zegabii Zegabii

La nave de Investigación y Desarrollo NE-332 Santa María se estrella en un planeta extraño y hostil. Los sobrevivientes se levantan de los escombros y se ponen a trabajar. La Santa María lleva la ultima esperanza de la humanidad, pero no todos sus ocupantes tienen los mismos planes.


Science fiction Déconseillé aux moins de 13 ans.

#381
2
4.5mille VUES
Terminé
temps de lecture
AA Partager

I

“¡Eh! ¡Aquí hay uno vivo! ¡Profesor! ¡Eh, profesor!"

Voces distantes, caos... todo el sonido amortiguado como una radio bajo el agua.

Unas manos rudas le sacuden y por un momento no supo quién era; tampoco supo quién o qué lo despertó tan de una forma tan ruda. ¿Quién lo estaba abofeteando? ¿Urturbia, tal vez? No es como si conviviera mucho con la gente del Grupo de Seguranza e Controle Tatico (GSCT).

Poco a poco la información le fluyó de nuevo al cerebro: Profesor Yruenes, Jacomel Yruenes, Embarcado en la nave de exploración y terraformado NE-332 Santa María con destino a Atys. Del desastre, Yruenes solo recordó a las personas golpeándose contra el casco de la nave como semillas en un cascabel, luego la oscuridad repentina donde debía estar el impacto.

El profesor Yruenes abrió los ojos y por un momento pensó que había sido un sueño; su rostro ya no estaba en la dura superficie de estirofoam de una nave; ahora le picaba en la cara un pasto verde, suave y largo, como el de un jardín descuidado.

Tuvo que resistir el impulso de levantarse; tenía que asegurarse de estar entero antes, de lo contrario podría pasarle algo grave.

—Muchacho—Le dijo al soldado que fue a ayudarle— ¿Dónde estamos?

El soldado no contestó de inmediato; le palpó el cuello en busca de traumatismos, luego la espina dorsal, todo sin escáneres, a la manera antigua.

—No lo sé, señor—Respondió al fin.

— ¿No estamos en la Santa María?

Cuando el soldado lo ayudó a incorporarse vio que su cara se torció en un rictus, como conteniendo algo que no quería decir.

—No, señor —dijo—disculpe, tengo que ayudar a los demás.

El soldado se retiró para ir en busca de más sobrevivientes. Ya libre del muchacho, Yruenes se levantó y giró su cabeza a su alrededor. No pudo creer lo que vieron sus ojos: color verde por todos lados, el olor húmedo de la jungla; o al menos el de un invernadero, que es todo lo que Yruenes conocía. Estaban en tierra, un planeta, ¿Quién Sabe? tal vez la tierra prometida que estaban buscando.

Yruenes se levantó por fin y buscó con la mirada en busca de más supervivientes. Sólo había diez figuras, todas con el anodino uniforme gris de la GSCT: la última clase de personas que Yruenes hubiera querido estar rodeado en un momento como este. Entre ellos, estaba Rodrigo de Triana, aquel capitán masca-tabaco de mediana edad que hay en todas las películas y que ahora dirige a la GSCT en tierra y como no, ahí estaba ya, dando órdenes casi a gritos a los supervivientes.

—Ah, ¿ya despertó?—Lo saludó Triana— ¡Qué bueno! No queríamos abandonarlo.

—Capitán ¿Dónde estamos?

—No sabemos.

Luego Triana se volteó hacia alguien más:

—¡Eh, Salcedo! —Gritó— ¿Qué pasó con mi comunicación?

No esperó respuesta antes de volverse a hacia Yruenes:

—Volvamos al principio —Preguntó altanero— ¿Quién es usted?

—Profesor Jacomel Yruenes—Yruenes le ofreció la mano— ¿caímos?

Rodrigo de Triana casi le rompió la mano con el apretón:

—Como un lingote de cobalto—dijo— la Santa María se desintegró en la reentrada a la atmósfera.

— ¿Y el resto de los sobrevivientes?

—Los está viendo—El capitán trasteaba con un radiofaro; este se resistía entre sus manos de gorila— ¡Vamos pedazo de mierda!

— ¿Donde?

—Una parte en el espacio, otra esparcida como ceniza en el aire.

Yruenes entró en pánico, solo pensar en el proyecto, solo en pensar en la carga: embriones congelados para colonizar Atys: Y todo se fue al carajo.

