lidia-arauz1586707095 Lidia Arauz

Relata la historia de una madre y su hijo, la cual es como un reflejo de la historia de ella y su madre.


Cuento Todo público.

#dolor #soledad #tristeza
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DIA DE LA MADRE

Era día de la madre, la gente iba con pasteles y regalos por las calles, la música sonaba por todas partes, hablando del amor maternal, los vendedores de corazones y rosas rojas se encontraban en cada esquina.

Para ella hace tiempo que ese día pasaba de largo, era solo una celebración sin sentido. Para ella no había abrazos, felicitaciones o regalos ni siquiera una llamada de su hijo.

Siempre se preguntó porque él no la quería, porque la odiaba, no era como los hijos de las demás mujeres, no la abrazaba, no la llamaba mama´, ni dejaba que ella acariciara su pelo.

Todos los días eran un tormento junto a él, cada vez una nueva pelea, gritos, ofensas que la llenaban de dolor y de impotencia porque ya no podía defenderse, ahora él tenía más fuerzas.

La única vez en que fueron realmente madre e hijo fue cuando estaba en su vientre, quería que naciera pronto, para tenerlo en sus brazos, para conocerlo, para amarlo.

Hay mujeres que viven para amar a su marido o a su amante o para una profesión esa es la razón de su existencia, pero ella estaba segura que había nacido para ser madre.

El padre de su hijo la dejó pero no le importó, hasta pensó que era mejor, así podía dedicarse por completo a su bebe, para darle su amor solo a él.

Pero las cosas no ocurrieron como esperaba, todo salió mal.

El dejó de estudiar, era ladrón y estaba en una pandilla, cuando se fue’ dé la casa tenía 15 años, ella creyó que solo era una locura de niño y que pronto volvería, pero pasaron 3 años y no regresó.

Cuando se dio cuenta de que no estaba jugando, lo buscó en el hospital, en la cárcel y en toda la ciudad, pero no lo encontró.

Lo esperaba cada mañana, cuando llegaba del trabajo, creía que lo encontraría en la casa, se sentaba frente a la ventana y se quedaba mirando por horas hacia la calle por donde se fue.

Había comenzado a extrañarlo y la nostalgia nos hace recordar solo lo bueno del pasado.

Ese día de la madre arregló la casa y le preparó su comida favorita por si regresaba.

Todo en su cuarto permaneció igual, pero esa tarde cambió las polvosas sabanas de su cama y encontró bajo la almohada una carta que decía: Para mi mamá.

Se preguntó tantas veces porque la odiaba, porque la abandonó, hasta el día en que leyó su carta y todas sus preguntas tuvieron respuesta, fue como una revelación, pero de algo que ya estaba la vista y que nunca quiso ver.

Recordó´ todo como en una película, retrocedió en el tiempo y lo vio cuando era niño con un pantaloncito corto y su pelito encolochado, su carita y sus ojos que todavía conservaban la inocencia. Estaba sentado en la cocina llorando mientras ella lo golpeaba, lo sacudía y le gritaba.

A veces le jalaba el pelo, le clavaba las uñas en sus bracitos y tantas otras veces lo maltrató y ya lo había olvidado.

Sentía que cada golpe, cada grito era como una liberación para ella, aunque no sabía de qué.

Después el arrepentimiento le aprisionaba el corazón y se decía: ¿Por qué hago esto? ¿Por qué?

Se odiaba por hacerlo, pero no podía detenerse.

Entonces lo abrazaba, lo llamaba con las palabras más dulces y salía a comprarle un juguete o cualquier otra cosa para calmarse la conciencia.

Le prometía que era la última vez que pasaba, pero nunca era así. Como un mecanismo de defensa para estar en paz consigo misma, ella borraba de su memoria todo lo ocurrido y se seguía considerando una buena madre. Pero ahora ya no quería más mentiras, esa noche dejó que los recuerdos la llevaran hacia la verdad.

Retrocediendo en el tiempo observó de nuevo las mismas escenas, pero esta vez actuadas por diferentes protagonistas.

Se vio ella y a su madre con una de sus habituales explosiones de ira mientras le gritaba y la golpeaba, experimentó nuevamente el miedo, el dolor, la desolación de sentirse rechazada por ella.

Su madre decía que la amaba tanto que daba la vida por su hija. La vestía como a una muñeca y le compraba muchos juguetes.

Ella le tenía miedo y desconfianza, la confundía no sabía si la amaba o la odiaba. No le gustaba que la abrazara ni que le hablara con cariño.

Cuando creció las dos se enfrentaban continuamente en terribles peleas hasta que ella escapó de la casa con un hombre al que no amaba, solo fue para no volver a verla.

Ahora todo estaba claro, ya no tenía más preguntas, se dio cuenta de que simplemente había cosechado lo que sembró, al igual que su madre.

Pero su corazón se negó a aceptar que todo estaba perdido,

una pequeña lucecita de esperanza brilló dentro de él diciéndole: ¿Y si lo encontrara? ¿Y si le pidiera perdón?

Tal vez podríamos empezar de nuevo.

Pero ella no quiso escucharlo, pensó: ¿Para qué? Si ella me pidiera perdón yo tampoco la perdonaría.

Entonces cerró la ventana, echó fuera las esperanzas, cerró las puertas de su corazón y dejó de esperarlo, entendió que ya nunca volvería.

FIN

4 de Mayo de 2020 a las 06:37 0 Reporte Insertar Seguir historia
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