mrares041 Josué Tecce

Rey no es aquél que juzga y castiga, ni el que demuestra poder sin más. Rey es aquél que es capaz de hacer prevalecer su trono y proteger aquello que ama. Tal es así la historia de Jinyu, quien a lo largo de su viaje aprenderá el verdadera significado de gobernar.


Fantaisie Épique Tout public.

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Prólogo: El hijo del tigre.

Las nubes de densa oscuridad que se cernían sobre la nación de los orgullosos hijos de Frey recubrían la mitad del anaranjado cielo. Los últimos resquicios de luz que traspasaban las hojas de los inmensos árboles iluminaban los rostros de innumerables elfos y, acompañados a su vez por la incómoda presencia de las jorogumo. Desgraciadamente, aquel no era un día como cualquier otro.

Un árbol de blanquecinas hojas y tallo acogía entre sus raíces expuestas a un muchacho sonriente joven de aspecto tranquilo. Las cicatrices que sus túnicas blancas y negras escondían se dispersaban hasta el interior de su deteriorado ser. El sombrero y los ropajes que alguna vez le fueron entregadas por los guardianes de aquella tierra resguardaban su imagen como el salvador de incontables vidas, y el collar de extensión divina que colgaba de su cuello era abrazado por su palma helada, como un último sentimiento que le aferraba a tierra que decidió habitar; O tal vez, algo tan simple como un “hasta algún día” para la persona que amó.

¡Larga vida a nuestro rey! —exclamó una temblorosa voz en la multitud, siendo respaldada por el entristecido alarido de cien más —¡Larga vida a nuestro señor!

Mostrando sus respetos con un único gesto, el numeroso grupo entero se postró en tierra sin vergüenza alguna, saludando por última vez al protector del tigre blanco. Aquel día, gris, lúgubre y cruel como la mismísima mano del destino, seria recordado por las generaciones que poblarían los verdes bosques de Natura. Aquel día, en el cual los pájaros no cantaron, en el cual el cielo clamó por la caída de un héroe y la ascensión de una estrella al cielo, la única persona que permaneció de pie no fue otra que la soberana del reino entre las raíces; La reina, quien sostenía en sus brazos a una pequeña criatura, a un niño de no más de algunos meses de haber nacido; El mismo, aunque no comprendía lo que ocurría a su alrededor, lloraba sumido en una profunda amargura. Las manos de su madre, suaves firmes a la par que firmes, le sostuvieron como aquello que estaba dispuesta a proteger con su vida. Las lágrimas de ambos rodaron hasta encontrarse en un baile de tristeza y dolor, hundiéndose en la tierra como gotas de lluvia.

Y sin embargo, a pesar de todo lo que aquél último encuentro significaba, a pesar de la carga futura que significaría para ella y para el niño en sus brazos, Kóira sonrió; La tristeza y el miedo le consumían, le desgarraban y torturaban en silencio, pero de todas formas de forzó a sonreír. Se mantuvo firme, tenaz ante toda adversidad, con su mirada hacia el futuro y el corazón resguardando su esperanza. Debía ser fuerte, pues aún tenía la prueba más grande de todas frente a ella. Fue por esto que estaba dispuesta a seguir adelante, fue por esto que tomando la pequeña mano del infante y alzando la vista al cielo como aquél que desafía destino, proclamó su nombre en un inmensurable grito de anhelo para todo aquél que pudiese oírle.

Jinyu… ¡Príncipe Jinyu Stormbærer! ¡Hijo del gran rey Soleth!

Los pájaros que aguardaban en la copa de los árboles emprendieron vuelo de forma violenta, como si su naturaleza carroñera y salvaje se viera intimidada por los gritos de la mujer, o como si su potestad no tuviese valor alguno sobre aquella tierra. Así es como comienza nuestra historia; No con un alegría y fiestas, pero con un alarido de valor y una promesa a futuro. Está es tu historia, Jinyu Stormbærer… La historia del gran sabio, príncipe de Natura.




