Aquel día me tocaba turno de noche, me consideraba una persona valiente y madura, así que, sin dudarlo, acepté en cuanto me lo propusieron.
Cuando se fueron todos, me senté y me puse a escuchar música. He de decir, que en aquel entonces, se ponía un cascabel en cada cuerpo, por si no estaban muertos, pues se podían cometer errores en el diagnóstico de la muerte.
Rondaban las 23:30, cuando, de tanta música, el móvil se quedó en menos del 20% de batería, por lo que decidí dar un paseo por los pasillos y comprobar si todas las luces funcionaban. Al llegar al pasillo de la salida, vi que esa luz no encendía, por lo que decidí mirar el cuadro eléctrico, pero al girarme, escuché un leve sonido que provenía del depósito de cadáveres. Un cascabel. Corrí a ver de qué cámara frigorífica venía el sonido, una vez localizada, la abrí sin pensar y un escalofrío me recorrió. “Es imposible que esté vivo, acabo de hacerle la autopsia” pensé. Volví a cerrarla diciéndome a mí mismo:
Fui a comprobar de nuevo las luces y, para mi sorpresa, todas se encendían perfectamente. Entonces, escuché de nuevo el cascabel. “Me estoy volviendo loco”, pero esta vez, el sonido se acercaba más y más cada vez. De pronto, las luces se fueron apagando una a una hasta quedarme a oscuras, asustado, encendí la linterna del móvil y el sonido cesó. Suspiré aliviado y fui a encender las luces.
Desperté poco más tarde, sobre la 1:00 am, el móvil apenas tenía un 5% de batería y estaba sin cobertura. “Genial, esta noche es la mejor”.
De repente, la alarma sonó, había alguien en la entrada, un chico de mi edad me saludó.
Puse el cadáver en una esquina y el móvil empezó a sonar, era mi jefe.
No pude terminar de oír lo que decía, pues el móvil se había apagado.
Entonces, empecé a asustarme, el señor Watson había llegado tarde, había hecho lo contrario a lo que me había aconsejado, ¿qué sucedería a continuación? Escuché cómo, poco a poco, una puerta se abría, me di la vuelta y vi cómo se abrían una a una, todas las puertas de las cámaras donde estaban metidos los cuerpos.
Al día siguiente, llamé a mi jefe para comunicar mi dimisión y busqué trabajo en otra morgue, pero nunca más volví a aceptar quedarme en el turno de noche.
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