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Sildenafil: principio activo del fármaco más conocido como Viagra


Érotique Interdit aux moins de 18 ans.

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Sildenafil

Su Beka enfermó.

Sí, aunque pareciera casi imposible, ese kazajo también era un hombre común
y podía caer enfermo como cualquier ser humano

Como buen enfermero que claramente no era, se había esforzado en hacer una sopa de pollo que Beka halagó, aunque su rostro se puso más pálido de lo que estaba (tal vez porque quemó el aderezo, quien sabe). Le había puesto un paño frío en la frente antes de dejarlo bien abrigado y dormido para ir a la farmacia a comprar medicamentos para la faringitis de su amado.

Yuri tenía pensado volver rápido a su casa pero un anciano decrépito que tomaba un minuto para decir cada sílaba llegó 3 segundos antes que él, y la amable mujer obesa que atendía le dio preferencia. Entonces, diez minutos después el hombre no había terminado de decir qué medicamento quería y el rubio ya quería volver a su departamento para ver a su Beka que aunque le había dicho que no pasaba nada y se repondría en unos días, para su novio estaba terriblemente enfermo y necesitaba de todos sus cuidados y atención. Felizmente para él, un ayudante llegó y se dispuso a atenderlo.

— Necesito paracetamol, amoxicilina, un descongestionante nasal y aceite de eucalipto con mentol — el chico tecleó rápidamente su pedido en el sistema.

— ¿Enfermó su hijo? ¿cuántos años tiene?

– No es para un niño... – contestó de mala gana,estaba harto de ese abuelo, para suerte la mujer obesa ya estaba por cobrarle, pero el hombre con parkinson, no lograba sacar su billetera así que la mujer se apresuró a alistar los medicamentos del hombre y ponerlas en el área de despensa – es para mi novio, tiene una faringitis – o un linfoma, o cáncer, o una infección cardiaca mortal según Google, pero quería ser positivo y pensar que fiebre y dolor de garganta solo podían ser síntomas de una leve faringitis como es común en el invierno ruso.

–Bien son 400 rublos – Yuri le tendió la tarjeta de crédito de Beka para pagarlo y una vez hecha la transacción el ayudante se dirigió a sacar los medicamentos.

Yuri esperó en el área de despensa, mientras tanto, el viejo ya había logrado sacar su billetera y su tarjeta, pero no podía marcar la clave en el POS, la mujer obesa seguía con su sonrisa servicial sosteniendo el aparato para que el hombre tratara en vano de marcar los números.

Por su parte el hombrecito volvió cargado de todas sus cosas, las puso sobre el mostrador justo al lado de los del otro cliente y pasó a embolsarlo. Vio dos blisters de pastillas azules, así que el chico dudó, justo cuando estaba por ver los nombres de cada una para darle a su rubio cliente el correcto, llegó una mujer desesperada con un bebé que lloraba como si fuera a morirse, así que sin más y sin ver solo metió rápidamente el blister más cercano en la bolsa de papel y se la tendió al rubio.

– Que tenga buen día – le dijo y corrió hacia la mujer.

Yuri refunfuñó y se fue del local con su compra, el anciano aún no lograba marcar su clave.

*



Llegó a su casa y vio a Beka recogiendo la ropa que estaba tirada por su casa para ponerla a lavar, no se sentía orgulloso de ser un cerdo y tener su departamento asqueroso, pero no por eso su paciente iba a esforzarse y arriesgarse a empeorar.
– ¡Beka! ¿Qué diablos haces? Te dije que descanses – puso su compra en la encimera de la cocina y llevó a su precioso novio a la habitación para volver a acostarlo aunque este comenzó a reclamar sobre sentirse mejor.

Al final tuvo que rendirse cuando el chico le dio el control del televisor y le dijo que podía ver House of cards sin él mientras hacía el almuerzo.
Otabek se quedó resignado y siguió las recomendaciones de su enfermero, se quedó en cama con un paño demasiado frío que goteaba en su frente y bien abrigado.


Dos horas después, junto a un olor a quemado muy fuerte, entró el ruso sosteniendo un plato de lo que parecía ser un guiso de pollo con apariencia extraña.