El tiempo pasó más rápido de lo que cualquiera hubiera podido imaginar. Los exponenciales esfuerzos de elfos y jorogumos por reconstruir su hogar rindieron frutos. Las ruinas que alguna vez conformaron los pueblos y ciudades del reino fueron usadas como base para expandir sus terrenos; Algunos de estos, sumidos en la más profunda ruina, formaban ahora parte de pacíficos poblados y granjas llenas de animales, vegetales y frutas. Lo que alguna vez fue destruido, podrido y gris, ahora había sido pintado bajo el manto del progreso, y regresado a la vida.

Cuatro grandes asentamientos fueron creados: Byen, la ciudad del norte, habitada por grupos de expedición, donde moraban los grupos expedición, quienes se encargaban de la búsqueda y análisis de los residuos del viejo reino. Vester, la ciudad del oeste, habitada por la facción militar, encargada de proteger las costas y evitar disturbios entre los habitantes. Sorlen, ciudad del sur líder en educación y política, así como el considerado por mucho como el punto corazón de toda su sociedad. Y por último, Dette, tierra de los cultivos y la ganadería ubicada en el éste, en sus manos yacía la labor de distribuir los alimentos y las vestimentas. Y es justamente en este último que nos situaremos.




Las arboledas de duraznos, espesas y llenas de aquella milagrosa fruta, se extendían por kilómetros a lo largo y ancho de un cercado de cañas verdes desgastadas. Un lugar de meticulosa calma, alejada del ruido y preocupaciones de los pueblos. Fue en aquel lugar donde el señor Konstantínos, un afortunado señor de edad avanzada (incluso para los estándares de los elfo) se dispuso a tomaba un pequeño descanso a la entrada de su casa. El hombre se relajó sobre su hamaca de enredaderas, encendió su pipa y dedicó una cálida sonrisa al trabajo de su vida. Su mirada rodeó los alrededores de la plantación, orgulloso a la par que deseoso de hincarle el diente a alguno de esos rechonchos sacos de pulpa. Pero entonces, a instantes de que la flama del cerillo entrase en contacto con el tabaco, una idea rondó su mente. Su ceño se frunció, y de inmediato volvió a visualizar los alrededores con meticulosa seriedad.

Oh, por todos los cielos… —gruñó lanzando el palillo al suelo con frustración —¡¿Dónde diablos está Jinyu?!

A la par que el hombre comenzaba a levantarse, el clamar de ovaciones y gritos de frustración se esparcían por los alrededores de la arboleda, teniendo origen en una de las esquinas más alejadas del lugar; Una delgada extensión de tierra derivada contra la cerca de bambú. En ella, un numeroso grupo de jóvenes elfo se reunían formando un reducido circulo de tierra; Sus fornidos brazos se enlazaban entre sí, cerrando el paso para que nadie pudiese entrar o salir de tan precaria arena.

En el interior, dos de sus integrantes, ambos desnudos de la cintura para arriba, se abatían entre sí en un combate brutal; Uno de ellos, un hombre de tamaño colosal, alargada melena de cabellos oscuros, con una complexión algo descuidada que dejaba entrever una barriga ligeramente hinchada. Aquél ser superaba con facilidad los dos metros de altura y, como si no fuese suficiente, blandía una intimidante sonrisa de victoria a la par que abanicaba con violencia una gruesa rama de roble con una envergadura semejante a la de sus abultados brazos.

Como era de esperarse, no pasó mucho tiempo hasta que su contendiente, un pequeño muchacho de varios pies menos que él, saliera volando fuera de escena. Su cuerpo golpeó brutalmente a los demás elfos, derribando a dos de ellos y rompiendo el límite marcado por el grupo.

¡Y el ganador es, el hombre, la bestia, Clayton el bravo! —exclamó uno de los presentes.

Alzando su arma sobre su cabeza el elfo clamó a la multitud —¡Otra victoria al marcador para el gran Clayton! ¡5-0 para las niñas en casa!

