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- Gracias - dije, sin mirar al camarero sexy que trajo mi bebida.

Quizás, en otro momento, hubiera disfrutado de su cuerpo casi desnudo. Hoy no.

Quizás, en otro momento, me hubiera encerrado en el baño con él y lo hubiera follado con ganas. Hoy no.

Quizás, en otro momento, mi vida era perfecta. Y, justo ahora, es una mierda.

Llevé el vaso a mi boca y bebí, de una sola vez, aquel charro negro que me habían traído. Soy más del champagne pero, ésta noche, quiero… ¡no! Necesito emborracharme.

Hoy se cumplen 4 años del peor día de mi vida. Y es necesario olvidar.

Olvidar que estuve a punto de casarme.

Olvidar que ese desgraciado se perdió de mi fiesta de compromiso y, mientras yo corría de un lado a otro atendiendo invitados, él se estaba follando a mi hermana, en mi cama.

¿Y cómo lo descubrí? Por un simple sándwich de atún que cayó sobre mi vestido celeste. Corrí por las escaleras, para cambiarme, preguntándome por qué no lo veía cerca. Esa "llamada", que dijo debía responder, estaba siendo demasiado larga.

Y así fue como abrí la puerta de nuestra habitación. Ellos estaban allí, ni siquiera se habían desnudado. Mi hermana tenía el vestido enrollado a su cintura, dejando las nalgas al aire. Sus bragas negras descansaban en los tobillos. Matheo sólo se había desprendido los pantalones y la camisa negra tapaba su trasero evitando, de ese modo, que quedara expuesto.

Ximena chillaba como una maldita gata, ahogando sus gemidos contra una almohada y él. .. Él la embestía como un maldito animal en celo. ¡Jamás olvidaré esa imagen!

Las manos de Matheo apresaban la cintura de mi hermana, mientras su mirada se perdía en ese punto exacto donde los cuerpos se fundían.

Los odié. Juro que los odié como nunca había odiado a alguien. Tontamente, pensé que eso sería lo peor que viviera en mi vida, pero no. Lo peor ... aún estaba por venir.

Esa imagen de traición nefasta me tortura cada día y cada noche, durante los últimos 4 años.

El tener que regresar a casa de mis padres, es una maldita tortura para mí pues, el verlo cerca, abrazándola y mostrándose como la feliz y perfecta pareja me destruía el alma.

Y aunque he forjado la imagen de una maldita perra sin corazón, por dentro, siento a mi alma sangrar. Hay días mejores y otros peores pero, lo único que sé, es que ya no me importa nada ni nadie.

Mi único objetivo con los hombres es congeniar con aquellos que puedan darme un momento de placer, sin ataduras, sin falsas promesas ... simplemente sexo. Sí, me he vuelto una maldita loba egoísta y estoy orgullosa de serlo. Y voy a morir siendo así: Una depredadora sin corazón.

Recuesto mi espalda sobre el amplio sillón de la disco. Paradójicamente, aunque el lugar esté colmado de personas, aquí nadie me molesta, soy anónima. Esas, de alguna manera, son las ventajas de ser V.I.P. : privacidad en lugares públicos.

Privacidad y anonimato que necesito para hacer todo lo que quiero porque no es fácil ser parte de la familia Heine - Rouvas. Todos los ojos siempre están puestos sobre nosotros, por ello, la privacidad es algo que mi familia valora aún más que la lealtad. Obviamente, esto ultimo lo aprendí luego de la traición de mi hermana.

El interés sobre mí se acentuó cuando la prensa habló de mi compromiso roto y de cómo Ximena logró quedarse con aquel “príncipe de ensueños”. Los medios dijeron que él me había encontrado con su mejor amigo; otros dijeron que era una “ninfómana” que me perdí de la vida pública por asistir a programas de rehabilitación puesto que sufría una especie de adicción al sexo; los más osados dijeron que era lesbiana y que Mateo descubrió mi farsa.

Nunca desmentí los rumores ¿Para qué hacerlo? si Matheo era quien se había encargado de hacerlos correr. Después de todo, le había servido el ascender de puesto en Reason Moon Media, la empresa líder en entretenimiento digital, donde trabajaba. Entonces, se encargó de que los medios me llamaran “La dama del sexo”. Y, lejos de iniciar acciones legales, me dediqué a confirmar que mi mala reputación era real. Mi padre me odiaba por ello, mi madre me ignoraba y yo, estaba bien con eso. Sólo mi abuelo y Bastiaan me apoyaban.

En estos momentos, tengo la mirada perdida entre aquellos cuerpos que danzan en el piso de abajo. Las luces de neón dibujan un escenario agradable y, aunque la música retumba en mis oídos, incitándome a disfrutar, no logro hacerlo. La tristeza pesa más.

Me quedo perdida entre pensamientos erráticos, preguntándome si, tal vez, mi próximo amante sin rostro estará allí abajo. Descarto esa idea pues hoy no estoy de humor para jugar. Esta noche quiero, simplemente, anestesiar el dolor que siento.

