loredana-mendoza1585937467 Milen Mayers

Celeste, es una joven que se enamora por primera vez a los diecisiete años. Una relación con Derick, el chico del que se enamora, es totalmente imposible, pero su amor por él la ciega por completo y no es capaz de darse cuenta de ello. Al contrario, en su intento de conocer a Derick, adopta el seudónimo "Señorita C.C." para dejarle algunas cartas en el buzón de su casa, y sin querer, esas cartas crearán un desastre tanto en la vida de ella como en la del joven.


Romance Todo público.

#amor-complicado #comedia #amistades
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Primera vez enamorada

Celeste se levantó de su puesto con la excusa de que iba a comprar un refresco, pero en realidad ella solo quería alejarse de la situación en la que estaba metida.

Esa tarde había ido a ver el partido de fútbol del equipo de su instituto que se enfrentaba contra otro. Sus amigos Gadiel y Annie le insistieron para que fuera, ya que a ella no le gustaba ir a ese tipo de eventos.

La joven se acercó a una caseta y pidió una limonada fría. Luego se sentó en una banca debajo de un almendro y continúo observando al conjunto de personas que corrían tras un balón.

Eran casi las cuatro de la tarde, el viento que soplaba hacía de esa una tarde fresca y agradable y muy alegre para las personas que animaban a su equipo favorito con fuertes gritos, pitando sus silbatos o sonando las trompetas…

Celeste se sentía incomoda en aquel lugar, le aburría ver los partidos de fútbol, y se sentía más aburrida por estar sola: Gadiel estaba en el campo jugando, él era el capitán del equipo; y Annie no paraba de gritar y animar a su novio que también estaba jugando.

Al terminar el partido, Celeste intentaba encontrar a sus amigos pero el tumulto de gente se lo impedía. Mientras caminaba entre la multitud de personas, se tropezó y calló bruscamente quedando sobre sus rodillas, dejando salir un chillido ahogado de dolor.

— ¿Estas bien? —le pregunto alguien, que a la vez le extendió la mano.

Celeste se apoyó de la mano de esa persona para ponerse de pie, y al estarlo… quedó frente a frente con la mirada más hermosa que sus ojos habían contemplado.

El rostro de la joven se ruborizó por completo al ver al chico, alto, de piel clara y sus hermosos ojos verdes, y cabello negro. Él era uno de los jugadores del equipo contrario al de su instituto.

— ¿Te hiciste daño? —inquirió el joven.

— Eh, no e-estoy bien —contestó algo nerviosa

— Derick, ¿qué haces? —Interrumpió un joven de piel morena—. Apúrate ya vamos a celebrar nuestra victoria.

— Sí, vamos —dijo Derick, mientras comenzaba a encaminarse y a desaparecer entre la gente.

Celeste permaneció inmóvil por unos segundos tratando de procesar lo que acababa de pasar, y pensaba que ni siquiera pudo agradecerle a Derick. Luego de salir de su trance, se sacudió el pantalón para quitarse el polvo y uno que otro pedacito de monte seco que quedó prensado a la prenda cuando cayó de rodillas al suelo. De pronto:

— ¡Celeste! —gritó Annie, que venía con su novio, Marcos— Que bien que al fin te encontramos, me tenías muy preocupada. Ya comenzaba a imaginarme que te habían secuestrado.

— También estaba preparando el discurso que iba a decirle a tu mamá —agregó Marcos.

— Siempre tan dramática —dijo Celeste desplegando una ligera sonrisa.

— Me dijiste que solo ibas a comprar algo para tomar, y nunca regresaste, ¡¿cómo querías que no me preocupara?! —expresó Annie.

— Perdón, no era mi intención hacerte preocupar. No regresé porque estaba muy aburrida. Ya sabes lo que pienso del fútbol. Son solo un grupo de personas tras un balón ¿qué hay de especial en eso? —dijo Celeste.

Marcos ladeó su rostro y miró a los ojos a Celeste, indicándole que acababa de ofenderle.

