Lamentablemente, por ahora, no puedo subirlos a la correspondiente ubicación en la sección de microrrelatos. Sin embargo, con el entusiasmo de compartirlos contigo, los publico como compilación.
Espero que te sean atractivos; así como también, si deseas, dejes algún comentario.
Estaba hermosa; ataviada con blanco vestido. Le tomé la mano amorosamente, imaginando los niños que no vendrán. Ella quiso un beso; sin embargo ya estaba muy fría.
Agonizaba el maestro cuando el aprendiz se acercó.
─ ¿Cómo puede funcionar? Tembloroso musita.
─Ponle solo los adjetivos necesarios; le responde ahogadamente.
─ ¿Todavía falta algo? Añade.
─Describe con atractivo irresistible al escenario donde está.
─Todavía falta algo, porfía.
─ Exhibe la gran batalla que soportó; con los truenos, relámpagos y lluvia.
─Todavía falta algo, desespera.
─ ¿Qué tanto te puede faltar?
─ ¡Tu espíritu!
Todavía recuerdo el niño; escandalizado de las respuestas que le devolvían las montañas. Pero sobre todo, recuerdo el intento de su padre para aleccionarlo.
No hace mucho lo volví a ver en las montañas del pueblo. Ahora que está más grande grita más fuerte; aunque se ve que ya no le importa lo que le responden las montañas. ¡Total! Su padre ya no está.
El Bokor ya le había dado su brebaje; solo fue cuestión de tiempo y paciencia. Dejar tranquilamente hondear su bandera roja y las estrellas. Aquella noche lo sacó de la fría y segura tumba. Lo levantó con la fuerza de las loas.
Con sumo ingenio lo puso a caminar entre los aldeanos. Tanta, que todos preguntaban a la víctima:
─ ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás tan terrible?
A lo que solo respondía:
─ Déjame decírtelo al oído; como le enseñó el Bokor.
A quien se lo permitía, le mordía el lóbulo de la oreja. De un día para el otro la cantidad fue incontable. Muy pocos quedaron capaces de preguntarse ¿qué tengo en mi cabeza? A ninguno ya le importó comer el cadáver del otro; a veces, sin que siquiera éste se enterara. La deriva se convirtió en la mejor dirección.
Menos mal que el Bokor si tenía la generosidad de repartir virus que los convertía en un pueblo igualitario. Y… por supuesto: los ayudó, en sobremanera, comprándole las improductivas tierras y los miserable cacharros que ya no podrían usar.
Aquí siempre hemos sido muy respetuosos de la libertad de expresión. Somos total e íntegramente democráticos, dijo el presidente; junto con sus ministros; así que empecemos la rueda de prensa.
A todos y cada uno de los periodistas les fueron respondidas las preguntas con la transparencia que los caracteriza. No faltaba más que un periodista extranjero, recién llegado.
Señor Presidente:
─ ¿Se entró de que en el cementerio están plantando por cruz un letrero que dice?: PERIODISTA. ¿No cree que eso es atentar contra la libertad de culto? Sólo se escuchó una descarga y el tranquilo aviso:
─Si no hay más preguntas, nos vemos en la próxima rueda de prensa.
Cada vez que lo mirabas no sabía dónde esconderse. Al trabajo, a la casa o no sabía a dónde te dirigías, pero pasabas y mirabas. Todavía es casi ayer cuando entraste con la excusa de comprar. Vi la intención en tus ojos. Bien seguro es que no se dio cuenta de lo atragantado que le salió:
─ ¿A la orden, en qué puedo ayudarte?
El rosa de sus labios solo dijo:
─ Aquél de allá es el que quiero.
La radiante sonrisa que tenía cuando volvió y te lo entregó le anunció tu ingenio. El tentador caminar al salir se lo confirmó.
Todavía abstraído en su gloria, el pesado de juan le tocó el hombro para interrumpirla.
─Mira lo que me pide la traviesa muchacha, dijo mientras le daba el pequeño papel.
─ 002 382-94-51. ¡Llámame!
Nadie creía que los muertos resucitaban. Tan cierto era que hasta desnudo lo enterraron; aunque la porfía del tiempo lo vistió de mortaja. ¡Incluso su nombre se les había hecho un acertijo!; pues ahora no sabían cómo llamarlo.
Él, lo más que quería era que lo dejaran descansar en paz. Tanto ruido; lejano, calmo, vivo, no le era apetecible.
Era inaudito ahora que ella rompiera a llorar, gritar y pujar; si el sepulcro era donde mejor estaba.
El par de nalgadas y el incontenible llanto hizo que los presentes dijeran a viva voz:
─ ¡Es un niño! ¡Es un niño!
Merci pour la lecture!
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