Aplausos de fervorosa emoción, silbidos y comentarios de burla hacia el derrotado muchacho que poco a poco se alejaba de la presencia del resto llenaron el lugar. Clayton observó a sus compañeros mientras estos le alababan y realzaban su nombre con orgullo. Sin embargo, en la lejanía fue capaz de reconocer una sombra familiar. Alguien se aproximaba al lugar de forma tranquila y despreocupada, una figura apenas resguardada por la sombra de los árboles; Un guerrero de dorados cabellos y distinguido vestir.

¿Quién se atreve a acercarse de esa forma a la gran banda de la raíz negra? —exclamó el gigante con actitud burlona —¿Es que acaso quieres enfrentarte tú también al gran Clayton el bravo?

—Palabras muy grandes para un hombre de tu tamaño, “Clayton el pavo” —se burló deteniéndose frente a la multitud.

Las miradas del grupo apuntaron en dirección a él, clavándose directamente sobre el extraño, cuya figura fue de inmediato reconocida por todos los presentes. Sus orejas largas y puntiagudas como las del monstruos hombre frente a él sugerían el hecho de no ser más que un elfo como cualquier otro. Sin embargo, sus ojos, simples y de un color marrón apagado como el barro, idénticos a los de cualquier humano lejano a las tierras de Natura, delataban un sangre mixta y a la vez prestigiada entre los demás muchachos de triple pupila.

—¡Oh, vaya! ¿Qué tenemos aquí? —exclamó Clayton con ilusión. —Pero si es su majestad el príncipe Jinyu, o como dicen por ahí, “el príncipe mestizo”.

Una tormenta de abucheos y burlas se realzó en dirección príncipe a la par que abrían la entrada a la arena a modo de invitación. Tomando sus delicadas telas verdes con una mano, el muchacho retiró la parte superior de su vestuario para estar a la par que el gigante. Y de la misma forma que se abrió, el grupo de elfos encerró al príncipe junto al coloso armado.

Es bueno ver que me reconocen. —alardeó esbozando una sonrisa burlona —Supongo que sabrán que esta es una propiedad privada, y que de ser atrapados acabarían metiéndose en más problemas de los que ya tienen.

—¡Oh! ¿En serio? No lo sabíamos, su majestad—alegó Clayton, riéndose a la par que empleaba gestos y muecas de ofensiva naturaleza—. ¿Usted ya nos has delatado o está esperando a la llegada de su madre para hacerlo?

Ambos se pararon uno frente al otro, como dos luchadores que esperan al sonido de la campana. Si bien, aspecto fornido y delgado de Jinyu no algo a subestimar, el tamaño de Clayton era algo que le favorecía en términos de fuerza. El verlos a ambos de esa manera era similar a comparar a un pequeño perro de ciudad con un imponente oso salvaje.

No, ella ha tenido una semana atareada. —resopló el príncipe —Vengo a apelar a su buena voluntad. ¿Por qué no van, se entregan, y así nadie saldrá lastimado?

El lugar estalló en un mar de risas. Altaneros y prepotentes como los insultos de un viajero errante cuya copa ha estado llena demasiadas veces.

Vaya agallas que tiene el principito, ¿no creen? —alardeó Clayton para sus congéneres—Parece que necesita que alguien le enseñe respeto de la forma difícil. ¡Muchachos!

El bramar de sus compañeros entonó el violento abanicar de la rama en sus manos. Raudo como el soplar del viento, Jinyu flexionó su cuerpo hasta el nivel del suelo, dejando pasar el pedazo de madera a pocos centímetros de su cabello. Seguido a esto, se lanzó hacia adelante, disparando un demoledor codazo contra el abdomen medio de Clayton. Con el mero impacto del ataque, el aire de sus pulmones fue completamente arrancado, aflojando los músculos de su cuerpo. Sin perder tiempo el príncipe atrapó la muñeca del gigante y arrebató el arma de sus manos. El pedazo de madera giró vertiginoso sobre su palma asemejándose a las aspas de un molino de viento, pasó detrás de su espalda y voló en dirección al rostro del elfo colosal.

