Pensé que, según pasaban los años, el monstruo bajo mi cama acabaría desapareciendo. Que aquellas cuatro patas no le serían suficientes, que mi miedo no podría volver a alimentarle. Cuán equivocada estaba.
Aquella noche fría de invierno, cuando aún las flores no se vistieron de boda, unas garras, frías como el metal, se cernieron sobre mis pesadillas. Un grito. Cuatro pasos. Escalofríos recorriendo mi espina dorsal. Todo cuanto había soñado de pequeña, se volvía a repetir como si de un deja vu se tratara.
—Tranquila—Me dije. —Estás a salvo. Bajo las sábanas no podrá atraparte.
Un golpe en la puerta. Dos golpes en el armario. Tres golpes bajo la cama. Cuatro golpes en mi mano. Cinco golpes contra el suelo. Un dolor intenso y un grito desgarrador.
Acaricié las sábanas de tela, el hedor se hizo presente en mis fosas nasales. El olor a vainilla se colaba bajo el hueco de la puerta, el jabón rezumaba tras el colchón.
—¡Mamá!—Un susurro resurgió de entre las cenizas. Se podía sentir el miedo zigzaguear en el suelo, en busca de su propia salvación. —¡Ha vuelto! ¡Está durmiendo en mi cama!
Una luz se prende en la habitación. Una cabeza humana asomaba tras el marco de la puerta, cabellos platinos caían en forma de cascada. Una voz tranquilizadora susurró por aquel monstruo, volvía a estar atrapada.
—Tranquilo, cariño.—Su voz prendió fuego en mi interior. Si seguía escondiéndome, me acabarían descubriendo. —No existen los monstruos, son producto de tu imaginación.
Una carcajada zumbó en mi interior, una mentira se había escabullido de entre sus labios color carmín.
Un monstruo habita cada noche bajo mi cama.
Merci pour la lecture!
Nous pouvons garder Inkspired gratuitement en affichant des annonces à nos visiteurs. S’il vous plaît, soutenez-nous en ajoutant ou en désactivant AdBlocker.
Après l’avoir fait, veuillez recharger le site Web pour continuer à utiliser Inkspired normalement.