Y si mi pequeño sol, te extraño como jure nunca extrañar a nadie. Extraño nuestras peleas. Las conversaciones a media noche. Aquellos chistes. Lo que más extraño, son aquellas noches donde supiste hacerme sentir la mejor persona. Como olvidar tu piel suave, tu cabello, tu cuerpo. Debo aceptar que ya no estas, y ya no duele tu partida, por que una parte de mi corazón esta contigo en la tumba.

Te miré. Otra vez solo para recordar todos y cada uno de los detalles de tu mirada. Tus ojos cristalizados atraparon mis pupilas dejando caer una lágrima de dolor puro. Mi miedo más grande es olvidarme de tu mirada de esos ojos brillantes y negros que amaban a mis ojos avellana y triste. Para que hablar?. Ya estábamos diciendo todo. Justo allí pronunciaste aquellas palabras que me reventaron la poca fortaleza que quedaba. —Adiós amor, sé feliz, no te condenes a amarme. Te amo mi cielo—...

“No puedes escapar de tu propia sombra”. Seguro haz escuchado eso. Pero temo decirte que en parte no es cierto. Si, tu sombra de acompaña siempre, es totalmente imposible librarse de ella ¿no?. Pero cuando más densa, solitaria y fría es la oscuridad, mi sombra poco a poco se va desvaneciendo hasta en punto en que no me puedo ver, ni tampoco la observo. Ahí es cuando te libras de aquello que siempre te acompañó. Pero a que costo?. Ahora sólo estas tú, y tu conciencia.