– Llamé a tu mamá y me dijo que esto es lo mejor para los resfriados Beka, me dio la receta espero que te guste amor.

– Gracias Yura… – su mamá tenía razón, aquel era el plato que ella le hacía cuando enfermaba y a él le encantaba, pero eso no se asemejaba ni un poco a la comida de su natal Kazajistán – se ve bien… – pasó saliva mirando esa cosa que, por un segundo, creyó que saltaría del plato para atacar, ya había tenido que soportar la sopa de pollo (la había vomitado cuando Yura se fue) y ahora le tocaba eso, tendría que llamar a su mamá para advertirle y rogarle que no le diera más recetas a su novio . La habilidad de cocina de su hada rusa era tan nula que la sopa instantánea que preparaba le salía horrible y eso que solo debía agregar agua.

Beka quería morir con ese asqueroso sabor, tenía unas inmensas ganas de arrancar su esófago porque picaba como la mierda (a pesar de que el plato no llevaba nada picante).

Comió a medias y se disculpó con su amado diciéndole que se sentía lleno. Yuri no le insistió y se llevó ese material radiactivo que era potencialmente peligroso para la vida en la tierra a la cocina y volvió luego con un vaso de agua y unas cuantas pastillas en su mano.

– Vamos Beka, debes tomar tus medicamentos – el moreno tragó saliva viendo el cóctel de medicamentos que traía su novio, no es que desconfiara de él, pero su instinto de supervivencia le decía que debía correr de ese departamento.

Por desgracia, era un homo sapiens, ese espécimen bípedo que antepone la razón al instinto…

Así que lo tomó, cada una de las tres pequeñas píldoras. Aunque una de ellas, la azul, no le parecía muy confiable; Yuri solo dijo que era un descongestionante, secretamente rogaba que así fuera.

El sueño lo invadió minutos después, siendo arrullado por las caricias de su flojo novio que se había metido a la cama junto a él, y se quedó dormido a mitad de capítulo de la serie que ambos veían.


*


Despertó sintiendo la garganta seca y su brazo dormido… o muerto ya que Yura se había dormido sobre él y probablemente ya esté necrosado por la falta de irrigación. Pero por más incómodo, sudoroso y mareado que se notaba, sólo dos cosas lo alarmaron: la primera, sus ojos estaban borrosos y la segunda, su pene estaba jodidamente duro.

¿Quién diablos se excita cuando se siente como una mierda? Tal vez Otabek tenía que visitar a un psiquiatra.

Movió al rubio un poco para sacar su brazo rogando que este no se desprendiera, afortunadamente salió entero y se enderezó para ir al baño… mala idea. Con el mareo y su vista de topo, terminó con un pie enredado en las mantas y cayó de bruces contra el piso.

Inmediatamente la lámpara del lado opuesto se encendió mostrando a su rubio con el pelo alborotado y rastros de baba en su mejilla, este frotó sus ojitos para enfocarlos en el despatarrado kazajo.

– Beka… ¿Qué mierda? – susurró con la voz ronca, antes de rodear la cama para ayudarlo – ¿Aún tienes fiebre? ¡Ya es hora de tus medicamentos! – ni siquiera terminó de ponerlo de pie y corrió a la cocina por un vaso de agua y otro conjunto de las mismas pastillas.

Regresó poco después, afortunadamente el moreno ya estaba en la cama, aún dolorido y con su miembro erecto.

Su garganta resentida agradeció el líquido y minutos después se acomodó para seguir durmiendo. Yuri hizo lo mismo, se recostó a su lado y lo abrazó para seguir con su día de flojera extrema.


*


Nuevamente despertó… Sintiéndose aún más extraño, incómodo y pegajoso… Ni en su desagradable pubertad había sentido estas calenturas nocturnas de esa manera tan pesada y desesperante … Esta vez su recién adquirida miopía no lo dejó ver bien la hora, pero suponía que pasaba de las 3 de la mañana.

