tamyrulz Tamy Zapata

Maddie es una universitaria de primer año, bastante normal. Pero las cosas se descontrolan un poco cuando empieza a encontrar pequeñas notas escondidas a cada lugar que va. Notas de amor. Junto a su mejor amiga, Renata, trataran de descubrir quién es esta misteriosa persona, y por qué se esconde en las sombras. "Todo brilla cada vez que me miras, pero aún no me has podido notar."


Romance Contemporain Déconseillé aux moins de 13 ans.

#amor #adolescentes #amistad
1
3.5mille VUES
En cours - Nouveau chapitre Tous les vendredis
temps de lecture
AA Partager

Introducción.

Mi cabeza está a punto de estallar, incluso creo escuchar a mi propio cerebro trabajando; como los engranajes se sobre calientan y me ruegan que me detenga. La universidad no se compara a la secundaria en lo más mínimo, desearía haberme preparado mejor para esto. Observo el reloj en mi muñeca, solo me quedan 10 minutos y no he podido responder siquiera un tercio de todo este papelerío. A mi lado se encuentra una mujer de unos treinta años aproximadamente, leyendo respuestas en su muñeca, tratando de ser discreta ¿Es que nadie es honesto en estos días? Doy un resoplido y ella se espanta un poco.

“Sí, espántate de tus propias trampas, embustera” pienso.

Con mi bolígrafo, anoto mi nombre en el principio cada hoja. “Madisson Eron”. Camino hasta la mesa donde se encuentra el profesor de Química 1, el señor Tompson. Deposito la hoja sobre las demás que se encuentran en una pila, me mira a los ojos asintiendo, en señal de “bien, puedes irte”. Guardo mis cosas dentro de mi mochila, y encamino hacia la salida.

Renata me está esperando al final del pasillo.

- ¡Hey!- grita emocionada - ¿Qué tal ese examen de Química? – me pone en frente un jugo de mandarina, mientras ella sostiene uno de fresa. Le agradezco asintiendo, y encaminamos hacia el estacionamiento de la universidad con nuestros brazos enlazados.

- Patético, honestamente – doy un trago del jugo, sabe tan artificial y adictivo como siempre -. Creo que conteste cuatro de diez preguntas. Será imposible que lo apruebe.

- Buah, ánimo querida – canturrea ella, quitándose el cabello rojizo de la cara -. Tendrás un recuperatorio, hasta entonces, encárgate de buscar un buen tutor. Hay anuncios de tutorías en cada pared de este campus.

– Ya – asiento –, veré como me las arreglo.

Busco en el bolsillo trasero de mis jeans la llave de mi coche. Mi corazón se detiene. No están.

– Joder – murmuro –. Aguarda un instante – digo a Renata –, las llaves se me deben de haber caído en el salón, ya regreso.

Corro de vuelta al edificio, y al cruzar la puerta de cristal, un muchacho me detiene. Tiene el pelo negro como el carbón, y una bandana de color verde cruzando su frente. Hacen juego con sus ojos.

- Oye – me dice, tomándome suavemente por el hombro -, creo que esto es tuyo. Estaba sobre tu mesa – extiende frente a mi cara un par de llaves con un gatito blanco de pompón colgando. Mis llaves.

– Me has salvado – le aseguro con una sonrisa – tenía miedo de haberlas extraviado en otro lugar y ya no encontrarlas.

– No es nada – afirmo, restándole importancia. Tome las llaves, y él dio un paso hacia atrás, encogiéndose de hombros –. Bueno – casi susurro –, nos vemos.

– Sí, claro – respondo, sintiéndome sumamente incomoda bajo su mirada. Y sin mediar más palabras, se alejo en la dirección opuesta. Volví al estacionamiento, encontrándome a Renata apoyada en un costado del coche con su celular.

– Bien, eso fue rápido ¿Dónde estaban?

– Me las olvide sobre la mesa, imagino que estaba tan ensimismada en mi fracaso académico, que no preste la suficiente atención – abrí la puerta a la vez que ella abrió la del copiloto. Tiramos nuestras mochilas en el asiento trasero.

– Suerte que seguían allí – dio el último sorbo a su jugo de fresa.

– En verdad no, un chico me las dio en la puerta. Supongo que vio cuando las deje allí.

