STIGMA BY KIM TAE HYUNG (FROM BTS)
No voy a darte rodeos como la ultima vez, porque en realidad mentí aquella noche y ni siquiera creo que puedas entender mis razones. O quizá sí, y el problema en realidad soy yo que no puede entenderlas ni mucho menos justificarlas.
Muchas veces dijimos amarnos, de esa manera en la que, aunque no se diga, se percibe entre el rocío de las primaveras o el calor de las chimeneas en invierno. Pero ambos sabemos que ese amor estaba siendo amenazado por algo mucho más grande que nosotros. Te amo y me amas, por supuesto. Pero... El amor no es suficiente para mantener unidas a las personas, ¿no es así?;Te he lastimado de maneras inimaginables, y lo sé a la perfección.
Cuando tú me diste el calor de tu regazo en los días de tormenta, cuando tú me diste el alivio de tus pequeños dedos de niña acariciando mis cabellos... Yo te devolví una cobardía internalizada que no supe cómo controlar, hasta que nos estalló en la cara, a manera de rasguños y cortes causados por botellas de vidrio y recipientes destrozados a nuestros pies.
Recuerdo que, en nuestra infancia, te me paseabas por la vida como la más hermosa de las heroínas. Los cabellos negros que heredaste de mamá... Y esa mirada furibunda que era más culpa de él que de otra persona. Siempre fuiste una “niña guapa”, luego fuiste una mujer hermosa... Es una lástima que la circunstancia de nuestras vidas no te haya dejado disfrutar de esa belleza, de los pretendientes que pudieron consentirte como la princesa que yo creía que eras.
Dios mío... Realmente te arruiné, ¿no es así?; Porque ahora, a donde vayas, la marca de una sangre corrupta te seguirá como una sombra.
“¿Es esa la hermana de Kim Tae Hyung?”.
¿Por qué tenías que cargar con mis pecados?
¿Por qué eras tú quien recibía el castigo, cuando la falta había salido de mis propias uñas?
Muchos me han llegado a decir, que no pude haber hecho nada más, que a penas y conocía las atrocidades que existían en la vida. “A los diecisiete uno quiere comerse el mundo”, escuchaba por ahí. Pero lo cierto es que... yo sentía que era el mundo quien me devoraba a mí desde antes de cumplir los veintiuno.
Siempre llorando entre el nauseabundo aroma de su licor y su tabaco. Siempre soportando el hedor de su violencia entre nuestras pieles, sollozando, temblando, sintiendo como la sangre emanaba desde los tímpanos por la violencia de sus gritos y sus bofetadas, abiertas y tendidas, furibundas y corrosivas; Yo quería ser el hombre de la casa, ¿sabes? Yo quería un día hacerme un hombre realmente fuerte que pudiera hacerle frente a ese monstruo, quería... quería defenderte, justo como tú lo hiciste conmigo en cada ocasión en la que él estampó sus anillos en tu nívea piel, como cada vez que lloraste en silencio para que nadie te escuchara. Las veces que ocultaste los cardenales detrás de un maquillaje que te regalaba la ilusión de una vida plena, no, una vida digna.
Yo tenía una vida antes que esto. Tenía amigos a los que podía otorgar una sonrisa, así fuera falsa. Esa sonrisa falsa era mi mayor tesoro... Supongo que me daba la esperanza de que algún día se convertiría en una genuina. No lo sé, podrías llamarme iluso justo ahora, y yo no tendría armas para llevarte la contraria. Aunque, a decir verdad... Nunca tuve armas contra ti.
Escuché tus gritos de nuevo. ¡Y cómo me odié en el momento en que pensé retroceder!, ¡porque también me aterraba!, ¡también me hacía revivir las pesadillas por las que tú velabas! Yo, un maldito cobarde que escuchaba cómo su padre golpeaba a su hermana hasta el punto de dejarla casi muerta en el suelo, sin energías de seguir llorando, con los músculos engarrotados y las piernas endebles. Sentí unas ganas inmensas de llorar. Pensé que al entrar, me tiraría sobre tu cuerpo y soportaría los golpes, como pago por todas las veces que tú me habías defendido...