Yuri seguía roncando suavemente a su lado, o eso suponía, porque podía ver un borrón amarillo a su lado… esperaba no fuera el pollo feliz.

Deslizó su mano por su pantalón de chándal. Ahí, erguido y orgulloso estaba su jodido pene, duro como una roca. Gruñó cuando sus dedos se llenaron de líquido, por si fuera poco, esa parte de su prenda estaba totalmente mojada.

“Y una mierda” pensó.

Otra vez giró su vista a la cosa rubia que seguía en el séptimo sueño y, dubitativo pero resignado, decidió en su cerebro poco oxigenado que no había otra alternativa. Si quería volver a dormir y que su cabeza dejara de palpitar (cualquiera de las dos, no era quisquilloso) debía deshacerse de esa molesta erección que tenía.

Primero lo primero, lo abrazó por la espalda como la cuchara grande y apoyó su despierto amigo sobre los firmes glúteos de su pareja. Y joder, Yura se había dormido solo en boxers, así que fácilmente su entrepierna tocó un pedacito de piel descubierta que lo electrizó.

La cosa se movió un poco cuando sintió algo mojar parte de su ropa.

— Potya no te hagas pipí — medio balbuceó antes de removerse y seguir durmiendo, por lo menos no le había pateado .

Nuevamente inició con su juego, deslizó su miembro libre de ropa por el suave muslo de su pareja dejando en el recorrido la babosa evidencia que gritaba “Bekaconda estuvo aquí”. Escuchó al contrario gruñir y seguir como si nada, Otabek decidió que podía moverse un poco más fuerte sin que el otro despertara, o al menos eso creyó en su caliente cabeza medio ciega.

Cuando la punta de su miembro hizo contacto nuevamente con la piel de su novio, Otabek pensó que era una buena idea levantar un poco la tela negra de la ropa interior y así lo hizo, con el índice y el dedo medio hizo un poco de lado la única prenda que la cosa amarilla llevaba y deslizó su enorme, húmedo y palpitante amigo por los suaves y calientes pliegues entre sus redondas nalgas y...

– ¡¿Qué mierda?! ¿Beka? – vió la cabeza rubia asomarse, al menos ahora tenía la certeza de que era su novio, por la voz – ¿Qué diablos...?

– Yo... ¡Ugh! Sólo quiero venirme – logró decir con mucha dificultad aún moviéndose entre los glúteos del menor.

– ¿Podrías dejar de hacer eso al menos mientras hablamos? Siento mojado ahí atrás – Otabek asintió pero sus caderas siguieron meneandose en un movimiento suave – Beka...

"Lo lamento, me detendría si pudiera, Yura, pero realmente no puedo hacerlo ahora... Sólo deja que me venga una vez y te dejaré dormir como deseas" era lo que quería decir más de sus labios solo salieron leves balbuceos inentendibles, joder nunca había estado tan caliente.

– Al demonio, si quieres hacerlo solo debes decírmelo... Pero es excitante – el rubio se empujó levemente hacia el duro miembro y movió sus caderas en un suave movimiento circular que le arrancó un gemido fuerte y ronco al mayor – ¡Vaya! Está muy duro Beka.

– Hmm... – fue todo lo que pudo decir como protesta cuando dejó de sentir esa suave piel alrededor de su erección. Yura se había separado un poco para quedar cara a cara con él y tomarlo entre sus manos para "ayudarle" con su problema.

– Joder Beka... – susurró en la oscuridad frotando entre sus manos aquel enorme pedazo de carne que se veía hinchado y rojo – creo que está un poco más grueso de lo normal... – llevó sus dedos desde la punta hasta la base y bajó un poco más tocando los testículos calientes – ... esto también se siente más grande – siguió con su monólogo mientras sus dedos curiosos se paseaban por el escroto – ¿Estás bien?

Solo entonces fijó sus ojos en el rostro del moreno. No le había escuchado ni mierda, estaba en el maldito infierno del placer, con los ojos fuertemente cerrados y la boca ligeramente abierta dejando escapar pequeños jadeos cada vez que había un roce aunque sea sutil con su palpitante glande.

Ok... eso no estaba bien.