– Oh – dijo entornando los ojos en mi dirección - ¿Quién es este muchacho? – su tono delataba dobles intenciones. Reí.

– Lamento arruinar tu ilusión, pero no lo conozco.

– ¿Pero era apuesto? – prácticamente rogo por un poco de acción.

– Lo observe por diez segundos, Ren. No lo sé.

– Agh – dijo con frustración –. Eres la universitaria más aburrida del mundo.

– Ya, pero soy quien te lleva todos los días a casa, así que no tienes otra alternativa que relacionarte con esta aburridísima universitaria – dije con sarcasmo, mientras realizaba las maniobras necesarias para sacar el auto marcha atrás. Renata conecto su teléfono al estéreo del auto, abriendo spotify y dándole a “aleatorio”. Dua Lipa comenzó a sonar por los parlantes con “Break my Heart”.

Renata permaneció en silencio hasta que la canción acabo, con los pies sobre el tablero. Era una mala costumbre que había adquirido y ya no había forma de hacer que se sentara de la forma correcta, o de una forma en la que no ensuciara con tierra lugares donde no debería haberla.

– Ya serán dos años, Mad – dijo de pronto.

– ¿De que hablas? – pregunte frunciendo mi ceño.

– De George.

– Aquí vamos de nuevo – puse los ojos en blanco –. Ya hemos discutido esto.

– Ya lo sé ¡Pero aún así me preocupas! Llevas dos años sin siquiera mirar a ningún chico, no es normal.

– Simplemente no me interesa, Ren. Estoy bien así – traté de sonreír en su dirección.

– Pero a mi si me interesa – hizo un pucherito, haciéndome reír.

– Eres la mejor amiga más dramática, no necesito estar con chicos para que tu puedas hablarme de tus enamoramientos recurrentes, llevas haciéndolo desde que tenemos diez años sin ningún problema.

–Sí, pero cuando la charla es reciproca es mucho más interesante ¿No crees?

– Bien – apreté el volante con resignación –. Si era guapo.

Renata gritó de emoción.

– Dios mio, da la vuelta e invítalo a una cita. No podemos perder esta oportunidad – golpeo sus manos sobre sus jeans, frenetica. Reí alto.

– No presiones. Era guapo, pero bastante raro.

– ¿Y eso?

– Apenas si contesto a mis agradecimientos. Parecía como si quisiera huir. Fue bastante incomodo todo el asunto en verdad. – me encogí de hombros.

– Ufff– bufó –, ya puedo imaginar la cara de “no superaré al imbécil de mi ex” que le abras puesto al pobre.

Continuamos molestándonos mutuamente el resto del camino hasta llegar a su casa. Estaciono frente a la casa de los Robson.

Son seis en la familia, todos de un pelirrojo tirando a rubio, excepto por Charles, el padre quien es totalmente colorado, con pecas y todo. Son cuatro hijos que se llevan tres años de diferencia entre cada uno. Todos con nombres que comienzan con “R”. Ramiro – el mayor de 24 –, Raymont–de 21–, Renata – de 18, un año menos que yo– y Rufus – de 15–.

Los conozco hace 8 años aproximadamente, cuando con Ren nos hicimos amigas en el parque del vecindario mientras ella patinaba en rollers y yo trataba de aprender a hacer lo mismo (fracasando en el intento). No nos volvimos a separar desde entonces.

– ¿Bajas? – me pregunto ella, tomando su mochila del asiento trasero. Negué con la cabeza.

– Mañana quizás, antes del entrenamiento.

– Vale – dijo, inclinándose sobre mí para darme un abrazo de despedida.

Conduje hasta casa que solo se encontraba 4 calles abajo.

Me preparé un café y me senté en la mesa de la cocina con todos los libros de química que fui capaz de conseguir en la biblioteca familiar. El infierno seguramente incluía aprender las estructuras atómicas y enlaces químicos.

15 Mai 2020 05:09 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
1
Lire le chapitre suivant Timido.

Commentez quelque chose

Publier!
Il n’y a aucun commentaire pour le moment. Soyez le premier à donner votre avis!
~

Comment se passe votre lecture?

Il reste encore 2 chapitres restants de cette histoire.
Pour continuer votre lecture, veuillez vous connecter ou créer un compte. Gratuit!

Histoires en lien