Pero... las cosas no salieron como pensaba.
Entré en la habitación. En la mesa de la entrada, estaban las miles de botellas que ese bastardo se había tragado para perderse a sí mismo, al punto de mancillar a su primogénita, de humillarla, de abrir heridas en su piel que sangrarían por días, y heridas en su alma, que yacerían sangrantes por el resto de la eternidad.
Hermana mía, lo siento tanto...
Puedes llamarme pecador si así lo quieres.
Porque eso es lo que soy.
Porque eso he sido siempre.
Y porque me convertí en un maldito monstruo. Había demasiadas cosas en mi cabeza, de pronto todas las cicatrices se me desplegaron en la mente, ya no con el miedo con la que las enfrentaba a los seis años, sino con una enorme rabia que no pude canalizar de otra forma. Rompí la botella, estampándola en contra de la madera, y ya no pensé mucho más. Lo siguiente que supe, es que estaba enterrando el vidrio entre sus entrañas, con una fuerza furibunda que no sabía que tenía. La sangre viajaba caliente en mi cabeza y no estaba seguro de mirar con claridad lo que tenía a mi alrededor. Todo se movió, todo se quedó estático, demasiado rápido, demasiado lento, no lo sé.
Lo apuñalé.
Y él ya no pudo defenderse por la sorpresa, supongo también por su estado de ebriedad.
Pero ya no me importó su semblante estático, perdido.
Yo apuñalé de nuevo.
Y de nuevo.
¡Y de nuevo!
Hasta que ya no era a mi padre a quien mataba, a quien atacaba como si fuera un maldito enfermo. Yo me enfrentaba a nuestros males, yo quería acabar con todo tu dolor... Con nuestro dolor. Ya no quería sentir que había nacido para servirle de saco de boxeo, para que nos hiriera y que luego se escudara en la estúpida excusa de que extrañaba a nuestra madre. Estaba harto de sus farsas. Estaba harto de su respiración, estaba harto de como su vida arruinaba la nuestra.
Me tomaste del hombro con fuerza, como intentando separarme de él... Fue entonces cuando me di cuenta de lo que en realidad había hecho. Miré mis manos, la sangre era más brillosa y mucho menos espesa de lo que la imaginé... Era cálida... Pensé en que aquella era la única muestra de calidez que tendría de mi progenitor por el resto de mis días; y me sentí mareado, nauseabundo, enfermo. Si había acabado con la peor de las bestias... ¿por qué ahora yo me sentía como una?
No me atreví a mirarte. Escuchar tu llanto ya era demasiado. Sentí cómo mi cuerpo cayó poco a poco, pegado a la pared, hasta que vi mis piernas estiradas en el suelo, y, al mirar al frente, padre tenía esa misma figura, sentado en la misma posición... ¿Qué tanto nos parecíamos?, ¿realmente yo era su viva imagen como tanto decía mamá?; ¿realmente yo era tan repulsivo?
No lo soporté más, y con el corazón aun bombeando, salí de allí. En la puerta estaban las botellas de plástico que había dejado en la entrada, y tomé una. Como si sintiera que necesitara de aquella agua para limpiar una marca que no sería borrada con nada; corrí a la parte trasera de nuestro edificio, sin que nadie me viera. Y me tiré en un tugurio pedregoso, sin la más mínima intención de esconderme o renegar de lo que había hecho. La agonía me sobrepasaba. Me envolví con mis propias manos ensangrentadas y lloré. Lloré aún más que cuando era golpeado, abusado. Lloré aún más que cuando te veía a ti llorar.
Porque ahora pintaba tu tragedia con el mismo rojizo que tintaba mis manos, porque tu padre estaba muerto, porque no te había salvado de nada, sino que simplemente te había metido en un infierno con llamaradas de diferente color. Porque te había arruinado y porque ahora tu hermano no era más... que un simple asesino.
13122020 | Love, Sam.
Samantha Hirszenberg (@samsam)
#OneSongContest
Merci pour la lecture!
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