En la Academia de Meiland, Saika, Yara y Elowen se conocieron en una clase de hechizos. La risa de Yara al cometer un error rompió el hielo, y Saika compartió su libro de hechizos. A partir de ese día, su amistad creció más fuerte con cada aventura mágica, demostrando que la magia no solo residía en los hechizos, sino también en los lazos que forjaban

La sirena ancestral sostuvo el fragmento del alma del pantano con asombro y gratitud. Durante siglos, había cargado con la corrupción que envolvía su hogar. Ahora, ante la pureza de ese fragmento, encontró redención. Sus pensamientos se llenaron de esperanza mientras el poder de la magia fluía a través de ella. La oscuridad retrocedió, y emergió como una nueva sirena, lista para restaurar la belleza en el Pantano Corrupto.

En el mercado de la Ciudad de los Encantamientos, los días eran breves destellos de magia viva. Los puestos centelleaban con gemas que cantaban y pergaminos que flotaban. Hadas con violines de luz llenaban el aire de melodías, y las comidas mágicas llenaban los corazones de risas. Era un lugar donde los deseos se hacían realidad y los corazones se llenaban de asombro.

En el rincón tranquilo de su hogar, la directora Hye-Jin compartía té y conversación con el anciano Maestro Eodum. Sus palabras eran susurros cargados de significado, tejiendo un entendimiento profundo. "La oscuridad me alcanzó," suspiró Eodum, sus ojos aún reflejando la sombra de su última batalla. "Vi el abismo y casi me sumí en él." Hye-Jin asintió con empatía. "Eres valiente, Eodum, por enfrentar la oscuridad por todos nosotros. Pero, ¿qué camino seguirás ahora?"

En la silente Ciudad de los Encantamientos, una oscuridad latente crecía desde las profundidades. La Iglesia de Rell, una misteriosa organización que prometía vida eterna en la penumbra, estaba liderada por Madre. Sus seguidores la reverenciaban con devoción. Madre se movía entre las sombras con elegancia, su cabello plateado relucía bajo la luna. Cicatrices doradas en su piel eran como antiguos secretos inscritos en su ser.

La plaza brillaba con la emoción de la fiesta de la cosecha, pero de repente, la oscuridad cayó sobre ella. Caleb, un hombre sombrío, apareció con un ejército de seguidores. La pequeña Sophie se aferró a su madre, asustada. Pero dos jóvenes hechiceros, Mei-Ling y Yong-Ho, se enfrentaron a Caleb con valentía. La plaza se convirtió en un campo de batalla entre la luz y la oscuridad, y Sophie encontró esperanza en medio del caos.

Durante el caos en la fiesta de la cosecha Hye-jung se encontraba en la sala de los traidores, rodeada de una decena de niños que, uno a uno, iban pereciendo en un ritual aureo. Madre requería sacrificios para cuidar de sus "hijos". A veces, una madre ama a un hijo más que a otro.