—¿Volvemos a empezar? —me preguntó bajo la luz de las estrellas. Era una vista hermosa y deslumbrante. Le había dicho tiempo atrás que era una de mis vistas preferidas; lástima que nunca supimos apreciar algo así cuando estaba enamorada de él. Ahora, yo rogaba al cielo para que él alejara el arma de mi cabeza y pueda escapar a mi suerte.

¿Hay, realmente algo que haga más daño que las armas? Sí, todos lo sabemos, todos lo olvidamos. Las palabras... Y peor aún, los silencios.

He ahí en dónde observas de forma atenta, ¿Cuánto tiempo has estado en la misma posición? Ni idea, solo observas por la mira de aquel arma francotirador que el objetivo se haga presente. Tic tac, los minutos pasan y nada, pestañeas y sin previo aviso aquel chico se hace presente, estás listo para disparar, pero dudas, observas su rostro y tú corazón late con fuerza, debes matarlo, órdenes de tus superiores, pero es imposible. Lo dejas con vida, sabiendo que cometes un error.

Unas gotas de la sangre que escupió Ulises cayeron sobre el rostro de la niña. Ella, lentamente, apartó la vista hacia abajo, y observó detenidamente lo que acaba de impactar en su cara. Luego, miró hacia atrás. Se fijó cómo la sangre que se suponía era de la mujer que yacía detrás suyo, estaba tocando su cabello y su espalda. Detenidamente, movió sus iris, y miro solo a Ulises, con una fría y vacía mirada.

Los abrazos y los besos se convirtieron en armas peligrosas...