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El hombre que gruñe a través de la ventana

Podrán decir que estoy loca. Pero un hombre me gruñe a través de la ventana desde hace una hora.


En los sesenta minutos que han transcurrido desde el primer gruñido que captaron mis oídos, no me he asomado a ver qué ocurre con él, porque estos certificados de defunción no van a entregarse solos. En todos mis años de experiencia, pocas veces he tenido tanto trabajo como esta mañana, en la que pareciera que ha muerto la mitad de la ciudad. En este momento me arrepiento de haberle dicho a mi compañero que podía ir a tomarse un café mientras yo terminaba los últimos quince certificados, pero le vi tan agotado que no tuve el ánimo de pedirle que se quedara hasta el final. ¿Qué más da? De cualquier manera, estos muertos no tienen prisa por llegar a alguna parte. Sin embargo, ahora mismo me gustaría poder contar con alguien que se ría conmigo de lo absurdo que resulta que haya un hombre gruñendo a través de la ventana.


¡Pum! El hombre de la ventana ha elegido comenzar a golpearse contra ella, como si ésta repentinamente hubiera decidido insultarle y él buscara venganza. ¡Pum! El golpe no es lo suficientemente fuerte como para herirlo, pero aun así el hombre tiene la cara cubierta de sangre. De hecho, al ponerle más atención a su físico, noto que su rostro parece estar deformado, aunque la suciedad del vidrio de la ventana de este pequeño e inmundo cuarto de forense no me permite determinar cuál es el problema con él. Sin embargo, puedo confirmar que es sangre lo que mancha el cristal ya sucio, he visto la suficiente en toda mi vida como para estar segura de eso. ¡Pum! Un tercer golpe hace cimbrar la ventana y su marco, aunque el vidrio permanece incólume, lo cual me sorprende si se considera que este cuarto inmundo fue construido por el gobierno. ¡Pum! El cuarto golpe es más intenso y me hace temer por la seguridad de ese loco, ebrio y/o drogado, que ha decidido entretenerse con mi ventana. Puede ser que el vidrio no se rompa, pero no puedo asegurar que no suceda lo mismo con su cráneo.


– ¡Pare de una buena vez! –le ordené, de mal humor–. ¡Si rompe esa ventana lo obligaré a pagarla!


¡Pum! Su insistencia hace que empiece a temer por la situación. Estoy sola en este sitio y ese hombre es corpulento, a juzgar por su fisionomía, así que no podré defenderme en caso de que consiga su cometido. ¡Pum! Ahora, además de golpear el vidrio con su cabezota, ha incrementado la intensidad con la que suelta sus gruñidos. ¡Pum! Sus gañidos se hacen más fuertes así como sus embates, al tiempo en que su sangre empieza a extenderse por el vidrio. ¡Pum! Por dios, ¿qué son esos gemidos? ¡Ningún ser humano vivo puede gruñir de esa manera! Sí, esos son auténticos gruñidos de animal, un animal que está al acecho de su próxima víctima, es decir, yo. ¡Pum! ¡Pare ya, de una buena vez! ¡No sé qué es lo que pretende pero es suficiente!


Es posible que mis nervios me estén jugando una mala pasada, pero desde el otro lado de la puerta se percibe un rumor que va creciendo en intensidad a cada instante que pasa, el cual no puedo identificar en los pocos segundos en los que el hombre que gruñe agarra impulso para volver a golpear la ventana. Suena como si se tratara de un grupo de avispas que han escapado de su avispero y que se pasearan delante de un megáfono pero, aunque trato de determinar qué es lo que ocasiona en realidad ese barullo, el ruido del hombre que gruñe y que golpea la ventana me impide concentrarme en otra cosa que no sean él y el pánico que me ocasiona. ¡Pum! Me siento como si estuviera en medio del caos, en una pequeña burbuja segura que reventará en cualquier momento ante la presión del terror que está teniendo lugar del otro lado del sucio cristal. ¡Pum! Ese maldito golpe contra la ventana y los gruñidos del tipo están destrozándome lentamente. ¡Pum! Ahora también se agrega al conjunto el sonido de las avispas que han decidido dar un concierto, aunque ya no me parecen avispas sino sonidos guturales humanos, similares a los que realiza el hombre de la ventana. ¡Pum! A estas alturas el tipo debe de tener el cráneo destrozado, pero ni eso parece detenerlo. ¡Pum! Noto que, por fin, el vidrio tiene ya una pequeña cuarteadura. Calculo, que, a este paso, al hombre de la ventana le tomará otros quince minutos más el romperla por completo. ¿O será que el sucio cristal resista el tiempo suficiente para que alguien venga y lo detenga?


¡Pum! En este momento otro ruido me distrae y repentinamente cambia toda mi perspectiva. Podrán decir que estoy loca, pero acabo de darme cuenta de que el hombre que me gruñe desde hace una hora a través de la ventana no representa un peligro. No, el peligro real proviene del grupo de cuerpos que descansan en las planchas metálicas de la morgue, a pocos pasos de mí, y que también han comenzado a gruñir.

31 Octobre 2020 08:24 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

A propos de l’auteur

Adrianne Hernández Médico por profesión, escritora por afición, dibujante por aburrimiento, mexicana por nacimiento. No pretendo cambiar al mundo sino expandir el mío a través de las letras.

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