Si bien es cierto que los niños son muchas veces almas inocentes, hay también algunos que tienen mucha malicia...
En el pasado me junte con personas que pensaba que eran mis amigos, mis aliados, cuando en realidad eran seguramente mis enemigos, la doble cara, la mascara que llevamos cubriendo nuestro verdadero ser... De eso hablaremos hoy.
Hubo un tiempo en que fui muy ingenuo, y pensaba que tenía muchos amigos, después de que toda vida fuese un marginado, había llegado a ser popular... Que ignorante era entonces, y aquello me pasaría factura, como veremos en esta anécdota.
En esa época de mi vida me llevaba con una persona que ya he mencionado en otros relatos, se trata de Jaimito, el alias de una de las personas que más veces me ha traicionado a lo largo de mi vida.
Pues la cosa sucedió así, Jaimito me convenció para traer a sus colegas a alguna de nuestras quedadas en mi casa, y yo como persona hospitalaria que me considero le doy el voto de confianza y accedo a conocerlos, vienen a casa y todos muy amables, jugábamos a videojuegos, íbamos por ahí y hicimos alguna que otra travesura... en fin, la cosa es que muchas veces me hacían preguntas sobre por ejemplo, la historia de algún objeto de mi casa, -mi madre la tiene muy decorada- y yo amablemente les respondía.
De vez en cuando notaba la falta de cosas en casa, abría la caja de un videojuego y dentro estaba vacío, por poner un ejemplo. Y yo tonto de mi, pensaba que lo habría metido por error en otra caja o que simplemente lo había extraviado, la cosa fue yendo a más, hasta que cierto día en casa de Jaimito, este se había ido a buscar algo y yo miré - no hagáis esto vosotros- miré en uno de sus cajones, y allí habían como cinco juegos que reconocí como míos con caja y todo, me enfade bastante, puesto que no se los había prestado, por lo tanto él mismo me los había robado. Traté de tranquilizarme, dado que me llevaba bien con su familia y no quería montar una escena.
Entonces Jaimito entró por la puerta y yo traté de hacerle confesar la verdad sin decirle lo que había descubierto, pero el me mentía con una naturalidad pasmosa, sin embargo debió de darse cuenta de que sabía algo y rápidamente me despachó de su casa. Volví a casa caminando, frustrado con la sensación de que había sido idiota, y ahora todo parecía encajar, siempre me distraían para que mientras los otros chicos fueran guardándose mis pertenencias. Jaimito vino un día hasta mi casa, era casi vecino por lo que no era un impedimento la distancia, se había enterado de que no quería quedar con ellos y venía buscando explicaciones. - Es importante puntualizar esto, mi primo, al que llamaremos Jairo, era el que compraba la mayoría de los videojuegos y muchas de las cosas que esta gente había robado, era adulto, trabajaba y estaba muy enfadado con Jaimito, dado que las noticias vuelan- Pues bien, hago pasar a "mi amigo" y le pido que venga hasta el salón del piso superior, lo hice para que mi primo no se enterase de su llegada, dado que conocía su proceder.
Empecé a hablar con Jaimito y la conversación no logró llegar a buen puerto, motivo por el cual, le pedí que se marchase, el negaba todo, haber robado, haber organizado a los chavales que traía bajo la premisa de ser colegas... etc.
Lo acompañé hasta la entrada, pero justo nos cruzamos con Jairo. Lo insultó ipso facto y trató de agarrarlo, Jaimito retrocedió y subió las escaleras pidiendo clemencia. Jairo y yo subimos las escaleras y entre con Jaimito al salón de arriba, cerró y trató de impedir el paso a mi primo, que golpeaba la puerta y pedía que la abriese a gritos. "Mi amigo" me pedía que le ayudase a bloquear la puerta y yo me quedé inmóvil. Finalmente Jairo entró al salón y le cantó las cuarenta, Jaimito juraba que jamás había hecho eso, que eran sus otros amigos, decía que no los podía controlar, mi primo le cruzó la cara de un bonetazo que dejó a Jaimito en el suelo, la cosa se empezaba a calentar demasiado y mi primo pedía que le devolviesen sus cosas y las mías o habría consecuencias.
Yo como un gilipollas, sin duda demasiado razonable trate de mediar la situación, y impedí que se pegaran, Jaimito tenía las de perder, le hice prometer que jamás volvería a pisar mi casa, de a partir de ahora, su acceso a mi propiedad estaba vetado y debía devolver las cosas robadas. La primera parte me encargue de que se cumpliese, pero la segunda jamás se dio.
Cuando nos pusimos a ver la gran cantidad de cosas robadas hicimos el calculo y llegamos a la conclusión de que habían robado cosas por el valor de más de mil euros como mínimo.