—Conserve la calma señor, hay cosas peores.

Yruenes se dejó caer al suelo.

— ¡No hay nada peor que esto!

— Oh, si que lo hay—El Capitán Triana lo levantó— ¿Sabe lo que es quedar varado en un asteroide? ¿viendo el contador de oxígeno corriendo hasta cero?...

—No.

El profesor no sabía cómo la visión de una muerte horrible podía ayudarlo, pero no se atrevió a decirlo en voz alta.

—...pero eso no va a pasar aquí— Continuó Triana inflando su enorme pecho—Al menos aquí aire sobra.

Era cierto, era aire fresco y lleno de perfume, no el aroma del aceite y humedad de una nave espacial o el olor acre del asbesto que Yruenes siempre relacionó con el espacio.

— ¿Pero el aire es respirable?

El sargento Triana se encogió de hombros:

—Más nos vale que lo sea—dijo—no nos quedan trajes espaciales.

—Probablemente no lo es—Urgió Yruenes—Necesito mi equipo para analizar la atmósfera.

—Su equipo está esparcido por todo este planeta—Triana volvió a darle la espalda— ¡Salcedo, mi comunicación!

Un soldado acudió nervioso:

—Nada, señor. Solo estática.

—¡Y una mierda! No estábamos tan lejos del repetidor Vega III cuando...

—La atmósfera puede interferir con la señal—dijo el profesor Yruenes— si es suficientemente muy densa.

El Capitán miró con extrañeza al gusano de biblioteca que se atrevió a interrumpirlo:

— ¿En qué área se especializa usted? — dijo con el seño muy junto.

—Xenoecologia.

El sargento bufó de una forma casi imperceptible: No era la clase de científico que le servía en este momento.

—Bien, usted es el más inteligente de por aquí—continuó— ¿Qué sugiere?

Era una trampa, desde luego; Triana, siendo un ególatra como todos los militares, lo último que quiere es la opinión de un "científico".

—Buscar un lugar alto—dijo Yruenes con cautela—La capa de gases de la atmósfera debe ser más diluida entre mayor altura.

— ¿Una montaña?

—Puede ayudar...

Triana se puso pensativo.

—Establecer comunicación en terreno alto—confirmó Triana firme, como si la idea se le hubiera ocurrido a él.

—Establecer un campamento y proceder a la fortificación...

—Buscar sobrevivientes—Corrigió Triana— y encontrar elementos clave.

—Buscar la carga útil de la nave.

Ahí, Triana negó con la cabeza.

—Seguimos con "encontrar elementos clave"—dijo.

El profesor no podía creer la audacia del capitán:

— ¿No vamos por los embriones? —Gritó — ¡Por eso estamos aquí!

El capitán lo tomó por los hombros en un gesto que era el propio para calmar a alguien histérico, pero con la fuerza necesaria para convertirlo en amenaza.

—Déjeme ponerle al tanto de la situación, caímos a un planeta desconocido, la mayor parte de la tripulación está desaparecida y estamos aislados de la flota...

A cada punto, Triana le apretó más los hombros. "No hagas más preguntas estúpidas": mensaje fuerte y claro.

—…para mí la misión está acabada—Continuó Triana—Todo lo que queda es la supervivencia del grupo.

El profesor ya no insistió; conocía muy bien a los de su clase como para no saber qué el tal Triana no cedería terreno si seguía hostigándole. Además, por derecho, la GSCT tenía el mando de la expedición en una situación de emergencia.

Y vaya que la situación estaba mal: El lugar de impacto comprendía un radio de unos doscientos metros; pero varias columnas de humo se alzaban el horizonte y numerosos escombros seguían cayendo como meteoritos a la tierra. La Santa María, una nave de noventa y cinco mil toneladas y diseñada para permanecer en el espacio, no tuvo ninguna oportunidad en la entrada a la atmósfera. De los cuatrocientos setenta y cinco habitantes, solo quedaban ellos.

Por encima del desastre, allá en el horizonte, estaba un sol en lo alto con un eclipse en progreso. Una escena por demás normal, teniendo en cuenta que estaban en un planeta extraño, alejado de todas cartas de navegación conocidas. Pero para el profesor Yruenes había algo que era diferente: no era una estrella, era algo más.

—Capitán, ¿tiene algo para ver de lejos?

