Erguidos los demonios que viven en desesperada añoranza por la libertad, pierden el camino y buscan consuelo en el limbo de las almas. Oh, Baptiste. La que llama a los condenados, la que canta y la que silba, la encantadora de la muerte.  La traidora.  La amante.  La doncella compasiva oscura.  Fragmento de "Baptiste" Serie Corazones Sombrios

Encuentro cierto arte en la muerte. Es oscuro, está llena de pinceladas toscas, rápidas y algunas llenas de languidez y paz. Algunas, las más toscas y fuertes están llenas de ira. Pienso en este mundo e imagino un enorme lienzo repleto de tantas pinceladas en un mismo color. Porqué todas las muertes aunque diferentes en su forma siguen siendo eso; muertes.

Justicia. Una palabra ambigua y flexible, tan manejable que cualquiera puede almoldarla según necesidad. Pero no en este caso. Camino entre las sombras del almacén, esquivando los tubos de luz plateada que se cuelan por los cristales de las ventanas y veo a unos pasos un cuerpo. Respira agitado y se retuerce desesperado sobre la vieja silla de metal forjado, esta asustado. No ve nada gracias a la venda que le cubre los ojos, el súplica como todos. Suspiro, que cotidiano.

Amarte es un suspiro, mi amor. Bajo cada día cuando el no está y soy tuya, pero el tiempo no es justo y me arranca de tus brazos cuando el sale. Lloro en silencio y mis lágrimas me acompañan en mi ascensión dejando una lluvia plateada a mi paso. El me besa, pero deseo tus labios en los míos. El me dice que me ama, pero deseo amarte a ti y solo a ti. Me llamas tu princesa caprichosa. Quizás lo soy. Pero no es mi capricho el dejarte sino el quedarme en tu lecho... Para amarte siempre, mi amor.

El celador titubea un momento antes de abrir los cinco grandes cerrojos de acero sólido, me ve y en sus ojos cansados veo una severa preocupación. Doy un paso al frente tratando de transmitirle seguridad, la seguridad de que voy a estar a salvo aún cuando voy a cruzar la puerta de acero. Doy otro paso y es cuando escucho con más claridad el eco de una tonada clásica, el eco de una voz femenina zumba en el aire. Doy otro paso y es cuando mis oídos logran atrapar algo más que esa musica; es ella.

En el Museo, en el lugar donde las estrellas brillan empolvadas. Una niña se pasea saltando en sus pies, entonces ve a Francesco y a su Virgen ascender. Los saluda agitando la mano y sigue su camino, no obstante Herbert se atraviesa en su camino inundando en su lamento por la muerte de Ícaro, la niña siente pena, pero continúa su camino... Entonces un sonido silbante, algo que cortó el aire en dos la detiene... Ve a dos soldados y a Juan Bautista, y es testigo de su decapitación. En el Museo...

—¿Crees que ellos son los buenos y nosotros, no...—me detuve un momento para contemplar sus ojos que dirigían acusaciones hacia mi, entonces sonreí—Yo soy la mala en esta historia? —Reí cuando sus ojos titubearon. Muevo la cabeza negando, no creí que aún después de tantos años siguiera con esa creencia tan estupida... Es decir, ¿qué tan ciego y estupido se puede ser? Alzo la barbilla y veo el techo por un momento, entonces decido mirarlo a los ojos una vez más...

La señora observa a la hermana de la Volk con cautela, no le gusta la chica. A mi tampoco. Tiene algo que no me termina de convencer, quizás es esa expresión inocente en su rostro y esa mirada brillante y perversa que me mantiene alerta. No obstante, hay algo más y ese es el señor Mondo. El ve a esa chica como si ella fuera la última estrella en el cielo. No me gusta, no me gusta nada. Y tampoco a la señora.

La acusación persiste en sus ojos. Me estaba hartando de esos ojos reprochando constantemente. Hastiada de verlo decidí ensombrecer su mundo pacifico de papel. Sonreí apenas. —Puede que sea el Diablo, Filippo. No obstante, no olvides en ningún momento que hay más demonios en el infierno. Demonios que necesitan ser controlados por el Diablo. El diablo en el que me convertí y que tu odias.