Yuri, en un gesto de compasión, aceleró el ritmo de sus manos y aumentó la presión que ejercían estas, solo entonces algunos gemidos roncos empezaron a ser audibles, esos gemidos que siempre le indicaban que el kazajo estaba por llegar... pero no llegaba. Pasó cerca de 5 minutos aumentando y disminuyendo la velocidad, ya sentía sus manos entumecidas y sus músculos empezaban a agarrotarse y el moreno no se corría.

Esto requería medidas extremas. Añadió sus labios a la labor, los acercó al cuello de su pareja, esa zona tan sensible que lo hacía estremecer, y depositó suaves y sonoros besos, lascivas caricias con su lengua y hasta dejó algunas marcas.

– Yura... – dijo en un largo suspiro, pasó sus dedos por la sedosa cabellera y lo atrajo a su boca en un beso húmedo muy subido de tono, entonces sintió las caderas del extranjero moverse con necesidad, buscando más roce, más placer.

Los gemidos ahogados por el beso no dejaron de oírse hasta que el último, algunos decibeles más alto, se dejó escuchar al mismo tiempo que sus manos se tornaban algo pegajosas y cálidas... por fin había cumplido con su deber.

– Pensé que jamás acabarías – bromeó un poco antes de girar hacia su mesita de noche y tomar algunos paños desechables para limpiarse – sí que estabas muy duro.

– Yura...

– Pero ahora está mejor, ¿verdad? – dejó el papel usado caer sobre el piso, ya en la mañana se encargaría de limpiar.

– No... – resonó la voz, aún rasposa, de su novio. El ruso se giró para verlo, aún tenía una expresión mortificada en su rostro – sigue duro...

– ¿Qué...? – levantó las sábanas para ver nuevamente la erección en su sitio,como si todo el trabajo que había realizado le hubiera valido verga (y nunca mejor dicho) – ¿Es una puta broma verdad? – deslizó nuevamente su mano por la extensión, siempre muy prometedora, asegurándose de la firmeza que ostentaba "¿Es conforme, señor notario? Es conforme" se dijo a sí mismo. Maldita serpiente kazaja, como que se llamaba Yuri Plisetsky se encargaría de ella y la haría volver a su sueño permanente hasta que él lo decidiera... o que el moreno despertara con una erección mañanera, daba igual – no te preocupes Beka, voy a solucionar esto.

Se deslizó por el trabajado cuerpo del atleta extranjero, dejando algunos besos sonoros por sus pectorales, recorrió con su lengua el esternón haciendo algunas pausas para atender las costillas; después le dedicó toda su atención al abdomen marcado, lamiendo, mordiendo y besando los músculos duros por el ejercicio haciendo énfasis en un lunar en la parte izquierda. Siguió su recorrido por su vientre siguiendo el recto sendero oscuro de delgados vellos que lo guiaban hacia el erecto miembro de grandes dimensiones, se entretuvo un poco dejando pequeños besos en la base, recorriendo el falo con su lengua hasta llegar a la punta de la erección fantásticamente dura.

Decidió que era suficiente de juegos, más bien fue el kazajo quien lo obligó poniendo su mano en sus finos cabellos a tomar la caliente vara de carne entre sus hinchados labios hasta casi llegar a su garganta. Con la maestría que le confirió los años de experiencia siendo la pareja sexual de un hombre tan bien dotado pudo relajar sus músculos para meter más aún tal monstruosa erección que su garganta comprobó como más gruesa de lo normal. No se detuvo, al contrario, el deseo en él empezó a crecer con la misma velocidad a la que su cabeza inició el vaivén para complacer al extranjero quien no hacía ni el más mínimo esfuerzo por acallar los sonidos de placer que su garganta profería.

Otabek estaba en el puto cielo, bueno tal vez no, no podía ver ni mierda pero se sentía jodidamente genial, la lengua de Yura, tan profesional, y los movimientos de su cabeza podrían hacerlo levitar ¿Cuándo se había vuelto tan bueno? Tal vez estaba más sensible de lo normal por su reciente orgasmo. Apartó los cabellos de su rostro cuando el ruso se dispuso a también atender sus necesitadas bolas, pero ni siquiera había necesidad, no podía ver ni mierda, podían poner una muñeca inflable en su lugar y no lo distinguiría si no fuera por la temperatura cálida de su pareja.

