seulrn Nelba Jiménez

Cristina conoce a una joven en un callejón de un bar, pero lo que ve le deja claro que los hombres deberían ser una especie destruida. Enamorada, hace todo para vengar a esa joven.


Thriller/Mystère Interdit aux moins de 21 ans.

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La jaula de Talhi

Quién dijo que ser especial te libra de todo mal, o que tener dinero te libra de la muerte, a quién se le ocurrió que una mentira no dura para siempre, debió ser un genio.

¿Puede el amor ser el aliciente para cometer un crimen? Ella decía amarme con pasión y locura, en diversas ocasiones me lo demostró, quise huir de este torbellino de emociones que me provocaba, incluso me fui de la ciudad con ayuda de mi madre, pero después de nueve meses me encontró.

A Cristina la conocí una noche en que salí de antro con mis amigos, casi no me permitían ir a esos lugares, así que fingí ir a estudiar para conseguirlo. Mi teléfono sonaba cada hora porque mi madre quería asegurarse de que yo estuviera bien, siempre lo contestaba y me mantenía pendiente ante cualquier llamada, era una sobreprotectora.

Esa noche, uno de mis amigos se me declaró e intentó besarme cuando estaba borracho, me llevó a la parte trasera del lugar y se confesó. Sentí una mezcla de terror, sus labios querían pegarse a los míos mientras me atrapaba con su cuerpo, incluso pude sentir como su miembro sobresalía de sus pantalones. Era tan indefensa, tan tonta que no pude evitar cuando metió su mano entre mis piernas.

Me quedé paralizada, el tipo bajó con su lengua hasta mi cuello y me mordió, fue entonces que grité y empecé a llorar. Quería que se detuviera, en ese instante pensé en que mamá tenía razón, pero era demasiado tarde para arrepentirme.

Cerré los ojos para no ver cómo mi amigo se transformaba en mi verdugo. Esa noche jamás la olvidaré. Él me quitó mi inocencia, y ella llegó para rescatarme.

Ese que dijo ser mi amigo terminó dejándome medio muerta en ese callejón, me quedé ahí no sé cuánto tiempo hasta que la vi tambalearse y caer junto a mi.

Estaba tan ausente que ni siquiera grité.

Cristina notó mi estado y se acercó para brindarme su calor. Sentí cuando tomó mi mano depositando un beso para luego susurrarme.

—¿Quieres que le haga lo que te hizo?

Inmediatamente llamó mi atención, mis lágrimas dejaron de bajar y asentí con la cabeza.

Lo siguiente que supe es que entramos en el bar, me dio a beber algo que levantó mi ánimo, canté, bailé y ella estuvo a mi lado todo el tiempo.

Me llevó a casa, explicándole a mi madre que el teléfono se descargó y que lamentaba mucho la hora.

Esa noche fue la primera vez que mi mamá me gritó, no la había visto tan molesta. Yo solo lloré, no estaba en mis cinco sentidos, creo que la droga aún seguía en mi sistema.

La vi una cuantas veces más, me iba de clases para estar con ella, siempre me daba unas pastillas que me tomaba sin repeler, la verdad es que eso me hacía olvidar de los constantes acosos de ese verdugo, para no verlo hacía lo que fuera necesario.

En una ocasión Cristina me invitó a ver una película en esos lugares de cine abierto. Acepté gustosa, necesitaba estar con alguien que me comprendiera, pero cuando llegué al lugar de encuentro, la vi besándose con él. Algo me quemó por dentro, la odie y me odie.

El mismo tipo que me quitó mi inocencia ahora se la estaba arrebatando a mi Cristina, sin embargo, ella no parecía sufrir como lo hice yo. En cuanto sus ojos se posaron en mí, noté como algo oscuro la dominaba.

—Únete, Talhi.

Sus palabras no sonaban como de costumbre, él era diferente, creo que tampoco estaba en sus cinco sentidos.

—Ven, nena, te va a gustar.

Mis ojos se llenaron de lágrimas y corrí de ese lugar.

Incluso ahora creo que mis oraciones están incompletas, que no tengo 25 años, pero me es inevitable no recordar esos detalles.

Esa noche no pude dormir pensando en lo que sucedió entre ellos, quizá Cristina no siente lo mismo que yo, quizá solo fue amigable, es posible que la sonrisa coqueta de él le haya gustado más que yo, esa es la naturaleza, ¿no? Yo soy el fenómeno que no disfrutó del sexo con él, que incluso si Cristina nunca me tocara no me importaría, la quiero por lo que representa y no por esa morbosa parte del sexo.

Entonces, como una diosa, penetró mi ventana. Hizo un ademán para que guardara silencio y se acostó en mi cama, tenía la mirada sucia y su ropa manchada de sangre.

—Él ha pagado.

Su risa delató que le había gustado. Empezó a desvestirse mientras todos mis miedos crecían.

—Yo… —intenté detenerla—. Te amo, pero no quiero acostarme contigo.