— Tal vez si te dignaras a jugarlo tan siquiera una vez en tu vida, lo entenderías —le sugirió Marcos, ofendido.

— Bueno, chicos, paremos este tema ¿sí? Mejor vamos a comprar un helado o algo para comer —comentó Annie, para evitar que su amiga y su novio discutieran.

— Si, vamos —opinó Marcos—, yo quiero despejar mi mente, aun no puedo aceptar que hayamos perdido.

— Yo paso —dijo Celeste.

Annie observó sorprendida a Celeste. Ellas se conocían desde hace años y ella nunca le había rechazado ir a un lugar en el que habría comida.

— ¿Te sientes bien? —Indagó Anie— no es normal que me rechaces este tipo de invitaciones.

— ¿Por qué no quieres ir? —le preguntó Marcos— si es por la discusión de hace un momento, discúlpame no quería ofenderte o molestarte.

— No, no es por eso —respondió la joven

— ¿Entonces? —inquirió Annie.

— Es que… bueno, no sé. Solo quiero estar sola, pensar y, estar sola —contestó Celeste. Sin embargo, Celeste prefería evitar ir con Annie y su novio para no sentirse incomoda y formal mal tercio entre la pareja.

— Te puedo llevar a tu casa si quieres —le ofreció Marcos.

— No, les agradezco que se preocupen por mí, pero me iré sola. Nos vemos mañana en el instituto.

La joven se metió entre el montón de gente y desapareció de la vista de Marcos y Annie, quienes se vieron el uno al otro con gesto confundido.

— ¿Qué le estará pasando? ¿Desde cuándo Celeste quiere estar sola? —indagó Annie.

— O aun peor, ¿desde cuándo piensa? —chistó Marcos.

Annie rodó una mirada pesada hacia él y respingó una ceja mientras lo veía molesta.

— Ay, que chistosito saliste —dijo sarcásticamente Anie, mientras comenzaba a caminar hacia la salida del estadio.

— Annie, Annie, no te enojes conmigo, solo bromeaba… —gritaba Marcos, corriendo tras ella para alcanzarla.


Celeste caminaba por la acera de la calle siguiendo una dirección contraria a su casa, tenía sus audífonos puestos y escuchaba una de sus canciones electrónicas favoritas. La joven se sentía tan extraña al pensar en aquel joven que la ayudó en el estadio, pero no podía evitarlo. De repente, Celeste dio un respingo al verlo, Derick estaba en un auto negro a unos metros de ella.

El joven, que aun tenia puesto el uniforme del equipo de su instituto, se bajó del auto y se dirigió a la puerta de una casa bastante elegante y lujosa. Una mujer adulta abrió la puerta, al ver a Derick lo abrazó fuertemente.

— Mamá, ganamos nuestro primer partido — Derick le informó muy emocionado a la mujer.

— Sabia que ustedes ganarían, tienen al mejor jugador en su equipo —le dijo su madre, sonriente.

Los dos entraron a la casa, desapareciendo de la vista de Celeste.

Celeste se había ocultado detrás de un contenedor de basura para poder observar aquella escena. Todo su ser se llenó de alegría al saber dónde vivía el joven, que para ese momento, se había convertido en su primer amor.

Quería correr y tocar la puerta de esa casa, que le abriera Derick y se pusieran a conversar de multitud de cosas, pero ella sabía que algo así no era más que una simple fantasía, ni siquiera se conocían, él tan solo la ayudó a ponerse de pie, y eso fue todo lo que convivieron, pero fue suficiente para enamorar a esa joven de diecisiete años. Sin embargo, Celeste atisbó lo más que pudo la casa del joven, logrando notar un buzón que tenía escrito un apellido: Trainor.

Luego la joven tomó un taxi, ese lugar quedaba muy lejos de su casa como para irse caminando.

Al llegar, abrió la puerta de su casa, un lugar simple y acogedor, nada comparado con la casona elegante de Derick, vio que su madre estaba sentada en el sofá, terminado de bordar una manta.