Yuri mordisqueó juguetonamente el muslo de Otabek, lamió la piel hasta el escroto y chupó con dedicación uno a uno los testículos sin dejar desatendido su pene donde usó su mano para mantener el ritmo constante. Subió nuevamente para cubrirlo, intercambiando lugares entre su mano y sus labios deleitándose con las suaves caricias del kazajo sobre su cabello y nuca.

– Joder Yura... ya... – logró decir a penas halando un poco un mechón de pelo claro para advertirlo, dudaba que su mente pudiera hilar una frase completa antes del necesitado orgasmo. Sintió la cavidad cálida abandonarlo con un ligero "pop" y luego la magia fue continuada con los hábiles dedos delgados de su rubio por unos segundos antes de que todo se tornara en nada y una deliciosa calma lo invadiera... por un corto periodo de tiempo.

–...¿Por qué sigue duro? – normalmente Otabek caía dormido después de correrse por segunda vez, a veces, cuando Yura lo ponía realmente, podía aguantar una tercera ronda, solo en ocasiones especiales, pero esta no era una.

– Maldita sea, no lo sé... – vio hacia abajo, y ahí seguía parado y censurado como porno japonés por su pseudo-ceguera, su maldito pene – espero que no sea una consecuencia de la infección de garganta...

– Lo dudo, nunca oí que algo como esto fuera un síntoma... aunque tampoco sé mucho sobre enfermedades, pero Wikipedia no mencionaba nada parecido... – toqueteó nuevamente su miembro, esta vez con mayor curiosidad y excitación, se veía tan apetitoso pero no lo quería en su boca, sino en otro lado, sonrió con malicia antes de estirarse cual gato hasta su mesita de noche para rebuscar entre los cajones hasta dar con una pequeña botella de lubricante con sabor a fresas – tal vez debamos pasar a lo siguiente – agitó el envase frente a los ojos marrones que se achinaron y acercaron sospechosamente antes de reconocer lo que tenía el ruso en sus manos.

– No lo sé Yura... estoy tan jodidamente caliente que siento que te podría partir en dos – lejos de hacer que su novio se tirara para atrás su mirada se iluminó de deseo.

– Beka, estoy preocupado por ti, debemos hacerlo hasta que baje – sentenció y abrió el frasco para prepararse a sí mismo – no soy de cristal, no voy a romperme – tomó una generosa cantidad en sus dedos y los llevó a su parte trasera, estaba un poco fría y eso le hizo temblar ligeramente e inició su tarea.

El kazajo tragó pesadamente notando los movimientos de su chico y sus gemidos queditos que lo ponían aún más si se podía. Maldijo a sus ojos por no dejarle ver bien el rostro de su amado, porque tener a Yura así era realmente algo excitante. No quería ser sólo un observador, porque ni eso podía hacer, así que dejó que sus manos se aventuraran a recorrer la suave piel pálida atrayéndolo hacia su cuerpo para dejarlo sentado en su regazo lo suficientemente cerca para hacer partícipe también a sus labios quieres buscaron con desesperación aquellos pequeño botoncitos rojos en el níveo pecho para succionarlos uno a uno. Sus manos siguieron camino abajo por la delgada cintura y se desviaron hacia atrás donde tocó una a una las vértebras hasta llegar al redondo trasero firme que tan loco le traía. Lo amasó y apretujó con ansias hasta tomar la mano de su novio y apartarla de su pequeña entrada que estaba siendo preparada. Estaba desesperado por entrar, así que recurriría a su as bajo la manga.

– ¿Qué lubricante estás usando? – su voz ronca de deseo hizo que su pequeño rubio dejara escapar un gemido suave.

– El de fresa... – jadeó, sentía el vacío dentro de él que necesitaba llenar de una vez.

– Genial...

