“Cuando te pones a pensar en el principio de todas tus desgracias, de toda la miseria por la que has pasado, son tus pensamientos afilados los que hacen sangrar a tú débil e inquieto corazón. Tu gran potencial se ha vuelto en tu contra y lo único que me queda; bajo estas circunstancias, es hacerles una simple y obvia pregunta.”
El fuego calmaba los temblores de los reunidos. La alarma había sonado y todos se resguardaban en diferentes almacenes como lo habían planeado.
¿Cuál pregunta?, es lo que pensaban los presentes mirándose unos a otros, más sin embargo, ninguno se atrevió a formularla en voz alta.
El viejo guardaba silencio mientras rellenaba su pipa con una extraña hierba de olores irreconocibles para los niños y prohibida por los agentes del caos y el orden. Los ojos saltones del viejo brillaban cada vez que inhalaba y al toser parecía que sus pulmones estrellarían junto con sus ojos.
“Para serte sincero Jerry, siempre que veíamos al viejo pasar, mis amigos y yo nos burlábamos de sus ojos, pero a mí siempre me dieron miedo, era un miedo inexplicable. Era como si mi alma me estuviera advirtiendo de algo o yo que sé. El punto es que ese maldito viejo conoce cosas que volverían loco a una persona común.”
El viejo después de varias caladas prosiguió entre toses secas.
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