Dos, tres, cuatro charros negros. Cuando el quinto chupito entra en mi sistema, mi vejiga se acuerda de funcionar. Me levanto (como puedo) y camino en dirección a los sanitarios. La oscuridad del lugar me protege de miradas indiscretas y agradezco eso, porque hoy, estoy hecha una mierda. Por dentro y por fuera. Por suerte, he logrado escapar de ese viejo guardaespaldas gruñón que mi familia insiste que debo tener.

Supongo que escapar, de vez en cuando, me permite ser yo: La auténtica perra sin corazón que sólo se preocupa por satisfacer sus necesidades (no sé si me entienden). Es que uno no puede divertirse en privado todo el tiempo y, mucho menos, si tienes a quien te “cuida” del otro lado de la puerta, escuchando tus gemidos.

Estoy segura que, si Bastiaan viera mi actual estado, ya mismo me llevaría a casa; entonces, agradezco que mi primo no haya llegado aún.

Todo a mi alrededor da vueltas. Total y absolutamente mareada, busco los sanitarios casi por instinto. Me doy cuenta que no será bueno continuar aquí, debería volver a mi departamento pero, como siempre, mi rebeldía me hace cometer locuras...

Vine sin dinero. ¿Quién va al club de su primo y piensa que pagará algo? Yo no.

Y el auto… no puedo manejarlo así; debería volver en taxi. De nuevo ¿quien lleva a una loca sin un penique?

¡Maldito de Bastiaan no aparece! Ahora sí, creo que lo necesito.

Entro a los sanitarios, arrastrándome contra las paredes.

¿Por qué hay un hombre aquí? Frunzo el ceño.

¡Maldito pervertido!

Su espalda ancha y su altura llaman mi atención. Recorro con la mirada su cuerpo ¡Qué hermoso culo! ¡Nunca vi uno tan perfecto! Hasta siento cierta envidia pues, a pesar de mis largas horas en el gimnasio, jamás el mío estuvo así de firme y redondo.

¡Espera! ¿Qué? Aunque esté de espaldas, sé que tiene los pantalones desprendidos y sus manos en su… cosa. ¿Pero qué se cree?

¡Maldito pervertido! ¡Mira que masturbarse en el baño de mujeres! ¿Se puede ser tan descarado? ¡Ah, no! Este no se sale con la suya. La ira me hace reaccionar y camino hasta él. Halo su brazo y lo hago girar. Su amigo es… ¡Wow! Es simplemente. .. ¡Wow! Mi vista queda atrapada sobre su miembro. Estaré alcoholizada pero, definitivamente, no ciega. Esa cosa. .. ¡Es lo mejor que vi en mi vida!

¡Ay Dios! ¿Pero qué carajo? Tiene un piercing ... ¿Ahí? ¡Por todos los santos esperpentos! Que me suicido y vuelvo a revivir sólo para volver a morir mirándolo. ¡Es tan jodidamente sexy eso! Siento como mi boca seca, paso mi lengua por los labios, supongo que parezco una maldita gata en celo. ¡Como si eso fuera a importarme!

El instante de amor que profesé a su "amiguito", se pierde cuando escucho su voz.

- ¿Has terminado de inspeccionar?- ¡maldita voz profunda! ¿Es acaso el clon de Vin Diesel?

- ¿Qué? - me cuesta procesar su pregunta.

La rabia se apodera de mí cuando comprendo su pregunta. ¡Será imbécil! ¿Un maldito degenerado en el baño de mujeres y me dice eso? ¡No me lo creo!

- ¡Ya, te marchas de aquí, maldito pervertido! - le grito arrastrando las palabras, mientras intento golpearlo pero estoy tan alcoholizada que mis movimientos fallan.

Él se ríe despreocupado, mientras guarda a su "amigo" y cierra su cremallera. Vuelvo al ataque y sólo consigo tambalearme. Sus brazos se cierran sobre mi torso y , en un movimiento rápido, quedo dándole la espalda, atrapada contra su pecho. El calor de su cuerpo acaricia mi espalda y su perfume llega a mí.

Un aroma jodidamente sexy.

- Creo que... - susurra en mi oído, haciéndome erizar la piel no sólo con su tono ronco de voz, sino también, con la suave caricia que provoca su aliento en mi cuello - … la única pervertida es usted, señorita, que entró al sanitario de hombres y ha inspeccionado mi pene, descaradamente.

Y ante ésta afirmación, mueve sus manos, mostrándome que existen mingitorios. ¡Maldita sea, el pervertido tiene razón!

Jodidos charros negros que me dejan en evidencia. ¡Soy una perdedora! Hice el ridículo de la forma más estúpida del mundo.

La única opción que tengo es salir corriendo ... pero de modo elegante. Obviamente, eso no sucede. Forcejeo para alejarme y él me suelta, haciendo que pierda la estabilidad. Me veo ir de cara al piso y un pequeño grito escapa de mis labios. Sus manos se cierran sobre mis bíceps, evitando así mi caída. Mis cabellos desordenados caen sobre mí rostro. Siento sus dedos abriéndose paso entre ellos, despejando mi rostro.

¡Por todas las santas begonias! El pervertido tiene los ojos más lindos del mundo.

Si. Soy la perdedora más grande del mundo.