Y de un momento a otro vio todo borroso hasta acabar apoyado en sus rodillas con el pecho sobre una suave almohada, confundido, quiso levantarse pero ni siquiera llegó a reclamar algo cuando una cálida y húmeda cosa se deslizó entre sus glúteos recorriendo con insistencia el anillo de músculos que profanaba antes.

– Joder, Beka... – jadeó necesitado. Los besos negros se le daban genial al kazajo, la sensación de su lengua haciéndose camino forzado en su interior una y otra vez podía hacerle venir con facilidad ya que le dejaban tan sensible que incluso las penetraciones posteriores se sentían a flor de piel; pero Otabek no lo solía hacerlo seguido por una razón, era la forma más fácil y rápida de estirarlo y por ello los besos negros significaban peligro, significaban "Estoy tan jodidamente caliente que te voy a dar duro y no podrás caminar mañana" y eso no era una broma. Eran la calma antes de la más brutal tormenta. Se estremeció temeroso, porque se tomó más en serio esa erección tan dura que cargaba su novio. Todo indicaba que esa noche no pegaría un ojo a menos que el otro decidiera dormir... no estaba hablando del kazajo.

– Listo – gruñó el moreno adentrando con facilidad tres dígitos para comprobar la elasticidad del agujero, complacido por su trabajo. Tanteó entre las sábanas hasta dar nuevamente con la loción y derramó el líquido en su miembro hasta cubrirlo por completo – relájate Yura...

El rubio dejó ir un suspiro largo justo antes de sentir el imponente pene rozarse con su piel, respiró profundamente un par de veces para mantenerse en calma, entonces sintió la conocida sensación de sus paredes abriéndose para dar paso a ese falo en su interior, como era de esperarse la delicadeza que solía caracterizar a su novio no hizo acto de aparición pues no hizo ninguna pausa en todo el camino y de una sola estocada lo penetró. Solo algunas maldiciones abandonaron sus labios.

Al menos le dio diez segundos de gracia antes de iniciar las embestidas lentas entre gruñidos y gemidos rasposos, era doloroso sí, pero nada que no pudiera aguantar. Lloriqueó necesitado cuando el moreno se movió a la derecha un poco para alcanzar con ese nuevo ángulo su próstata haciéndole ver estrellas en el proceso y olvidar el leve ardor que sentía.

– ¡Ahh...! Maldición Beka – se quejó cuando el ritmo varió rápidamente a uno más desenfrenado, pero no había comentario que valga, podría caerse el mundo pero ese moreno ni en sueños lo dejaría sin antes venirse. Para compensarlo un poco, llevó su mano izquierda al olvidado miembro del rubio y la derecha a los lascivos pezones rosa para estimularlo.

No hubieron más reclamos entonces, Otabek hizo lo que quiso con ese pequeño lugar que se ajustaba a la perfección a su miembro y le daba la mejor sensación de todo el mundo debido a las apretadas paredes que lo recibían. Conservó la misma posición por otro par de minutos antes de tomar al menor entre sus brazos y dejarlo boca arriba sobre la cama, nuevamente acomodó sus caderas sobre un par de almohadas para elevarlo lo suficiente y se adentró en su cálido cuerpo otra vez siendo recibido además por los brazos blanquecinos se que envolvieron en su cuello para atraer sus bocas en una danza rítmica necesitada por ambos.

Los minutos pasaron lentamente para el rubio, entre jadeos, gemidos y sonidos húmedos, no tardó en sentir su vientre contraerse deliciosamente anunciando que el orgasmo llegaba a pasos agigantados, trató de removerse y de pronunciar al menos una palabra pero ¿Cómo podría? Su voz no parecía querer salir si no era para liberar potentes gemidos debido a las estocadas firmes que impactaban una y otra vez contra ese nudo de nervios en su interior que le obligaban a mover sus caderas en busca de más fricción. Otabek volvió a enredar sus brazos en su cuerpo y lo sentó en su regazo sin sacar su erección de él, ambos estaban cerca. Sus labios se unieron nuevamente con desesperación y sus manos buscaron aferrarse a la piel contraria mientras tuvieran segundos de lucidez que se esfumaron en el aire cuando los pequeños saltos de Yuri ayudado por su novio se convirtieron en movimientos erráticos y de pronto, con un gemido agudo y otro gruñido ronco ambos acabaron.

