—Aquí está su pedido, muchacho. —Muchas gracias. Toma, aquí te pago —dije a la vez que aseguraba en mi mente los 10 centavos que sobrarían. —No me entregues los vueltos, deja así —anuncié precipitadamente a la tendera, guiado por un impulso incontenible. —Gracias, joven —repuso un señor con voz violentamente agradecida mientras pasaba por una puerta. «Las personas comúnmente agradecen por hechos grandes» pensé cuando llegué a la acera.
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