Amor y besos
Llevaban saliendo dos semanas, y ella se sentía tan bien con él, que no podían evitar besarse todo el tiempo que podían. Las mandíbulas les dolían al acabar el día, pero valía la pena. Amaba sentarse sobre sus rodillas para abrazarlo y besarlo más cómodamente.
Pero aquel día, no podía ella resistirse, él tampoco, y ambos se levantaron para apoyarse en la pared y seguirse besando de pie. Ella lo empotró, y así podía dirigir la operación. Él le dejaba la iniciativa, pues siempre hacia ella lo correcto.
En un momento, se les ocurrieron más sitios para seguir con su gran pasión amorosa. Tumbarse encima del sofá, él debajo y ella encima, para seguir besándose sin parar, en una excitación sin fin, tan infinito como su mismo amor. Su resistencia al paso del tiempo lo demuestra.
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