— Hola, mamá —saludó la joven.

— Hola, Ce —la señora Amelia devolvió el saludo—, ¿Cómo te fue?

Celeste dejó salir un suspiro mientras se sentaba en el sofá junto a su madre.

— Fue tan aburrido como me lo imaginaba. Y peor aún, el equipo de mi instituto perdió cinco a tres.

— Creo que tu negatividad les dio mala suerte —chistó la señora.

— Si, tal vez —dijo Celeste, dejando salir una carcajada—. Sabes, hoy me pasó algo…

— ¡Hola! —se escuchó que gritó una voz chillona al otro lado de la sala, interrumpiendo a Celeste.— ¿Mami, ya preparaste la cena? —preguntó Lina, la hermanita de diez años de Celeste.

— No, mi cielo. En un rato voy —respondió apaciblemente la señora Amelia.

— Apúrate, por favor… ya tengo hambre —pedía la niña.

— Tranquila, ya voy a ir, si quieres puedes comerte una galleta de las que están en la alacena

— Bueno —Lina se retiró contenta.

— Entonces, ¿qué fue lo que te pasó? —retomó la señora Amelia.

— Ah, si—pronunció nerviosa, Celeste, que hace un momento atrás había considerado contarle a su madre sobre aquel chico en que tanto pensaba, pero de momento estaba insegura, dudaba en hacerlo.

— ¿No vas a contarme? —inquirió.

— Sí, claro, es que creo no tiene mucha importancia.

— Cuéntame y yo te diré si es no es muy importante —le insistió su madre.

— Está bien. Bueno, resulta que al terminar el partido tuve que buscar a Anie y Gadiel, solo encontré a Anie que estaba con su novio, y al verlos juntos me dio una especie de celos, es decir, me di cuenta de lo lindo que se ven como pareja. Y yo, creo que jamás encontraré a un chico que me quiera —dijo con tono triste.

La señora Amelia dejó a un lado el bastidor y la manta que tenía en sus manos, se acercó a su hija y la abrazó acariciando su cabeza suavemente.

— No te preocupes por eso, aun tienes diecisiete, ya hallarás a un chico que te quiera y respete—la animó su madre.

Celeste dejó salir una pequeña sonrisa, siempre le reconfortaban las palabras de su madre.

— Gracias, mamá —cortó el abrazo y se levantó del sofá— voy a mi cuarto, tengo algunas cosas que hacer.

— Está bien, iré a avisarte cuando ya esté la cena.

— De acuerdo. Te amo, mamá. —dijo entrando a su cuarto.

La joven se tumbó de boca sobre su cama, y dejó salir un grito que se ahogó entre las sábanas. Era la primera vez que no le contaba a su madre algo que le pasó; aunque dijo la verdad al confesar que tuvo celos de su amiga por la relación que tenía con Marcos, no pudo decirle a la señora Amelia que se había enamorado por primera vez.

“¿Cómo se lo tomaría? ¿me apoyaría, o me pediría que lo olvide?”, pensaba Celeste. A pesar de las palabras que hace unos minutos le dio su madre, la joven creía firmemente en que la señora Amelia no estaría de acuerdo con sus sentimientos.

Fuera el caso, la joven decidió dejar a un lado a su madre. Tomó una laptop que estaba sobre una mesita de noche, iba a buscar a Derick en Facebook.

Escribió Derick Trainor, esperanzada en que el apellido que vio en buzón fuera el de él, y para su suerte fue la primera opción que le aparecía. Sin pensarlo dos veces, abrió el perfil del joven.

— ¿Qué estás haciendo? —Celeste eschuchó que le preguntaron, por lo que cerró la laptop rápidamente.

— ¿Lina? ¿Qué haces en mi cuarto? —preguntó nerviosa a su hermana.

— Oye, yo pregunté primero —renegó la niña.

— Pues no es nada interesante, es solo tarea del instituto.