El capitán giró la cabeza al cielo:

—Ah, eso...—Triana le dio un telémetro militar—Baje el filtro o se quemará las retinas.

Yruenes enfocó el aparato y quedó extrañado: no era el sol, ni siquiera era un objeto celeste; Era un objeto dentro de la atmósfera y por lo mismo mucho más pequeño que una estrella.

Un objeto orbitaba lentamente sobre él, proyectando una densa sombra hacia la parte oriente de su posición; el conjunto flotaba encima de lo que parecía la más alta de todas las montañas proyectando su luz como una lámpara de escritorio gigante.

Y vaya paisaje el que estaba iluminando esta lámpara: Una vasta jungla hasta donde alcanzaba la vista, arboles extraños que se alzaban hasta más de cien metros de altura, vegetación casi tan alta como un hombre; a Yruenes se le antojaba como las descripciones que había oído acerca de la Tierra, cuando está todavía existía.

—Si, esa cosa ha estado ahí desde que llegamos—dijo Triana.

— ¿Una nave?

— No es una de las nuestras —El capitán trataba de encender un cigarrillo—Eso es seguro.

La punta del cigarrillo encendió con una flama azulada y luego se apagó. Un cigarrillo no debería hacer eso.

—Oxigeno—dijo Yruenes—hay demasiado oxígeno en la atmósfera.

— ¿Lo suficiente para ser toxico?

—Tal vez sí, capitán.

—Esa cosa es un motivo para movernos—Triana señaló el objeto en el cielo—Ahora el aire es otro hacerlo más rápido.

Triana se volvió hacia sus hombres:

"Caballeros, seguiremos el protocolo para ambientes tóxicos: respirador químico de su traje, dos horas de aire limpio, después una hora de recuperación para el reactivo"

"Eso significa respirar sin mascarilla durante el camino y del respirador durante los descansos"

Triana continuó el discurso mientras su gente se ajustaba los respiradores.

—Esto cambia los planes—Terminó Triana—La prioridad número uno es conseguir tanques de oxígeno, después la búsqueda de sobrevivientes.

En cuanto se adentraron entre los árboles, sintieron el golpe de un calor húmedo y asfixiante, que a Yruenes lo dejo mareado en un principio y después con esa sensación de "algo anda mal", una sensación que ya nunca lo abandonó. Al principio, el profesor no pudo identificar por qué, pero lo descubrió conforme la columna se adentraba más y más entre arboles gigantescos: era el silencio.

Un silencio antinatural, apenas roto por su respiración y a veces el silbido de una corriente de aire que ponía los pelos de punta: no había fauna visible. No había aves, insectos o roedores.... o la versión equivalente en ese lugar; algo extraño ya que esa era la base de la ecología de terraformación: nunca hay actividad vegetal sin una contraparte animal. ¿Cómo consiguen todas estas plantas el nitrógeno que necesitan? o ¿Cómo se deshacen del exceso de oxígeno? ¿Cómo sobreviven sin animales que realicen la polinización? En sus naves, incluso con sus invernaderos controlados, tenían muchas veces que hacer cría de abejas para evitar la muerte de las plantas ¿Y aquí? Nada.

Yruenes se acercó con cuidado a una pequeña planta, la cortó una hoja con su navaja de bolsillo, y se la guardó en el bolsillo del pantalón; una pobre práctica para tomar una muestra botánica, pero no podía hacer nada hasta que consiguiera equipo adecuado. De la hoja, salió una gota de líquido verde: clorofila, como era de esperarse; ya la examinaría después.

El grupo se detuvo para la dosis de oxígeno hacia la "tarde", cuando el objeto-escudo en el cielo se interpuso entre ellos y el disco luminoso a las 3 pm, hora universal, de acuerdo a su PDA. En realidad, Yruenes se había sentido mal desde hacía rato, pero quiso esperar a que uno de ellos sintiera ya los efectos de la hiperoxia. El reconocía que de todos ahí, él era el mas débil y el menos útil, el que todos esperaban que se rompiera primero; no le convenía hacerse notar mientras fuera posible.

— ¡Pelotón! aseguren todo para pasar aquí la noche—Gritó Triana— Vigilen el perímetro y prepárense para su dosis de aire limpio.

— ¡Si, señor!