La expresión en los rostros de la banda cambió, de ciega y desleal confianza, a impresión y perplejidad absoluta. Las astillas salieron desprendidas en cuanto la madera golpeó la carne del guerrero. Su cuerpo, el de aquel hombre monstruoso, se desplomó hacia atrás creando una nube de tierra tras su impacto. El príncipe giró la rama sobre su cabeza, pasándola un par de veces tras su espalda, solo para envalentonarse un poco ante las miradas del grupo. Dejó salir una sonrisa arrogante, y alzando su frente al cielo se burló del resto.

Entonces, ¿quién sigue?

Por supuesto, aquellas palabras no caerían en saco roto. Entonando al cielo un rugido de guerra, el grupo de bandidos sacó de sus bolsillos navajas, machetes y algunos simplemente cargaron con sus puños desnudos en dirección al príncipe. Sus gritos, aquellos que se repetían de forma constante y viajaban a través de la arboleda como un eco constante, entonaban la rabia como un soldado dispuesto a combatir, o como un desafío impuesto a una amenaza más grande que ellos.

En menos de un parpadeo, el cuerpo del príncipe se abalanzó sobre sus atacantes. La vara de roble en sus manos danzaba con una ligereza que solo un experimentado malabarista se podría permitir. El brutal impactar de la madera contra los bandidos era seguido por sonoros estallidos de sangre y polvo manchando el terreno. Observar aquella batalla era similar a ver a una grulla pescar con su pico; Un cuerpo delgado y frágil asestando golpes ligeros y mortales con movimientos medidos de forma milimétrica. Por cada giro que realizaba, por cada hombre que derribaba y cada nuevo moretón sobre la piel de sus rivales, Jinyu ensanchaba de forma involuntaria su sonrisa. La adrenalina que corría por su sangre acompañada por el sentimiento de seguridad y poder que la situación infundía, le embriagaban.

En poco menos de 15 minutos de iniciada, la contienda había finalizado. En los alrededores yacían los cuerpos inconscientes de veinte hombres de mediana estatura y un gigante sobre el cual yacía parado el principal, ahora bañado en sudor, tierra y astillas.

Ustedes han mancillado el honor de esta tierra con su mera existencia —anunció apuntando con la punta del bastón —. ¡En nombre de mi madre, la reina Kóira Stormbærer, y del poder que mi título me concede, todos ustedes quedan bajo arresto!

Pero qué… ¿Se-Señor Jinyu?

Volteando de manera violenta, el príncipe logró divisar la figura del anciano propietario de aquellas tierras; El señor Konstantínos, quien hacia instantes había contemplado el espectáculo orquestado por su persona. Su rostro yacía congelado en una mueca de profunda incredulidad. La piel de su cuerpo se había tornado tornó blanca como la nieve y el nerviosismo en su ser provocaba un fuerte temblor en sus palmas. El agitar de sus labios intuía el hecho de que estaba intentando decir algo, pero de ellos no salía más que su tibio aliento.

Ya no hay nada de qué preocuparse señor Konstantínos, ya me he encargado yo de estos indeseables —alegó Jinyu con soberana sonrisa—. Si así lo desea puede llamar a la guardia de Dette para…

—¡¿Pero qué clase de príncipe es usted?! ¡Es un sujeto increíble, eso es lo que es! —estalló en ira, arrojando su bastón al suelo en un movimiento brusco desdén.

Eh… ¿gracias?



El pueblo de Sorlen yacía bajo un silencio sepulcral. Las escuelas que en días anteriores habían estado llenas de jóvenes entusiastas en búsqueda de un porvenir, ahora permanecían vacías y sus alumnos disfrutaban de su día libre en las profundidades de los espesos bosques. Por otro lado, elevadas sobre el salón de reuniones privadas, ondeaban fervientes las banderas con el emblema de los Stormbærer, cuya sola presencia declaraba una audiencia entre los principales líderes del reino.