Y con esta reflexión aquí lo dejo, confía solo en aquellas personas que se hallan ganado ese derecho, amigos de verdad se cuentan con los dedos de una mano y normalmente siempre sobran dedos. Un saludo y gracias por leerme, que tengáis un día espectacular.
13 Septembre 2023 00:00 0 Rapport Incorporer 1Muy buenas querido lector, eres bienvenido una vez más a está sección autobiográfica, llevo largo tiempo sin dar señales de vida, por lo cual pido disculpas, pase una oscura etapa en mi vida, pero no estamos aquí para hablar de eso, hoy no al menos...
Lo que hoy nos ocupa es hablar de mi experiencia con este virus y las circunstancias a las que me ha llevado.
En su momento cuando estallo la pandemia y desde entonces en mi casa hemos sido siempre muy cuidadosos, tratábamos de respetar la distancia de seguridad, cuidábamos la higiene, íbamos a todas partes con la mascarilla etc etc... Durante todas las olas que tuvo la pandemia no me contagie en ningún momento, tenía que tener cuidado por ser responsable, pero también porque hay parte de mi familia que son personas de riesgo...
Y fue entonces cuando llegó la vacunación... religiosamente asistí a ponerme las tres dosis recomendadas, en mi caso de Pfizer, lo curioso es que la primera vez que asistí iba muy tranquilo, me fui caminando hasta el sitio, que quedaba a una hora andando, llegó a la nave (era en un recinto ferial a las afueras) y me espera una gran cola de personas, obedientemente espero mi turno y me llaman a vacunar, paso, me hacen dos o tres preguntas vagas y me inyectan la dosis, por precaución, me animan a esperar unos minutos, por las posibles complicaciones y o efectos secundarios que pudieran producirse, me siento en una silla de la nave, todas ellas separadas convenientemente.
Me pongo a esperar mientras escucho mi música y al poco de que yo me siento se sienta justo delante mía una chica bastante corpulenta, pasan cinco minutos y yo seguía escuchando música, cuando de pronto a la chica le da una especie de reacción a la vacuna, comienza a tener convulsiones y se cae de la silla, tuve que apartarme para que no interferir y el equipo sanitario acude rápidamente, les pregunto si necesitan ayuda, a lo que me dicen que "me aparte por favor" Asiento y me voy en dirección a otra silla cercana. La chica no reaccionaba y comenzaba a echar espuma por la boca, traen una camilla y se la llevan rápidamente.
El ambiente allí como comprenderéis, estaba bastante crispado y la gente se estaba poniendo muy nerviosa, hubo otro chico que se empezó a poner mal, y yo estaba alucinando para mal con la situación, pero algo dentro de mi me mantenía sereno, muy tranquilo, pensé que era muy mala suerte que justo en mi vacunación la gente se pusiera mal, porque contrastando con la experiencia de otros amigos y familiares, en sus casos la cosa había marchado bien, en fin... yo quede preocupado por la chica, espero que es encuentre mejor, allá donde se encuentre, y poco después me encamine a casa y todo bien, ni mareos, ni dolores de cabeza, me encontraba de una pieza, ni siquiera al día siguiente tuve síntomas...
Para mi fue algo llamativo y hoy lo comparto con vosotros, aquellos sin los cuales esto sería olvidado, mis lectores, os agradezco de corazón el apoyo y un saludo, que tengáis un día espectacular.
Pero antes de que te vayas, comenta tus impresiones. ¿Cómo has llevado la pandemia?, ¿Cuál es tu experiencia?, ¿Lo has pasado mal con el COVID-19?
Te leo por aquí abajo, ¡¡un abrazo fuerte!!
6 Septembre 2023 15:36 0 Rapport Incorporer 1A veces me siento muy bien, y en este estado de gracia todo parece eterno, algo que parece para siempre, algo solido; sin embargo, este mundo me ha demostrado en más de una ocasión que no hay nadie libre de algún tipo de tragedia, ya sea una enfermedad grave, un accidente o presa de la vejez... Nuestros cuerpos se marchitan e inexorablemente fallecen, hasta ahí claramente no hay ninguna novedad relativa a mi persona ni nada novedoso. Pero he notado algo que poco a poco cambia en mi a pesar de mis intentos de resistencia...
Siempre he luchado contra esa espina que llevo clavada, sin embargo con cada ser querido que fallece en mi vida hay un sentimiento que aflora nuevamente con gran fuerza... Siento que sin yo quererlo, (sigo luchando en contra de ello) que la vida es efímera, y veo cada vez la transición que es la muerte, de una manera más natural y no se si es malo, pero me estoy insensibilizando, haciéndome más duro, más fuerte, pero también más frío.
Esto hace que tenga miedo a que eso llegue a un extremo delicado, puesto que siempre he creído firmemente que la vida es importante, creo que está llena de belleza, como una rosa con cuyas espinas no me importa pincharme...