Me traicionó. Me manipuló a su antojo como un estúpido juguete. Y se ha llevado consigo todo lo que tenia; mi corazón y mi libertad. Di todo lo que tenía y lo que era por ella, y ahora soy venganza. Ahora solo deseo destruirle el corazón con mis propias manos. Levanto la mirada y mis ojos se encuentran con los de mi dueña. Ella asiente y yo sonrío agradecida. Oh, querida hermana. Eres pecado. ¿Como has podido liberar algo como yo en este mundo?

Siempre me gusto Tanya. Me recuerda tanto a mi Dolce que no puedo evitar sentirme vulnerable cuando veo sus ojos decaídos y su expresión gris. Es tan parecida que la primera vez que la vi pensé que era una alucinación, pero no. Tanya es la viva imagen de Dolce, mi Dolce. Por eso prometí que la protegería de todo peligro. Y ese peligro justo ahora es Mondo. La esta marchitando poco a poco y eso no lo voy a permitir.

《 Una vez más esta ensimismado, las sombras lo arropan con familiaridad y calor, y siento que aunque esta sentado frente a mi esta a una distancia inconmensurable que nunca he podido alcanzar. No obstante, hay algo distinto en el reflejo de sus ojos. Algo temible y escabroso que me revuelve las entrañas...

Veo con furia al hombre que está de pie en frente de mí. Estoy furioso y tengo unas ganas inmensas de llegar hasta su rostro y molerlo a golpes, pero no puedo hacer una mierda porque el muy hijo de puta me tiene maniatado a una silla de mierda. No me ve y me mosquea su actitud de chulito de mierda, lo estudio y por sus ropas llego a la conclusión que es un riquillo de mierda. Maldita sea. ¿En qué diablos nos metió mi madre esta vez? Ya estoy hasta la puta coronilla de sus estupideces.

—He escuchado rumores, Bvör. Sé que la Volk ya no es libre y se que quien tiene el otro extremo de sus cadenas es nada más, y nada menos que Lucianna. Una sonrisa brotó de sus labios finos y pálidos. Aún ante las sombras y la tenue luz del Gran Salón note su placer, noté el placer que le causaba la situación actual. Me obligue a permanecer en silencio y esperar cualquier cosa que tuviera que decir. Entonces después del silencio inquietante... Habló.

Debi saberlo. Observo el lugar y no puedo evitar la mueca asquienta que se forma en mi boca. Ciertamente es un hueco de ratas, apenas iluminado por bujías incandescentes de color amarillo y con una densa capa de suciedad y polvo que asfixia el aire del lugar, y aún así en la esquina más oscura junto a la barra la veo. Tiene un aspecto impoluto y sereno aún en este hueco lleno de inmundicia y desastres. Ella aún en este hueco luce como lo que en verdad es; una emperatriz.

... Lo he visto antes, he visto ese reflejo en los ojos de muchos antes. He presenciado como ciegamente han seguido ese camino y dolorosamente me he callado cuando pierden la razón en el trayecto. Pero... Rezo que ese mismo reflejo este en los ojos que el vislumbre al final de su camino. Es un demonio, si. Un ladrón, también. Un asesino, una escoria... Tal vez lo peor de lo peor, pero aun así considero que se merece algo bueno y dulce.》

La veo y no puedo evitar bajar la cabeza como un maldito perro. Mierda. Jamás me había sentido así bajo la mirada de nadie, pero es que sus ojos... ¡Maldita sea! ¿Que demonios pasa con esta persona? Vuelvo a ver sus ojos tan peculiares y helados, y mi cuerpo se paraliza cuando en su boca purpurina se desliza poco a poco una sonrisa ladina llena de malicia, entonces sé que sea cual sea el motivo de estas circunstancias... No voy a ser el mismo.