En el interior del edificio, un grupo de tres personajes reposaban con tranquilidad sobre distinguibles sillas de madera tallada. El magistrado de defensa, cuya ostentosa túnica de grisáceos decorados era reconocible hasta para los más distraído, atendía al nombre de Bryter-Pine. Su primogénito, el honorable Modi-Pine, mantenía su posición junto a él, blandiendo un semblante frio e intimidante pero manteniendo su icónica cortesía en todo momento. Por último, del otro lado de la mesa, el pálido mirar de una mujer de pesadas armadura plateada se mantenía posada sobre sus invitados; Una mujer de largos cabellos dorados, orejas puntiagudas y mirada afilada como el acero, quien en su cinturón resguardaba la legendaria espada del difunto dios Frey, protector de su raza y progenitor del linaje que ahora recaía en sus manos.

Caballeros, dadas las terribles circunstancias que han estado azotando a nuestro pueblo me he visto en la necesidad de hacerles venir a mi encuentro cuanto antes —anunció Kóira—.Entiendo que sus agendas no son tan flexibles como la mía, pero soy conscientes de que comprenderán la seriedad del asunto y sabrán perdonarme.

Mi señora —reverenció Bryter, agachando la cabeza hasta rosar la mesa —, sobra decir que cualquier encuentro con su benevolente persona es un obsequio.

—Deberé pedirle que ahorre sus cumplidos, maestre Bryter —advirtió con seriedad—. Fueron varios los comunicados que llegaron hasta mí para avisarme del avistamientos de navíos provenientes de la región de Terraform viajando peligrosamente cerca de nuestras costas.

El magistrado desvió la mirada en dirección a su hijo, agitando un poco su cabeza en un gesto permisivo. De manera suave como si acariciase el blanquecino uniforme que cubría sus pieles, Modi dejó en frente de todos un pequeño mapa de toda la región.

Ante la reciente aparición de los barcos de asedio, mis hermanos se han visto en la tarea de dar la señal de advertencia como dicta el protocolo. Su respuesta llegó de la mano de potentes ataques mágicos y cargas explosivas que afectaron a la estructura de nuestros navíos. Dicho esto, está de más aclarar que nos vimos obligados a responder de la misma manera. Algunas horas luego de iniciado el conflicto logramos derribar una de sus embarcaciones, obligando a las demás a dar la señal de retirada y abandonar el combate de inmediato —Volviendo a reposar sobre su asiento, el capitán de la fuerza concluyó—. Afortunadamente, no hubo daños mayores dejando de lado algunos golpes menores en el casco de algunas embarcaciones.

—He de suponer que no les persiguieron, ¿verdad? —indagó la reina.

No, su majestad.

—El hecho de realizar dos viajes solo para perseguir a los navíos hacia una posible trampa era un riesgo que no estábamos dispuestos a correr —reveló Bryter.

Fue una decisión inteligente, magistrado. Ahora, lo que en verdad quiero saber es, ¿cómo sentó esto a nuestra gente?

Ha de saber —continuó Bryter, arrugando su entrecejo en un gesto de seriedad absoluta —, que la aparición de los hijos del dragón no es algo que se haya dejado pasar.

—¡¿Los hijos del dragón?! —exclamó Kóira sobresaltada.

Me temo que sí, su majestad…

Y sin decir una sola palabra, el hijo del magistrado introdujo su mano en su bolsillo y alzó a la vista de todos un pequeño objeto no mayor a la anchura de un cuenco de porcelana; Una insignia tallada en piedra y decorada con pequeños metales y joyas menores. En su centro yacía el inconfundible símbolo de la bestia Seiryu, protector del éste y divino guardián de la ya destruida Goddess House.

Encontramos esto entre los escombros, así como varios uniformes pertenecientes a la escuela del difunto Kidethas.

Inmediatamente, y sin dar tiempo a que el muchacho continuase su explicación, Kóira negó sus declaraciones.

—Eso no tiene sentido. El reinado de la emperatriz Ikoris está en paz con nosotros por el juramento que hizo ante mi esposo. Además, los habitantes de Goddess House no se han acercado al reino en más de 50 años, ¿qué motivos tendrían para hacerlo ahora?