— A mí no me engañas, Ce —informó Lina—, yo estaba escondida y vi que mirabas fotos de un chico ¿Quién es él? ¿es tu novio?

Celeste abrió de nuevo la laptop y observó algunas fotos.

— No, no lo es. Ni siquiera nos conocemos —contestó con tono triste.

— ¿Pero al menos sabe que existes? —indagó Lina, mientras se sentaba junto a su hermana.

— Es probable que ya me haya olvidado.

— No estoy entendiendo nada, explícate —ordenó Lina.

— No creo que tengas edad para entenderlo —dijo Celeste, pasando una mano por el cabello de la niña despeinando su cabello lacio corto.

— Celeste, ya tengo diez años. Además he visto muchas películas de romance contigo, ya sé de todo.

Celeste observó a su hermana con una expresión de asombro por su respuesta.

— Lo que ocurrió es que, cuando estaba en el estadio, me caí de una manera tan ridícula, y en seguida el chico que ves en estás fotos llegó a ayudarme, y fue muy amable conmigo.

— Mándale una solicitud de amistas —sugirió Lina.

— No lo sé, no estoy segura, y si no me la acepta.

— Entonces… —pensaba en otra opción— ¡ya se! envíale cartas, cómo en las novelas que lees, allí siempre funciona.

— ¡Si es verdad! estudiamos en un instituto diferente, pero sé dónde vive. Podría dejarle las cartas en su casa —dijo emocionada.

La joven se levantó de su cama, buscó entre un bulto desordenado de cuadernos unas hojas de papel y agarró un lapicero de su porta lápices. Escribió una carta y la metió dentro de un sobre de papel manila.

— Recuerda que no puedes escribir tu nombre, es la primera carta —le recordó Lina.

— Ah, es verdad. Entonces… ¿Qué pongo?

— Que te pare ¿Azucar Rosa? o ¿Mariposa Luna? —sugirió

— Eh, no, eso no. Mejor…

Celeste y su hermana pasaron unos segundos pensando, sin embargo se vieron interrumpidas al escuchar que alguien tocaba la puerta del cuarto descontroladamente.

— ¿Quién es? —preguntaron al unísono las dos. Nadie respondió, pero seguían tocando la puerta.

— ¿Quién? —volvió a preguntar Celeste. Nueva se quedó sin recibir una respuesta.

Celeste, molesta, se dirigió hacia la puerta. Al abrirla se topó con la figura de un joven más alto que ella, cabello alborotado y ojos miel, como los suyos.

— ¿Willy? —fue lo único que pudo decir ante la sorpresa de ver a su primo después de cinco años.

— Hola — dijo, haciendo a un lado a Celeste para entrar al cuarto

— ¡Willy! —gritó Lina, se acercó y lo abrazó. El joven levantó a la niña con sus fuertes brazos dando una vuelta junto con ella.

— Wao, has crecido mucho Lini, casi ni te reconozco.

— Sí, y no fui la única, Celeste también creció —informó la niña.

— ¿En serio? y ¿Dónde está?

— La tienes enfrente —respondió señalando a la joven.

— No, esa no es Celeste. Esa es una señorita que no conozco —bromeaba Willy.

— Ay, Willy, por favor. ¿Es en serio, aun seguirás molestándome tanto como hacías antes?

— No lo sé, señorita, dígame usted —continuo. Celeste respingó una ceja.

— Willy, ella es Celeste, tú prima —aclaró Lina—. Te voy a escribir su nombre para que te acuerdes.

La niña tomó un cuaderno y escribió en él: Celeste Corley, luego se lo mostró a Willy.

— Creo que te confundiste, se escribe así, mira —le arrebató el cuaderno y el lápiz con que escribió.

El joven anotó en letras grandes Señorita Ce. Co.

— ¿Lo ves? es Ce de: se parece a una tabla, y Co de: Como las de esa mesa de madera— dijo señalando a una mesita.