El ruso se sintió flotar por un momento, hasta sentir que sus caderas eran impactadas nuevamente, poco a poco empezó a retomar la consciencia encontrándose a sí mismo de lado con una pierna sujetada por una mano gruesa.

– ¿Beka?... ya no puedo más – gimió cansado, pero solo sirvió para que los movimientos en su interior fueran aún más rápidos – de verdad... ya no...

– Cállate – demandó el extranjero en un susurro cerca a su oído que lo hizo temblar, no era muy fan del Bondage o ese tipo de mierdas, pero por ese momento disfrutó esa faceta ruda del moreno y no le importaría ser sumiso... solo hoy, solo por su novio y por su nueva erección que se estaba alzando entre sus piernas.


*


Eran las tres de la tarde cuando el kazajo despertó mejor que nunca, sentía su cuerpo relajado, tal vez algo dolorido, pero fresco. Abrió los ojos y se alegró de poder ver todo el mundo en HD como una persona normal. Se puso de pie y caminó hacia la cocina, sirvió la comida de Potya y para él un vaso de agua. Tomó las pastillas que estaban en la encimera, seguramente ya no las necesitaba, pero con curiosidad leyó los nombres de cada una.


– Sildenafil... – pronunció en voz alta las letras grabadas en la superficie de aluminio que cubría otras tres pastillas azules y luego arrugó el ceño, eso le sonaba de algo.


Tomó su móvil y buscó el nombre, le dio clic a la primera página que salia en Google.


Sildenafil: principio activo del fármaco conocido como Viagra usado para tratar la disfunción eréctil.


– ¡YURA! – un potente grito despertó al arrepentido y destrozado rubio que se encontraba envuelto en su afelpada mantita sintiendo que se moría después de cinco sesiones de sexo (las dos últimas no las había consentido).


*



Dos días después, en la pista de patinaje, luego de ser regañado por Yakov, Yuri se apoyó sobre la vaya esperando que cierto kazajo terminara su rutina.

Se sentía como la mierda pues al apenas poder erguirse como una persona normal, no podía entrenar, a penas podía permanecer de pie, aún tenía las caderas resentidas por la otra noche y no podía ni sentarse sin sentir ese dolor en el trasero que le hacía colocarse de una manera incómoda y tener una expresión el rostro como de estreñido. Para colmo de males, la faringitis de su novio se le había contagiado, tenía fiebre, escalofríos y dolor de garganta, al parecer era una epidemia en Moscú.

– Vaya, Otabek se curó muy rápido, ¿no es así? – giró su rostro a su lado donde su rival japonés contemplaba al otro extranjero – ¿tomó algo?, Víctor también está enfermo – apuntó hacia el patinador con un leve gesto haciendo que los ojos verdes se fijaran en el platinado con la nariz roja, ataviado de abrigos y con su larga bufanda envuelta alrededor de su cuello – sería muy útil si me dijeras qué pastillas tomó porque Víctor no quiere inyecciones.

Una sonrisita maliciosa nació en sus labios...

– Claro que sí, Katsudón, es más aún tengo algunas en casa, deja que te las traiga mañana temprano – miró a su novio salir de la pista justo a su lado y colocarse sus protectores antes de dejar un beso en su frente.

Pero algo andaba mal ahí. Yuri estaba sonriendo... eso no era normal. Se apartó un poco para observar la escena.


– Eres muy amable Yurio, estoy seguro que con esos medicamentos Víctor se recuperará pronto, nos vemos – hizo una leve reverencia antes de retirarse.
¿Medicamentos? ¿Víctor? ¿Yura enfermo y dolorido sonriendo como el gato Cheshire?


Entonces todo encajó.


– ¡Oh no!... ¡ni lo sueñes Yura!...



*



Bueno, he tenido que volver a subir este oneshot. Gracias por leerlo.


22 Mai 2020 20:19 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
17
La fin

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