—Solo estamos señalando lo ocurrido, mi señora—continuó el magistrado —. De momento es la única verdad a la cual atienden los pueblos, y ha de saber que no están para nada contentos con ella. Además, los distintos disturbios ocasionados por la banda de la raíz negra no hacen más que sumar números al descontento general de la población.

—¿Descontento? ¿Están hablando de descontentos? —inquirió la mujer, subiendo el tono con palpable molestia— ¿Es que acaso han olvidado cómo era su vida antes de todo esto? ¿Me están diciendo que prefieren volver a vivir encerrados dentro de jaulas de metal o sirviendo a un grupo de esclavistas por la promesa de un plato de comida?

—Yo mismo admito que esta vida es un privilegio —admitió Bryter—. Sabido es por usted que yo fui uno de los elfos liberador por el honorable rey Soleth. Sin embargo, y a pesar de la libertad que se nos ha regalado, el miedo al arrepentimiento de la emperatriz es algo inevitable.

El asiento de la reina fue empujado con fuerza hacia atrás, y su figura, brusca y dominante como el de cualquier guerrero élfico, se alzó sobre los demás con voz demandante.

Pues mande a decir a todos que no hay nada que temer. Asegure los puestos de vigilancia alrededor de las playas, dé la señal para reforzar los navíos y prepare a sus hombres para luchar en caso de que las naves se acerquen más de lo debido. Solo combate defensivo, nada de disparar a traición, ¿quedó claro?

Haciendo a un lado sus sillas, el dúo de soldados se reincorporó a la par que agachaban la cabeza en señal de respeto.

¡Sí, su majestad! —entonaron al unisonó.

Yo misma iré a las tierras de la emperatriz y llegaré al fondo de todo esto— musitó en voz baja—. Es todo por hoy, caballeros… pueden retirarse.

Tras este anuncio, ambos guerreros saludaron con respeto a su superior y abandonaron el lugar sin musitar palabra alguna. Y así, la sala quedó sumida en el más profundo de los silencios.

Estirando sus músculos con soberano pesar, Kóira volvió a encaminarse hacia su asiento. Esta realizó un potente chirrido en cuanto el cuerpo de la mujer se dejó caer con el cansancio de varios días sin dormir. El rechistar del metal de la armadura y la reforzada madera que le sostenía del suelo resonaron a través de las paredes del edificio. No pasó mucho tiempo hasta que la mente de la reina comenzara a oscilar entre el mundo real y el de los sueños, luchando contra el acogedor abrazo de Morfeo hasta rendirse ante sus caricias.

Tal vez… solo por unos…

Sin ser capaz de acabar su frase, el retumbo de un visitante inesperado golpeó la puerta con insistencia. Arrugando el semblante, y viendo la imposibilidad de completar su anhelado descanso, la reina hizo un esfuerzo por volver a ponerse de pie.

¡Adelante! —exclamó tratando de ocultar su molestia.

Las bisagras chirriaron, y la imagen de un semielfo de orgulloso posar apareció ante los ojos de su madre, inflando el pecho y haciendo cada vez más evidente la mugre en su figura.

¿Jin? ¿Qué haces aquí?— interrogó Kóira entre bostezos.

—Querida madre, he de revelar que el señor Konstantínos ha quedado tan impresionado con mi ayuda el día de hoy que me ha pedido que regrese hasta tu presencia para descansar —aludió sonriente.

El entrecejo fruncido de la mujer y su potente mirar cayeron sobre el muchacho. Ladeando un poco su gesto, Jinyu sintió el peso del silencioso juicio de su madre. No hubo palabra alguna que necesitase ser recitada, pues con aquél mero acto la mujer ya había desmenuzado las mentiras que salían de sus labios.

Yo… me encontré con un grupo de bandidos de la banda de la raíz negra… —reveló el príncipe.

—Y pensaste que sería buena idea lanzarte como loco a luchar contra ellos tú solo. Sí sabes a quien intentas engañar, ¿verdad?

—¡Estaban a la vista! No podía esperar a que llegasen los guardias, iban a escapar de allí antes de poder hacer nada —se excusó.

