Histoire courte
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Cero grados

Dos de la mañana y ya estaba preparándome para el siguiente asalto. Había pasado perdida más de 10 años, alejada de las personas que amaba y de mi vida conformista al ala de la cumbre elitista. No recordaba en qué momento aquellas personas se habían cansado de pedir dinero a mis padres, de torturarme y de tocar cada parte de mi cuerpo; tampoco recuerdo dónde fue que me abandonaron. Solo recuerdo que hacía mucho frío.

Ray, el hombre que me acogió en su casa después de que lograra escapar, fue el encargado de mostrarme el lado oscuro de la vida. Dedicó la mitad del tiempo a mostrarme como robar bancos y ser una asesina a sueldo. No te culpo, querida, de igual forma no hubieras encontrado el camino de vuelta a casa, decía cada vez que volvía con más cicatrices que el día anterior.

––Dos minutos, querida. –– Nunca me ha llamado por mi nombre, no recuerdo exactamente cuál era. No sabía si mis sentidos me querían jugar una broma o si mi mente ya estaba cansada de buscar respuestas.

Asentí a la orden y salí del callejón en el que me había ocultado.

El largo abrigo de piel ocultaba dos armas: una daga y una pistola con silenciador, mis favoritas.

Estaba consciente de lo que debía hacer.

Los perros ladraron al taconeo de mis botas altas y una rata pasó a gran velocidad por el extremo de la acera logrando un efecto de repugnancia. Miré a todos lados, estaba totalmente despejado.

Entré por la puerta principal de aquel edificio hasta que uno de los guardias de seguridad que, muy a pesar de mis coqueteos, presentó resistencia obligándome a hacer algo que no quería. Le enterré un destornillador que encontré a un costado de los botes de basura de aquel callejón, en la yugular, no iba a gastar a mis bebés con una complicación en el camino. Me encanta improvisar armas.

Estaba tan acostumbrada a realizar esta clase de cosas tan monstruosas que no me había detenido a pensar si tenía familia, una mascota o alguien que le fuera a extrañar cuando llegara la noticia de que había muerto en el trabajo.

Seguí caminando hasta el fondo donde suponía estar el elevador, las escaleras de emergencia y las oficinas de “servicio al cliente”. Tenía una extraña sensación de dèjá vu.

Antes de abrir la puerta de las escaleras de incendio para ir al piso donde tenían la bóveda con los planes de las futuras construcciones, una voz masculina me detuvo. Aún con el destornillador lleno de sangre en las manos me giré dispuesta a lanzarlo directo al ojo derecho, sin embargo, no lo hice. Al girarme, me encontré con unos ojos similares a los míos. Sus cejas eran anchas y pobladas, tenía el rostro perfectamente anguloso, como un adonis.

Pasé saliva sintiéndome nerviosa y él hizo la pregunta que, en todos estos años, me había herido con potencia. El error se volvió una catástrofe.

–– ¿Quién eres? –– su voz era más grave de lo que recordaba. Podía recordarlo.

Ahora para mí tenían sentido aquellos sueños. Era en lo último que pensaba antes de ir a dormir y lo primero al despertar. Le tomó tan solo 10 años olvidarse de mí y a mi me tomó únicamente 10 segundos recuperar los recuerdos a su lado. Harper, mi hermano, mi mejor amigo; estaba de pie delante mío con el rostro pálido y no me reconocía de ninguna forma. Una parte de mí lo agradeció y la otra gritaba por ayuda. Soy yo, quise decir. Ni siquiera mi estúpido nombre recordaba.

Tomaron esos 10 segundos de distracción para que un grupo de policías armados llegaran de todos lados, al parecer el guardia había activado el sistema de seguridad alarmando a todos en el edificio antes de morir.

––No queremos lastimarte, baja el arma –– dijo Harper. Tomé con más fuerza el destornillador del que escurría la sangre aún fresca.

Me gustaría pensar que la razón por la que Harper no me reconocía era la baja luz del pasillo.

Analicé el lugar, todas mis posibles salidas estaban bloqueadas y todos ahí llevaban armas de fuego. Yo permanecía sosteniendo el picaporte de la puerta de salida de emergencias, la falta de coherencia me hizo girarlo. Tomaron otros diez segundos antes de que pudiera hacer un mínimo movimiento. Sentí calor en mi costilla izquierda y al abrir la boca, un hilo de sangre escurrió.

Ciertamente no recuerdo nada más que a mi hermano corriendo a mi cuerpo llamando por teléfono, ¿a las autoridades? ¿a una ambulancia? No lo sabré ahora porque el frío de la noche parecía el Sahara comparado con el frío de mi cuerpo. Me sentía como si me hubieran sumergido en una tina con hielos; no podía respirar, no me podía mover.

Un flashazo del invierno en Praga atravesó mi memoria, aquel día en que mi hermano compraba ropa mientras yo tomaba fotos de cada una de las prendas que pensaba comprar. Mis padres nunca estuvieron ahí para nosotros, éramos únicamente él y yo contra el mundo.

Luego vino el día en que me llevaron a la fuerza, yo estaba comprando dulces para mirar una película cuando un montón de hombres comenzó a acorralarme; los golpes, la falta de comida, el abuso, no poder ir a un baño o darme una ducha; las noches enteras preguntándome si alguien me buscaba, los días eternos que pasé sin poder ver; cuando aparecí a la puerta de Ray o los largos entrenamientos y el miedo a ser llevada de nuevo. Nunca supe en qué momento mi vida de princesa había cambiado al infierno.

Una última inhalada del aire fresco de una noche invernal, el piso duro y un último parpadeo se sintieron como la salida de una eterna prisión. La libertad en mi piel se sentía fría, como si cada centímetro de mi cuerpo estuviera a cero grados.

6 Janvier 2021 00:00 1 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

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Vanessa Velázquez Vanessa Velázquez
Excelente historia, me encanto!
January 06, 2021, 00:52
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