— ¡Me da igual! —gruñó Celeste. Tomó de un brazo a su primo e intentó sacarlo de su cuarto, sin lograrlo— ¡Sal de mi cuarto, o le diré a mi mamá que me estas molestando!

— Como en lo viejos tiempo —suspiró Willy.

— Willy, ya nos vamos —le informó su padre desde la sala.

— Bueno, Señorita, me despido de usted, y de ti también Lina. Pero volveré, lo prometo.

— No te preocupes en cumplir tu promesa tan pronto —dijo Celeste, aun molesta con él.

— Cuando vengas me tienes que traer algo —pidió Lina.

— Claro, a ti y a Celeste.

Después que el joven y su padre se fueron, las tres mujeres se dispusieron a cenar. Celeste limpió la cocina al terminar la cena, y luego se fue a dormir, no sin antes poner su despertador.

La mañana siguiente, Celeste se arregló para ir al instituto. Metió todos sus libros dentro de la mochila incluyendo el sobre en el que estaba la carta.

Antes de salir se despidió de su madre, para luego continuar con su rutinaria caminata hacia el instituto. Entrando a su salón de clases, Anie y Gadiel la recibieron con un abrazo y después le hicieron un interrogatorio.

Anie le contó a Gadiel la actitud que había tenido Celeste el día anterior. Los dos se pusieron de acuerdo en averiguar que le estaba pasando a su amiga. Sin embargo, Celeste no dijo nada de lo que le pasó ese día en el estadio.

Aunque, ella se sintió mal y extraña a la vez al ocultarle algo así a sus mejores amigos, pero tenía ese mismo miedo de que sus amigos no se lo tomaran bien, o más bien porque ella misma se sentía incomoda consigo por nunca haberse enamorado de alguien.

Ese día Celeste rompió una de sus rutinas. No se fue caminando a casa con sus amigos como solía hacerlo, en cambio, siguió el camino que la llevaba a la casa de su crush, iba a dejarle la carta a Derick.

Su corazón palpitaba con más fuerza cada vez que se acercaba a aquella casona lujosa. De repente, lo recordó, no le puso nombre a la carta. Rápidamente se ocultó detrás del mismo contenedor de basura, buscó dentro de su mochila el sobre y sacó la carta del mismo.

— Atentamente —musitó. Quedó pensante unos momentos, se le venían muchas ideas para un seudónimo pero ninguna le parecía buena.

— Señorita Ce. Co. que absurdo —mencionó al recordar lo que su primo dijo de ella.

— ¡Señorita C. C.! —susurró emocionada. No lo pensó otra vez, solo lo escribió. Guardó el papel dentro del sobre— para Derick Trainor —pronunció mientras anotaba sobre el sobre manila.

Aun escondida detrás del contenedor de basuras, se aseguró que no hubiera nadie que la viera. Decidida, se dirigió hacia el buzón e introdujo el sobre. Una vez cumplió su objetivo, echó a correr lo más rápido y lejos que pudo del lugar.

No podía creer lo que acababa de hacer, pero estaba muy contenta.Sin embargo, ella no sabía que la carta no tendría el efecto que quería.


¿Qué le esperaba a Celeste por haber entregado esa carta?



3 de Abril de 2020 a las 18:39 2 Reporte Insertar Seguir historia
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Proséf Chetai Proséf Chetai
Saludos Milen. El cuidado en la presentación y ortografía son una carta de exposición muy importante. Continua así. La trama me resulto un poco previsible. Sin embargo comprendo que el escrito es de un estilo romántico. Quizás en el futuro le agregues algún giro que la lleven a otro nivel. Animo.
April 04, 2020, 02:39

  • Milen Mayers Milen Mayers
    Agradezco el tiempo que dedicaste para leer. Y... si pienso en un giro para la historia, (creo que todo escritor busca agregar un giro a su historia), pero no tengo tanta experiencia en esto de la escritura por lo que trato de ordenar mis ideas de modo que el resultado sea algo bueno. April 10, 2020, 01:44
~

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