—Te envío al lugar más tranquilo del reino para que estés a salvo y lo primero que haces es entrar en un pleito… —refunfuñó cansada —¿Es necesario que te recalque lo irresponsable que fue lo que hiciste?

Jinyu resopló, dejando caer su mirada al suelo con desdén —No es como si no lo hubieses hecho antes, ¿sabes?

El piso de madera rechinó con pesadez tras el pesado caminar de la damisela en armadura. Su semblante cansado era apenas disfrazado por el precavido mirar de sus ojos, llenos de reproche y amor, unidos como solo una madre era capaz de dar. Sin esperar reacción alguna, los brazos de Kóira envolvieron el cuerpo de Jinyu en un abrazo solemne.

Cariño, el deber de un rey jamás debe ser en el campo de batalla, y mucho menos el de un muchacho tan joven como tú.

—Imagina lo que dirán las personas al saber que su príncipe anda golpeando vagos con una rama de árbol —se adelantó a sus palabras—.Ya me sé este discurso, mamá. Ya te lo he dicho, lo mío no es la política, me gusta luchar, lanzarme a la aventura, ser un héroe como… —se detuvo de forma súbita.

¿Cómo tu padre? —completó en voz baja.

N-No… no como él…

Y entonces, una idea voló en frente de los ojos del joven; Una inseguridad, provocada por el lento y cansado hablar de su madre, y una excusa perfecta para cambiar el incomodo tono en el que se había tornado la conversación.

Oye, ¿está todo bien, mamá? Te oyes algo… ya sabes…

—No, no… estoy bien —replicó la mujer, separándose casi de inmediato de su primogénito —. Solo estoy algo cansada, han sido días un poco duros y no he podido dormir mucho. Hay… algunos problemas que debo solucionar, pero no es nada que merezca la pena recalcar.

—¿Estás segura? —indagó frunciendo el entrecejo —Si es necesario puedo…

—No —se adelantó a responder —. No tienes de qué preocuparte, solo… limítate a estar fuera de peligro, ¿está bien? Es la mejor ayuda que puedes darme.

La mirada del príncipe analizó a su madre de arriba abajo. A la vista de todos, la mujer podría haber estado fingiendo su postura con perfecta solitud, pero ante los ojos de su hijo era claro que algo no andaba bien; Su mirada cansada, la forma en la cual se paraba, el aspecto descuidado de su cabello, detalles minúsculos que solo la familia podría reconocer.

Tengo una idea, vamos a casa y descansemos —ofreció Jinyu, esclareciendo una agradable sonrisa—. Tampoco me vendría mal dormir un poco.

Sí… creo lo necesito—devolvió el gesto acompañado de una suave carcajada—. Pero, ¿no tienes que volver a la granja del señor Konstantínos? Se supone que le ayudarías a recolectar el resto de la cosecha.

—Ah, sí… ya no me dejará volver.



1 Novembre 2020 00:00 5 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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M M M M
¡Es una historia increíble! Tienes una narración tan fluida y ligera. ¡Me encantó!✨
August 22, 2021, 16:46
Yuyu Caicedo Yuyu Caicedo
A ver, yo te conozco, estas en Escritura y Lectura, el servidor de discord. Amigo, quisiera comunicarme contigo, me preocupa mucho que últimamente no estes en el discord. Muy buen relato.
December 14, 2020, 14:12

  • Josué Tecce Josué Tecce
    Ah no hay drama; siempre estoy en Discord el tema es que no hablo demasiado porque ando ocupado con otras cosas. Gracias por pasarte, pa. December 15, 2020, 00:24
Chris Bond Chris Bond
Sigue así!! Tiene muy buena pinta
November 16, 2020, 23:58

  • Josué Tecce Josué Tecce
    Muchas gracias amigo, eso haré n_n November 17, 2020, 00:01
~

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Divinos.
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La edad heroica te espera, y el linaje de los divinos te contará sus historias. La escuela del dragón, la tortuga, el fénix y el tigre abren sus puertas. En savoir plus Divinos..