Como investigador paranormal me malacostumbré a siempre darle a la gente un resultado final positivo. Reconozco que como nada es perfecto tenía que existir un margen de error, pero caer desde tan alto es demasiado doloroso.
Mi grupo de investigación estaba constituido por mi padre, un camarógrafo, un psiquiatra, un físico y mi persona. De ojos de los otros cuatro yo era visto como un “Sabueso” esto porque gracias a mi don de percepción me era posible encontrar la raíz de los hechos con más rapidez que nadie. Sin necesidad de que todos se agarraran de las manos o de tener que golpear el piso y las paredes de las casas para encontrar nidos de cucarachas y ratones.
Durante el segundo semestre de 1936 los casos bajaron a tal punto que cada miembro del equipo tuvo que vérselas para conseguir un trabajo temporal; eso fue precisamente lo que me llevó a mi al distrito de Santísima Trinidad y posteriormente al turno nocturno de bodeguero bajo el mando de Don Acacio Bech, en la imprenta de la familia. Comencé a trabajar ahí a las dos semanas de andar rodando por trinidad; En el edificio nunca faltaba quién me reconociera y me preguntara por qué me decían Sabueso, yo siempre respondía gustoso.
Recuerdo que fue en ese mismo año que me tocó encontrarme con uno de los casos más desconcertantes de mi vida como investigador, fue en ese punto que me tocó replantearme la pregunta de qué tan lejos o qué tan cerca podría llegar a la resolución de un caso. Desde el día de la contratación Don Acacio me había mencionado algunos asuntos extraños entre el edificio y cierto empleado.
Estos rumores fueron confirmándose más tarde por unos trabajadores, entre ellos Amadeo, jefe del área de máquinas, que me dijo que, aunque creía que andaba en malas lenguas, al oficinista Elías Nuero, lo andaban asustando hacía un rato, supuestamente por andar de mujeriego. Llegaba con la camisa manchada de sangre y con el cuello, la espalda y el pecho llenos de aruñazos.
Este tal Elías Nuero, me dijeron las cocineras Herminia y Felicia, pasaba todo el almuerzo rascándose la cabeza y el cuello, embarrándose hasta las cejas de sangre, y yo sabía que quien rechazaba un plato de patas de chancho en salsa o una sopa de jarrete estaba en problemas. Eso me lo contaron las cocineras porque fue a ellas a quienes les tocó sanar las heridas de Elías con vinagre y sal o con yodo, dependiendo de lo que hubiera a mano. Y aguantar los alaridos que pegaba con la espalda en carne viva.
A parte de todo lo que me contaron y lo que pude ver no había nada más.
No se me olvida un día en que Elías me preguntó si me daba miedo o no investigar estos casos, yo respondí que no y me devolvió la respuesta haciéndome otra pregunta: ¿Hay algo que te ponga ansioso al investigar un caso? De hecho, sí hay algo.
A las semanas de que los ataques sin autor contra Elías empeoraran, este finalmente se dio por vencido, estando encerrado en el baño se las ingenió para escalar hasta la ventana y salir por la entrada de camiones de la imprenta. Sabiendo yo esto comencé una persecución con él por casi un kilómetro de calle donde la niebla y el escaso alumbrado eléctrico me hacían perderlo por momentos. Justo como si fuera invisible.
Tal vez, si lo hubiera ayudado antes su vida no se hubiera escapado como se escapa el viento, que, aunque viaja en una misma dirección es imposible seguirle el paso; recuerdo que tomé aliento frente a una sastrería, en el ventanal vi mi reflejo. Le había respondido a Elías que como Sabueso mi único temor durante una investigación era darme cuenta de que estaba siguiendo mi propia cola, y frente al reflejo de mi cara en el ventanal de la tienda, sólo palidecí.
Después de meses de culpas ocultas los empleados notaban un claro cambio en mi comportamiento, sobre todo la miscelánea Perpetua, con quien yo era muy cercano. En su inocencia creía que una taza de agua dulce o algunas cajetas me levantarían el ánimo. Fueron precisamente esos detalles los que evitaron que me corroyera por completo, y los que terminaron enamorándome porque ella veía en mí lo que ni yo mismo percibía.
Luego de año y medio más de trabajar para la imprenta, decidí irme. Perpetua fue la primera en saberlo y la segunda en llorarlo.
Lo hice por ella. No me permitiría hacerle daño a nadie más, mucho menos a mi querida.
Me dejaron marca los recuerdos de coqueteos en la oficina de Acacio cuando este no estaba, una marca que me repetía a cada minuto, que ella estaría en la Gloria algún día y yo en otra parte.
Don Acacio me preguntó el motivo por el que decidí marcharme, yo le dije que ya era hora de volver a la antigua rutina. Me pidió que en ultima instancia le explicara por qué me había afectado tanto la muerte de Elías; le respondí nuevamente que yo era como un sabueso, que en vez de buscar cadáveres los encontraba. Que algunas veces esos cadáveres los llevaba en la espalda y estos se aferraban a mí como la gente se aferra a las cosas. Más precisamente se aferraban como demonios, que más que a sus cosas, se aferraban a la gente.
El día que finalmente entregué la carta de renuncia Perpetua me preguntó qué sería de mi vida después de todo lo vivido. Le puse un rosario en sus manos y con cálido beso me volví a despedir explicándole que al morir no nos juzgaría la misma persona.
—Si ya sabes lo que viene —me preguntó— ¿Por qué no cambiar la rutina?
—Te aseguro una sola cosa más mi querida; después de la corrosión, lo único que queda es desintegrarse.
Santísima Trinidad es un distrito ficticio que lo único que tiene de santo es el nombre. Este proyecto explora las vivencias de un investigador paranormal y su hijo; quienes deben adentrarse a esta zona urbano marginal para desvelar varios secretos y comprender de una vez por todas que es lo que los hace sentirse tan familiarizados con el lugar. A través de su paso por Trinidad, el exorcista reprimido y el semi demonio encontraran distintos rivales, aliados, y recordaran uno que otro mal momento. Finalmente comprenderán que uno de los misterios más grandes en el distrito, los "Doppelgängers" no son sólo una invención de los espiritistas, si no una realidad latente. En savoir plus Proyecto Inside Trinity.
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