Realmente estaba disfrutando la angustia de Zlatlka, enormemente. ¿Enserio pensaba que Lucianna sostenía el otro extremo las cadenas de la Volk? Eran palabras hilarantes, casi estúpidas de pronunciarse. En un momento de compasión decidí iluminar a Zlatka en su bruma de ignorancia. —Lucianna no sostiene cadenas, mi querida—su rostro se descompuso y percibí su intención de replicar, no obstante la hice callar:—Ambas están unidas por la palabra y por la sangre de la misma Volk. Algo que es sagrado

—Pero mira nada más quien nos honra con su presencia—mis pasos se congelan al escuchar esa voz repleta de cínica dulzura. Por el rabillo del ojo la miro y no puedo esconder la sorpresa que me azota, pero que narices hace ella aquí.—¿A que se debe el placer, Lázaro? —Me temo que eso no es de su incumbencia, Madame. Ella alza sus cejas carmín:—Si tiene que ver con Zlatka asumes mal, estúpido mojigato.—La fiereza en su voz me deja sin aire—, ella no te esperará más—dice con rudeza. Y yo muero

—Traela. Su tono de voz es tan suave que me acaricia las orejas dejandome esa sensación de escalofríos por todo el cuerpo. La habitación está oscura y no se ve mucho, no al menos con la poca iluminación de la bombilla incandescente amarilla sobre mi cabeza, pero si puedo reconocer una cosa; un par de zapatos de charol color rojo. Es mi madre. Anonadado observo como camina hacia la luz con el hijo de puta trajeado de antes a sus espaldas. Trae la cabeza gacha y su cabello rubio le cubre el rostro

La veo furia. ¡Maldita hija de puta! Lucho contra las ataduras y contra la silla de mierda. Maldita sea. Maldita sea esa mujer. ¡Todo es su maldita culpa! Ella se exalta y escucho como empieza a llorar, pero no voy a volver a caer en esas lagrimas y en su teatro. Que se vaya a la mierda. —Deja esa mierda, Antonella. El papel de víctima no te queda tan bien como el de traidora—la voz de esa persona se desliza entre las sombras de la habitación con calma dejándonos quietos a mi madre y a mi.

Esto es maravilloso. Jamás lo hubiera previsto de una mejor manera porque la escena es tan impecable que no podría ser más perfecta. Desde mi asiento en primera fila observo con una sonrisa como la oveja descarriada es iluminada por la legítima verdad de su origen y ante mi veo el preciso momento en el que sus ojos cambian.. Al darse cuenta de que su padre no era la escoria degenerada que creía. Al saber que quien quería matarlo desde un principio era su propia madre. Sublime.

—Jamás entraras al cielo, Yev. Mira lo que has hecho. No puedo ver a Eren, pero puedo sentir aún en su voz los pliegues molestos en su sien. No la veo, no me atrevería a verla cuando sé que está molesta conmigo y con razones justas. La nieve se extiende por todo el terreno y justo en el borde se despunta una imagen, es el cuerpo ágil y grácil de una niña delgada siendo atacada por mi hija; Yevtsye. Jamás entraré al cielo, eso lo sé. Después de todo merezco un buen lugar en el infierno.

Escondo una sonrisa detrás del botellín de cristal opaco:—¿Eso crees, Eren? Quizás tu Dios vea esto como una buena obra. Escucho el sonido airado y ofendido que hace. Suelto una risa, entonces vuelvo a ver a esas dos niñas. Veo a la niña; a Lucianna. Como ella insistió que la llamaramos y solo puedo decir una cosa; es fuerte. Más de lo que cualquiera podría ser. Yo he visto el infierno a través de un agujero, pero esa niña... Esa niña lucha cada día en él, vive en el y quiere hacerlo suyo.

Pienso en ella y mi corazón se retuerce. Pienso en ella y su aroma aún me golpea la nariz. Pienso en ella y aún fascinado pienso en el tono impoluto de su cabello. Pienso en ella y me castigo por lo prejuicioso que fui. Pienso en ella y pienso en mi, ambos somos productos de la vida. Ambos estamos manchados, yo por las razones que creí correctas y ella por las razones que los demás creen incorrectas. Ojalá el mundo viera el mundo bajo la misma sombra que tú la viste, Baptise. Mi gardenia.

Tengo muchos nombres que muchos han gritado al verme. Ladrón. Asesino. Monstruo. Me había apropiado de esos nombres, los había hecho parte de mi carne y si tuviese un alma, o si eso existiese en verdad... He fundido cada nombre a ella. De donde vengo hay un nombre para los que son como yo, hay historias de los que son como yo. Animales despiadados y solitarios que destruyen y roban vidas... Somos llamados Волк. Yo soy un Волк desde que nací y no voy a dejar de serlo jamás.