pies, Berlín sacó su móvil para enviarle un mensaje a su madre, quien esa noche cubría el turno nocturno en el hospital.

<<Ya salí del trabajo, ahora mismo voy para la casa. Te avisaré cuando llegue>> teclea con una rapidez impresionante las palabras y envía el texto, después se arma con el gas pimienta que carga en la bolsa, guarda el móvil, se acomoda el pequeño cilindro —con forma de lápiz labial— que contiene el gas y, además, se arma con la discreta navaja estilo kunai, prometiéndose que, si el siguiente verano le alcanza la plata, se pagará las clases de defensa personal para aprender a usarla.

Camina varias cuadras más, fijándose en las personas que pasan junto a ella, las que caminan del otro lado de la calle y las que caminan detrás de ella, continua así por dos calles más, entonces gira a la derecha encontrando casi enfrente la entrada del subterráneo. Desciende rápidamente las escaleras, paga con su metrocard y pronto está caminando hacia los andenes.

Es tarde, más que tarde, hoy han tenido casa llena en el restaurante y parecía que la gente jamás terminaría de llegar, comer e irse, <<¿por qué todos tiene que salir a comer los viernes por la noche cuando apenas les han depositado el sueldo?, ¿qué no pueden esperar a que sea martes y yo descanse?>>. Con esos pensamientos rebotando en su cabeza Berlín camina hasta detenerse en donde, probablemente, queden las puertas del tren, discretamente le conecta los audífonos al móvil y reproduce su playlist, pronto sus oídos son inundados por “No Mercy” y, al ritmo de la música, comienza a mover un poco la cabeza, sintiendo como poco a poco su mente va dejando atrás el estado de estrés en el que se encontraba.

Tras transcurrir media canción se percata de que, del otro lado del andén —dirección Manhattan— un grupo de chicos juegan y bromean dándose unos pequeños empujones o combinándose del cigarrillo que no deberían estar fumando dentro de la estación pero, dada la hora que es, Berlín duda mucho que algún policía quiera acercarse a decirles algo, probablemente pensará que son unos vándalos… aun que las prendas que llevan puestas dicen todo lo contrario, a leguas se nota que es ropa de marca, original, no como la sudadera pirata que le ha dado su madre por navidad —que para suerte de ella le fascina más que cualquier otra prenda de su guardarropa— y que lleva puesta justo ahora.

Ella los sigue mirando, curiosa de saber de dónde pueden venir a esta hora, son casi la una. Y, al ritmo de “She’s crazy, but she’s mine”, comienza a observarlos más detenidamente.

Son cinco, tres son más altos que los otros dos; uno de los altos tiene cabello negro, buena musculatura —como para que logre notarla incluso con esa cazadora— y un lindo trasero. Uno de los chicos de más baja estatura —aunque no como para llamarlo “chaparro”— es de cabello castaño, se nota que tiene un cuerpo ejercitado, pero no tanto como el de los demás, quizás practica soccer o algo por el estilo ya que sus piernas lucen bastante fuertes. El otro chico que los acompaña es un lindo pelirrojo, de complexión delgada, poco ejercitada, pero con unos lindos hoyuelos que se marcan al sonreír. Por último, los dos chicos restantes son castaños, un castaño algo oscuro, pero sin llegar a ser negro, altos, de la misma estatura para ser exactos y… son gemelos.

Lo nota cuando ambos se giran, uno de ellos la mira atentamente… y le sonríe. A Berlín le causa un poco de gracia que dos desconocidos así de guapos la hayan pillado mirándolos… y eso la hace esbozar la sombra de una sonrisa divertida. Después, el tren que va en dirección contraria se acerca, hace la parada correspondiente y, cuando retoma su trayecto, los chicos ya no están, lo han abordado.

Unos segundos más tarde el tren que espera Berlín llega a la estación, lo aborda y, por ser la hora que es, toma asiento en uno de los muchos lugares vacíos, solo tiene la compañía de una madre joven con su hija y una pareja de chicos que se toman de la mano mientras la chica recarga su cabeza en el hombro de él. Berlín sonríe con el recuerdo de esos guapos chicos, del chico que le sonrió, de cómo la miro ligeramente divertido; <<Oh, me encantan esos amores de transporte público, de los que te encuentras una vez por causalidad, te enamoras perdidamente de ellos, y a la siguiente estación, cuando bajan, te olvidas sin más y sigues con tu vida sin todo el drama del rompimiento>>.



Ojalá las cosas fueran siempre de la misma forma, ¿no Berlín?







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À suivre… Nouveau chapitre Tous les mercredis.

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