Porque si algo es seguro y es algo que todos sabemos es que la vida es dura e injusta, a veces creo aunque no me gusta caer en el terreno de la superstición he llegado a pensar que es cierto el dicho de que "siempre se van los mejores", en mi entorno las personas que mejor se han portado conmigo siempre han tenido una muerte más prematura, igual es cierto que "mala hierba nunca muere..."
Toda la vida he defendido el ideal de que "no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti", y me gusta tratar de actuar de manera noble, sin embargo eso ha provocado muchas veces que la gente me pise, se burle o denosté mi persona... esto también trata de enfriar mi carácter, trata de endurecer mi corazón, de cambiarme en definitiva, y no quiero permitirlo, para mi sería una derrota.
Pasé mucho bullying en mi infancia y aunque nunca es plato de buen gusto aquello fortaleció mi inteligencia emocional en sobremanera, al principio podría decir que tenía una coraza, pero está se transformó hasta un punto en el cual todo me resbala... puede parecer extraño pero tan solo me importa en lo que respecta a mi persona una opinión, la que tengo de mi mismo.
Por supuesto que me importan otras personas, pero ya hace tiempo que el que dirán es un lejano recuerdo, si algo me hace feliz, lo lamento por el que no le guste, pues tendrá que aguantarse. Y creo que es algo que todos y cada uno nos debemos a nosotros mismos, la vida es breve e incierta, pero al margen de historias espirituales, solo tienes esta oportunidad para ser feliz, y creo que aunque es complicado se puede conseguir.
La búsqueda de la felicidad... esa complicada meta, lo cierto es que muchas veces la he rozado y sin previo aviso se esfuma, momentos con familia y con buenos amigos que sin previo aviso se convierten en tenues recuerdos...
En fin, me hace gracia pensarlo pero siempre me pasa lo mismo cuando escribo y luego me doy cuenta del rato que ha pasado, y de lo mucho que me he desviado de lo que en un principio tenía pensado escribir.
Hoy he sacado un fragmento mucho más reflexivo y menos anecdótico que otros días, pero bueno, necesitaba expresarlo y esperando que te haya gustado, os dejo por el momento y nos vemos pronto en nuevas actualizaciones de Cuaderno de bitácora.
Me despido deseando que haya donde estés pases un gran día, y te mando un abrazo de este pensativo Humberto.
Buenas a todos una vez más y bienvenidos a otra anécdota curiosa que nos sucedió hace un tiempo a mi y unos amigos, y que como siempre se trata de una historia real.
Aquel soleado día mis amigos y yo habíamos quedado para pasear por mi zona, dado que es una zona más bien campestre, les iba a llevar por senderos a través de la naturaleza que conocía en los alrededores de mi vivienda, ellos viven en la ciudad y los entornos naturales les ayudaban a desconectar, ese día éramos tres, a mis dos amigos les llamaremos "Henry y Roberto" aunque obviamente son nombres ficticios...
El paseo transcurría agradable mientras contábamos anécdotas y nos divertíamos charlando de los temas más diversos, y todo parecía indicar que iba a ser un buen día, ameno y sin cosas extrañas, que equivocados estábamos...
Tratando de tener un detalle con mis amigos había preparado la merienda para al llegar a un parque cercano a mi casa, comerla... varios sándwiches, agua y unas piezas de fruta serían la recompensa de nuestra grata caminata...
Pronto llegamos al parque y contentos nos sentamos en una mesa de piedra a la sombra de un roble, y sacamos la bolsa con la comida para disfrutar de una rica merienda.
Mi amigo Henry y yo nos sentamos en un banco y podíamos ver la entrada del parque y las otras mesas libres, mientras que Roberto estaba de espaldas enfrente nuestra en la mesa redonda.
Comenzamos a merendar al fresco de la sombra de los arboles, mientras que conversábamos con tranquilidad, aunque en aquel momento no le dimos importancia, un extraño nos observaba desde el piso superior del edificio de la cultural del parque, en el que descansábamos de nuestro paseo, seguimos bromeando unos con los otros hasta que un grupo de personas salieron de alguna clase en aquel centro cultural. Henry y yo mismo los veíamos pasar, entonces algo llamó nuestra atención... del grupo de personas que se iban del parque una se separó, en un principio, pensé que iba hacía una moto que estaba antes de las mesas de piedra en las que nos encontrábamos, pero para nuestra sorpresa siguió caminando hacía las mesas, se subió a un bordillo y se encaminaba hacía nosotros, pensé entonces que se sentaría en otra de las muchas mesas libres, pero no fue así, cuando estuvo muy cerca creí que nos iba a preguntar algo... pero para mi sorpresa y para la de mis amigos se sentó al lado de Roberto, y sin mediar palabra, comenzó a comer una manzana que traía consigo.