El profesor Yruenes se estremeció cuando le entregaron uno de esos pulmones artificiales, uno usado además. Tuvo que soportar como se lo amarraron rudamente al torso y luego casi tragarse la boquilla apestosa de alguien más. De inmediato sintió el pecho oprimido, pues el aire que respiraba era el mismo que había exhalado segundos antes. Odiaba ese aparato con toda el alma y odiaba los entrenamientos semanales que tenía que seguir en la Santa María. Fue en aquel momento que se sintió como astronauta en un mundo nuevo, por primera vez desde que la caída del Santa María.

— ¡No lo desperdicien!—Les dijo Triana—El reactivo es un recurso limitado.

Una vez que Yruenes vio al grupo más calmado, decidió ir a por Triana en busca de más información.

Lo encontró sentado en medio de unos sacos con equipo:

— ¿Capitán?

— ¿Profesor? — Saludó Triana.

— ¿Puedo preguntarle cómo llegamos aquí?

El capitán le ofreció un vaso. El contenido casi hizo vomitar a Yruenes. Triana se rio ruidosamente.

— ¿Qué es esto?, ¿limpia pisos?

—Casi: descongelarte de circuitos—contestó entre risas Triana—Noventa por ciento alcohol etílico.

—Para burlar la prohibición de bebidas alcohólicas...—dijo el profesor conteniendo las arcadas.

—Alguien sabía lo que estaba haciendo cuando diseñó todos los circuitos de la nave.

Yruenes aprovechó que el humor del capitán Triana (causado por SU sufrimiento) para lanzarse por la pregunta directa:

—Capitán, ¿Qué fue lo que pasó?

—Ya veo...—Triana lo miró atentamente— ¿Las cámaras de crioéxtasis?

El capitán le pasó otro vaso de ese matarratas e Yruenes tuvo que aceptarlo nuevamente.

—Sección 12—Contestó Yruenes—Debería haber despertado dentro de cinco años.

—El sistema lo reanimó— Triana apuró otro vaso de descongelarte— bien por usted: no todos tuvieron esa suerte.

Un breve silencio.

—Yo si estaba de guardia —continuó—Pero no vi mucho más que usted.

— Una nebulosa que resultó no ser una nebulosa....

—También oí las transmisiones—contestó Triana— Pero no sobrevivió nadie más para confirmarlo.

Yruenes bebió un trago de descongelarte.

—Un planeta que no está en los cartógrafos—dijo— esto no había pasado en cien años.

—Y con una nave tan vieja como la Santa María—Contestó Triana—Tampoco me sorprende.

— ¿Capitán?

— ¿Si, profesor?

— ¿Ha estado usted en una situación como esta antes?

Rodrigo de Triana permaneció callado. La primera vez en todo este tiempo que Yruenes lo veía dudar.

—Quiero decir...—insistió Yruenes— ¿podemos sobrevivir a algo como eso?

—Bueno, sí—Respondió el capitán al fin—Una vez quedamos varados en un asteroide...

—El asteroide del que me habló al principio...

—El mismo asteroide, el mismo problema del oxígeno—Confirmó Triana—Solo una nave disponible para evacuar a trescientos cincuenta y cuatro hombres.

— ¿Y entonces?

—Supongo que todo se resolvió solo—Triana se calló un momento.

—Un motín—agregó después.

El capitán se sirvió otro vaso, cada vez le costaba más hablar, pero estaba más cómodo y propenso a las risas.

—Quedamos los veinte exactos para llenar esa nave—Triana se rio—Cuhna y Mendes estaban ahí, no sé qué fue de los otros.

Yruenes no dijo nada.

—La moraleja de esta historia es—dijo Triana— Podemos sobrevivir.

— ¿Podemos?

SI estamos dispuestos a hacer lo necesario—Triana se volvió a recostar en los sacos —Cuhna encontró algunas cosas ¿Por qué no ve algo le sirve algo y me deja en paz por un momento?

—Claro que sí, Capitán.

Yruenes dejó al capitán tratando de encender un cigarro cerca de la boquilla de oxígeno.

6 Octobre 2020 04:43 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
0
Lire le chapitre suivant II

Commentez quelque chose

Publier!
Il n’y a aucun commentaire pour le moment. Soyez le premier à donner votre avis!
~

Comment se passe votre lecture?

Il reste encore 4 chapitres restants de cette histoire.
Pour continuer votre lecture, veuillez vous connecter ou créer un compte. Gratuit!