Pero mis palabras no fueron escuchadas.

—Te deseo, tu me deseas, es simple.

Me quedé quieta cuando empezó a tocarme, desee no pensar en él, pero me era inevitable, estaba en mi mente, en mi cuerpo, en todas partes.

—Tranquila, él ya no puede hacerte daño.

Me besó despacio hasta que abrí la boca, metió la mano debajo de mi blusa y tocó mis pechos, comenzó a besar mi cuello, entonces sentí que esas caricias eran reales. Dejé que ella fuera mía y yo suya.

Al amanecer, fue el grito de mi madre lo que me despertó. Cristina se había ido y se llevó un uniforme mío, pero me dejó el suyo ensangrentado. Incluso dejó la mochila de él en mi cuarto. Pronto la noticia se dio a conocer, él fue asesinado.

Mi madre me culpó y aunque le pedí que creyera en mí solo culpó a Cristina como si ella fuera mala influencia, pero mamá no entendía que lo que ella hizo fue por protegerme. Así que la genial idea de mi madre fue sacarme de la ciudad.

Desaparecimos.

Intenté comunicarme con Cristina, le escribí una infinidad de cartas, pero al parecer nada daba resultado. Un día me resigné a que no la volvería a ver, quizá ella encontró a otra persona, es muy posible que cualquiera esté enamorada de ella, porque es divina, una diosa, un hada que cumple tus deseos. Fui feliz a su lado, seguro que ella no me extraña.

Fue esa idea la que me metí a la cabeza, entonces dejé de hablar, de comunicarme con la gente. Mi mamá me envió al psicólogo, pero realmente cómo podíamos tener una sesión si yo no hablaba, tampoco es como si pudiera medicarme, ya que querían lo contrario, que dejara de consumir.

Al noveno mes conocí a Saly, era la vecina nueva.

Llegó a la casa con una pay de manzana entre sus delicadas manos, dijo que ella misma lo había preparado, saludó a mamá y a mi me miró como algo extraño, sus ojos azules se fijaron en mí y después de unos breves segundos me sonrió. Un visceral sentimiento se extendió de mi estómago a mi cabeza.

—¿Te gustaría ver la televisión conmigo? —dijo tomando mi mano y llevándome a la sala.

No sé qué película fue, no recuerdo nada de lo que pasó, pero sé perfectamente bien que toque su mano y la sostuve durante dos horas, no importaba que sudaramos, ella no me quitó.

Mi madre estaba feliz, preparó chocolate y nos sirvió de ese delicioso pay.

—Nosotras queremos galletas —respondió cuando el plato del postre llegó.

Recordé a Cristina, decía que mi madre solo sabía hacer galletas.

—Por favor —dije mirándola a los ojos.

Pude ver cómo las lágrimas asomaron por su rostro. Supongo que estaba feliz de oírme hablar. En seguida se perdió por la cocina, empezó a sacar todo para preparar esas galletas.

—Es lo único bueno que sabe hacer tu mamá —sus palabras…

Su voz no era la de la dulce Saly.

Pude ver en cámara lenta como parpadeó y acercó sus labios a los míos arrancándome un gemido de placer. En seguida me abalance para profundizar el beso.

Dejamos a mi madre preparando todo mientras que Cristina y yo subimos a mi cuarto. Se quitó la peluca y los lentes de contacto, era ella. No podía creerlo, el amor fue capaz de atravesar límites.

—Lo hice por ti, para vengarte.

—Te he extrañado tanto, mi Cristina.

—Nos iremos juntas.

Era la primera vez en mi vida que fui feliz, me abalance a sus brazos y comenzamos a besarnos. Debimos irnos en ese momento, pero el deseo fue más fuerte. El beso nos llevó a una cosa y luego a otra, terminamos desnudas haciendo el amor como si fuera la última vez, que en realidad lo fue.

Escuchamos el grito de terror de mi madre cuando abrió la puerta de mi cuarto, lo siguiente que recuerdo es el cuerpo de Cristina bañada de sangre.

—Te prometo que te volveré a encontrar.

Fueron sus palabras antes de desaparecer. Pero no fue tan lejos, cuando las patrullas llegaron y los vecinos chismosos se asomaron, Saly estaba también mirando de nuevo con su peluca rubia y esos ojos azules falsos. No tenía expresión de Cristina, estaba dentro de Saly, era Saly, pero yo la amaba igual. Con locura, con deseo...

El cuerpo de mi madre yacía sin vida en el suelo. Todos pensaron que la había matado, pero no fui yo. Al otro lado de la habitación, podía ver a la persona que lo hizo, pero denunciarla me condenaría por completo a la soledad, yo puedo soportar el encierro y el silencio pues volví a enmudecer.

27 Octobre 2020 04:07 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

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Nelba Jiménez No hay imposibles en el mundo de las letras. https://www.instagram.com/seulrn.jimenez/

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