Estoy seguro de que es por aquí — Metió las manos en sus bolsillos, exhaló una bocanada de vapor ardiente y miró a la luna púrpura. — Ven, aún no llegamos.
Lo seguí durante unos diez minutos por docenas de calles solitarias y corroídas por el tiempo. La única luz que podíamos ver era la de la luna púrpura, y el único sonido que podíamos escuchar eran un par de ladridos que se ocultaban en las lejanías de la oscuridad de la ciudad.
— ¿Por qué no hay nadie aquí? — Lo miré.
— ¿Por qué? Porque todos se reúnen para nuestra llegada.
En uno de los extremos de la carretera se acercó a una tienda vacía y abrió la puerta lentamente sin sin ningún esfuerzo.
— Mira. — Entró al lugar, se hizo a un lado y observó el piso con mirada enferma.
Lo seguí y entré a la tienda abandonada. Un olor putrefacto provocó que tapara mi nariz con mi mano, y la luz púrpura se volvió de un tenue carmesí molesto.
— Aquí no hay nada.
— Abajo imbécil. — Con su enorme mano cubrió mi nuca e hizo que mirara el suelo en donde había un gran agujero y que extrañamente pasó desapercibido para mi al entrar al lugar.
Un montón de siluetas se revolcaban entre la mierda. Tocando su cabeza y en donde debían estar sus rostros mientras gritaban. ¿Cómo demonios lo podía hacer sin boca?
— ¿Te gusta? — Me miró mientras yo sudaba y me retorcía de dolor en mi posición.
— ¿Que demonios es esto? — Toqué mis rostro y me sentí aliviado.
— Eres tu.
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